El domingo 6 de agosto de 2018 El Tiempo publicó un artículo del presidente electo titulado Duque propone pacto para superar las diferencias. Éste presenta buena parte de sus 203 propuestas de campaña. La nota del diario permite identificar al menos diez puntos de lo que serán rasgos centrales de la administración Duque, elementos que […]
El domingo 6 de agosto de 2018 El Tiempo publicó un artículo del presidente electo titulado Duque propone pacto para superar las diferencias. Éste presenta buena parte de sus 203 propuestas de campaña. La nota del diario permite identificar al menos diez puntos de lo que serán rasgos centrales de la administración Duque, elementos que muestran el reacomodo y continuidad dentro de la clase dominante del sector que recoge lo que hoy se presenta como uribismo y que tiene como principal apuesta la instalación y perpetuación del régimen social y civilizacional del fascismo social.
El día de hoy inicia lo que algunos analistas han llamado el reinicio de la era Uribe, la era de la oscuridad y la persecución. Y no es para menos: el círculo más cercano al exmandatario ha esperado por más de cuatro años el retorno a la Casa de Nariño para cobrar venganza y recuperar lo que (creen) les pertenece y «corregir» el rumbo. «El juicio político criminal por su abuso de poder contra el ex presidente @JuanManSantos, a partir del 7 de agosto, deberá ser ejemplar», trinó el Senador del Centro Democrático José Obdulio Gaviria en el 2014 y el expresidente y Senador Álvaro Uribe advirtió en el 2016 a través de su tribuna en Twitter que «Santos, maduro, Castro y las FARC, […] en este suelo no tienen futuro».
Con exorcismo, políticos investigados y hasta un temblor comienza el mandato de Duque, el razonero de Uribe, el presidente de la guerra al terrorismo y el rechazo a la dictadura de Maduro, el que hace cabecitas mientras la clase política conservadora y retrógrada gobierna de la mano del empresariado. Esto se puede ver de la nota de El Tiempo de la que se destacan diez puntos sobre lo que nos espera para el periodo 2018-2022:
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Muestra como «adversidad» lo que realmente ha sido el enriquecimiento de unos pocos (los de siempre), situación que oculta y ante la que pide al pueblo no desfallecer. Esto es, mientras la élite enriquece los pobres deben aguantar. No podía ser de otra forma: es un gabinete corporativo.
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Vende el alcanzar la clase media como aspiración para las clases bajas. Un gobierno para la clase media, ese mito capitalista con el que se oculta la lucha de clases y que se muestra como adverso a otro mito creado por la academia del capital, la izquierda populista. Así, Duque pone va a poner a los pobres contra la izquierda, y lo hace sin mencionar a las clases altas: Éstas deben seguir siendo quienes son, se les blinda no nombrándolas.
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Es reiterada la presencia en su artículo a referencias económicas como metas a alcanzar «como nación»: inversión, seguridad jurídica, competitividad, crecimiento.
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La concentración del poder se presenta como horizonte en el nuevo gobierno. Ésta se expone como lucha contra la corrupción, eficiencia estatal, planeación, avance en competitividad.
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El combate a la corrupción enfatiza en el corrupto (público, estatal) y no en el corruptor (particular, empresario, privado). Se ve en el cuatrienio que inicia la centralización de la corrupción.
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Descaradamente el presidente electo cuestiona el incumplimiento a las víctimas cuando su partido se opuso a la representación política de éstas mediante las circunscripciones transitorias especiales de paz pactadas en La Habana.
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Reafirma el interés del Centro Democrático de hacer trizas los Acuerdos con las FARC-EP, lo que vende como «corrección». Claramente existe un interés por ligar a la dirección de la insurgencia con el narcotráfico de cara a su extradición; de igual forma se busca relacionar al partido político con las llamadas disidencias, para justificar la desaparición del partido FARC.
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En su gobierno el campo será para la agroindustria, ésta orientará la política sectorial. A los campesinos («pequeños productores», dice Duque) se les propone su conversión en microempresario a partir de su subordinación (alianzas productivas) con el empresariado rural.
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La prestación de los servicios de salud será por demanda («un sistema basado en el paciente») y tendrán como particularidad el aumento en la población cotizante al sistema y el saneamiento (salvavidas financiero) de las dificultades que presentan las empresas prestadoras del servicio.
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Falacias como «un gabinete con 50 por ciento de mujeres», «la primera mujer vicepresidenta», «un gobierno de diálogo con la ciudadanía», «de presencia constante en el territorio», «de amor y representación regional», «de rigor técnico», «de nueva generación», «sin revanchas» ocultan lo que será un gobierno de élite, corporativo, ideológicamente conservador que continuará con el despliegue y consolidación del fascismo social no sólo en el país, sino en la región. Quienes nos opongamos seremos considerados los parias que no fuimos capaces de unirnos «en propósitos comunes y superiores», de suscribir «un acuerdo básico sobre el futuro de nuestro país por encima de las diferencias». Así se aceptará y justificará socialmente lo que pueda ocurrir al ‘desviado’, su ausencia, su exclusión y hasta su eliminación.
Bienvenidos a la Era Duque, el reinicio de la Era Uribe.
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