«Los hombres que quieren ser feministas no necesitan que se les dé un espacio en el feminismo. Necesitan coger el espacio que tienen en la sociedad y hacerlo feminista». Kelley Temple
Esta opinión ha generado distintas reacciones que deseo destacar: – Justificación de mujeres que enfatizan ejemplos minoritarios de hombres defensores de los derechos humanos de las humanas en espacios feminizados, lo que en mi opinión les confiere a éstos cierto halo de heroísmo y valor añadido que explicaré más adelante. – Conceptualización política de la cuestión por parte de las feministas que se oponen a la lógica de exaltación e individualización del discurso «conozco a un hombre que es más feminista que Kate Millet». Y es que las feministas tenemos razones para tener una mala opinión de los hombres en general e incluso licencia para ser misántricas con aquellos que nos violan, nos matan, nos prostituyen, nos venden, nos discriminan.
Tenemos el derecho y la obligación de no defender a quienes poseen todos los privilegios, bastante tenemos con ese pacto de caballeros que funciona a la perfección. Además, llevamos en nuestro ADN feminista, que defender políticamente a quienes poseen todos los privilegios es una mala estrategia, sobre todo cuando la defensa se esgrime desde la parte oprimida. Si realmente los hombres tuvieran mayoritariamente un compromiso político y social para erradicar la violencia, optarían por otro modelo de acción. Pero incluso aquellos que minoritariamente se implican, lo hacen desde la posición más fácil y rentable, trabajando en nuestros espacios de denuncia y de reflexión y no en los suyos donde ejercen la violencia, a pesar de saber que son los espacios masculinizados como prostíbulos o campos de fútbol, donde deben increpar a los suyos, denunciando o sensibilizando u organizándose contra sus privilegios.
Esto lo he observado en innumerables actos académicos y sociales, donde se debatía y teorizaba entre otros, sobre feminismo, violencia machista o explotación sexual contra mujeres y niñas. En estos espacios, ha ido aumentado la presencia y representatividad de hombres expertos que proyectan una imagen de diversidad e igualdad y a los que se asigna un valor adicional de calidad y maestría por el mero hecho de ser hombres (digo valor adicional porque muchas de sus propuestas ya las ha elaborado el movimiento feminista hace años). Ese valor adicional o añadido, deriva de poner en boca de un hombre lo que llevamos diciendo las mujeres y se incrementa cuando se expresa en mesas de expertas o en medios de comunicación. Constituye además un valor «excepcional» el disertar y teorizar sobre las violencias o desigualdades de las que somos objeto y ellos sujetos, convirtiéndose en héroes del feminismo, a pesar de ser nosotras las que nos jugamos la vida al oponernos al sistema patriarcal. – Ausencia de posicionamiento y organización colectiva de aquellos hombres que dicen ser igualitarios y estar en contra de la violencia machista (omito la posición de los machistas manifiestos por cuestiones obvias).
En este caso, los hombres que dicen ser igualitarios cuando se sienten interpelados por esta pregunta, articulan un discurso circular caracterizado por el malestar que les genera nuestra ingratitud al cuestionar su rol de «héroe indulgente del feminismo». También una confusión por decirles que «no es suficiente y no están donde deben están» y finalmente un intento de delegación de responsabilidades en las mujeres con el objeto de indicarles la hoja de ruta en la lucha contra la violencia machista. Pero como no se trata de «pagarles con la misma moneda» y hacer mansplaining indicando un camino que ya conocen, ni tan siquiera excluirles de nuestros congresos y seminarios (siempre es positivo aprender del movimiento feminista y escuchar sus voces), no es de recibo por la propia obviedad, decirles cómo se tienen que organizar con los suyos o como elaborar estrategias de intervención en esos espacios de violencia y de machismo, en sus propios espacios.
Lo que sí podemos exigirles es el debido paso hacia adelante más allá de las meras palabras vertidas en nuestros espacios de lucha. Sé que pueden si quieren, están habituados a ello, la historia de la humanidad muestra cómo han sido capaces de organizar ejércitos numerosísimos de hombres para múltiples batallas ¿se han preguntado las razones por las que en ésta no ha sido así? Si ustedes estuvieran comprometidos inequívocamente en la lucha contra las violencias machistas de forma mayoritaria le puedo asegurar que esta violencia sería minoritaria o inexistente.
Es evidente que hay acciones que no se ven pero tienen un importante impacto social en la vida de las mujeres y se pueden medir, por ejemplo en la disminución de la demanda prostitucional o los feminicidios. Por ello, sí que podemos pedirles que se dediquen a hacer feministas sus espacios machistas y no a liderar los nuestros, no es una buena estrategia para combatir de verdad la desigualdad y la violencia.
Se lo pedimos porque además de tener las máximas posibilidades de liderar los suyos (que no son pocos) tienen la exigencia ética de liderar «el único espacio que han abandonado» el de la lucha activa para erradicar el machismo y esto va mucho más allá de impartir conferencias, hacer estudios sobre nosotras y de una mera performance de la igualdad.
Fuente: http://www.tribunafeminista.org/2017/04/donde-estan-los-hombres-que-dicen-estar-en-contra-de-la-violencia-de-genero/