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¿Dónde estamos y adónde vamos?

Fuentes: Rebelión

Aunque Arabia Saudita sostenga que la familia real no tuvo ninguna participación en el asesinato de Jamal Khashoggi y afirme que se trató de un crimen premeditado, cometido por agentes que criminalmente sobrepasaron sus atribuciones, por lo que la justicia saudí ordenó el arresto de 18 personas, el The Washington Post escribe que, según la […]

Aunque Arabia Saudita sostenga que la familia real no tuvo ninguna participación en el asesinato de Jamal Khashoggi y afirme que se trató de un crimen premeditado, cometido por agentes que criminalmente sobrepasaron sus atribuciones, por lo que la justicia saudí ordenó el arresto de 18 personas, el The Washington Post escribe que, según la CIA, el crimen fue ordenado por el príncipe heredero Mohammed bin Salman. Sin embargo, queda sin aclarar por qué las agencias estadounidenses de inteligencia no advirtieron a Khashoggi del plan para terminar con su vida ni le protegieron, puesto que, según ese mismo diario, la CIA interceptó conversaciones en las que las autoridades sauditas discutían la manera de capturarlo.

Algo de historia. A fines de la Segunda Guerra Mundial, el Presidente Roosevelt firmó con el fundador del Estado Saudí, el rey Abdulaziz bin Saúd, el «Pacto del Quincy», por el que Estados Unidos, a cambio del petróleo del reino saudí, se comprometía a proteger a la familia Saud, que a su vez ofreció no oponerse a la creación del Estado de Israel en Palestina.

Abdulaziz bin Saúd fue el primer rey de Arabia Saudita, tuvo 32 esposas, 53 hijos y 36 hijas. El actual rey Salman, de 82 años, es el mayor sobreviviente de ellos. El año 2015, el Consejo de Familia de los Saud designó futuros herederos al trono a los hijos del príncipe Nayef y del rey Salman. Posteriormente, Mohamed bin Salman, hijo del rey Salman, se convirtió en el príncipe heredero único.

El 2 de octubre de 2018, el periodista Jamal Khashoggi fue asesinado en la sede del consulado de Arabia Saudita en Estambul. Es nieto del médico personal del rey Abdul Aziz y sobrino de Adnan Khashoggi, que vendió armas durante la guerra entre Irán e Irak y dotó de aviones a la fuerza aérea saudita, es primo de Dodi al Fayed, amigo de Lady Diana. Jamal Khashoggi conspiró contra el príncipe bin Salman y pagó muy caro por ello, fue descuartizado luego de que sus asesinos le cortaran los dedos. Todo fue grabado por los servicios secretos turcos.

En Estados Unidos, la prensa y algunos miembros del Congreso exigen al Presidente Trump adoptar sanciones contra Arabia Saudita, lo que traería cola explosiva. S i EEUU intentara castigar a bin Salman, que ha demostrado ser el que maneja a su país, las relaciones con los saudíes podrían llegar a niveles más que bajos. Turki al Dakhil, consejero del príncipe bin Salman, afirma que Arabia Saudita puede echar abajo el orden mundial si es que Estados Unidos adoptara sanciones en su contra. Lo que no es tan difícil: podría reducir la producción de petróleo y provocar que su precio llegue a los 200 dólares por barril; podría no aceptar que le paguen por el petróleo en dólares estadounidenses, con lo que finalizaría la hegemonía mundial de esa moneda; podría establecer buenas relaciones con Teherán, como las que tuvieron en la época del shah; podría permitir que Rusia abriera una base militar en la frontera saudita con Siria, Líbano e Irak; podría comprar armamento a Rusia y China; amén de un sinfín de diabluras semejantes.

Como mejor es evitar que remediar y l os lazos entre el reino Saudí y EEUU son semejantes a los que existen entre enemigos íntimos, cuando las apariencias engañan, y como además EEUU no tiene amigos ni enemigos sino intereses, Trump se olvidó de los famosos derechos humanos y, con lo pragmático que es, afirmó que la CIA no tenía una respuesta definitiva sobre si el príncipe bin Salman conocía sobre este asesinato, reconoció que «el príncipe heredero lamentó la muerte del periodista y odia esto más que yo… Tal vez, el mundo deba rendir cuentas, porque el mundo es un lugar despiadado.» Añadió que «Estados Unidos tiene la intención de seguir siendo un firme socio de Arabia Saudita para garantizar los intereses de nuestro país, Israel y todos los demás socios en la región».

Por lo visto, no le importó que lo acusaran de minimizar la gravedad de este crimen y de ocultar la responsabilidad de los culpables; ni que el Comité del Senado de EEUU para Relaciones Internacionales le exigiera responder claramente si bin Salman había dado la orden de asesinar a Khashoggi; menos aún podría importarle que Mevlut Cavusoglu, Ministro de Relaciones Exteriores de Turquía, aseverara que el Presidente Donald Trump se hace «de la vista gorda» y no le da importancia a este caso, pese a que la CIA ha grabado una conversación telefónica en la que se escucha al príncipe Mohamed bin Salman dar la orden de «silenciar a Jamal Khashoggi lo antes posible»; tampoco le puede importar que gran parte de los países europeos suspendieran la venta de armamento a Arabia Saudita ni que sus posiciones y medidas que adopta hagan que muchos de sus más firmes aliados se alejen cada vez más de EEUU. Nada de eso le importa porque lo importante son los negocios multimillonarios de EEUU, si es posible con el mismo demonio. Ahora mismo, Trump elogia a ese país por la caída del precio del petróleo. Escribe: «¡Genial! Como un gran recorte de impuestos para América y el mundo. ¡A disfrutar! 54 dólares, estaba en 82 dólares. ¡Gracias a Arabia Saudita, pero hay que seguir bajando!»

No le exijan más a Trump , ese es su mundo. A futuro planifica convertir a EEUU en un proveedor de combustibles fósiles, incluido el carbón, y obtener así no sólo la independencia energética de su país sino dominar el mercado de energía del resto del mundo. Para ese entonces, no va a importar le explotar sin misericordia los recursos naturales ni arrojar a la basura el Plan de Energía Limpia, más bien impondrá fuertes aranceles a la importación de todo lo que le moleste, va a mantenerse firme en el repudio al Acuerdo de París y, en general, va a permitir que las empresas hagan lo que gusten con la naturaleza con tal que creen puestos de trabajo. Para ello, va a vincular la seguridad nacional con su política energética, sin que le importe lo que digan los ecologistas, los pueblos nativos, los agricultores y todos los que se opongan a su plan para derrotar a sus principales competidores del mercado.

Por eso necesita aliarse con Arabia Saudita, para cumplir con el ultimátum que le dio al mundo: no le compres petróleo a Irán si quieres evitar sanciones. Como para combatir la ilegalidad que EEUU le impone, a Irán no le quedaría otra medida que cerrar el Estrecho de Ormuz, colocando minas y, posiblemente, atacar las tropas de la OTAN que se encuentran en la zona, con lo que los precios del petróleo subirían sin parar y el mundo se encontraría al borde de la apocalipsis. Si además, Arabia Saudita cumple con la amenaza de reducir la producción de petróleo y establecer buenas relaciones con Teherán, a EEUU le quedaría sólo Israel de aliado en el Oriente Medio. Así están las cosas y hay que darle tiempo al tiempo para ver en qué terminan.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.