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Destouches en el Pais de los Soviets

Fuentes: Rebelión

I. El panfleto es un género literario muy moderno, además de periodístico. Libelo difamatorio u opúsculo de carácter agresivo, nos avisan los guardianes de la ideología lingüística. Es el arte de manipular y subvertir. Estamos en el mundo de la baja literatura: el brulote difamatorio, la sátira antirreligiosa, el Flyer político, la estampa licenciosa; todos […]

I. El panfleto es un género literario muy moderno, además de periodístico. Libelo difamatorio u opúsculo de carácter agresivo, nos avisan los guardianes de la ideología lingüística. Es el arte de manipular y subvertir. Estamos en el mundo de la baja literatura: el brulote difamatorio, la sátira antirreligiosa, el Flyer político, la estampa licenciosa; todos ellos circulan haciendo malabares con los pseudónimos, las falsas atribuciones y las firmas paródicas. El libelo pertenece a los pertrechos básicos de la literatura de combate; su lema es: «Nihil inultum!», nada sin castigo. ¿Ha sido la antorcha del abrazo revolucionario de la modernidad? Sin duda. Generalmente es corto y virulento, ataca el orden de las cosas, el «status quo» establecido. Según la clasificación burocrática de la UNESCO no debe ser menor a las 5 ni exceder las 48 páginas. La etimología es incierta y nebulosa. Proviene según unos del antiguo griego: así Saint-Laurent en su Dictionnaire encyclopédique usuel descubre su empleo nada más ni nada menos que por Sófocles, incluso por el gramático y retórico Ateneo de Naucratis, quienes utilizan la palabra «pamphlectos», de «pan»: todo y de «phlégo», quemar o arder. Ojo que también pamphilus del griego quería significar bondadoso, calmoso, lento para pagar deudas. Metáforas incendiarias. Otros buscan su partida de nacimiento en un origen latino lejano: Pamflette será citado por Dirk van Asenede en su traducción neerlandesa de una comedia en verso latina del siglo XII titulada «Pamphilus seu de Amore». Los italianos lo derivan del inglés, del vocablo pamphilet o panflet (de la forma anglolatina: panfletus), diminutivo del personaje del poema popular Pamphilus (con lo que volvemos al punto de partida). Si en las lenguas romances hay tanta duda y oscuridad, si a los ingleses no les molesta su origen, para clarificar las palabras está el alemán con su relación exacta entre cosa y concepto. Panfleto es «Flugblatt» o «Flugschrift», algo así como un escrito volador (en Austria se le llama wittgenstianamente «Flugzettel») y se lo define como un medio de protesta primario. Ya existía como tal en 1488. La sabia y complicada lengua alemana prefiere destacar la volatilidad de la escritura que la temperatura pasional de quién lo forjó. Además panfleto no debe confundirse ni con la sátira, ni con la polémica. El término «pamphlet» aparece por primera vez oficialmente como tal en Francia en 1824 por el panfletario par excellence: Paul-Louis Courier : Le Pamphlet des pamphlets. El panfleto está determinado (fatalmente) entonces por su carácter temporal, intencional, estilístico y circunstancial. Yves Avril lo dice con claridad: «Escrito de circunstancia, que ataca, más o menos violentamente, unilateralmente a un individuo, una idea o un sistema ideológico, del cual el escritor revela, bajo una presión urgente y liberadora, la impostura». El panfletista declama una evidencia o una carencia; se ve obligado a usar un lenguaje maximalista, patético e hiperbolizado, ya que anuncia una catástrofe o la muerte de cualquier cosa (una noción, un valor, una moral…); el panfletista no necesita argumentos, ni aporta pruebas, pues busca la acción sin mediaciones. El motor inmóvil del «Flugblatt» es, dicho de otra manera, el desenmascaramiento cínico.

II. En sus clarividentes «Strahlungen», los diarios de guerra del nacionalbolchevique, entomólogo y fumador de opio Ernst Jünger (memorias de la ocupación alemana de Francia en la cual participaba como capitán en el Estado Mayor de von Stülpnagel y Speidel) en la entrada correspondiente a París del día 7 de diciembre de 1941 anota: «Por la tarde en el ‘Instituto Alemán’. Allí, entre otros, Merline, alto, huesudo, robusto, un poco tosco; pero vivaz en la discusión, mejor dicho, en el monólogo. Habla con el gesto concentrado del maníaco y los ojos hundidos y brillantes… se tiene la impresión de que este hombre camina hacia una meta desconocida… (me dice) ‘si los bolcheviques estuvieran en París les enseñarían cómo se hace, cómo se depura a la población barrio por barrio, cómo se peina casa por casa’…» Jünger se sorprende de este escritor francés que le exige a los propios alemanes más dureza de la voluntad en su guerra de exterminio en el Ostfront. Y no le parecía suficiente la brutalidad de la Ordenanza de los Comisarios (la infame «Richtlinien für die Behandlung der politischen Kommissare») que había sacado a las tropas soviéticas de la Convención de Ginebra. ¿Pero quién era este antibolchevique iracundo? El «Merline» jüngeriano no es otro que Louis-Ferdinand Destouches, (nom de plume Louis-Ferdinand Céline), simplemente Céline, el médico-escritor más revulsivo del siglo XX. Revulsivo no sólo por su primera formidable anti-novela, «Voyage au bout de la nuit» de 1932 (¡112.000 ejemplares vendidos!), sino por el uso y abuso de sus propios y peculiares «Flugblatt», panfletos que todavía hoy no han sido re-impresos ni siquiera en Francia (por interdicción en vida del propio Céline y luego de su viuda, Lucie Almansor-Destouches). Uno de ellos se titula «Mea culpa suivi de La Vie et il’œuvre de Semmelweis», técnicamente un «pamphlet» de acuerdo a la Bibliographiei dei la France. El editor Denoël et Steele (una novel editorial creada en 1930) declara que se imprimieron 180 ejemplares numerados y una tirada normal de 28.435 ejemplares. El formato es de 19 cm. y pertenece a una colección, «Communisme», dirigida por André Bernot. El registro editorial es de 1936, y es puesto a la venta el 2 de enero de 1937. Tendrá traducciones casi simultáneas en inglés, alemán y español (en la editorial Sur). «Mea Culpa» ocupa las primeras 27 páginas, pero antes nos enteramos que del mismo autor se anuncia «Casse-Pipe. Honny Soit». El primer insert nos informa que Céline ha hecho un viaje a Rusia, que su espíritu trágico revelará las realizaciones comunistas en la URSS, y que sus blasfemias hacia los nuevos dioses no son distintas a las que les aplicó a los antiguos. Seguramente se ha hecho de nuevos enemigos, pero Céline jamás busca amigos. Un Témoignagei de resonancia mundial, concluye el publicista de solapas. La editorial edita sin cortapisas a Mussolini (un éxito de ventas) o al Néstor de la extrema derecha, Leon Daudet junto con el freudismo más ortodoxo de la princesse Marie Bonaparte, al propio Freud y Stalin, o al stalinista Louis Aragon y a nuestro comisario de la Policía Federal, Don Julio Alsogaray, narrando una historia de la prostitución en Argentina. El editor, Robert Denoël, será asesinado misteriosamente en Paris en 1945 por un desconocido de la Resistencia.

III. En la década de los años ’30 estaba de moda el Grand Tour a la URSS, ya no como visita diplomática sino como turismo revolucionario que servía de propaganda y reforzamiento ideológico. Entre 1934-1938 llega al final este curioso sistema de visitas autoritariamente guiadas: aunque los que vuelven ya no son tan dóciles ni ingenuos como Welles o Benjamín (hablamos de Barbusse, Rolland, Bloch, Friedmann quien denuncia el maquinismo y la explotación stakhanovista). ¡Hasta el mismo Tintin tuvo su viaje iniciático desde la extrema derecha! El punto de no retorno lo marcó André Gide con su «Retour de l’U.R.S.S.» (1936), a quien le corresponde el honor de ser el primer escritor de izquierdas que denuncia al capitalismo de estado de Stalin. Su libro explota ya en medio de la Guerra Civil española. Es un «¡Yo acuso!» que hará época.

El viaje de Céline a la Rusia de Stalin es bien conocido en los círculos «destouchianos» (y en la gran biografía de Gibault): su amistad con Aragon y su mujer, Elsa Kagan Triolet (la hermana de Lily Brik, el gran amor de Maiakovsky). Elsa había logrado que Aragon se afiliara al PCF además de traducir por primera vez los poemas del gran poeta ruso en Occidente y tenía gran ascendiente en la burocracia cultural de la Nomenklatura. Logró que se proyectara una traducción al ruso de «Voyage…», traducción que nunca finalizó. En Rusia (y no sólo) había una especie de malentendido con respecto a Céline: en el Iº Congreso de Escritores Soviéticos, celebrado en agosto-septiembre de 1934, donde participaron entre otros Malraux y el propio Aragon, se debatió el enigma Céline y se leyeron ¡siete! comunicaciones sobre su obra (de figuras de la época y del régimen, como Andrei Jdanov, Maxime Gorkii, Iourii Olecha, Vera Inber). Sin duda la recepción de «Voyage…» fue un enorme error ideológico, un equívoco de magnitud: Leon Trotsky le había hecho una recensión muy positiva; incluso Sartre elegirá dos frases de «L’Eglise» como obertura a «La Nauseé»… ¡en 1938!

IV. Pero por lo pronto Céline está en Leningrado vía Estocolmo, aunque no se conoce con precisión el momento de su llegada, sus recorridos (¿viajó a Moscú?). Ya se sabe con los viajes: «El viaje es la búsqueda de esa nada, de ese pequeño vértigo para bobos…». La única pista es una postal enviada a sus amigos (J. Bonvilliers y G. Paul) fechada 4 de septiembre de 1936 en Leningrado, la cual comenzó con «¡Merde!», y termina con su firma misteriosa «Louis F.». Céline posiblemente llegó a Rusia a fines de agosto, a título privado, sin invitación oficial. Se hospeda en el «Grand Hotel Europe», el más lujoso de la ciudad, ayer y hoy. Céline lo recuerda: «en Leningrado, alrededor de los hoteles, si uno va como turista, se empujan para comprarle a uno de los pies a la cabeza». No hay notas de prensa, ni noticias de su llegada en las revistas literarias. Con visado especial, le colocan una guía de INTOURIST, Natalie, dócil, educada y espía, sin dudas: entregaba un informe diario de la jornada. Aparecerá en «Bagatelles…»: «Quand je dis que leur came aux Soviets c’est de la pauvre ordure, je sais ce que j’avance. Je les ai faites toutes leurs boutiques, des grandes rues, avec Nathalie … C’est pas croyable comme immondice le genre qu’ils exposent …». Se puede desplazar libremente por la ciudad y los alrededores, lo que implica encontrarse con trabajadores, campesinos, beber y comer fuera del circuito oficial, encontrarse con el populismo lírico de los bajos fondos. Preguntarse metodológicamente, como Bardamu en «Voyage…», por el suplicio del pobre: «¿es así de interminable? ¿es más tenaz que su hambre?» Yezhov, nuevo jefe de la NKVD no sabe a quién ha dejado entrar en la madriguera. No son buenos tiempos: entre el 19 y el 24 de julio Zinoviev, Kamenev, Smirnov y otros trece cuadros son juzgados por traición en Moscú. Es el llamado «Primer Proceso de Moscú», se les acusa de formar parte de un «centro trotskista-zinovievista», haber asesinado a Kirov en 1934, planear atentados contra Stalin y toda la troika y colaborar con la GeStaPo. Los condenados son ejecutados una hora después de la sentencia. Además 160 personas serán detenidas y ejecutadas en relación con este juicio mientras Céline recorre la ciudad rumiando («¡Las coaliciones aviesas! ¡Las conspiraciones repugnantes! ¡Los procesos apocalípticos! ¡Hay que encontrar demonios! ¡Chivos emisarios!… Sofocar la dura verdad: que no resulta el ‘hombre nuevo’… a los que no comprenden: se los fusila»). Volverá frenético. Abordará un barco, el «Meknes», el 21 de septiembre, ahora por Copenhague, llegará al puerto de El Havre el 25. Desaforado le escribe a sus amigos. Sus juicios son terminantes: «J’ai ete a Leningrad pendant un mois. Tout cela est abject, effroyable, inconcevablement infect. Il faut voir pour croire. Une horreur. Sale, pauvre, hideux. Une prison de larves. Tout police, bureaucratie et infect chaos. Tout bluff et tyrannie». ¿El paraíso socialista? ¿La aurora de la humanidad? Todo no es más que un bluff y tiranía en estado puro. Su testimonio será inolvidable e insoportable: vomitará su punto de vista en un mes.

V. «Mea Culpa» lleva a cabo el programa de investigación científica de Bardamu: desenmascarar. No le cuesta mucho hacer un acto de fe en su confrontación con la URSS. La tonalidad emotiva la da el exergo del libro: «Todavía me faltan algunos odios. Tengo la certidumbre de que existen». El odio es el leit-motiv del pamphlet. ¿No fue antes el odio contra la guerra absurda, las jerarquías y el ejército, los ricos y el dinero, contra el cinismo de la vida burguesa, contra el falso amor burgués, contra el colonialismo y los pueblos sin historia, contra el americanismo y el fordismo? ¿este odio no abría brecha a la vida? El explícito referente del odio à lá Bardamu es el stalinismo (el antijudaísmo está latente esperando otra ocasión). Pero el stalinismo es, sans phrase, comunismo desplegado. Se denuncia una culpa, aquella de la mentira institucional y tal la tarea: destruir sin consideraciones todo esquema que se alimente de ella. El inicio, como decía Heidegger, es significativo: «Lo que seduce del Comunismo, la inmensa ventaja, a decir verdad, es que va a desenmascararnos al Hombre, ¡por fin!» Desenmascarar al hombre, re-ligar la separación entre ser y apariencia, tema muy cercano a Schopenhauer (filósofo celiniano, si lo hay). El mundo como Mayá, pura ilusión, la liberación de la apariencia. Esta era la promesa del marxismo, su crítica materialista a Hegel, la que fracasa miserablemente en Rusia. No es lo común: es la impostura de «individualismos coaligados, no fundidos en una existencia social». El fracaso del comunismo es que cree ser completamente materialista y no lo es en profundidad. Ignora el último individualismo, el esencial que lleva todo a la farsa, a pesar de todo: «el egoísmo rabioso, de hiel, gruñón, invencible, satura, penetra, corrompe ya esa atroz miseria, exuda a través, la hace más hedionda todavía». No se puede decir que Céline se desilusionó en el viaje, como sostienen muchos biógrafos; ya en 1934 en una carta se autodefinía así: «Je suis anarchiste depuis toujours, je n’ai jamais vote, je ne voterai jamais pour rien ni pour personne. Je ne crois pas aux hommes [ …]. Je n’ai rien de commun avec tous ces chatres – qui vociferent leurs suppositions balourdes et ne comprennent rien. Vous voyez-vous penser et travailler sous la ferule du supercon Aragon par exemple ?». No es un anarquista, sino un Anarka, al decir de Jünger. Ni droit, ni gauche: allí está la tentación fascista de los literatos franceses del ’30.

El optimismo antropológico de la ideología stalinista hace a la mentira mucho más colosal todavía: «El hombre es todavía muy otra cosa, mucho más turbia y vomitiva que la cuestión de la olla». Es la otra parte del método: una «no-doctrina», como Dostoievski. No hay ni debe haber presupuestos espirituales, pero el stalinismo sigue enmascarando tanto al hombre como a la vida. Pero es un enmascaramiento más peligroso, como dirá en una entrevista en 1933, porque si la locura es peligrosa, la locura como ideología de estado colectivista es inmensamente destructiva. El comunismo en 1936 se le presenta como una variante, la penúltima, de mistificación materialista, que no alcanza a aprehender la complejidad de la totalidad, y mucho menos de la vida. «La miseria persigue implacable y minuciosamente al altruismo y las más gentiles iniciativas son impíamente castigadas», es el mensaje de Céline-Bardamu que resuena en la bóveda injuriosa del «Mea Culpa». Pero la URSS tiene otra mentira aplicada: el maquinismo, el taylorismo (la versión leninista: el stakhanovismo) más feroz y explotador que en las propias usinas Ford de Detroit (en la cual trabajó). «Para el espíritu, para la alegría, en Rusia, hay la mecánica… La máquina es la infección misma ¡La derrota suprema!… Yo he sido médico en la Ford y sé lo que digo ¡Todos los Fords se parecen, soviéticos o no!». Se ríe a carcajadas de la figura del mito soviético al trabajo: el minero Aleksei Grigorievich Stakhanov («¡Minero! ¡La mina es tuya! ¡Desciende! ¡Ya no harás más huelga! ¡Ya no te quejarás nunca más!»). Concluye: «un sistema comunista sin comunistas. ¡Tanto peor! ¡Pero que nadie de afuera se de cuenta! ¡El que lo diga será ahorcado!». El hombre está derrotado en toda la línea: «toda la Rusia vive al décimo de un presupuesto normal, menos Policía, Propaganda y Ejército». La injusticia disimulada bajo una nueva nariz, más poética, «mucho más terrible que la antigua, mucho más anónima, perfeccionada, intratable». La dictadura del partido único con la ideología de legitimación del DiaMat produce un régimen totalitario más perfecto: la capacidad industrial de legitimación de masas privando a la multitud de la voluntad de rebelión. Y la burocracia, ya insolente, autoritaria, mortal y prepotente: «El Hombre… ve pasar al Comisario en su Packard no muy nuevo… ¡Ah! ¡ha sido reemplazado el patrón! ¡Han subido al estrado nuevos rufianes! ¡No se ha precisado mucho tiempo!… ¡He aquí los nuevos apóstoles!». Celine concluye: «una Revolución sólo hay que juzgarla veinte años más tarde», pero el diagnóstico es certero: «¡Mirad… en esa URSS como la guita se ha rehabilitado rápido! ¡Cómo el dinero ha readquirido inmediatamente toda su tiranía! ¡Y todavía al cubo!». La violencia verbal, inaudita, sin medida, sólo es una via regia para demostrar la decadencia histórica. Ayer del capitalismo; hoy del stalinismo. Ninguna diferencia, nada ha cambiado desde la perspectiva celiniana…

VI. Céline también fue malentendido durante la guerra. Y después de ella. Imbuido de la Kriegsideologie (que había vislumbrado un materialismo superior al del marxismo) intentó, como Drieu La Rochelle, encontrar una base popular, fundir lo social en lo nacional. Encontrar «la inspiración popular del fascismo», un socialismo fasciste. No hablaremos aquí de sus años negros en la Francia de Petain, del contrabando de ideas eugenistas y racistas a través de la medicina, del racismo higienista y pasteurienne, de su candidatura con Pierre Laval como Comisario aux affaires juives, etc. Fue huyendo a través de Francia hasta establecerse con el gobierno de Vichy en el exilio en Sigmaringen. Víctima principal de la rabiosa Épuration, junto con Brasillach, Drieu de la Rochelle, Giono, Maurras, Morand, De Montherlant y otros. Se le acusó de colaboracionista con la ocupación nazi. Algunos serían fusilados. Otros buscarán la salida en el suicidio. Céline se refugiará en Dinamarca. El ministerio público lo juzgó no por convivencia con el enemigo, sino por el delito menos grave de «actos de naturaleza que perjudicaban la defensa nacional». El proceso se celebró por contumacia en febrero de 1950; Céline en su exilio lo llamó «un caso Dreyfus al revés». Fue condenado a un año de prisión, multa, confiscación de la mitad de sus bienes y degradación de por vida; al año siguiente fue amnistiado. Parece que el burocrático tribunal no relacionó el Destouches del expediente con el enorme y polémico Céline. Nunca trató de parecer correcto o presentable. En este momento los panfletos de Céline parecen haber sido perdonados: en 1984 el prefecto de París autorizó la colocación de una placa conmemorativa en el domicilio donde vivía durante la ocupación alemana. El mismo departamento que fue incendiado por una turba y en la cual se perdieron varios capítulos de su novela «Casse-Pipe». En mayo de 2002, el primer manuscrito de «Voyage…» fue subastado en París por casi un millón ochocientos mil dólares. Las 876 páginas del original -llenas de tachaduras y correcciones- quedaron en Francia ya que la Bibliotèque Nationale interpuso su derecho prioritario para que el texto no salga del país. La suma superó el monto en que fue subastado el manuscrito «En busca del tiempo perdido», de Proust, otro clásico, rematado en 2001 por Christie’s en poco más de un millón de dólares. Se pagó con parte de los fondos públicos más la donación de… un comerciante de armas millonario saudita llamado Akram Ojjeh. El enigma Céline es simplemente la revelación de que la verdad es un agonía que nunca acaba. En su retiro voluntario en Meudon, Céline sabía que realizaba ad litteram la extraña profecía de Bardamu: «Amamos nuestro infortunio… Yo había partido en una dirección de inquietud. Uno toma su papel y su destino muy en serio, sin darse cuenta, y luego, cuando te vuelves, es demasiado tarde para cambiar. Te has vuelto inquieto y es así para el resto de la vida».