Para mañana domingo 16 de mayo se ha previsto un encuentro del flamante Comando Nacional del Paro con el señor Ivan Duque para iniciar una “negociación” de un Pliego formulado desde 2019, después de las grandes acciones de masas del mes de noviembre de aquel año.
A lo largo del 2020 esas demandas fueron desconocidas por el gobierno cuando no ridiculizadas por el delegado presidencial para los “diálogos”, el actual Ministro de la Defensa, Diego Molano, la ficha uribista encargada de la violenta represión contra las actuales manifestaciones de protesta en curso desde el pasado 28 de abril, día en que se desato una huelga general y una revuelta popular contra el régimen político dominante.
Sobre lo que está ocurriendo en Colombia hoy hay muchas conjeturas y cálculos que conviene definir en los términos de lo que pueda suceder hacia el futuro pensando en los cambios que deben darse para superar la actual crisis estructural que invade a la sociedad, el Estado y el régimen de dominación oligárquica.
Las preguntas que surgen son varias ¿Cuál es la fuente de la presente explosión política y social? ¿Quiénes son los protagonistas de la revuelta popular? ¿Cuáles son las tendencias en el bloque social que protagoniza la masiva insubordinación popular en curso? ¿En qué dirección actúa el Estado y los clanes que lo controlan y manipulan?
El sustento de la actual explosión social hay que localizarlo en la tremenda crisis económica, social y sanitaria asociada con la pandemia derivada de la difusión del coronavirus que se ha llevado la vida de más de 80 mil personas, colocando a Colombia en los primeros lugares (con la India, Brasil y Usa) de las naciones más afectadas por el C19, consecuencia de la desastrosa gestión gubernamental invadida por la corrupción y el favorecimiento de los bancos y los capitales financieros que han hecho su agosto con los fondos oficiales apropiados para atender la crisis sanitaria.
Además de este aspecto coyuntural hay que tener en cuenta que la actual movilización es resultado de haber madurado, durante décadas, profundos procesos regionales y sectoriales en que caracterizados núcleos del pueblo se han enfrentado a las distintas formas de dominación política oligárquica y burguesa.
No obstante, la convocatoria hecha desde el sector sindical tradicional y de otras organizaciones sociales, los principales protagonistas del actual Paro son los jóvenes afectados por la quiebra del modelo neoliberal, entre quienes se encuentran los profesionales en bancarrota y los desempleados de siempre o “precariado” sin futuro.
La masa constituida por dicha juventud es la que se ha lanzado a las calles protagonizando duros enfrentamientos con el Estado y sus aparatos de represión, tal como lo hemos podido observar en Cali, Bogotá y Popayán. En muchos casos se trata de acciones espontaneas, de revueltas tumultuosas con resultados trágicos, que al día de hoy se cobran casi cincuenta víctimas fatales, con torturas y violaciones sexuales por parte de integrantes de los cuerpos policiales, desatando la ira popular con quemas de sedes policiales como las que se presentaron anoche en la ciudad de Popayán.
Para decirlo de manera escueta en este punto, en Colombia más que una revolución en sentido estricto lo que ha ocurrido en estos 15 días de alzamientos es una revuelta con muchos actos espontáneos, que ciertamente han logrado resultados importantes como la caída de la reforma tributaria y la defenestración de varios ministros del gabinete del señor Duque, aunque sin afectar seriamente el mecanismo de la dominación y la hegemonía de la casta oligárquica.
En el actual estado de agitación y revuelta aún no está claro el objetivo estratégico del cambio que demanda Colombia en su sociedad y en el Estado para que la crisis pueda superarse en los términos de lo que sería un poder popular que destruya la dominación oligárquica.
Ciertamente hay un repudio masivo del gobierno de Duque, de Uribe Vélez y de las fuerzas políticas de ultraderecha hegemónicas.
La gente quiere un cambio y pide la renuncia de Duque, con el encarcelamiento de Uribe, al tiempo que presiona para que se elimine el Esmad y demás aparatos policiales de represión y violencia contra los jóvenes.
Sin perder la conexión con la realidad, en el actual cuadro de correlaciones de fuerzas, no se debe ignorar que los más importantes recursos de poder político, como lo son el Estado, el gobierno y el Ejercito son controlados monolíticamente por la ultraderecha fascistoide uribista.
Desde el Estado y las esferas gubernamentales está en curso un juego de maniobras con “diálogos”, “negociaciones” y violentas arremetidas del ejército, la policía y las redes neparamilitares urbanizadas.
Duque ha mostrado en las últimas horas un inusitado interés por realizar “negociaciones” con el Comando Nacional del paro, haciendo llamados de urgencia que han sido atendidos por los líderes sindicales; de manera simultánea, desde la Casa de Nariño se han anunciado medidas para implementar la gratuidad de la matrícula universitaria y organizar diálogos departamentales con grupos juveniles para aplacarlos en su ira. El propio Uribe Vélez ha centrado su gestión política en proponer un catálogo de medidas “populistas” para contener el descontento que hace tambalear la maquina gubernamental.
Sin embargo, estas maniobras con y desde el Estado no parecen ser suficientes para sortear la crisis que sacude el país. El paro sigue su curso y se expresa de múltiples formas con bloqueos de carreteras, cierre de ciudades, plantones y marchas campesinas como la que registra hoy Villavicencio con la masiva presencia de campesinos y cocaleros del Guayabero, el sur del Meta y Guaviare.
Las movidas de Duque y el uribismo muestran un cierto grado de elasticidad dado el musculo del alzamiento social. Así, se adelantan contactos con expresidentes díscolos como Cesar Gaviria, se hacen reuniones con una coalición de Centro como la de la Esperanza (Fajardo, de la Calle y Robledos), se convoca a gremios empresariales, a la jerarquía católica, a la ONU y a dirigentes locales, se descartan Ministros como la Canciller y posiblemente el Ministro de la Defensa y hasta el senador Petro entra en este juego de apaciguamientos pidiendo canticos y abrazos para la policía asesina de jóvenes y trabajadores porque sabe que a sus cálculos electorales para el 2022 no le sirve una sorpresiva interrupción de la presidencia de Duque. Por eso es que Petro le pide a Duque que se libere de Duque y acoja sus propuestas mostrando así la falta de coherencia y el oportunismo quienes son adictos al voto y el juego electoral liberal.
Desde luego, no podemos olvidar que en todos estos desplazamientos el papel fundamental lo tiene el Ejercito, el dispositivo más organizado de las estructuras de poder. Aspecto que lo tiene muy claro Uribe cuando pide la acción contundente de los mandos militares adheridos a la retórica fascista del expresidente de marras.
Claro que la situación en curso demanda mirar los otros elementos de la convulsa coyuntura. La huelga y rebelión no se detiene y cada diá cobra más fuerza.
Es bastante probable que la huelga alcance nuevos niveles con Asambleas y cabildos populares en los municipios y departamentos, para que desde estos escenarios surjan otras modalidades de combate que se lleven por delante las infraestructuras de dominación, incluyendo el Comando nacional del paro y hasta el propio liderazgo del señor Petro, afectado por notorias omisiones como su silencio cómplice con el Alcalde de Cali, quien ha sido objeto de la rechifla y el repudio de esclarecidos grupos universitarios y juveniles que le han denunciado su corrupción y ligazón con los sangrientos cuerpos policiales de la ciudad.
A la huelga en curso le quedan nuevos capítulos con batallas de gran envergadura que es preciso acompañar para concretar resultados muy contundentes en la construcción de un poder popular democrático que atienda los derechos esenciales de los jóvenes, los trabajadores, campesinos, indígenas y afrodescendientes.
Destruir al Esmad, disolver la policía y el Ejercito, encarcelar a Uribe y sus camarillas delincuenciales, desmantelar el neoliberalismo, hacer la reforma agraria integral, reconocer los derechos de los indígenas y afros, respetar el gobierno soberano de Venezuela e implantar el poder popular en las regiones y municipios, son los más grandes desafíos del momento.
No hay que dejarse engañar con las “negociaciones” del Comando del paro con Duque. De ahí no saldrá nada en favor de los jóvenes y del pueblo.