Algunos medios de comunicación han destacado que Gabriel Boric es el presidente más joven que ha tenido la Repùblica desde sus inicios, superando, incluso, a Manuel José Blanco y Calvo de Encalada—Manuel Blanco Encalada (si suprimimos los patronímicos de sus apellidos), militar de 36 años, de nacionalidad argentina— que gobernara Chile durante dos meses del año 1826.
Es, sin lugar a dudas, el presidente más joven en la historia del país. Pero no el gobernante más joven. Antes de él lo fue José Miguel Carrera Verdugo, que sólo contaba con 26 años cuando encabezó la primera Junta Nacional de Gobierno y, en segundo lugar, Manuel Rodríguez Erdoyza, cuando asumió en el carácter de Director Supremo de la nación por dos días, a la edad de 33 años. Pero no basta con decir aquello y hacer esas comparaciones. Las analogías no siempre son afortunadas y, las más de las veces, inducen a error. Y es que, a menudo, son anacrónicas, ectópicas o revisten ambos rasgos a la vez.
Gabriel Boric, sin lugar a dudas, es un gobernante joven. Representa la generación que ha reclamado para sí el derecho inalienable de dirigir la nación, y exige el relevo de aquella que la ha precedido. Sin embargo, no como expresión de un presunto conflicto generacional —como la mayoría de los analistas tiende a suponer—, sino como la manifestación del avance portentoso alcanzado por el desarrollo de las fuerzas productivas que ha exigido, a su vez, la modificación inmediata de las anquilosadas relaciones de producción vigentes, mantenidas por una ‘élite política’ incapaz de entender el nuevo mundo que emerge.
Pero Gabriel Boric es, aún, mucho más. Condensa en su persona las movilizaciones estudiantiles que comenzaran en 2006, con dirigentes —como María José Sanhueza, María Música y otros—, se reprodujeran en 2009 y 2011—con Giorgio Jackson, Camila Vallejo, Jorge Sharp, Carol Cariola—, y alcanzaran su máxima expresión en el estallido social de 19 de octubre de 2019 —expresadas en el salto de los torniquetes del Ferrocarril Metropolitano—, conducidas por los jóvenes estudiantes Victor Chanfreau y Rodrigo Pérez, entre muchos otros. Como lo señalara un cable de Agencia EFE,
“Esas revueltas estudiantiles son interpretadas precisamente como la antesala de la inédita crisis social de 2019, que se extendió durante más de un año con masivas marchas por la igualdad y por mejores pensiones, educación y salud”[1].
Por eso, sostenemos nosotros que Boric nace, se desarrolla y manifiesta en los movimientos sociales y, en especial, en los movimientos estudiantiles. Es producto de ellos. Y, en consecuencia, es un producto social. Por lo que podemos, hoy, asegurar que el presidente electo de Chile tiene un origen muy diferente al de los mandatarios que le han precedido.
APARECEN LAS DIFERENCIAS
Boric, sin embargo, no representa la esencia del estallido de 18 de octubre de 2019—que nació de la autoconvocatoria y autoorganización de los movimientos sociales—; no representa, igualmente, el interés político de ese vasto universo de independientes que continúa intentando hacer valer su derecho a participar en la gestión fiscal, organizando listas propias destinadas a disputar los cargos públicos a la ‘élite política’ vigente. Por el contrario, representa un ala del movimiento estudiantil que se asimiló al sistema vigente, que se institucionalizó, que se organizó a la manera dispuesta por la estructura estatal, es decir, organizando y construyendo partidos, y adecuando su funcionamiento al modelo establecido por la ley. Esa circunstancia explica que haya apoyado, a título personal, el Acuerdo Por la Paz de 15 de noviembre de 2019 en donde la llamada ‘élite política’ nacional opositora se unió a la gobernante y al propio Gobierno, para desarticular al movimiento social que amenazaba destruir la estructura estatal. Boric, en su búsqueda por formar parte de la misma, dio su apoyo a la ‘élite política’ entregando su voto a la propuesta parlamentaria de acordar la paz con el Gobierno. Y, en el frenesí legislativo que se produjo durante las semanas siguientes, apoyó —sin una minuciosa revisión—, algunos proyectos que buscaban paralizar las acciones de los movimientos sociales. No por otra cosa fue agredido en un parque santiaguino por manifestantes, molestos con su actuar y su presencia en ese lugar. No por otro motivo se distanció de su entrañable amigo Jorge Sharp, molestia que hoy parece estar resuelta ante la magnitud de las tareas que se avecinan a su gobierno.
UN DISCURSO MEMORABLE
Los medios de comunicación han comentado favorablemente el discurso del presidente electo; similar reacción han mostrado las conversaciones cotidianas. Sin desconocer la extrema sobriedad del contenido del discurso, nos parece necesario señalar al respecto algunas consideraciones.
Por una parte, debemos considerar un acierto la entrega de un mensaje conciliador, de paz y de esperanza a toda la población, un mensaje dirigido a todos los chilenos sin distinción de religión, política, sexo o condición social.Y, a la vez, haber brindado un resumen directo, conciso, esclarecedor, de las principales reivindicaciones sociales contempladas en su Programa de Gobierno. Pero esas consideraciones no nos eximen de formular algunas críticas que también estimamos necesarias mostrar. Especialmente, cuando, el primer discurso del candidato triunfante, contiene expresiones orientadas a
“[…] agradecer a todos los candidatos que participaron en esta elección, porque finalmente la democracia la hacemos entre todos, y necesitamos de cada uno. A Yasna Provoste, Sebastián Sichel, Marco Enríquez Ominami, Franco Parisi, Eduardo Artes y José Antonio Kast[2].
Es natural que la mención a alguno de esos nombres provocara repudio entre los asistentes. Porque no había necesidad de repetir, majadera e insistentemente, el nombre del último de aquellos. Nos recordó la desgraciada intervención de Patricio Aylwin en el Estadio Nacional, el 12 de marzo de 1990, revelando implícitamente la voluntad de eximir de responsabilidad penal y civil a los militares involucrados en las violaciones a los derechos humanos durante la dictadura pinochetista[3].
El discurso no solamente ha de comentarse por esa referencia de claro tinte emocional sino, en primer lugar, por el peligro que entraña hablar de personajes cuya importancia política se encuentra en entredicho pues ni siquiera la propia representación política del empresariado tiene claro si ha de continuar considerando su conductor a quien fuera candidato del partido Republicano. Eso es así: nadie puede asegurar que Kast va a liderar el interés de todos los sectores empresariales ;y, en segundo lugar porque sujetos como Kast no son personas normales, son sujetos perversos, personajes ‘maleados’, que recurren a la mentira y a las peores prácticas a fin de alcanzar sus bastardos propósitos. Se trata de sujetos inmorales que han adoptado para sí la política ‘trumpista’, ‘fujimorista’ o ‘bolsonarista’, de denigrar como sea a su adversario para alcanzar sus objetivos. Son sujetos a los que ni siquiera hay que nombrar.
Por lo mismo, nos pareció ingenuo en el discurso insistir en que
“El futuro de Chile nos necesita a todos del mismo lado, del lado de la gente y espero contar con su apoyo, sus ideas y propuestas para comenzar mi gobierno. Sé que más allá de las diferencias que tenemos, en particular con José Antonio Kast, sabremos construir puentes entre nosotros para que nuestros compatriotas puedan vivir mejor. Porque lo que sí nos une es el amor a Chile y su gente”[4].
Con prescindencia del hecho que la palabra ‘pueblo’ se encuentra convenientemente reemplazada por el vocablo ‘gente’ —al más puro estilo concertacionista—, no creemos que el objetivo de un presidente sea la democracia en sí, la democracia sin apellido, la democracia pura, como si fuese un valor universal y excelso. No. La democracia —bien lo sabemos— admite innumerables clasificaciones, entre las cuales se pueden citar la democracia burguesa, protegida, participativa, proletaria, autoritaria, socialista, liberal, social, directa, indirecta, empresarial, económica, etc. Por eso nos parece necesario hablar de otros valores, tanto o más importantes que la propia democracia, como lo es, verbigratia, la participación ciudadana. Del mismo modo, tampoco creemos que el objetivo común de sujetos como el que fuera abanderado de la coalición ‘Vamos por Chile’ sea el ‘amor a Chile y a su gente’. Sabemos hasta la saciedad que las organizaciones políticas y sus líderes representan los intereses del grupo social al que pertenecen y poco o nada les importa la defensa de otros valores.
EL TRIUNFO DE BORIC ES EL TRIUNFO DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES
El triunfo de Boric es un triunfo gigantesco, maravilloso, admirable; pero no es el triunfo de la coalición de ‘Apruebo Dignidad’ solamente; tampoco el de esa coalición unida a los partidos de la ex Concertación. Tampoco es el triunfo de las posiciones de centro.Porque no deben confundirse los efectos con las causas, como lo hace el diputado del partido Liberal Vlado Mirosevic, cuando afirma que
«[…] la mayoría de Chile votó, en primera y segunda vuelta, por cambio graduales. Transformaciones que signifiquen conquistas reales para la gente […] pero que se hagan en paz y gradualmente»[5].
El triunfo de Boric, repetimos, es el triunfo de los movimientos sociales que concurrieron a votar en masa para evitar el retorno del pinochetismo bajo una nueva conducción. Y este sentimiento era tan evidente que un articulista no vaciló en señalar, profundamente emocionado, al recordar esos momentos:
“[…] nunca me sentí tan parte de algo. Sin pertenecer a ningún partido ni a comando alguno tomé posición, como muchas y muchos amigas y amigos, desde el lugar que habito, desde mi propio topos y lugar de enunciación: la universidad. Intentando no caer en academicismos canónicos ni palabrería incomprensible, hicimos los puntos, dimos pelea y justificamos nuestro derecho a decir. Pocas veces sentí tanta solidaridad, amistad, proyecto. Todo de cara a una amenaza que se anunciaba persecutora y segregacionista”[6].
En un sentido similar se pronuncia otro comentarista cuando señala que fue decisiva
“La movilización de nuevos electores en las comunas más populares del norte minero y de la periferia de las grandes urbes: Santiago, Valparaíso y Concepción para detener el avance de una derecha pinochetista, que venía arremetiendo con agresividad contra esta nueva izquierda ‘ñuñoina’ que se mostraba atónita y confundida”[7].
Y esto es muy importante, porque a la coalición que apoyara su candidatura se suma un nuevo actor político: el movimiento social, que va a exigir, al igual que los otros segmentos del pacto, protagonismo no en el sentido de disputar cargos fiscales sino propuestas que vayan en beneficio de las grandes mayorías nacionales. Y es aquí donde creemos que no es inoportuno traer a la memoria un retazo de nuestra historia para prever situaciones que jamás han de manifestarse como si la historia se repitiera.
EL PUEBLO TE LLAMA GABRIEL
La política es una disciplina que acostumbra comparar prácticas y extraer conclusiones de las mismas. Pero la comparación exige el uso de analogías cuya selección raras veces resulta afortunada. Por el contrario, si bien es cierto que la generalidad de ellas termina en el carácter de anacronismo, no es menos cierto que también una buena parte de las mismas se muestra como —permítasenos emplear, aquí, un neologismo— ectópica, es decir, fuera de lugar, inadecuada.
Las palabras precedentes nos permiten incursionar en los peligrosos ámbitos de las analogías y recordar que, en 1946, un candidato a la presidencia de Chile, afiliado al partido Radical, hizo, también, un pacto con el partido Comunista (como lo ha hecho para estas elecciones el Frente Amplio FA con aquella colectividad). Se trataba de una alianzaque parecía tan sólida, y tan fuertes los lazos establecidos entre ambas colectividades, en sus mutuas relaciones, que el 20 de agosto de 1946, día del natalicio de Bernardo O’Higgins, en un memorable discurso pronunciado en la Plaza de la Constitución, se dirigió a la nación aquel candidato, visiblemente emocionado, exclamando:
“Yo les aseguro a ustedes que no habrá poder humano ni divino capaz de romper los lazos que me unen con el Partido Comunista y con el pueblo”[8].
Tremendas palabras que parecían estar escritas con fuego y que, meses antes habían sensibilizado la vena poética de uno de nuestros más insignes vates, el inolvidable Pablo Neruda, hasta obligarlo a vaciar tales emociones en un poema que, en una de sus partes principales, decía:
«Desde la arena hasta la altura,
desde el salitre a la espesura,
el pueblo te llama Gabriel,
con sencillez y con dulzura
como
a un hermano, hermano fiel (…)”[9].
Pero esa alianza no duró mucho. A poco tiempo de comenzar el Gobierno de aquel presidente, las presiones internacionales hicieron que tales lazos se rompieran y un Congreso, ávido de represión, aprobara lo que en el transcurso de la historia pasaría a llamarse ‘ley maldita’. Neruda se alejaría de su patria, montado en un caballo, en dirección a Argentina, y su partido quedaría ilegalizado.
LA HISTORIA NO SE REPITE
La historia, no obstante, no se repite. Ni como tragedia ni como farsa. Porque nuevos actores hacen su entrada, en lugares y tiempos distintos, bajo otras circunstancias, respectos o formas diferentes. Por eso sabemos que aquella escena jamás volverá a suceder. Nuevos actores han hecho su ingreso a la arena política de la nación: jóvenes que han visto y conocido las perversiones del sistema y, de seguro, no querrán caer en los mismos vicios que criticaron y contra cuya práctica alzaron su protesta. Pero eso no evita que las dudas existan y se manifiesten. La confianza en las instituciones públicas se ha perdido por completo. Y cuando la confianza se pierde, puede asegurarse que jamás se recupera. Por eso, es bueno tener presente esos hechos. Y no olvidarlos.
Hoy, Boric ha sido electo como presidente; debe aprovechar estos meses en delinear su estrategia en la que el apoyo central ha de estar en un pueblo movilizado. Porque sus aliados de la ex Concertación y del Pacto por la Unidad no lo ayudarán lo suficiente. Al igual que intentara hacerlo Salvador Allende, deberá apoyarse en las organizaciones populares cuya constitución y desarrollo ha de promover desde ya.
Por eso, nos hubiera agradado enormemente que, motu proprio, la primera visita del presidente electo haya sido a la Convención Constitucional para confirmar el apoyo a la misma con su sola presencia, y que en su primer discurso hubieren estado presentes —o, al menos, se les mencionara—quienes, con su sacrificio y su empuje hicieron posible que nuestra nación haya emprendido un viaje sin retorno hacia los cambios: Fabiola Campillay, Gustavo Gatica, Victor Chanfreau, Rodrigo Pérez, Oscar Pérez, Mauricio Fredes, Mario Acuña, Alex Núñez, Cristián Valdebenito, y muchos otros más. Eso no ocurrió. Y queremos suponer que se ha tratado de simples lapsus, olvidos involuntarios, omisiones excusables o imprevistos que obligaron a ello. Pero nos alegra, sí, que la primera llamada telefónica que recibiera el nuevo presidente electo haya sido la de Elisa Loncón, presidenta de la CC, invitándolo a visitar la sede de esa corporación. O como lo expresa Andrés Kogan:
“[…] es muy destacable de parte del presidente Gabriel Boric, que la primera persona que haya llamado, luego de enterarse de los resultados de la segunda vuelta, haya sido la presidenta de la Convención Constituyente, Elisa Loncón, lo que es una muy buena señal de lo que vendrá en el futuro para el desarrollo del proceso en curso”[10].
HACIA LA INSTALACIÓN DEL GOBIERNO
Llegamos, así, al término de nuestro trabajo, preguntándonos qué puede suceder en los meses previos a su instalación el 11 de marzo.
Son esos días cruciales para el futuro del Gobierno que se instala. Para quienes han supuesto que los cambios anunciados se llevarán a efecto de manera radical, fuerza es decir que se sentirán defraudados; porque lo racional de esta nueva presidencia no es hacerlo todo ella sino preparar el camino para que otros puedan llevar adelante aquello que no pudo ser posible antes. Y eso debe quedar claramente establecido no en la labor del Gobierno que se instala sino en la nueva constitución. Por lo que resulta crucial, también, la estrategia que se construya a partir desde ahora. Un hecho está claro: el gobierno de Gabriel Boric no está enmarcado en un proyecto de largo plazo porque el período mismo que le otorga la ley no lo permite; es un gobierno que no tendrá mayoría en el Parlamento para llevar adelante los proyectos que piensa impulsar y tampoco ha involucrado a los sectores populares a participar en su gobierno, como debió hacerlo desde un principio. Desde este punto de vista, el destino que le depara es hacer, como lo señala un analista,
«[…] una conducción limitada por el tiempo y sin alcances estratégicos significativos en la instalación de una cultura que supere la que creó, en laborioso medio siglo, la ultraderecha y la ex Concertación”[11].
Es decir, de no
adoptarse medidas importantes en el corto plazo, el gobierno del presidente
electo no pasará de ser uno más de los muchos que se han sucedido a lo largo de
la historia. Y eso no debe ocurrir. Tanto la posibilidad de proyectarse por un
tiempo mayor como la colaboración de los sectores populares son materias que
pueden resolverse en el corto plazo. Como asimismo el apoyo incondicional que
debe prestar a la Convención Constitucional. Pero se requiere voluntad política
para ello.
[1] Agencia EFE: “De las luchas estudiantiles a La Moneda”, ‘El Desconcierto’ ,22 de diciembre de 2021.
[2] Discurso del presidente electo Gabriel Boric, 19 de diciembre de 2021.
[3] Discurso de Patricio Aylwin de 12 de marzo de 1990 en el Estadio Nacional, disponible en INTERNET. La alusión es al momento que dice ‘civiles y militares’ y al recibir un abucheo insiste con dureza: “Sí, señores, civiles y militares”.
[4] Id. (2).
[5] Redacción: “Diputado Mirosevic y futuro Gobierno de Boric: ‘La mayoría de Chile votó por cambios graduales’», ‘El Mostrador’, 21 de diciembre de 2021.
[6] Agüero Águila, Javier: “Boric presidente: no sé (de) escribir”, “El Desconcierto’, 20 de diciembre de 2021.
[7] Pérez, Joaquín: “Votación de sectores populares a favor de Boric frenó la arremetida pinochetista de Kast”, ‘Resumen’, 21 de diciembre de 2021.
[8] Discurso del candidato presidencial Gabriel González Videla de 20 de agosto de 1946. Archivo del autor.
[9]Poe,a “El pueblo te llama Gabriel”, tomado de las páginas de INTERNET.
[10] Kogan Valderrama, Andrés: “El cambio de época en Chile”, ‘El Clarín’, 23 de diciembre de 2021.
[11] Candia Cares, Ricardo: “¿Qué pasó el 18 de diciembre? Unas cuantas verdades que pueden parecer muy crudas”, ‘El Clarín’, 21 de diciembre de 2021.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.