Desde su página en Facebook, la pastora de una iglesia comparte un mensaje en el que se pregunta qué derechos le faltan a la mujer, que ya puede votar, estudiar, gobernar, tener posesiones, expresar su criterio y divorciarse, entre otras cuestiones; a la vez que apunta que «el derecho a matar a tu hijo no es una opción».
La publicación entona con otros mensajes generados a partir de la telenovela cubana recién finalizada, El rosto de los días. Varias páginas de redes sociales, personales o grupales de corte similar, se pronunciaban entonces contra la práctica de un posible aborto por el personaje de la adolescente Lía, cuyo embarazo era resultado, además, de una violación.
Ambos ejemplos muestran que han ido ganando terreno en Cuba, particularmente en los espacios digitales, discursos que usando el término de la llamada «ideología de género» intentan deslegitimar las luchas feministas e instaurar un discurso antiderechos y claramente antigénero.
Una clara manipulación del discurso feminista es recurrente en los mensajes que dichos grupos posicionan. Ello se evidencia al presentar a las feministas como «locas radicales», cuyo único fin es «tomar el poder».
Para ello apelan a disímiles recursos, como la segmentación de frases, mentir, presentar la agenda de los feminismos como un discurso global y totalitario que «excluye a los hombres» y va «contra las familias, el matrimonio y la maternidad».
«Existe una nueva ola conservadora en América Latina, lo que presupone la entrada a la isla de posturas que promueven posicionamientos retrógrados respecto al pensamiento feminista, la diversidad sexual y la sexualidad», alerta Melisa Enríquez Roche, profesora de la Universidad Central «Marta Abreu» de Las Villas, Santa Clara, a más de 270 kilómetros de la capital cubana.
Se trata de un discurso que «constituye un peligro para muchas de las conquistas alcanzadas en nuestro país por el feminismo y los movimientos por los derechos de la mujer y de la comunidad LGBTI», suscribe Enríquez Roche en el folleto Género y feminismo: el enfrentamiento al patriarcado y la exclusión social, publicado por la Editorial Samuel Feijóo en 2019.
«Desde hace algunos años, grupos evangélicos y católicos a nivel internacional argumentan la existencia de una ‘ideología de género’ que es impuesta en los sistemas educacionales con fines políticos, afirmación que carece de base y fomenta la intolerancia y el rechazo a las diferencias», sostiene la profesora.
En su opinión, estas ideas no deberían tener aparente cabida en un país como Cuba, pero la reciente campaña en contra del matrimonio igualitario en diversos medios y el apoyo de muchos sectores de la población al «diseño original» han puesto en evidencia el impacto creciente del fundamentalismo religioso.
Para Llanisca Lugo, investigadora del Centro Memorial Martin Luther King Jr. (CMLK), ese discurso sobre «la ideología de género» y el movimiento antiderechos en Cuba comparte varias características con la región.
Entre ellas, que ha comenzado a impactar en una amplia zona de derechos que ya no comprende solo grupos específicos como las mujeres o la comunidad LGTBQ+, sino que abarca una conformación y concepto de familia conservadora y reproductiva de los lugares comunes del patriarcado.
«Empiezan a conectarse esos temas con derechos consagrados ya en el país, como el derecho al aborto y a la educación sexual, con tentáculos que están llegando a la educación pública en sentido general. La campaña ‘con mis hijos no te metas’ arranca con la pretensión de sostener una educación patriarcal, pero llega a cuestionar la educación como derecho público gestionado democráticamente para todas las personas», agrega.
Lo que se esconde detrás de todo este movimiento es realmente la discriminación y la pretensión de supremacía, el acomodo de un sector y el odio a las diferencias, agrega.
La agenda pública que se trace ante este fenómeno social no puede ser compartida solo por las mujeres o la comunidad LGTBQ+, ni por las iglesias cristianas ecuménicas del protestantismo histórico, sino por toda la sociedad, sostuvo la joven investigadora.
¿Fundamentalismo vs feminismo?
Desde una lectura literal y selectiva de los textos bíblicos, estas concepciones conservadoras incrementan su presencia en Latinoamérica, sobre todo entre iglesias evangélicas, pentecostales y neopentecostales.
Uno de sus pilares teóricos es la teología de la prosperidad, que entiende la pobreza como una maldición y un estado mental; mientras, por transitividad, las bendiciones de Dios son entendidas por bienes económicos.
«En nuestro país cala muy bien, porque es un discurso que le habla directamente a las personas y se concentra más en lo emocional, que brinda seguridad en tiempos de incertidumbre. Son claves y códigos que, en un país subdesarrollado, con constantes crisis económicas, llegan muy hondo», alerta la periodista musulmana Mariana Camejo.
Para ella, hay otro aspecto clave: el fundamentalismo siempre ataca al feminismo en sentido general. Quienes lo defienden consideran que los derechos de las mujeres están garantizados, pero también se pronuncian por mantener los roles de género: la mujer vista como madre, ama de casa; mientras el hombre se encarga de los espacios públicos.
Según Camejo, aunque sus mensajes plantean que la mujer tiene derecho a trabajar, estudiar, votar y participar en política, también defienden que no tiene derecho sobre su cuerpo, si quiere llevar adelante un embarazo.
De ese modo quedan fuera muchos problemas estructurales de la sociedad, como la pobreza, el acceso y distribución de riquezas; fenómenos que a las mujeres las afectan de manera diferenciada, agrega.
«Cuando miras a otros lugares de América Latina, este tipo de grupo es capaz incluso de dar acompañamiento a adolescentes embarazadas, hasta que lleguen al parto. ¿Y después qué hacemos, damos el niño en adopción? No se analiza el problema estructural de la pobreza, del embarazo adolescente, de las niñas y mujeres violadas. Hay un absoluto silencio sobre ese tipo de realidades», reconoce Camejo.
El fundamentalismo se vale de creencias como la de un orden establecido por Dios, donde caben concepciones como la de la «familia original», que conecta perfectamente con el sistema patriarcal.
Como tendencia y de forma intencionada, sobrevalora el componente biológico y, así, defiende un supuesto orden natural en el cual los roles y las relaciones entre mujeres y hombres parecen estar diseñados genéticamente.
Para Georgina Alfonso, investigadora del Instituto de Filosofía, en las propias lógicas de dominación y la configuración del sistema capitalista se naturaliza la dominación patriarcal y se afianzan valores, normas y símbolos asignados a hombres y mujeres, los que a su vez se reproducen por todas las instituciones socializadoras: la familia, las escuelas, la religión, los medios de comunicación y las propias estructuras políticas del Estado.
La cultura de dominación patriarcal justifica la existencia de la violencia contra la mujer, de la falta de decisión que tienen las mujeres sobre sus cuerpos, pero también sobre su placer, sexualidad y maternidad, asegura.
«La avanzada conservadora implica tanto un ataque a las premisas de igualdad, como de reconocimiento y respeto a las identidades múltiples del movimiento social popular», suscribe Alfonso.
Bajo la supuesta defensa a la «dignidad de la vida humana» (oponerse al aborto), la «dignidad de la familia» (oponerse a los derechos LGTBI) y «la libertad de religión» (seguir discriminando respaldados por su fe), aclara Alfonso, esos discursos «arremeten contra la producción y reproducción de un mundo diverso, que se anuncia desde el feminismo anticapitalista y supone un proceso plural de refundación incluyente».
Tan naturalizado está el patriarcado, que es más fácil creer el discurso fundamentalista que desmontarlo desde la equidad y la igualdad entre mujeres y hombres, pues juega con todas las referencias culturales del patriarcado afianzado en la moral y la religión, alerta la investigadora.
Los proyectos de país distan de incluir las luchas feministas y, aunque hay un programa de avances para las mujeres, no es suficiente si no se adentra en las lógicas con las que se construyen las relaciones que proponemos para pensar un país verdaderamente emancipador, que no reproduzca opresiones y dominaciones, subrayó Alfonso.
Fomentar espacios de educación y comunicación
Especialistas coinciden en señalar que las corrientes fundamentalistas y conservadoras en sí mismas no son el único peligro. A ello se suman prejuicios y conceptos erróneos que rondan al feminismo.
«Es un error pensar que el feminismo provoca que las mujeres rechacen la maternidad y que promueve el aborto», suscribe María Carla Reyes, profesora de la Universidad Central de Las Villas, otra de las autoras del folleto Género y feminismo: el enfrentamiento al patriarcado y la exclusión social.
«La lucha feminista se basa en la libertad de decisión sobre nuestros cuerpos, por la responsabilidad compartida en la crianza de los hijos y el cuidado de la familia, por recuperar el tiempo que nos debemos para nosotras mismas, por los derechos a acceder a los espacios que nos han limitado, porque se deje de pensar que si somos fuertes y exitosas en nuestra vida profesional, somos menos mujeres, y porque tenemos derecho a elegir a quién amamos y de qué forma», sostiene Reyes.
Para Camejo, urge no solo abordar las estrategias comunicativas de los grupos fundamentalistas, sino tener una estrategia comunicativa propia al respecto.
En Cuba, señala, son pocos los espacios dedicados a la enseñanza de la religión, o al abordaje de este fenómeno desde los medios de comunicación, por lo que esa falta de espacios públicos desde lo estatal crea un vacío muy fácil de llenar desde lo alternativo.
«Cuando se deja un vacío de información, cualquiera puede venir a llenarlo, y lo primero que puede darse es una percepción generalizada de que absolutamente todos los grupos religiosos tienen este tipo de visiones fundamentalistas», precisa.
Ocurre también que se activan esos discursos antigénero en cuanto entran en discusión o debate los derechos de determinados grupos humanos. Así se evidenció, por ejemplo, durante la evaluación del primer año de la campaña de bien público Evoluciona por la no violencia.
Desde las redes sociales, una de las pistas que dejó este análisis es que hay contenidos de la campaña sobre los cuales se lanzan quienes están alineados a un discurso antiderecho y encuentran así una oportunidad de opinar, cuestionar y hasta de atacar a quienes piensan diferente a sus dogmas, resalta la comunicadora Tamara Roselló.
Como respuesta, en el espíritu de polemizar y hacer visibles las contradicciones de esas posturas, surgió «Despatriarcando», una sección que se compartió en las redes y, desde la gráfica, la sátira y el humor, abordó qué es y qué no es el feminismo, quiénes son las feminazis, entre otros temas, «porque el ataque al feminismo es usual desde grupos con prácticas fundamentalistas o conservadoras», sostuvo.
«Hay que hablar sobre estos temas, alfabetizarse, ubicarlos en el campo de la geopolítica y analizar qué hay detrás de esas posturas. Contradictoriamente, quienes las enarbolan afirman que defienden derechos, negándolos a otras personas y grupos», resume Roselló.