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Dilemas y desafíos para las y los trabajadores a honorarios del Estado

Fuentes: Rebelión

El problema de la precarización laboral es pan de cada día, con la profundización del neoliberalismo en el contexto capitalista, la clase que controla los medios de producción, distribución y servicios ha podido implementar formas de contratación que cada vez más se asemejan a la esclavitud, pero con estética moderna. La precariedad tiene expresiones tanto […]

El problema de la precarización laboral es pan de cada día, con la profundización del neoliberalismo en el contexto capitalista, la clase que controla los medios de producción, distribución y servicios ha podido implementar formas de contratación que cada vez más se asemejan a la esclavitud, pero con estética moderna.

La precariedad tiene expresiones tanto en el sector privado como público y no es más que la desprotección laboral de las y los trabajadores que asume formas como la contratación a plazo fijo (contrata en el sector público), trabajo a honorario o subcontratación. Esta desprotección se manifiesta en la negación de derechos sociales y laborales, dejando a la clase trabajadora en condiciones de vida cada vez más vulnerables.

En ese contexto, el trabajo a honorario en el Estado aparece como una forma de contratación que inicialmente parecía «parchar» algunos problemas contingentes y hoy se ha transformado en una política de contratación en el sector público, dotando los servicios de trabajadores que figuran contractualmente como prestadores de servicios independientes y esporádicos, pero que en la realidad son trabajadores con funciones permanentes y bajo relación laboral de subordinación y dependencia.

Esta contradicción ha ido creciendo como bolita de nieve, generando una situación actual de una dotación que trasciende los 360.000 trabajadores a honorarios públicos, y el levantamiento progresivo de un sinfín de sindicatos por todo el país y en todos los niveles del Estado (centralizado como ministerios y servicios, hospitales y descentralizados como municipalidades y programas).

La situación actual además se ve atravesada por la obligatoriedad de cotizar, disminuyendo alrededor de un 30% del sueldo de los honorarios, un cambio de gobierno que no tiene posición clara sobre cómo resolver el problema de los honorarios y un movimiento de honorarios debilitado y carente de propuestas. Pese a esta adversidad, las y los honorarios sí tenemos algunas claridades: somos trabajadores públicos y lucharemos porque el estado así lo reconozca, exigiremos derechos laborales y sindicales en nuestros lugares de trabajo y también en la calle a través de la construcción de fuerza sindical, acabar con los honorarios por medio de una contratación que nos reconozca como trabajadores públicos, y por último, acabar con la precariedad laboral en todas sus formas y con esto trabajar para alcanzar, en el largo plazo, un contrato único en el estado.

Frente a esto, también hemos aprendido que la única forma en que los trabajadores somos escuchados es cuando nos movilizamos demostrando nuestra fuerza, obligando al empleador a negociar con nosotros, por eso, el lobby, la parlamentarización de la lucha sindical, la burocratización de las práctcias y estructuras organizativas son agentes nefastos en el avance de las luchas de la clase trabajadora. A cambio de eso debemos acumular fuerza sindical a través del trabajo de base y la participación en los sindicatos, la movilización como herramienta de lucha para instalar problemas en la agenda pública, la generación de estructuras organizativas que faciliten el desarrollo de organización y no su cooptación por intereses vinculados al caudillismo o personalismo, afectando negativamente en la organización de las y los trabajadores.

Estos elementos constituyen algunos elementos del sindicalismo clasista, corriente sindical que hoy es tarea urgente instalar en el movimiento de trabajadores. Esta corriente debe anclarse en una práctica concreta y no sólo en discursos, las y los dirigentes clasistas debemos hacer carne estas formas de ejercer política sindical. Ante el escenario del nuevo gobierno, hoy todos se creerán oposición, generando plataformas sociales que sólo confundirán a nuestro pueblo sobre nuestras luchas y verdaderos intereses. Por eso, los clasistas no nos confundimos y sabemos que la independencia de clase y la autonomía sindical son principios organizativos fundamentales para el período, acompañado de la construcción de fuerza sindical con capacidad de presionar a la autoridad y alcanzar nuestros derechos.

Por último, la acción sindical tiene ciertas limitaciones vinculadas a los elementos fundamentales del sindicato como herramienta, es decir, como instrumento de la clase que es producto histórico del capitalismo, por tanto, su quehacer se circunscribe exclusivamente a este período y no tendrá la capacidad de superar estructuralmente el sistema dado su carácter sectorial. Sin embargo, es posible ir superándolas en la medida en que el sector de los trabajadores desarrolle un proyecto clasista y sea capaz de articular sus luchas con las del el resto del pueblo (estudiantes, mujeres, pobladores) y avanzar en hacia una verdadera recomposición del movimiento popular, en miras de la construcción de un proyecto que sea aglutinador de la clase trabajadora en su totalidad, proyecto estratégico que por medio de un partido y un programa, unifique a la clase proletaria.



La autora es Presidenta del Sindicato de Honorarios del Servicio de Salud Metropolitano Central; Miembro Comisión Relaciones Sindicales, Coordinadora Metropolitana de Trabajadores y Trabajadoras a Honorario; Miembro Comisión Honorarios, Asociación Intersindical de Trabajadores y Trabajadoras Clasistas (AIT)

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.