Al mediodía de aquel 11 de septiembre del 73, informado ya de la muerte de Allende y la instalación de la dictadura militar y antes que empezara a regir el temprano toque de queda, caminé por las calles de la capital sin rumbo fijo, rumiando penas y rabias y pensando en lo que tenía que […]
Al mediodía de aquel 11 de septiembre del 73, informado ya de la muerte de Allende y la instalación de la dictadura militar y antes que empezara a regir el temprano toque de queda, caminé por las calles de la capital sin rumbo fijo, rumiando penas y rabias y pensando en lo que tenía que hacer. Por entonces era un joven diputado comunista de la Unidad Popular, mi esposa e hijo pequeño habían quedado en mi ciudad sureña de Chillán, sabía que estaban a salvo y yo estaba en Santiago adonde había llegado esa mañana muy temprano junto con otros 2 diputados socialistas de mi zona para un encuentro con el Presidente Salvador Allende quien nos explicaría a los parlamentarios de Izquierda su propuesta de plebiscito para zanjar los temas del área de propiedad social con la oposición.
Enterado del golpe antes de llegar al palacio de La Moneda y siguiendo las instrucciones para un caso como el que vivíamos, había concurrido a la fábrica previamente establecida en la que debía asumir junto a los trabajadores las tareas de defensa del gobierno constitucional, ubicada en la comuna de Macul. Pero una hora más tarde recibíamos la orden de replegarnos ante la inusitada violencia y superioridad armada de los militares traidores.
Caminando me dí cuenta que estaba llegando a las cercanías de la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile donde había estudiado y que queda en la ribera norte del río Mapocho que por esa fecha corría caudaloso. Me detuve sobre el puente y ví flotar cadáveres en las aguas turbias del río capitalino. Poco después comenzaba el ocultamiento, la oscuridad, y 5 meses más tarde el forzoso exilio. Han pasado muchos años de todo eso pero este pasado domingo 3 de junio volví a cruzar de nuevo por primera vez desde entonces el mismo puente.
Sólo que ahora, abajo, en las orillas del río, diversas brigadas de pintores de las Juventudes Comunistas, alguno todavía niños, junto a muralistas de prestigio pintaban un enorme mural que relata la historia del Partido Comunista y cierra con la frase en tamaño gigante «Después de vivir un siglo, más jóvenes que nunca». Arriba, en el parque forestal, a la espera del mural, el público se deleita con la música de los jóvenes estudiantes del Liceo Manuel de Salas que ha venido a saludar a los muralistas. Imposible no emocionarse. Seguíamos tan vivos como siempre.
Habíamos vencido a la muerte por más que miles de los mejores de los nuestros estén desaparecidos o hayan sido cobardemente ejecutados o torturados por militares cobardes y asesinos. Y por más que, lamentablemente, las Fuerzas Armadas de Chile sigan siendo ideológicamente las mismas de ayer. Perros de presa de la gran burguesía, brazo armado de los explotadores, que acaban de inaugurar una nueva sede militar yanqui en Chile, en el llamado «fuerte Aguayo» en las cercanías de Concón y a unos 100 kmts. de Santiago. La base militar fue inaugurada, curiosamente, por el Ministro de Defensa de los EEUU. Al gobierno y al ejército chilenos les parece muy positivo este enclave formador de represores porque se adecúa » a las nuevas amenazas»… (¿?) Sólo puede entenderse el sarcasmo en referencia a la poderosa movilización social del 2011 y al avance de la política unitaria en la Izquierda chilena.
Eje del proceso unitario ha sido el Partido Comunista de Chile que acaba de cumplir cien años de existencia, conmemorados con diversos actos en todo el país y recibiendo el saludo de los más diversos sectores políticos y sociales. El partido de los comunistas chilenos surgió antes de la gran revolución de octubre en la Rusia zarista y en medio de grandes convulsiones sociales en nuestro país y en el mundo, bajo su primera denominación de Partido Obrero Socialista. Fue en 1922 que adoptó su actual denominación y se afilió a la entonces Tercera Internacional. Su influencia en la vida del país no sólo es innegable en el plano del desarrollo político y social sino que ha sido factor muy importante en el plano de la cultura.
Ha resistido las más difíciles pruebas durante periodos oscuros de la historia del país. Las dictaduras de Ibáñez, González Videla y la más terrible, la de Pinochet, pretendieron acabar con el PC eliminando físicamente a sus principales dirigentes y a muchos de sus más destacados militantes. Tengo a la mano la declaración judicial del ex agente de la DINA Ricardo Lawrence quien relata el secreto encuentro de Pinochet con el compañero Victor Díaz, por entonces líder máximo del PC, secuestrado, atado de pies y manos y torturado en el fatídico cuartel de Simón Bolivar en donde poco después lo asesinaron asfixiándolo con una bolsa de plástico para luego arrojarlo al mar. Cuenta Lawrence que cuando el dictador se jactaba frente a Victor de tener prisioneros a varios de los más importantes dirigentes del Partido, el camarada Díaz le respondió que su empeño era inútil, ya que » pretender destruir al partido de los comunistas es como intentar vaciar el mar con un balde »
La vocación democrática de los comunistas chilenos se expresa a lo largo de la historia nacional y si se analiza desapasionadamente se comprueba que el PC nunca ha formado parte, ni ha apoyado ni ha negociado con ninguno de los gobiernos dictatoriales y antidemocráticos que ha sufrido la nación ; no todos los partidos chilenos pueden decir lo mismo.
Sus líderes han sido chilenas y chilenos honestos y consecuentes con amplio reconocimiento ciudadano, desde Luis Emilio Recabarren, el fundador, el obrero tipógrafo y creador de la prensa obrera y luego Elías Lafferte, Galo González, Carlos Contreras Labarca, Ricardo Fonseca, Luis Corvalán, Gladys Marín. El aporte de los comunistas a la cultura nacional ha sido igualmente significativa. A sabiendas que debo omitir a muchas y muchos, al menos recordemos que fueron o son dirigentes, militantes o simpatizantes del PC figuras de la altura de Pablo Neruda, Victor Jara, Violeta Parra, Volodia Teitelboim, José Miguel Varas, Patricio Bunster, José Balmes, Julio Escámez, Roberto Matta, Luis Enrique Délano, Francisco Coloane, Juvencio Valle, César Godoy Urrutia, Roberto Parada, Fernando Ortiz, Enrique París. En fin tantas y tantos mujeres y hombres de las letras y de las ciencias, de la academia, ingenieros, arquitectos, abogados, destacados profesionales de distintas esferas, maestros, músicos, incluyendo un alto número de premios nacionales.
Pero sin duda su núcleo principal es la clase obrera, los trabajadores. En sus filas han estado destacados dirigentes sindicales como Juan Vargas Puebla, Bernardo Araya, Luis Figueroa. También mujeres ejemplares como Elena Pedraza, Julieta Campusano, Marta Ugarte, Sola Sierra y Gladys Marín, entre muchísimas.
Cuando en 1973 las condiciones históricas cambiaron y pese a todos los esfuerzos por evitar una confrontación violenta y asegurar la convivencia democrática, se impuso la dictadura de las FFAA, el PC decidió que no había más alternativa que emplear todas las formas de lucha que contribuyeran a la derrota de la dictadura y lo hizo con la mayor seriedad y responsabilidad impulsando la rebelión del pueblo. La movilización de masas y las acciones del Frente Patriótico Manuel Rodríguez precipitaron la salida y si bien Pinochet no fue derrotado sino que se negoció una transición entre la dictadura y un sector de la oposición, nada de eso hubiera sucedido si no se hubiera alzado el pueblo. Es de ingenuos o manipuladores pensar que Pinochet fue vencido por una rayita con lápiz en un papel. Sin lucha de masas y sin acciones audaces, la dictadura militar hubiese continuado.
Precisamente lo que hace diferente a este destacamento político y lo singulariza, es el desprendimiento de lo individual en aras de lo colectivo, la defensa de los intereses del pueblo y la voluntad de cambiar la estructura social en permanente búsqueda de la felicidad de las mayorías nacionales. El poeta y comunista español Marcos Ana, encarcelado 23 años por el régimen de Franco dijo alguna vez : «mi pecado es terrible; quise llenar de estrellas el corazón del hombre » y agregó :»Vivir para los demás es la mejor manera de vivir para uno mismo » . Es el coraje de ser. La pasión de luchar por una causa justa. La consecuencia, la mente fría y el corazón ardiente de que hablaba Lenin.