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Édouard Glissant para nosotros todos

Fuentes: La Ventana

«El escritor martiniqueño Edouard Glissant ―fallecido el pasado 3 de febrero― contribuyó en buena medida a la comprensión, al conocimiento riguroso de nuestra región»

Para Sylvie Glissant, en el Instituto Tout-Monde

Édouard Glissant acaba de morir. Ya le habíamos echado de menos en la vigésima primera edición del Jurado del Premio Carbet del Caribe que tuvo lugar en la ciudad de Pointe-à-Pitre, capital de la isla de la Guadalupe.

No cabría narrar su historia literaria porque era una de las grandes voces de la literatura en lengua francesa, creolizada, naturalmente, salida del fondo de las ceibas, de los grandes barcos que dejaron esclavos en todas partes, de culturas compuestas, almas orales, cuerpos escritos. Su expresión manifiesta en casi todos los géneros existentes, era como una pirámide construida por todos los haitianos, todos los antillanos, todos los indios, todos los latinoamericanos, todos los árabes, todos los africanos, todos los asiáticos del planeta.

Hermano de Frantz Fanon, uno de los primeros en reconocer el genio de Aimé Césaire, Edouard Glissant contribuyó en buena medida a la comprensión, al conocimiento riguroso de nuestra región, en el corazón de un hemisferio admitido como el reino de la razón, el de la cultura occidental, que nos ha enseñado a reconocer como una suerte de combustión de los pueblos del Tercer Mundo, agrupados todos, reunidos todos, con una buena voluntad de erguirse en favor de todos los derechos de todos los seres humanos.

Hoy nos embarga un profundo sentimiento: la ausencia de Édouard.

Edouard nos hará falta siempre, pero estamos seguras que su obra, su trayectoria y su pensamiento nos traerán la luz que necesitamos en esta eternidad que nos dejó como regalo: el reconocimiento de un universo complejo, mestizo, diversificado, que llamó el todo-mundo frente al que encontraremos sin cesar la tierra, el fuego, el agua y los vientos que le llevarán hasta la orilla de las playas de Sainte-Marie, entregado a la sabiduría popular, a la generosidad del Mar de las Antillas, a la sombra de los árboles de Acoma.

Fuente: http://laventana.casa.cult.cu/modules.php?name=News&file=article&sid=5971