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Circular de Opinión de la Organización Comunista Libertaria de Chile

Dos caminos para la izquierda: sumarse a un nuevo pacto social o crear poder popular

Fuentes: Rebelión

Aunque a muchos sorprenda el nivel y la envergadura que ha tomado la acción directa de masas de una franja de los trabajadores chilenos, esta situación no es nueva, como así tampoco creemos que responda a eventualidades tales como altas expectativas salariales de los trabajadores, que ven a los dueños del capital ganando exorbitantes cifras […]

Aunque a muchos sorprenda el nivel y la envergadura que ha tomado la acción directa de masas de una franja de los trabajadores chilenos, esta situación no es nueva, como así tampoco creemos que responda a eventualidades tales como altas expectativas salariales de los trabajadores, que ven a los dueños del capital ganando exorbitantes cifras mientras para ellos no chorrea nada. No, no es una situación nueva, más bien una extensión, intensificación y profundización, de las movilizaciones de masas que se vienen produciendo desde el 2002 en adelante. Recordemos que hasta el año pasado los sectores organizados del activo popular, concentrados en la reivindicación por una vivienda digna y sectores estudiantiles dieron fuertes luchas al modelo dominante, siendo su clímax la denominada «Revolución Pingüina» del año pasado. No podemos caer en una reducción y sectorización de las luchas sociales, sino más bien, entender que estas expresiones de rechazo al modelo se han ido enfrentando sectorialmente, pero en diferentes momentos han tocado al conjunto de la clase trabajadora.

Lo nuevo de las actuales movilizaciones, es que quienes salen a la calle hoy son ni más ni menos que los pilares de aquel modelo, es decir, los trabajadores de los sectores estratégicos de la economía chilena, y más aún la gran base proletaria circunscrita a los subcontratados. Por tanto, a la hora de comentar el actual momento de la lucha de clases debemos de considerar la extensión de esta coyuntura, determinada por la reactivación de la lucha de masas del movimiento popular en una etapa de construcción de fuerza revolucionaria. Sin embargo, este movimiento no se da únicamente a nivel de la reivindicación económica, sino que también toca a la elite política del Bloque Dominante chileno, y también a las subjetividades que se han articulado en el seno de la clase trabajadora chilena.

Los límites materiales de la matriz primario-exportadora neoliberal chilena

Que hayan sido los trabajadores estratégicos para la economía los que han irrumpido con gran fuerza en este año, no responde a la «falta de liderazgo de la presidenta chilena», como insinúa la derecha chilena, tampoco a la falta de una ética empresarial como ha querido manifestar la iglesia; menos aún a la necesidad de reformar el actual modelo como han planteado los neoliberales menos ortodoxos dentro de la concertación. La gran verdad que encierra la actual coyuntura, es la más fiel manifestación de los límites del actual modelo.

Sólo una economía que mantiene equilibradas sus cifras macroeconómicas a costa de la pobreza del 80% de la población, se permite ahorrar el 1% del PIB como superávit gracias a los excedentes del cobre, a la vez que muestra al mundo su «efectividad en el combate a la pobreza» reduciendo la cifra de 5 millones a aproximadamente 2 millones de pobres en los últimos 10 años. La fórmula del éxito en estos días salta a la vista: alta inversión extranjera, legislación laboral a medida de los empresarios, sueldos de hambre y gastos sociales «focalizadísimos» (a fin de evitar una crisis inflacionaria mayor), adornados con indicadores sociales obsoletos, congelados en otro momento histórico de nuestro país que no dan cuenta de las necesidades en la actualidad.

De esta forma podemos deducir que el problema estructural del modelo no se agota en la notable desigualdad social, sino que ésta es una de las causas. El problema al que nos enfrentamos es un problema de Poder, en que la esfera de las decisiones públicas es de la privativa competencia de la elite política y económica, los que en una estrecha alianza de clases se han convertido en un Bloque Dominante. Por tanto, es fundamental que aquellos que aún creemos en el cambio revolucionario, entendamos que ni la modificación de ciertas leyes, ni el establecimiento de un «Nuevo Pacto

Social» o una «Nueva Ética», acabarán con la desigual distribución de la riqueza, sino que ésta se terminará en tanto nos apropiemos de ella, y en este caso el primer paso es entrar a cuestionarse el problema del poder y la necesidad de un nuevo proyecto histórico, clasista y libertario.

La capacidad de respuesta del movimiento popular ante la inminente crisis del neoliberalismo chileno, radica justamente en la medida en que las franjas clasistas nos convoquemos como un bloque genuinamente antagónico al bloque dominante. Así, en el caso de los trabajadores clasistas de los sectores estratégicos, la capacidad de comprender su rol fundamental (su PODER estratégico) en el marco de una economía primario-exportadora, les permitirá reconocer que su fuerza social acumulada (en poder de masas), puede arrastrar a la otra gran franja de precarizados (desempleados, profesionales precarizados, trabajadores por cuenta propia) e ir atacando como clase los basamentos del actual modelo.

El «Pacto Social», la estrategia del Bloque Dominante para la estabilidad

Como veníamos desarrollando en los análisis anteriores, en el último tiempo y al calor de las movilizaciones de masas, la elite política del bloque dominante ha gritado a todo pulmón la necesidad de un nuevo pacto social entre trabajadores, gobierno y empresarios, teniendo como precedente el gran acuerdo social conseguido a inicio de los años noventa con Manuel Bustos a la cabeza de la CUT, pacto social que dejó tendido el camino a la deslegitimación del sindicalismo chileno, y dio su aprobación a la más aberrante explotación de la clase trabajadora en los últimos cuarenta años de historia chilena.

En el actual momento del país, refundar este pacto en el marco del agotamiento del modelo no se ve como una tarea imposible para el Bloque Dominante, en consideración del piso que hoy le permite plantearlo: Con un superávit fiscal que permite descomprimir conflictos focalizados (léase presupuesto 2008 y aumento del gasto social), con la CUT como el único interlocutor «representativo» de cierta parte de los trabajadores chilenos, un PC que busca su inclusión en el sistema democrático burgués y cuando ciertas franjas de la elite política se cuadra (junto a la CUT) en la búsqueda de una reconfiguración «ética» del modelo. En este sentido, hablar de un nuevo pacto social significaría hablar de un pequeño maquillaje a ciertas reivindicaciones sentidas por los trabajadores, como el salario, además de avanzar en «mejoras» a las condiciones en las relaciones entre empresarios y trabajadores, nada de nuevo, una ley por acá, otro partido en el sistema representativo por allá y todo seguirá igual.

Con todo, el único actor que se inhibe de participar activamente en esta componenda es la Confederación de la Producción y del Comercio que, sin embargo, ve sus intereses representados ampliamente en el Consejo Asesor Presidencial para la Equidad. En este orden de cosas es el ex presidente de la CPC, Juan Claro, (y no el actual) quien ofrece una Mesa de Dialogo a la CUT, la que es acogida por Martínez… Como decíamos en agosto.. ¿y cuanto le va a durar a la CUT su «rebeldía?, ¿Cuánto iba a tardar la burocracia en reconocer la necesidad de un nuevo pacto social para la estabilidad?: exactamente 1 mes y medio.

El gran problema que enfrenta nuestra clase trabajadora en el actual momento, es la falta de un referente de masas sindical clasista que aglutine a los sectores que priorizan la lucha social por sobre la conciliación y que abran la posibilidad de negar este pacto social, generando las bases de la unidad clasista en el seno de nuestro pueblo y de esta forma enfrentar la crisis estructural del modelo de acumulación neoliberal. Aún reconociendo que estos sectores representan un número reducido de la realidad social, cada día son más los que con decidida voluntad han demostrado su capacidad de presión al Bloque Dominante. Por tanto, la tarea es concertar el encuentro de estos sectores, cuya unidad se establezca por la necesidad de impulsar demandas tácticas en agendas claras, en orden a luchar desde un perspectiva clasista y que apunten a develar los límites estructurales del modelo, pues en razón de estas sentidas necesidades vamos a poder construir una unidad real (y no meramente proclamativa, vacía), sabiendo que sólo la lucha nos permitirá avanzar en la construcción organizada de un proyecto popular que se plantee la superación histórica del capitalismo.

Dos caminos a la izquierda: Conciliación de clases o lucha de clases

De esta forma las organizaciones de la izquierda críticas al modelo neoliberal y de los sectores sociales en lucha, tienen dos posibilidades: concertar un nuevo pacto social con el Bloque Dominante, o avanzar definitivamente en la construcción de poder popular revolucionario.

Es aquí donde se hace necesario tener ciertas claridades. La reactivación del movimiento de masas hoy es percibida por el reformismo como una bisagra para instalar la necesidad de transformaciones en el ámbito político electoral como lo es la inclusión del PC y el JPM (Juntos Podemos Más) al sistema democrático burgués, a fin de condicionar un nuevo pacto social con el bloque dominante. Otra variante del pacto social, pero en un sentido más estratégico para el bloque dominante, es la Asamblea Constituyente, que pregonan desde el reformismo (en el marco del ascenso de dichas expresiones en la escena latinoamericana) y ciertos sectores de intención revolucionaria, que ante la falta de incidencia en la lucha de masas la formula como una salida «por arriba» al problema de la construcción del proyecto popular. La alternativa de una Asamblea Constituyente hipoteca la acumulación de fuerza social anticapitalista a la capacidad de representación político-institucional, subsumiendo al pueblo a la categoría subalterna de ciudadanía, a la vez que obvian las condiciones materiales del marco institucional dictatorial del Estado de Chile. De esta forma debemos apelar a la «constitución», pero de un bloque antagónico al de las clases dominantes y el imperialismo, sentando las claridades sobre la idea de combatir el Pacto Social como salida a la crisis del modelo, al tiempo que profundizamos con fuerza la construcción de un nuevo proyecto histórico desde el seno mismo del movimiento popular.

Anteponer la organización y la fuerza de la clase, a la fuerza del Bloque Dominante y los aspirantes a él, es una tarea inmediata para la izquierda de intención revolucionaria. Bien sabemos que el Bloque en el Poder avanza con mayor rapidez y cohesión que el campo popular, por ello debemos ser capaces de reconocer las nuevas condiciones al interior del movimiento popular y darle coherencia a sus expresiones despuntantes. En tanto tengamos la claridad suficiente de nuestro horizonte de la necesidad de la construcción de un bloque antagónico a las clases dominantes en el seno del movimiento popular, y planteemos tácticas correctas para alcanzarlo, que unifiquen y fortalezcan al movimiento de masas, es que podremos ir configurándonos como una fuerza constructora de un nuevo proyecto histórico. En este sentido, nos queda un solo llamado, salir a combatir por las demandas tácticas develando la inminente crisis del modelo, tendiendo a construir espacios para la lucha y la unidad programática clasista, y de esta forma, superar el economicismo, el sectorialismo y la inmediatez de las reivindicaciones.

¡¡¡ NO A LAS ALZAS, NO AL PACTO SOCIAL, A CREAR PODER POPULAR !!!

¡¡¡ POR QUE EL MODELO NO CEDERÁ, AVANZAR EN LA LUCHA POPULAR !!!

¡¡¡ ARRIBA LOS QUE LUCHAN !!!

¡¡¡ VENCEREMOS !!!