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Dios, la Moral y la Religión desde una óptica marxista (I)

Fuentes: Rebelión

«La Religión es el suspiro de los oprimidos, el corazón de los descorazonados, el espíritu de los abatidos. La Religión es el opio del pueblo». (Carlos Marx) En muchos de los artículos de este Blog, hemos abordado el tema de la Religión y de la moral desde un punto de vista crítico, pero sin entrar […]

«La Religión es el suspiro de los oprimidos, el corazón de los descorazonados, el espíritu de los abatidos. La Religión es el opio del pueblo». (Carlos Marx)

En muchos de los artículos de este Blog, hemos abordado el tema de la Religión y de la moral desde un punto de vista crítico, pero sin entrar a fondo en nuestra opinión, en nuestra creencia, desde la izquierda, esto es, desde la filosofía marxista. Nos hemos limitado a exponer o a criticar ciertos aspectos que no compartimos en cuanto a la manifestación de la Iglesia Católica en nuestra sociedad, pero sin abordar a fondo nuestros propios pensamientos al respecto. Sobre todo, hemos insistido en la necesidad de implantar un verdadero Estado laico en nuestro país, y hemos criticado la visión estrecha e hipócrita de la jerarquía eclesiástica ante algunos problemas sociales que nos acucian. En el presente artículo, el primero de una serie de dos, por fin, vamos a exponer nuestra idea de la moral y de la religión desde el punto de vista de la lógica marxista.

Comenzaremos por lo más general, como es la moral. La moral, tanto pública o social como privada, es un producto del Hombre, a lo largo de las diferentes civilizaciones que históricamente se fueron desarrollando. No es por tanto un mandamiento divino, un mandamiento sobrenatural, que nos venga dado desde una instancia superior. Por tanto, mientras exista el ser humano existirá una moral, cualquier tipo de moral. Y la moral humana va evolucionando. El tiempo y las diferentes culturas van forjando diferencias en cuanto al alcance y la manifestación de la moral. Moral y ética distinguen básicamente el bien y el mal, lo correcto y lo incorrecto. Por tanto la moral no es absoluta, no es inmóvil, no es un producto estático del raciocinio. Pero mientras dure la especie humana, la moral se expresará de una u otra forma. La moral evoluciona con el hombre, con la especie humana, y con las diferentes culturas y civilizaciones que con el tiempo han habitado el planeta. Desde este punto de vista, debemos aceptar la existencia de lo que pudiéramos llamar «relativismo moral», en el sentido de que no existe una moral superior, única, verdadera, auténtica, sino diferentes morales que a lo largo de la Historia y las culturas se han ido manifestando.

Sobre la moral marxista, nos dice José López en su texto «El Marxismo del siglo XXI»: «Quienes acusan al Marxismo de amoral, en verdad lo que le critican es que su moral no sea la misma que la suya, que la burguesa, poniendo en peligro la moral de la clase dominante, uno de los sustentos ideológicos de la sociedad burguesa. El relativismo moral es atacado porque pone en peligro el absolutismo moral de la clase dominante, la moral dominante. La moral marxista compite con la moral burguesa. La primera se nutre del Hombre, de la Razón, de la realidad, de lo material, de lo concreto, de lo visible. La segunda, de Dios, de la Fe, de la imaginación, de lo inmaterial, de lo abstracto, de lo invisible. La segunda pretende negar a la primera, ya sea negando directamente su existencia, ya sea negando el relativismo moral, que pudiera dar pie a que hubiera otras morales distintas a la dominante, a la que se desea imponer o perpetuar».

¿Y cuál es por tanto el origen de la Religión? ¿Cuál es el motivo que la causa, y que provoca que se expanda y se mantenga en la mente humana durante miles de años? Han existido muchos autores que han intentado explicar este origen y esta expansión de la Religión (en sentido general, y de la Católica en particular) a lo largo de los siglos. El Barón de Hollbach ya afirmaba: «Si nos remontásemos al principio encontraríamos que la ignorancia y el miedo crearon a los Dioses; que al capricho, el entusiasmo o el engaño los adornaba o desfiguraba; que la debilidad los veneraba, la credulidad los preservaba y que el hábito, la costumbre y la tiranía los respaldaba». Y quizás haya sido Friedrich Nietzsche uno de los filósofos que más y mejor ha tratado el tema. En su obra «Ecce homo» nos cuenta: «El concepto de Dios fue inventado como antítesis de la vida: concentra en sí, en espantosa unidad, todo lo nocivo, venenoso y difamador, todo el odio contra la vida. El concepto de «más allá», de «mundo verdadero», fue inventado con el fin de desvalorizar el único mundo que existe, para no dejar a nuestra realidad terrenal ninguna meta, ninguna razón, ningún quehacer. El concepto de «alma», de «espíritu», y en fin, de «alma inmortal», fue inventado para despreciar el cuerpo, enfermarlo – volverlo «santo» –, para contraponer una espantosa despreocupación a todo lo que merece seriedad en la vida, a las cuestiones de la alimentación, vivienda, régimen intelectual, asistencia a los enfermos, limpieza, clima».

Parece estar, por tanto, muy claro, para la moral marxista, o en un sentido más general, para la moral no creyente, atea, incluso agnóstica. Lenin, el genial revolucionario ruso, lo expresó en los siguientes términos: «Dios es (histórica y cotidianamente), sobre todo, un complejo de ideas engendradas por la bestialización del hombre y por la naturaleza que lo rodea, así como por el yugo de clase, ideas que sirven para afianzar esta opresión y para adormecer la lucha de clases». Desde esta óptica, parece que está muy clara la motivación, que no es otra que obrar como un instrumento de la clase dominante para perpetuar su poder, e instrumentalizar unas creencias y una moral que hayan de estar pendientes de algo divino, sobrenatural, para así poder explicar y justificar buena parte de la realidad, de los hechos y acontecimientos que ocurren en la vida, según la moral dominante. No es posible demostrar la existencia de Dios (ya lo intentaron San Agustín, Santo Tomás de Aquino, y muchos otros), pero sí es posible demostrar que la Religión es un producto histórico de la Humanidad. Un producto intencionado, con un fin muy concreto, como vamos a explicar a continuación.

La naturaleza dialéctica de la materia y de todo lo que de ella depende «creó» a Dios, y la comprensión de la dialéctica materialista lo destruirá. Una vez que la madurez intelectual del ser humano esté preparada, lo destruirá. Y con ello destruirá todas las Religiones, que han actuado y actúan como principal elemento de alienación para la Humanidad de todas las épocas, desde que fue inventada. Dios no creó el Cosmos, por el contrario, fue el Cosmos quien creó a Dios. El Cosmos creó materia (bajo unos principios y procesos físicos que aún no hemos podido comprender ni delimitar en su totalidad), tal vez sólo la transformó a partir de energía pura, la materia se hizo consciente, y esta materia consciente, incapaz de comprender que la materia pudiera llegar a ser consciente por sí misma, se inventó un creador. Pero no podía ser un creador cualquiera. Había de ser un creador especial, todopoderoso y omnipotente, invisible e irracional, superior al Hombre, fuente de toda creación. Y con ello, inventó la moral de la Fe. El dominio de la Fe. La moral de la creencia y de la superchería. La moral infundada. La moral insólita. Pero también la moral protectora. Una moral que nos enseñaba a distinguir entre el mundo terrenal y el mundo celestial.

Blog del autor: http://rafaelsilva.over-blog.es

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