«Hombres y mujeres del país: El ELN se une a los que le declaran la paz a Colombia, por la justicia y equidad social, por la democracia y la soberanía, convencidos que la paz, es una tarea en la que nadie puede reemplazar al pueblo y la nación. A la paz y a la vida los elenos le daremos todo».
A propósito de la paz en Colombia, cabe señalar la conocida afirmación de que cada cual entiende las cosas según su condición de clase, aunque no faltan las excepciones que confirman la regla.
El presidente Pastrana llegó a la Presidencia enarbolando la bandera de la paz, y el Presidente Uribe lo hizo, haciendo sonar los clarines de la guerra.
Los dos son defensores de una clase dominante que no han tenido vergüenza en convertir la política en una práctica sucia y macabra, donde el crimen, la tramoya, la mentira y la corrupción, se exhiben en las corbatas empresariales e institucionales y en las charreteras de sus Fuerzas Armadas. Si se hiciera un examen un poco riguroso, no dejaría títere con cabeza. Hay que recordar que Colombia es uno de los países más corruptos del planeta.
Así los dos expresidentes hayan enarbolado banderas diferentes, el objetivo del mandato que les entregó la oligarquía fue derrotar la lucha y rebeldía de un pueblo agobiado y cansado de ser el objeto sobre el que cabalga la clase dominante, y de los mecanismos con que fortalece su poder y acumula su riqueza.
La falsa paz enarbolada por los representantes de la clase dominante, y la intromisión del imperialismo en los asuntos internos de nuestro país, condujeron a la profundización de la crisis actual e impidieron que se avanzara en la solución al conflicto social y armado de más de medio siglo, cuando la guerrilla tenía la voluntad de llegar a un acuerdo.
A la clase en el poder la tiene sin cuidado la tragedia que sufren las grandes mayorías de la Nación, si se tiene en cuenta que la vía adoptada por ella para fortalecer su poder y acrecentar la riqueza ha sido la violencia en todos los tiempos. Ocho guerras civiles en el siglo XIX, sesenta años de la guerra ininterrumpida en los siglos XX y XXI, junto a su entrega apátrida a los intereses de potencias extranjeras. El presiente Santos expresó sin tapujos en la fracasada Cumbre de Cartagena, la complacencia de ser usados por el gobierno de Estados Unidos, en sus planes imperialistas contra los pueblos y gobiernos del Continente.
El pueblo y la clase media que son quienes sufren los efectos de la guerra, no quieren que siga esta pesadilla que representa espanto, terrorismo de Estado, masacres, torturas, falsos positivos, criminalización de la protesta, desplazamiento, miseria, cárcel y exilio entre otros.
En consecuencia el pueblo no puede quedar esperando que se pare la guerra y se construya la paz, mientras el país esté regido por esta clase dominante que se impuso por la fuerza, desde los lejanos días en que traicionó los sueños e ideas del Libertador Simón Bolívar y convirtió a Colombia en una Narco-República, donde la explotación, represión, corrupción y el terrorismo de estado son la formula que la empotra en el poder.
Vemos necesario que queden muy claro y preciso ante la opinión nacional e internacional de qué Paz hablamos los luchadores populares, cual es la paz que entendemos los que estamos desde la esquina de los desposeídos y marginados, y establecer así las diferencias con la paz de que habla la oligarquía, sus medios de comunicación y sus voceros, beneficiarios de la guerra.
Hacemos recordación que Juan Manuel Santos fue «el excelente» ministro de defensa del Presidente Uribe que se enorgulleció del ataque a la hermana república del Ecuador. Hoy como Presidente se autoproclama como cualquier emperador, con la potestad de decidir en que momento abre la posibilidad para la paz de Colombia, violando la Constitución que consagra el derecho de todos los colombianos y colombianas a buscar la paz. En forma reiterada Santos ha dicho que, «la paz se alcanza cuando hayamos derrotado a los terroristas, en ello seremos implacables y no nos temblará la mano».
¿A cuales terroristas se refiere Santos? ¿A todos los que luchan, de la forma que sea necesaria, por construir el nuevo país?: ¿A quienes combaten desde las guerrillas a las fuerzas represivas y enarbolamos banderas de justicia y libertad?, ¿a quienes protestan, marchan, hacen paro, mitin y huelgas obreras?.
El gobierno califica las expresiones de rebeldía y resistencia popular de actos terroristas, o cuando menos los tilda de impulsadas o infiltradas por el terrorismo, colocando a sus dirigentes en la mira del sicariato paramilitar. Los ejemplos sobran y son de manejo público.
La paz enarbolada por el Presidente Santos, es la misma del ex presidente Uribe y los guerreristas del país, sinónimo de pacificación y exterminio de la oposición al régimen, persecución a cualquier pensamiento democrático, de continuación y profundización de la guerra. En su cabeza no les cabe los cambios que Colombia necesita, sino un país hecho para el beneficio particular de los grandes potentados.
En consecuencia, mientras esta concepción sea la que gobierne el país, todo seguirá igual y en bien de la oligarquía, pero mal para el pueblo y la nación. La lucha y resistencia continuarán su camino porque este pueblo no se someterá mansamente a los designios de los poderosos, y estos para mantenerse en el poder, seguirán recurriendo a la barbarie de la guerra como manera de contener las justas aspiraciones populares.
Causa dolor ver que frente a esta realidad algunos académicos, conocedores de la historia y la sociedad colombiana, que se ufanan de ser de izquierda, estén haciendo causa común con la oligarquía en la lógica de que, para alcanzar la paz, es necesario que las guerrillas renuncien a las banderas de justicia social y democracia, que se desmovilicen y se entreguen. Esta formula de vieja data es de ingrata recordación, y quienes piensan en ella se les olvidó la trágica historia colombiana.
Al lado de esto, es alentador que en medio de la terrible crisis política y social que vive Colombia, esté surgiendo una corriente política y social de mujeres y hombres en nuestro país y fuera de él, que consideran que para construir la paz, esta debe enrumbarse por Una Salida Política al Conflicto Social y Armado que padecemos.
Este punto de vista está creciendo, desafiando las descalificaciones del gobierno y los voceros mediáticos de la oligarquía; encuentra cada vez mas respaldo social, mas audiencia y mas espacios para plantear la paz como sinónimo de cambios estructurales, de justicia y equidad, democracia y soberanía.
El ELN saluda positivamente esta manera de ver la superación de la guerra y concebir la paz; hace votos porque esta corriente política y social crezca y se llene de pueblo. Así mismo y en correspondencia con ella, se dispone a aceptar los retos que ello implica y a intercambiar con todas y todos quienes tienen este punto de vista, para buscar consensos, caminos y perspectivas.
Estamos convencidos que el camino y futuro de Colombia es la paz y no la guerra; y tenemos disposición de dialogar, con aquellos que nos declararon la guerra y motivaron nuestro levantamiento en armas, pero sin condicionamientos, de cara al país y donde todas y todos los colombianos asuman su papel de sujetos activos, en las búsquedas de futuro para el país y la nación.
Estamos de acuerdo con quienes plantean que una mesa de diálogos aislada, en solitario entre el gobierno y la insurgencia, no logrará la paz. Por lo tanto se requiere que esos diálogos sean acompañados y respaldados por la sociedad, dinamizados a través de las organizaciones populares y sociales, donde éstas se expresen y definan el futuro que nos pertenece.
Solo en ese ejercicio democrático, que tenga como objetivo construir la paz, será posible abrazar un futuro cierto para todos los colombianos
Si la clase en el poder y el gobierno que la representa no entienden esta urgencia, persisten en el guerrerismo y en negarse a ser interlocutores para LA PAZ, el pueblo y la nación deben empeñarse en trabajar por un Nuevo Gobierno, que haga suyo el objetivo de la paz, entendida como superación de las causas originarias del conflicto actual.
Hombres y mujeres del país: El ELN se une a los que le declaran la paz a Colombia, por la justicia y equidad social, por la democracia y la soberanía, convencidos que la paz, es una tarea en la que nadie puede reemplazar al pueblo y la nación. A la paz y a la vida los elenos le daremos todo.