Estos meses hemos sufrido viendo los impactos agudos de la contaminación en Quintero y Puchuncaví, y luego hemos llorado enterándonos de la muerte sin aclarar del joven dirigente local Alejandro Castro, que todas las señales indican fue asesinado. Nos hemos indignado junto a los habitantes de esta zona de sacrificio, que parecen haber decidido no […]
Estos meses hemos sufrido viendo los impactos agudos de la contaminación en Quintero y Puchuncaví, y luego hemos llorado enterándonos de la muerte sin aclarar del joven dirigente local Alejandro Castro, que todas las señales indican fue asesinado.
Nos hemos indignado junto a los habitantes de esta zona de sacrificio, que parecen haber decidido no aceptar más esta condición y terminar con los tiempos de las compensaciones a cambio de la depredación ambiental y la muerte lenta.
Pero, ¿hemos entendido realmente las causas de este y otros desastres ambientales que afectan por cientos todo nuestro territorio nacional?
¿Tenemos claridad sobre cómo enfrentar y resolver estos conflictos y, aun más, desde nuestra responsabilidad política como fuerzas emergentes de izquierda, qué propuestas y proyectos políticos sistémicos y de largo plazo podemos enarbolar para -no sólo evitarlos- sino asegurar un camino de sustentabilidad y respeto a las comunidades y su soberanía territorial?
El del valle de Puchuncaví es, sin duda, uno de los conflictos ambientales más antiguos de Chile, que se remonta a fines de los años 60, producto de la operación de la fundición y la termoeléctrica Ventanas, en ese tiempo ambas estatales (ENAMI y ENDESA, respectivamente), y sus impactos sobre la actividad agrícola de la zona, la salud y calidad de vida de sus comunidades.
Entonces, no tenemos necesariamente que mirar restrospectivamente a la URSS y a los fenecidos «socialismos reales», para descubrir que el desarrollismo productivista es, en cualquiera de sus versiones, depredador e insustentable.
Sí podemos afirmar que el capitalismo siempre será depredador, en tanto exige un crecimiento económico y material permanentes para sustentar una acumulación y ganancias también crecientes, y ha encontrado en la mercantilización de la naturaleza y el extractivismo global la fórmula más fácil y dinámica para lograrlo de manera extendida. Las zonas de sacrificio son -y han sido siempre- consustanciales al capitalismo, ya sea con una perspectiva nacional (como la nuestra) o internacional (América Latina y sus «venas abiertas»).
Pero el socialismo tiene en sus raíces la búsqueda del bienestar humano y la satisfacción de las necesidades sociales, suponiendo un sistema productivo guiado por estos objetivos y el predominio del valor de uso, en contraposición al valor de cambio capitalista.
Hoy sabemos que, producto de las pugnas por el liderazgo internacional entre potencias -expresado en poderío económico y comercial- y por la capacidad de crear artificialmente «necesidades» humanas materialmente insustentables, el campo político y cultural del socialismo ha sido vastamente invadido y carcomido por las lógicas mercantil-extractivistas del capitalismo.
En momentos en que, como Frente Amplio, nos construimos como una opción real de gobierno en Chile, urge que las fuerzas que convergemos para recrear la izquierda revolucionaria seamos capaces de desprendernos de las lacras capitalistas del crecimiento económico, la mercantilización y el extractivismo, y ofrecer una alternativa real y radical, para un pueblo que necesita salir del encandilamiento material y -su complemento perfecto- el vacío existencial del neoliberalismo.
Nuestra respuesta y nuestro proyecto sigue siendo socialista, pero hoy ha de ser explícitamente ECOSOCIALISTA: con actores revolucionarios dotados de una ampliada conciencia de clase trabajadora y una conciencia ecológica que trascienda las fronteras de la especie humana hacia el resto de los seres vivos y hacia las futuras generaciones; con una organización social y política profundamente democrática, donde el Estado, trabajadores/as y comunidades puedan articular sinérgicamente una economía -producción e intercambio- orientada a satisfacer las necesidades de una vida plena, sin excesos, en armonía con la naturaleza.
No podremos devolverle la vida a Alejandro Castro ni a tantas/os luchadores caídos persiguiendo la justicia social y ambiental, pero sí podemos honrar su memoria construyendo un futuro ecosocialista, digno, lleno de vida, para Quintero y Puchuncaví, para todos los pueblos y territorios.
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