Para llegar a la casa del longko Juan Catrillanca de la Comunidad Tradicional de Temucuicui, una de las dos en que se dividió la antigua reducción Ignacio Queipul, hay que ir por caminos de ripio y tierra. No es fácil. Debemos recurrir a las indicaciones que nos dan los tripulantes de un furgón de Carabineros […]
Para llegar a la casa del longko Juan Catrillanca de la Comunidad Tradicional de Temucuicui, una de las dos en que se dividió la antigua reducción Ignacio Queipul, hay que ir por caminos de ripio y tierra. No es fácil. Debemos recurrir a las indicaciones que nos dan los tripulantes de un furgón de Carabineros que viene en sentido contrario y luego a un piquete de fuerzas especiales que rumia las horas junto a una tanqueta. «¿Cómo llegamos a la casa del longko Juan Catrillanca?». Una carabinera morena, con rasgos indígenas, sonríe con ironía. Pero las indicaciones son exactas. Más adelante, un hombre de edad mediana confirma el dato. Después de un rústico portón y un camino serpenteante entre eucaliptus, está la casa del longko . Es el fundo Alaska, mil novecientas veintisiete hectáreas recuperadas en 2002 a la forestal Mininco.
En los años 80, Mininco lo había comprado a la familia Paterson-Romero al amparo del decreto ley 701 de 1974, que ha fomentado, facilitado y subsidiado la muerte del bosque nativo y la forestación de la región con eucaliptus y pino insigne. Hoy, un proyecto del gobierno, en el Congreso, intenta renovarlo por veinte años más. El fundo Alaska fue recuperado tras varios años de acciones de ocupación territorial productiva, un ejercicio de soberanía mapuche sobre la tierra reclamada. En mayo de 2002 fue comprado por la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena (Conadi).
El longko sale a recibirnos. Según la costumbre mapuche le llevamos yerba mate, azúcar y bebidas gaseosas. Sonríe. «Entonces ahora los puedo hacer pasar a mi casa», dice. Su mujer y sus hijas tienen ya listo el almuerzo. La conversación transcurre entre porotos y pan untado en merken . Luego, un mate.
Tras la invasión, ocupación militar y anexión del Wallmapu (país mapuche) durante la mal llamada Pacificación de La Araucanía (iniciada en 1861 y cuya fase culminante fue entre 1881 y 1883), una de las algo más de tres mil reducciones en las que fueron confinados los mapuche mediante títulos de merced fue la del longko Ignacio Queipul, quien recibió 250 hectáreas para ser habitadas en comunidad por más de cien grupos familiares que, en la actualidad, ya son 270 familias. Los mapuches quedaron en total con 530 mil hectáreas, el 9,1% del territorio entre los ríos Bío Bío y Toltén que les había sido reconocido en 1825 en el Parlamento de Tapihue por la nueva república. Los territorios ocupados se entregaron a colonos chilenos y europeos. En 1901 se contabilizaban 24.000 europeos contratados por la agencia de colonización y 12.000 más que habían llegado por sus propios medios. Uno de esos predios, el hoy fundo Alaska, acabó en manos de «un tal Romero».
Don Juan Catrillanca relata que cierto día apareció Paterson, «llegó enamorado de una hija del tal Romero, y se casó. Paterson se instaló a usurpar todas las tierras que le correspondían a la comunidad. Tiene que haber sido en el año 1966… En esos años estaban reunidos los abuelitos y las abuelitas tratando el tema de la usurpación de tierra, y decían que ellos tenían que recuperar esa tierra».
Elegido por la gente
Cuando en 2002 recuperaron el fundo Alaska, «esta comunidad ya no tenía agua», dice, «por la sequía que producía la forestación de pinos». La plantación de pinos «todavía vive porque nosotros igual la estamos protegiendo porque la tierra que tenemos no sirve para otra cosa. Pero se está recuperando lo nativo, todos los vegetales naturales ya están vivos, se están reviviendo, ya se ven los menuco (pantanos), se ven las vertientes, se ven los nalcaeros (lugares donde abundan las nalcas), se ven digüeñes, los niños salen a los digüeñes. Ya volvió aquí el agua. Yo tengo el agua en una llave. La traigo de una vertiente. Es natural, no tiene cloro, es un agua cristalina, muy linda». Hace 16 años que don Juan es longko de Temucuicui. Explica que fue cuando la comunidad optó por comenzar a recuperar sus territorios ancestrales. «Fui elegido por la gente; porque yo vengo de un linaje weichafe (guerrero)». Y desde hace seis años que es longko de la organización Alianza Territorial Mapuche (ATM). Su combatividad tiene su origen en el linaje, pero también en su experiencia de vida: «Yo fui un niño esclavo», confiesa con dolor (ver recuadro).
«Aquí nosotros tenemos mucho herido, mucho inválido, mucho condenado y clandestino. Hay mucho, mucho que lamentar, pero no es que nosotros seamos el malo, como se nos dice. ¿A cuánto periodista, a cuánto funcionario público, no les han dicho: no vayan a Temucuicui porque los van a asesinar, hay terroristas, les van a quemar la camioneta. No es así. Nosotros respetamos a la gente obrera. Nosotros respetamos a todo funcionario. Tenemos colegio en la comunidad; tenemos posta, tenemos jardín. Hay gente profesional: profesores, médicos, que vienen a trabajar. Y nunca se les ha hecho daño. Vienen para el servicio de nuestra comunidad. No nos sirve de nada quemar un colegio, robarnos los alimentos, porque los niños tienen que crecer en su territorito, con el conocimiento de su comunidad».
¿Todavía tienen problemas con René Urban?
«El particular Urban hoy está vendiendo la tierra, pero el Estado se está negando a comprar, siendo que el intendente de la Región, Andrés Molina, el director de Conadi, Jorge Retamal, y el gobernador anterior, dijeron que están los recursos, que están mandatados por el gobierno y que tienen el poder para comprar hoy los fundos Montenegro y La Romana. Pero no lo han hecho».
¿De cuánto tiempo viene ese acuerdo?
«Nos llamaron a hablar con ellos. Fuimos. Nos pidieron seis meses, desde enero a junio. Cuando llegó junio quisimos cobrarles la palabra, nos ponen una fecha para reunirnos, llega el día, y nos dicen dénnos una semanita más, los vamos a llamar. Y llega la semana, llega el mes, apagan los celulares, no responde nadie. ¿Y qué nos queda hacer? Ingresar a los predios para trabajar, porque nosotros eso es lo que queríamos. Trabajar en agricultura. No vivir comprando el trigo ni los otros productos. Es por eso que hoy aparecemos como los malos, pero no somos los malos, siempre nos han engañado, nos han mentido. Los gobernantes prometen y no cumplen.
A veces se nos dice que no trabajamos la tierra. En cultivo agrícola no trabajamos, pero le estamos sacando provecho a esta tierra en los animales, en plantaciones, y en cariño a la naturaleza. Cerca de una vertiente no vamos a tocar porque queremos que sobreviva esa agua que estamos bebiendo, esa hierba que está siendo usada. Pero si nosotros logramos recuperar La Romana, Montenegro, ahí tenemos tierra cultivable. Ahí nosotros estamos con el sueño del desarrollo, trabajar en agricultura, produciendo no solamente trigo y porotos, sino también remolacha o arándano. Aquí en Temucuicui se está empezando a trabajar con la hortaliza. En todas las casas va a haber hortalizas, un sustento para las familias por haber recuperado esta tierra con agua. Lo principal es el agua: tierra y agua. Ese es el sueño por el que nos han maltratado tanto».
Allanamiento de carabineros
¿Qué comunidades hay en la Alianza Territorial Mapuche?
«La Alianza Territorial Mapuche está conformada por muchos territorios desde Bío Bío hacia el sur. Está Ercilla, Victoria, Curacautín, Lautaro, Temuco, Villarrica, Pucón, Puerto Montt».
Usted es el longko , ¿hay otros dirigentes?
«Está el longko principal, que soy yo. Y el que lo sigue es el longko del Lago Budi, Jorge Calfuqueo. Y ahí vienen los werken; Mijael Carbone es el werken vocero de la Alianza Territorial Mapuche. Hoy día está condenado y en clandestinidad».
¿Y por qué lo condenaron?
«Fue un montaje para callar a la Alianza y a esta comunidad de Temucuicui. Buscan la forma de perseguirlo. Carabineros dice que fueron atacados con arma de fuego por Mijael Carbone. Sin embargo, cuando ingresan en un allanamiento, ¿acaso vienen menos de doscientos carabineros? Y Mijael, es una sola persona… Y dice el werken , si yo no he cometido nada, ¿por qué yo tendría que ir a cumplir algo que no debo? Le encuentro toda la razón».
¿El otro día se metieron aquí?
«Eso fue una emboscada que se hizo. Nosotros estábamos en una reunión; hay lamngen (hermanas) que están trabajando aquí en un programa de generación de empleo, y además había una reunión comunitaria. Y en eso estábamos, eran las dos más menos, cuando Carabineros se deja caer camuflados en un camión de ganado».
¿Con ganado adentro?
«No, el camión vacío pero ellos venían adentro. Querían ingresar a la sede. En una reunión comunitaria siempre están la mamá con su guagua. Nadie de los padres quiere dejar a sus hijitos en la casa. Porque en otras ocasiones, en una emboscada así, han encontrado a los niños y les han preguntado dónde está tu papá, dónde está tu mamá, dónde tienen las armas. Nadie se arriesga a dejar solos a sus niños en la casa.
Llegaron en el camión y dispuestos a disparar, y con las bombas lacrimógenas. Yo me paro en frente de ellos y les digo: a quién buscan, qué es lo que quieren. Y ellos dicen, andamos buscando gente. A qué gente, les pregunto. Y nunca dicen a quién. La orden, por favor, les digo. Y hubo siete heridos…».
¿Y qué dispararon?
«Balines de goma y de acero. Hay un peñi que tiene balines en la espalda y un balín de acero aquí, al lado de la vista».
Entonces ellos no lanzan bombas lacrimógenas, pero entran disparando.
«Sí, porque ellos quieren entrar a la fuerza. Y si uno les dice que no, empiezan a disparar altiro. No el paco que está hablando. Son los otros los que empiezan a disparar».
De Bio BIo al sur
Volviendo a la Alianza Territorial Mapuche, ¿cuál es su demanda?
«Las demandas de la Alianza son cuatro. Primero, la desmilitarización de las comunidades. Segundo, la libertad inmediata de los presos políticos mapuches. Tercero, la devolución del territorio desde el Bío Bío hacia el sur. Y cuarto, indemnización a los familiares de los weichafe asesinados por el Estado desde 1990 en adelante».
Esa petición de la devolución territorial del Bío Bío al sur, en la práctica qué significa?
«Los mapuches somos dueños de todas las islas que hay a la orilla del mar; somos dueños de toda la naturaleza que está en la cordillera, en los lagos, en todas partes. Eso es lo que nosotros buscamos. La devolución de todos los bienes que existieren desde el Bío Bío hacia el sur. Sin equivocar nada. Siempre llevando en cuenta que aquí había tratados, pero este Estado, con sus gobiernos de turno, los ha violado. Pero nosotros nos mantenemos con el Tratado de Tapihue del año 1825. Del territorio del Bío Bío hacia el sur, somos dueños y re-dueños. Y con mucha seguridad».
¿Que se devuelva todo o que se devuelva parte? ¿Qué pasa con la gente que invadió cuya descendencia está instalada? ¿Cómo se imaginan ustedes la devolución?
«Mire, todo lo que es rural estamos seguros que se va a devolver. Pero en las comunas que están ya formadas, pongamos Temuco, donde hay una intendencia, universidades, etc., todo eso es útil a una sociedad mapuche o no mapuche».
¿Es una devolución política, del control de la zona, que sea gobernada por mapuches, con wingka dentro o sería una zona sin wingka ?
«No. Mapuche gobernado por mapuches, pero con wingka . Hay muchos wingka que solidarizan con la causa mapuche; porque conocen la historia y simpatizan con el pueblo mapuche».
¿Podría haber territorio sin autogobierno? ¿Devolución del territorio pero que el tema del gobierno no necesariamente se arregle?
«No. ¿Por qué le digo que no? Porque el gobierno wingka volvería al mismo sistema. Y para que no ocurra eso, tendría que haber un gobernante mapuche».
Las forestales: el enemigo
¿Hay un plazo realista de que se vaya a cumplir esto, o es sólo un sueño?
«Creo que los futuros jóvenes no van a usar las boleadoras para decirle al Estado lo que esperan. Ellos ya van a tener la capacidad. Pero este es un Estado muy sordo. Los estudiantes no son ignorantes, pueden decirle queremos de esta forma la educación. Aquí tiene que haber un gobierno democrático de verdad. Ojalá un aliado con el pueblo mapuche».
Ha habido algunos casos en que no sólo las grandes empresas o las forestales son afectadas, sino parceleros, campesinos pobres wingka. ¿Quién es el enemigo? ¿Quiénes los posibles aliados?
«Me da rabia; con mucho enojo le digo: el parcelero no es el enemigo. Ni el wingka que está en una comunidad con el mapuche. El parcelero es un obrero, fue un obrero, un inquilino, un mediero, empleado por los particulares; le trabajaban al particular, era peón de un particular. Entonces ellos, en el tiempo en que abrió la reforma agraria, cuando el compañero Allende habló de una expropiación, expropiaron los fundos, y ¿quiénes los expropiaron? Los mismos inquilinos, los mismos medieros, los mismos obreros que le trabajaban el 75 por ciento al patrón y el 25 para el que trabajaba la tierra, para el que cuidaba los animales. Entonces, ellos eran los esclavos.
Los que hoy día son parceleros no son muchos. Porque en el tiempo que llegó la empresa Mininco aquí, las forestales empezaron a pagar como quinientos mil pesos la hectárea, y fueron vendiendo y yéndose a los pueblos. Y algunos quedan, y son gente que siempre está al lado del mapuche. Pero, aquí en Chile hay gente que se vende por una botella de vino, por cien mil pesos para ir a hacer un atentado; son gente que se presta para hacer destrozos. Pero como el mapuche es el que está demandando el territorio, al mapuche se le culpa».
Juan Jorge Faundes en Temucuicui
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RECUADRO
Los motivos del longko
«Primera vez que voy a contar mi vida en una revista. Mi vida no ha sido muy grata. Yo vengo de una familia huérfana donde fuimos seis hermanos y a los seis hermanos se nos murió la mamá. Yo quedé muy niño, y la abuelita se obligó de cuidarnos y criarnos. Yo era uno de la familia que le vivía cuidando las ovejas al particular llamado Benavides Fonseca. Como las ovejas se multiplicaban y mi abuelita no fue capaz de seguirle cuidando todas esas ovejas al particular, se las entregó. Y el particular, no teniendo quien le cuidara las ovejas porque son dañinas, hizo llevar un cuidador de la familia. Yo tenía seis años cuando me llevaron los particulares junto con las ovejas.
Allá no sólo me hacían cuidar las ovejas, sino que tenía que entrar leña para la cocina, ir a buscar agua a una vertiente, como a cien metros había que irla a buscar en balde, había que hacerlo tarde y mañana. Después, sacar las ovejas y en la tarde hacer el mismo trabajo. Tenía que darle de comer a los chanchos, a las gallinas. Ahora yo pienso cuánto podrían valorar a un niño con el trabajo que yo hacía. Eran tan sinvergüenzas, tan perros le puedo decir a esa gente, que nunca me dieron un cariño, nunca una ropa de muda, nunca el pan suficiente. Ellos tenían montón, montonera de pan. Antes, cuando me acordaba me emocionaba, pero ahora no me emociono, sino que busco la forma de cómo hacer mierda a los particulares. Tan mal que me trataron.
Así como me trataban a mí, trataban a todos los niños mapuches. Y no sólo a los niños. Porque abusaban de los pulmones de los mayores también. Querían que les hicieran el trabajo gratis, haciéndolos trabajar de sol a sol. Lo que hoy día no se ve. Porque antes el obrero de cuando aparecía el lucero tenía que estar donde estaba el mayordomo, para que el trabajo se empezara mientras aclaraba y hasta que oscureciera. Fue así mi vida donde esos particulares.
Lo único favorable que recuerdo es que me llevaron dos años a un colegio, en una comunidad llamada Piroleo, donde estaba una profesora que se llamaba María Padilla de Inostroza. Una profesora que jamás he olvidado y que no la voy a olvidar nunca. Me acuerdo que estábamos en segundo año cuando ella pasaba la historia de Lautaro, Caupolicán, Galvarino, Guacolda, Fresia, Michimalonco, toda esa historia nos pasaba, y la forma en que ellos resistieron cuando llegaron los españoles. Era una historia que la contaba con tanta claridad que yo la pude comprender en esos años, siendo un niño. Hoy día no se enseña. Entonces, al ver cómo esos mapuche resistieron, yo decía que cuando fuera grande haría eso mismo. Era el pensamiento que se me ponía cuando esa profesora pasaba esa materia.
Yo, de ese particular, intenté arrancarme unas cuatro veces, o tal vez más. Pero siempre me pillaban, o me alcanzaban. La última vez estaba lloviendo y yo dije, me voy no más. Y no me voy a ir por el camino. Yo ya tenía doce años. ¡Doce años! Y estuve desde los seis años allá, como un esclavo.
Ellos tenían un perro que le llamaban perro ratonero, ese perrito era muy bien cuidado, le tenían comida especial. Pero para mí no había nada, nada, las sobras era algo que yo tenía que recoger a escondidas para poder quedar satisfecho.
Y así, seis años después, pude volver a mi comunidad, arrancado. En esos años estaban reunidos los abuelitos, las abuelitas, tratando el tema de la usurpación de tierra que ellos tenían que recuperar. Hablaban de los asuntos indígenas, de los juzgados de indios. También acordaban cómo reunir fondos. En esos años eran chauchas, eran pesos, y alguien tenía que anotar quién dejó una chaucha, quién dejó un peso, había que anotarlo. Y cuando yo me vine desde ese particular parece que vine como impulsado, porque mi abuelita dijo: pero aquí está mi hijo, que él anote las chauchas que van a caer. Me presentó y yo empecé así. Así empecé en mi comunidad».
Publicado en «Punto Final», edición Nº 771, 23 de noviembre, 2012