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Disidencias de las disidencias disidentes escindidas

Fuentes: Rebelión [Foto: El presidente Petro y su ministro de defensa Pedro Sánchez]

 «Disciplina y doctrina».  Esta fue la respuesta inmediata y contundente que Manuel Marulanda Vélez le dio a un asombrado periodista, quien, durante los diálogos de paz del Caguán (1998-2002), le preguntó, en una reunión discreta sin medios de comunicación, por el secreto de su larga lucha.

“Disciplina y doctrina: a eso debemos que hayamos durado vivos tanto tiempo, y ahora estemos sentados aquí, buscando soluciones políticas a esta guerra”, le acotó.

Luego agregó: “También, a que desde muy temprano aprendimos que hay que estar acompañando a la gente en todas sus formas de resistencia a la guerra que desde el Gobierno nos han mandado”.

Yo estaba presente en esa escena y no podía creer lo que allí estaba viendo y oyendo. Una explicación tan simple como práctica y condensada, tal vez natural por lo superior, de una concepción de la lucha revolucionaria que nosotros llevábamos años discutiendo en libros que nos llegaban con el último grito revolucionario desde las metrópolis coloniales.

Mientras discutíamos agriamente en interminables debates estudiantiles y hasta académicos e inventábamos términos como el de “semifeudal” para oponerlo a los trotskistas que nos asustaban con el fantasma de que toda revolución que no se declarara (de palabra) “socialista” era una traición a la misión histórica del proletariado, o como el de “burguesía entreguista y conciliadora” para oponerlo a la famosa “burguesía nacional revolucionaria” de los maoístas. Como decía el poeta: “cuántas idas y venidas, cuántas vueltas y revueltas, sin ninguna utilidad”.

Mientras tanto, en algún lugar de la selva perdida de Colombia, un puñado de “pobres del campo” a quienes, según los cánones sectarios del marxismo enviados desde las metrópolis coloniales, no permitían llamarlos o graduarlos de “proletarios agrícolas” porque el capitalismo colombiano aún no se había desarrollado suficientemente en el campo y faltaban todavía algunos años más de desarrollo y acumulación originaria de capital, es decir de violencia política, para que se pudiera hablar de una verdadera y única revolución proletaria posible en Colombia.

Mientras tanto, digo, ese puñado de pobres del campo, o asalariados, o terrazgueros indígenas, o colonos agrarios, o proletarios agrícolas, o negros pescadores y cultivadores de chontaduro, o labriegos humildes como gustaba llamarlos la clerecía católica, leía disciplinadamente a Marx, a Lenin, a Mariátegui, al Che y a Fidel y asimilaba profundamente “golpe con golpe” las leyes de la Historia y de la vida política colombiana, y “devolvía beso con beso”, como lo enseñaba la ley del amor de aquella tan machacada cancioncita vallenata.

No hubo necesidad de una “ruptura epistemológica” con el eurocentrismo porque desde su inicio todo allí era criollo, originario, autóctono, nacido y criado ahí mismo. Tampoco hubo necesidad de distinguir entre la burguesía revolucionaria de la que no era, porque sencillamente esto era un absurdo: hace siglos la burguesía dejó de serlo, y más en Colombia, donde la burguesía latifundista, esclavista y exportadora se fusionó, demasiado pronto, con el gamonalismo bipartidista señorial para conformar una oligarquía trasnacional cipaya y lacaya: Panamá, Bananeras, Bogotazo y OEA, Batallón Corea, Plan Latin American Security Operation o LASO, Misión del general Yarborough, War Drugs, Plan Colombia…

Menos aún, analizar la tenue y gris línea académica que tanta tinta tonta ha hecho correr sobre la separación “in abstracto” entre las llamadas derecha e izquierda, porque allí solo había personas que los entendían o los perseguían para exterminarlos porque los culpaban de ser comunistas y agentes rusos, y la línea divisoria era horizontal entre los de arriba y los de abajo.

Y como cualquier mala interpretación podía costar la vida, era necesario aprenderlo, asimilarlo, enseñarlo y transmitirlo disciplinadamente, en frases contundentes e inolvidables, como por ejemplo esta: ¡El anticomunismo es la ideología del adversario!

Así tal vez, todo este bagaje intelectual, para no decir toda esta “mochilada de experiencias”, era lo que Marulanda Vélez recordaba cuando, haciendo ese gancho con los dedos tan característico y mirando fijamente al periodista, le dio esta respuesta tan simple y complicada al mismo tiempo.

Esto es lo que personas como JM Santos y sus adláteres contrainsurgentes de clase no pueden entender fácilmente y, para medio aceptarlo, deben estrellarse con la realidad como le acaba de pasar”….

Este, es un largo fragmento de mi artículo de opinión escrito el jueves 16 de junio de 2016, tomado del portal Prensa Rural.org, cuando todo era expectativa y esperanzas por el inminente acuerdo que estaba por firmarse unos meses más tarde entre las FARC-EP y el gobierno de JM Santos https://www.prensarural.org/spip/spip.php?article19603

Luego, un mes después de firmado el acuerdo logrado en septiembre del 2016, vino en octubre, el golpe de realidad dado por el No del plebiscito al acuerdo. Patraña electorera diseñada como parte de la estrategia contrainsurgente del bloque de Poder dominante convocada por el presidente JM Santos, quien, con su proverbial hipocresía de tahúr y ludópata, YA sonaba como un premio nobel de la paz, en los fríos corredores reales de palacio del Rey de Suecia.   

Lo que los colombianos vieron a continuación fue la demolición física e ideológica de una de las fuerzas de resistencia armada de masas a la oligarquía y el imperialismo, más duradera en todo el continente americano. Al “conejo” (o perfidia en términos jurídicos) del tal Acuerdo de la Habana 2016 y al abrazo alborozado de los firmantes con el anuncio del fin del conflicto interno colombiano, siguió la renegociación o peluqueada a cepillo del texto inicial firmado, la entrega apresurada (inentendible) de armas impuesta por el secretariado a la guerrillerada, la proclamación gubernamental del postconflicto y, el plan minucioso contrainsurgente de largo plazo, para entrampar judicialmente, o en la mayoría de los casos exterminar gota a gota a los comandantes guerrilleros reinsertados con experiencia de conducción y, a los líderes sociales de la base social de la guerrilla, quienes por su liderazgo de masas pudieran tener algún potencial guerrillero. Es decir, con lo que Marulanda Vélez le había dicho al periodista 16 años atrás y que constituía el secreto de su persistencia. La disciplina y la doctrina.

La contradicción dialéctica objetiva y real, entre solución militar proclamada por los contrainsurgentes (la victoria es la paz) y la Solución Política, proclamada desde su origen por el viejo secretariado guerrillero que revocara las causas objetivas y subjetivas del llamado conflicto interno, que el presidente Betancur había reconocido en Casa Verde en otro proceso de paz fallido como el de 1986; fue reemplazada, pacientemente en el imaginario colectivo colombiano tan influido por la clerecía católica por la dicotomía moral de la paz como ausencia de la guerra. De ahí en adelante nadie volvió a hablar de la Solución Política de la guerra civil permanente y mutante impuesta como instrumento político de las clases dominantes desde 1840 al Pueblo Trabajador colombiano, sino de la paz moral, es decir del control del Orden Público a costas de los miles y miles de sepulcros humedecidos con agua bendita y cuidados con responsos, que los colombianos hemos visto a lo largo de todos estos años, como continuación.

Rota la disciplina y la doctrina o mejor, la influencia y autoridad politica y militar con la que el secretariado mantenía férreamente su cohesión, sucedió (guardando las distancias) algo similar a lo sucedido en la Unión Soviética en 1991, cuando otro premio nobel de paz, el señor Gorbachov, disolvió el partido comunista de la URSS y esta potencia atómica se sumió en el caos y en la disolución. Así, las antiguas Farc se caotizaron, con la ayuda de los miles de infiltrados dentro de las filas guerrilleras que las 10 agencias de inteligencia del Estado colombiano y las 4 agencias de inteligencia  de los Estados extranjeros participantes del conflicto, precipitándose en un proceso de caos controlado que enfrentó grupos residuales entre sí y fue reemplazando dirigentes, sustituyéndolos por guerrilleros de base cada vez más influidos por la retórica oficial de la paz chiquita o territorial circunscrita. No por la Solución politica completa e inserta dentro de las relaciones económicas globales (por ejemplo, el narcotráfico, la minería ilegal o la deforestación de la selva) que son problemas mundiales que afectan todo el globo terrestre.

Y así, fueron desapareciendo “abatidos” en combate según los partes de la prensa adicta, los nombres de Gentil Duarte, Rodrigo Cadete, Walter Arizala o Guacho, Alias Jonnier, Euclides Mora, Eliecer Jiménez, Israel Quitumbe o Indio Amansador, Yojani Noscué o Mayimbú, Abel Ayala o Cabuyo, Alias Borojó, Héctor Segura, Hernán Darío Velázquez o El paisa, Henry Castellanos o Romaña, Jesús Santrich, etc. Pero, como lo primero que se aprende en la guerrilla es que cada comandante debe tener un reemplazante, más tardaba en aparecer la noticia en los grandes medios de alienación masiva, que en surgir una nueva guerrilla con nuevo comandante y de ser posible con un nuevo nombre de una nueva disidencia. Una pavorosa letanía de nombres, y de muertes de ambos lados de la guerra. Nada de ausencia de guerra o paz deseada.

El último porrazo (la porra en la cabeza) que muestra no sólo el fracaso de la llamada paz total, así como de la estrategia compulsiva de las “negociaciones de paz” adelantadas por los distintos gobiernos colombianos, lo acaba de dar Aníbal Garavito Hernández, alias Miller,  comandante disidente de la compañía Isaías Carvajal, la cual hace parte de la estructura Jhon Linares que hace parte de la disidencia de Alexander Díaz alias Calarcá, quien se encuentra en un proceso de negociación con el gobierno de Petro y por tal razón, a su vez, es disidente del grupo del Estado Mayor Central de las Farc-EP.

Alias Miller, por quien el ministro de defensa Pedro Sanchez, ofrece (como es costumbre una millonaria suma de US dólares), según la prensa colombiana concernida, fue quien comandó el pasado domingo, 27 de abril 2025, el ataque-emboscada contra el batallón por una patrulla Batallón de Infantería No. 19 Joaquín París, con sede en el departamento del Guaviare, que dejó a siete 7 uniformados muertos y varios secuestrados. Una cifra más en la máquina diaria de noticias baladíes de la prensa alienante en Colombia.

Disidencias de las disidencias de las mismas disidencias que se volverán a escindir, como un proceso biológico de división celular incontrolado e incontrolable que da en los tumores cancerosos, y nos ayuda a visualizar con una imagen biológica el fenómeno del reciclamiento de la guerra civil permanente que vivimos en Colombia, una vez Simón Bolívar nos sacó de la Colonia española.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.