El martes 26 de julio dos muertes llegaron en medio de tantas miles de muertes que viven llegando a Colombia. De madrugada una y casi de noche la otra. En dos ciudades distintas y distantes entre sí como lo son la fría Bogotá y la calurosa Barranquilla. Y de dos personajes tan radicalmente diferentes en […]
El martes 26 de julio dos muertes llegaron en medio de tantas miles de muertes que viven llegando a Colombia. De madrugada una y casi de noche la otra. En dos ciudades distintas y distantes entre sí como lo son la fría Bogotá y la calurosa Barranquilla. Y de dos personajes tan radicalmente diferentes en lo social, lo ético y lo trascendente.
A las cinco de la mañana moría el cantante Joe arroyo y al caer la tarde políticamente moría el ex ministro Andrés Felipe Arias.
Joe Arroyo proviene de un hogar de humildad histórica. Un hogar de Palenque de San Basilio, uno de esos refugios rudimentariamente hechos escondite y fortaleza por los negros que rompían sus cadenas y lograban huir de las haciendas esclavistas. Siendo niño aún le llevaron a cantar a un burdel de mala vida y desde ese momento empezó una carrera artística meteórica que lo llevó a convertirse en uno de los iconos del son y la salsa latinoamericana. No fue a ninguna academia, ni escuela. La inspiración de temas y sonidos le llegaba con los ruidos de la noche. Su música nos contó siempre del dolor de los oprimidos. Su canción «Rebelión» es un himno inmortal en contra de la esclavitud. Su producción musical fue inmensa y supo recoger diversos aires del folclor colombiano. Proporcionó alegría a millones y «muchos, aprendimos a bailar salsa con él», recordaba un amigo.
Andrés Felipe Arias fue siempre un niño consentido por la fortuna. Estudió en los mejores colegios y se graduó en una excelente universidad privada, además de realizar estudios de posgrado en caras universidades extranjeras. Su pensamiento económico se formó haciendo una pasantía en Washington con el Fondo Monetario Internacional. Desde muy joven entró a la alta burocracia estatal y cuando solo tenía 31 años ya era Ministro de agricultura. Se convirtió en el ministro estrella de Álvaro Uribe quien lo señaló como su sucesor. Fue un aguerrido militarista y militante furioso contra la paz y los acuerdos humanitarios. Convirtió al uribismo en un dogma y a Uribe en un dios al que imitaba en cuanto pudiera. Su tesis económica era simple y muy pragmática: hay que subvencionar a los ricos porque ellos son los que saben producir riquezas. Por ello se dedicó a entregarles a los ricos las tierras expropiadas a los narcos que deberían pasar a los desplazados y los subsidios para el incremento agrícola no solo fueron para los ricos sino para sus amigos políticos, que financiaban su aspiración presidencial, que quedó trunca al perder, por muy pocos votos, la consulta interna del partido conservador. Hiso feliz a unos pocos e infelices y desgraciados a millones. Al caer la tarde del martes 26 ingresó a una cárcel destinada a los corruptos y «ladrones de cuello blanco».
Joe Arroyo ha entrado a al Olimpo de los dioses de la música y sus creaciones cobrarán cada día más fuerza y valor.
Arias ha entrado a la oscuridad del olvido.
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