A cinco meses de las elecciones presidenciales en mayo del 2006 y en plena campaña política para imponer a «sangre y fuego» la reelección del Jefe narcoparamilitar -ya empezó la cadena de asesinatos de los paracos uribistas contra el Polo Democrático y la Oposición en Santander-, quien dispone de todas las ventajas merced a la […]
A cinco meses de las elecciones presidenciales en mayo del 2006 y en plena campaña política para imponer a «sangre y fuego» la reelección del Jefe narcoparamilitar -ya empezó la cadena de asesinatos de los paracos uribistas contra el Polo Democrático y la Oposición en Santander-, quien dispone de todas las ventajas merced a la manipulación clientelista del Estado y de las grandes fortunas de la sociedad, sospechosamente se anuncia con gran despliegue en los medios, por altos funcionarios públicos, el interés por adelantar reuniones de paz y de intercambio humanitario con las agrupaciones guerrilleras.
El viraje se da después de tres largos años de guerra y acción bélica desde el Estado, en que millones de dólares han sido malgastados por este gobierno en frustrados planes militares como el Plan Patriota para destruir la guerrilla de las FARC. El despilfarro bélico ha sido enorme, al tiempo que se ahondan las penosas condiciones sociales de millones de colombianos, sumidos en la pobreza, miseria y desempleo.
De otro lado, las recientes encuestas están indicando una creciente tendencia de la opinión en favor de la solución política del conflicto interno y del intercambio humanitario. Algo que el señor Uribe Vélez ha rechazado radicalmente, argumentando la inexistencia de la guerra civil prolongada por cerca de 50 años y la inconveniencia de los acuerdos para superar las difíciles condiciones de centenares de personas retenidas o encarceladas como prisioneros políticos en las cárceles del régimen fascista imperante.
La salida gubernamental tiene un tufillo politiquero y electorero. No está bien intencionado y está cargado de la mala fe que acompaña a los embusteros y tramposos, como los actuales residentes de la Casa de Nariño. Hace parte de los planes para darle continuidad al proyecto fascista del bloque oligárquico dominante, por otros cuatro años más.
Aún así, el Ejército de Liberación Nacional ha dicho, en una carta enviada a los promotores de la Casa de Paz y la Comisión Facilitadota Civil, que autoriza a Francisco Galán para que se reúna con don Luis Carlos e inicien la construcción de borradores de lo que podría ser un esquema de procedimientos y contenidos, para un encuentro exploratorio formal entre la Dirección Nacional y representantes del Gobierno, para un diálogo de paz en el futuro.
La decisión del ELN es plausible y se enmarca dentro de una protuberante racionalidad política que contrasta con el cinismo y la falta de ética gubernamental, que hasta hace poco cantaba con los paramilitares la derrota y desaparición de esta agrupación revolucionaria y socialista.
En su declaración política, los elenos han dejado claramente establecidos los parametros con que llegan a estos encuentros.
«Han dicho que trabajar por la paz de Colombia implica comprender a cabalidad la existencia de un conflicto de más de cuatro décadas y que su existencia va más allá de que un presidente lo quiera reconocer o no. Pero el hecho de que un conflicto se haya extendido tantísimo en el tiempo tiene que ver con la manera como los gobiernos esquivaron y siguen esquivando sus responsabilidades con el conjunto de la sociedad, sobre todo con las mayorías empobrecidas».
Para el ELN, «caminar hacia la paz implica inevitablemente dirigirse hacia profundas transformaciones sociales, económicas y políticas que edifiquen una verdadera democracia, pero para el gobierno, la paz es dejar todo intacto y que se acabe la oposición de los marginados y empobrecidos. Esta es la gran contradicción que habrá de enfrentarse cuando de construir la paz se trate».
Por estas razones, «hemos dicho que este gobierno no está preparado para la paz y en ese sentido vimos conveniente que la sociedad analizara los cinco grandes obstáculos que dificultan el camino hacia la paz para que de sus reflexiones se identifiquen alternativas que hagan viable la superación de los mismos».
«Será estimulante para toda Colombia conocer las conclusiones de la Casa de Paz, pues este ejercicio marcará el camino para crear nuevas formas de participación democrática directa donde la voz de todos pueda ser escuchada y tenida en cuenta. Esa es la obligación de quienes pretenden gobernar y es un derecho inalienable de todo ser humano».
Más claro no canta un gallo, dice el refrán popular.