La pregunta aturde a mucha gente, sin que haya todavía un consenso único respecto a sus características y sus fuentes ideológicas. A ello contribuye, sin duda, Hugo Chávez, quien trata de expresar en cada ocasión lo que debiera ser el socialismo del siglo XXI, sin imponerle un dogma distintivo en medio de las […]
La pregunta aturde a mucha gente, sin que haya todavía un consenso único respecto a sus características y sus fuentes ideológicas. A ello contribuye, sin duda, Hugo Chávez, quien trata de expresar en cada ocasión lo que debiera ser el socialismo del siglo XXI, sin imponerle un dogma distintivo en medio de las distintas definiciones que se le endosan. Para unos, lo que se está conformando en Venezuela no encaja en la denominación de socialismo. Otros menos conservadores optan, por su parte, por arraigarse en la convicción de que se trata realmente de un socialismo nuevo que nace de cero y que, consecuentemente, se diferencia del socialismo real que rigiera en la extinta URSS y Europa del Este, incluyendo Cuba, China y Vietnam que mantienen una estructura socialista. Lo cierto es que algunas de las acciones desarrolladas por el gobierno de Chávez en Venezuela y más allá de las fronteras, podrían indicar, en parte, lo que es este socialismo del siglo XXI. No obstante, si se quisiera sondear en su significado, atendiendo a los cánones socialistas clásicos, éste quedaría ubicado en la órbita reformista. Aún así, esta conclusión representaría una injusticia, ya que algunas de las acciones y propuestas chavistas funcionan como alternativas frente al capitalismo, aún cuando éste no sufra, de modo manifiesto y aceptado, una total deslegitimación, de parte del gobierno o de la población venezolana, es decir, no existe una perspectiva abiertamente anticapitalista, lo que explica la reticencia de quienes, bajo la influencia de Marx, Engels, Lenin, Bakunin, Proudhom o Trotsky, se niegan a asentir que hay una revolución socialista en Venezuela.
Éste es, por supuesto, un debate inconcluso que, partiendo de lo existente, supera el pesimismo y el nihilismo que abrazó a mucha gente a finales del siglo pasado, al implosionar la Unión Soviética y creer que se produjo, de verdad, el fin de la historia, con un liberalismo victorioso y dominante a nivel planetario. En este sentido, se requiere con urgencia de un debate creativo que no eluda la confrontación. Esto incluye lo que no se entienda, sin permitirse cualquier tipo de formalismo y, menos, de dogmatismo. Hay que comprender que el socialismo propuesto para Venezuela se enmarca, en primer lugar, en la lucha de liberación nacional que iniciaron Bolívar y demás libertadores para avanzar en la conquista de la justicia y la igualdad social; así como en la profundización de la democracia popular revolucionaria, de contenido participativo y protagónico, lo que -a final de cuentas- tiene que causar la liquidación total del viejo Estado oligárquico-burgués que aún predomina en Venezuela y, con él, la irrupción de una nueva geometría del poder; pasos que habrían de darse para arribar, definitivamente, a una sociedad socialista inédita y en constante revolución. Esto, sin embargo, no impide que se puedan generar, desde ya, los cambios necesarios -a corto, mediano o largo plazo- que le darán sustentación teórica a ese nuevo socialismo que se busca construir en Venezuela con la participación primordial del pueblo. Algunas iniciativas organizativas (de trabajadores, campesinos, estudiantes, comunidades, grupos culturales y deportivos, de mujeres o de jóvenes) podrían configurarse de modo autónomo, sin depender del Estado, en lo que sería el empoderamiento del socialismo del siglo por parte del pueblo. A esto habría que añadirle lo correspondiente al ámbito militar, en vista del interés de Washington en preservar a Venezuela como «cabeza de área» en la seguridad del hemisferio occidental sur.
El socialismo que se prefigura en la Patria de Bolívar tiene todos los componentes ideales para trocarse en referencia obligada de procesos de emancipación en otras naciones, no sólo latinoamericanas o caribeñas. Esto le plantea no pocos escollos por vencer, entre ellos, la renuencia del imperialismo yanqui y de sus socios europeos en admitir un régimen distinto al representativo, más ajustado a sus convicciones e intereses capitalistas. Tal situación ya ha generado fricciones e, incluso, la tentativa de un golpe militar sangriento que expurgara la sociedad venezolana de elementos de izquierda «inaceptables». De ahí que la confrontación que se da en el ámbito político, tiene una fuerte carga ideológica que, prácticamente, define la suerte del mundo, a pesar de lo exagerado de esta afirmación; cuestión que no ha sido asimilada del todo por los millones de seguidores de Chávez y algunos revolucionarios y que explica cierta ambigüedad al valorar los alcances del proceso bolivariano y su importancia para los pueblos del mundo. Esto explica también la porfiada batalla de los grupos oposicionistas frente a este proceso porque entienden su tiempo está acabando y se otea en el horizonte uno radicalmente nuevo, impulsado por el socialismo del siglo XXI, de manera que el capitalismo sea completamente superado.