«Hombres con almas sin fronteras» fueron caracterizados por el poeta español Miguel Hernández los 35.000 jóvenes voluntarios de las Brigadas Internacionales procedentes de 53 países de todo el mundo, que acudieron a España dispuestos a dar su vida por la II República amenazada por el fascismo español y europeo (1936-1939). Fueron un paradigma extraordinario de […]
«Hombres con almas sin fronteras» fueron caracterizados por el poeta español Miguel Hernández los 35.000 jóvenes voluntarios de las Brigadas Internacionales procedentes de 53 países de todo el mundo, que acudieron a España dispuestos a dar su vida por la II República amenazada por el fascismo español y europeo (1936-1939). Fueron un paradigma extraordinario de solidaridad internacional único en la historia contemporánea mundial.
La iniciativa de un llamamiento internacional partió del Partido Comunista de Francia avalada por la Comintern de Moscú (septiembre de 1936), al que rápidamente respondieron voluntarios de todo el mundo; entre ellos un contingente de griegos que participaron al lado republicano en las batallas más importantes de la contienda civil española.
De la vida y obra de esos griegos «intrépidos» nos habla Dimitris Paleologópulos en su libro «Griegos voluntarios antifascistas en la Guerra Civil española«, editado en 1983 y reeditado dos veces, en 2003 y 2010, con más datos complementarios (Ediciones PARASKHNIO).
Dimitris Paleologópulos es un historiador autodidacta que tomó sus primeras lecciones de historia en las «Escuelas Populares» (Laikó Didaskalío) fundadas y gestionadas por sus compañeros comunistas, cuando la Guerra Civil griega (1946-1949) arrasaba el Peloponeso, su tierra natal. Hemos estado -junto con el boletín francófono GrèceHebdo– con ese octogenario antiguo combatiente quien nos ha hablado de su vida consagrada a la lucha por un mundo mejor y de sus investigaciones históricas. Su infancia ha sido marcada por la ansiosa preocupación de su padre de tener noticias sobre la evolución de la Guerra Civil española. Refugiado político, perseguido por la junta de los coroneles, se cruza con Rula, la mujer de su vida, con la que huye a París donde le toca vivir la experiencia del movimiento del ´68. Ahí trabaja como obrero en la fábrica de automóviles Simca emprendiendo, paralelamente, sus investigaciones sobre la acción y la suerte de los voluntarios griegos en la Guerra Civil española; un tema que en aquella época es todavía ampliamente ignorado por la historiografía, sin contar con la dificultades de acceso a los distintos archivos. No ocurre lo mismo con los archivos de Maurice Thorez de París en los que Dimitris Paleologópulos descubre la participación griega en la Guerra Civil española. Su hallazgo le trae a la memoria la angustia de su padre por tener noticias sobre la contienda española y enseguida se pone a trabajar sobre el tema. El resultado de sus investigaciones fue el libro «Griegos voluntarios antifascistas en la Guerra Civil española», una de la pocas -sino la única- fuentes griegas sobre el tema de los brigadistas griegos.
Su libro se basa principalmente en las informaciones que extrae del archivo francés Maurice Thorez, pero recoge también los valiosos testimonios de algunos brigadistas que habían conseguido salir con vida.
Paleologópulos cifra en 400 los voluntarios griegos mientras otras fuentes ascienden ese número a 600. Al llamamiento del Partido Comunista de Grecia respondió un grupo de casi 2000 voluntarios a los que el régimen dictatorial de Ioannis Metaxás (implantado el 4 de agosto de 1936) impidió la salida de Grecia cerrando las fronteras. Como consecuencia muchos de ellos fueron detenidos y encarcelados, pero los que consiguieron escaparse pudieron llegar a España gracias a la inestimable ayuda del sindicato de marineros griegos el cual, habiendo sido disuelto por la dictadura de Metaxás, había trasladado su sede a Marsella. «Desde ahí se organizó el envío no solamente de voluntarios sino, también, de armas y municiones», cuenta Paleologópulos.
A los griegos que salían de Grecia se sumaron, también, los griegos de la Diáspora: desde los EE.UU, Canadá, Egipto, Francia, la Unión Soviética e incluso desde Chipre; merece una mención especial la participación chipriota cifrada en 60 voluntarios, número que fue considerado muy alto en proporción a sus habitantes (entre ellos, Iezekias Papaioanu, posterior Secretario General del Partido Comunista de Chipre). La historia de los combatientes chipriotas queda registrada en el libro «Spanish Thermopylae» (Las Termópilas Españolas) del autor Paul Philippou Strongos.
Tras llegar a Albacete, centro de reclutamiento de los voluntarios extranjeros, la mayoría de los griegos fueron incorporados en la XV División con la que participaron en la batalla del Jarama, «destacando por su valentía y coraje» (Foro por la Memoria). Más tarde y por razones culturales y de lenguaje obvias formaron su propia división Nikos Zajariadis (así se llamaba el entonces encarcelado secretario general del Partido Comunista) que más tarde pasó a llamarse Rigas Fereos (héroe griego de la lucha contra el Imperio Otomano).
El contingente de los griegos luchó heroicamente en todas las grandes batallas (Jarama, Brunete, Belchite, Teruel) sufriendo muchas pérdidas entre sus filas. Los datos e informaciones sobre la actividad de los griegos quedan detalladamente recogidos en el libro de D. Paleologópulos quien registra los nombres de la mayoría de ellos y sigue las huellas de su vida tras la derrota de los Republicanos. Es de destacar que muchos de ellos habiendo encontrado refugio en la Unión Soviética, «la patria del socialismo», no pudieron más tarde escaparse de las persecuciones estalinianas, afirma el autor griego.
En los archivos del Foro por la Memoria también queda constancia de la suerte de los griegos: «Los voluntarios griegos poco a poco abandonan España. Unos hacia Inglaterra, otros hacia América, muchos otros no tenían donde ir, puesto que no se les permitía la entrada en su país. Algunos consiguieron embarcarse como polizones, otros pasaron a Francia por Cataluña donde serían encarcelados y otros se fueron a la Unión Soviética. Los que consiguieron entrar en su país acabarían en las cárceles o en el ejército de la resistencia, puesto que en pocos meses verían como empezaba la Segunda Guerra Mundial y serían ocupados por alemanes e italianos. Para ellos empezaría una nueva era. Sólo en el cementerio de Madrid hay 27 tumbas con nombres griegos, siendo éstos una mínima parte de los fallecidos en los alrededores de la capital».
Y qué mejor para concluir ese «peculiar homenaje» que recordar las palabras emocionates con las que la Pasionaria se despidió de ellos (Barcelona, noviembre 1938) y los primeros versos del poema de Miguel Hernández con el que iniciamos ese artículo:
«De todos los pueblos y de todas las razas, vinisteis a nosotros como hermanos nuestros, como hijos de la España inmortal, y en los días más duros de nuestra guerra, cuando la capital de la República Española se hallaba amenazada, fuisteis vosotros, bravos camaradas de las Brigadas Internacionales, quienes contribuisteis a salvarla con vuestro entusiasmo combativo y vuestro heroísmo y espíritu de sacrificio. Y Jarama, y Guadalajara, y Brunete, y Belchite, y Levante, y el Ebro, cantan con estrofas inmortales el valor, la abnegación, la bravura, la disciplina de los hombres de las Brigadas Internacionales».
«Cuando pasen los años y las heridas de la guerra se hayan restañado, hablad a vuestros hijos de las Brigadas Internacionales. Decidles cómo estos hombres lo abandonaron todo y vinieron aquí y nos dijeron: estamos aqui porque la causa de España es la nuestra. Millares de ellos se quedarán en tierra española. Podeis iros con orgullo pues sois historia, sois leyenda. Sois el ejemplo heroico de la solidaridad y universalidad de la democracia. No os olvidaremos, y cuando el olivo de la paz eche de nuevo sus hojas, !volved!» (La Pasionaria en la despedida a las Brigadas Internacionales. Barcelona noviembre 1938 ).
A aquellos hombres que contienen un alma sin fronteras
Hubo un tiempo no tan lejano en que muchos jóvenes apasionados o manipulados decidieron hacer la guerra.
Llegaron de todo el mundo, dispuestos matar en una edad más propicia para el amor.
Jóvenes que abandonaron su familia, sus amigos, sus trabajos y sus países. Jóvenes dispuestos para la lucha y para la muerte.
Y también para la vida, para apurar la vida en medio de las batallas.
Esta es parte de la historia de algunos jóvenes voluntarios de luchas lejanas. De algunos exaltados, de otros dóciles, de muchos convencido y de algún escéptico.
Jóvenes comunistas y anticomunistas. Jóvenes de diferentes clases sociales que, desde ideologías antagónicas, lucharon convencidos de que el mundo se podía cambiar sin saber cómo, un cuándo, ni para quién…