El 8 de diciembre pasado se dio a conocer el fallo del juez Alejandro Madrid en relación con la investigación -en la que tenía dedicación exclusiva desde hacía un año- acerca de la muerte de Eduardo Frei Montalva, acontecida el 22 de enero de 1982, después de una aparentemente sencilla operación de hernia de hiato […]
El 8 de diciembre pasado se dio a conocer el fallo del juez Alejandro Madrid en relación con la investigación -en la que tenía dedicación exclusiva desde hacía un año- acerca de la muerte de Eduardo Frei Montalva, acontecida el 22 de enero de 1982, después de una aparentemente sencilla operación de hernia de hiato y una posterior e inexplicable complicación postoperatoria. En este auto, el juez califica la muerte de «homicidio», al tener pruebas del envenenamiento, por exposición a talio y mostaza sulfúrica, de Frei Montalva mientras estuvo internado en la clínica Santa María y por los acontecimientos extraños que rodearon su defunción y las horas inmediatamente posteriores. Y, en consecuencia, procesa como autores, cómplices o encubridores del asesinato a seis personas (su ex chófer, un ex agente de la CNI y el cirujano que lo operó y a otros tres médicos), cercanas al ex presidente (1964-1970).
Junto con celebrar la acción de la Justicia para tratar de esclarecer y resarcir los casos, como éste, de violación de los derechos humanos, es necesario recordar algunas acciones y manifestaciones del ex presidente Frei Montalva, para que no perdamos de vista su papel en la dictadura militar, que no fue sólo, ni principalmente, el de un «opositor»; todo ello, en honor a la memoria histórica.
Apoyó al golpe del 11 de septiembre de 1973 y la posterior dictadura militar.
Su apoyo al golpe militar -al que había llamado en reiteradas ocasiones- queda de manifiesto en la carta que días después de aquél, envió al presidente de la Unión Mundial de la Democracia Cristiana, Mariano Rumor, en la que hacía una evaluación bastante infundada y tendenciosa de los años de gobierno de la Unidad Popular, de las acciones de los distintos partidos políticos -atacando furibundamente al PC, al PS y al MIR, defendiendo la actuación del PDC y justificando al PN- y finalmente, legitimaba el golpe de Estado y el gobierno de facto al cual le deseaba que tuviera éxito: «Las Fuerzas Armadas -estamos convencidos- no actuaron por ambición. Más aún, se resistieron largamente a hacerlo. Su fracaso ahora sería el fracaso del país y nos precipitaría en un callejón sin salida. Por eso los chilenos, en su inmensa mayoría, más allá de toda consideración partidista, quieren ayudar porque creen que ésta es la condición para que se restablezca la paz y la libertad en Chile»[1]. Y a eso se dedicó en los años siguientes. Sin lugar a dudas compartía la opinión del presidente del Partido Demócrata Cristiano en aquel momento, Patricio Aylwin, en el sentido de celebrar el derrocamiento del gobierno de Allende, pues la ingobernabilidad que vivía el país «exigía un lapso, una pausa para poner orden… después de todo lo que estaba ocurriendo, uno admitía como mal menor la idea de una dictadura transitoria, no como ideal, sino como mal necesario»[2]
Diferencias con Pinochet y posterior asesinato: «efecto boomerang»
Su colaboración con el gobierno militar se extendió durante la década de los setenta, y no fue hasta que el régimen comenzó su proceso de institucionalización (a partir de 1976, con las Actas Constitucionales) y cuando decretó la disolución de todos los partidos políticos que hasta entonces habían permanecido en receso (DL Nº 1.697, del 11 de marzo de 1977) lo cual afectaba exclusivamente a la Democracia Cristiana -ya que los partidos de izquierda habían sido prohibidos inmediatamente después del golpe militar y la derecha se había auto-disuelto-, cuando el ex presidente Frei Montalva comenzó a expresar sus diferencias con el régimen dictatorial; desacuerdos que fueron en aumento y se agravaron profundamente con la aprobación de la Constitución Política de 1980, en cuyo proceso de elaboración había participado y cuyas sugerencias no habían sido tomadas en cuenta.
Es cierto, que a partir de 1980 y hasta su muerte levantó la voz contra el gobierno militar (no tanto contra la dictadura militar) y contra los intentos de concentración y centralización del poder en manos de Pinochet, quien pretendía mantener a los políticos alejados del ejercicio gubernamental. Eso también lo hizo el general Gustavo Leigh -integrante de la Junta de Gobierno hasta el 24 de julio de 1978, momento en que fue expulsado por sostener el mismo tipo de diferencias con Pinochet- sin por ello pretender, ahora, que se trate de un demócrata ejemplar.
Su papel como opositor al gobierno militar -capaz de concitar la unidad de la oposición por su legitimidad como ex presidente- es obvio que supuso un estorbo para Pinochet y sus intereses, con lo cual no dudo que fuera mandado asesinar, como en el caso de muchos colaboradores del régimen que se volvieron «piedras en el zapato» de Pinochet. Se produjo, así, un «efecto boomerang»: el mismo régimen al que ellos habían llamado y ayudado a legitimarse, acabó convirtiéndose en su verdugo. No obstante, yo sería extremadamente cautelosa al calificarlos de «víctimas de la dictadura».
Valoración de Frei Montalva como actor político y lecciones históricas
Me parece absolutamente excesivas las declaraciones de su hijo, Eduardo Frei Ruiz-Tagle cuando afirma: «Hay un antes y un después. Nunca se había atentado contra la vida de un Presidente, este es un magnicidio»[3]. Bueno, ¿y qué fue entonces lo que se hizo contra Salvador Allende? Porque aun aceptando que Allende se hubiera disparado en el último momento provocando así su muerte, no podemos obviar las circunstancias en que ese «suicidio» se produjo: el bombardeo de La Moneda en donde resistía el ataque de las Fuerzas Armadas. Su muerte y el terror que comenzó ese día sí marca un antes y un después en la historia de Chile.
Más sorprendente -e indignante- resulta la editorial de El Mercurio del 8 de diciembre en la que se lee: «Lo que importa es que esta investigación, de tanto alcance para la historia nacional, a su término efectivamente persuada a todo Chile de que hubo un homicidio por razones políticas». Como si por primera vez estuviéramos ante la constatación de un homicidio por razones políticas; ya sabemos que «El Mercurio miente»[4] pero aun así resulta vergonzoso porque durante la dictadura militar: «Más de 400.000 militantes y simpatizantes de Izquierda fueron encarcelados y torturados. Más de 5.000 ejecutados y casi 4.000 desaparecidos. Más de un millón de personas tuvo que ir al exilio»[5]. Se trata, en gran parte, de las mismas violaciones de los Derechos Humanos que Frei Montalva también obvió en los setenta, cuando la represión de la dictadura fue más brutal y generalizada.
Resulta «curioso», en este sentido, que la ex senadora Carmen Frei, hija del ex presidente Frei Montalva, se lamente o indigne porque «los que estuvieron con la dictadura, que usufructuaron de la dictadura, dirán que todo esto tiene móviles políticos»[6], olvidando que su padre estuvo con la dictadura. Y porque a pesar de las palabras de su hijo («[…] sobre todo aquí quedó demostrado que había algunos cobardes, pero que hubo también algunos valientes que se la jugaron por Chile, su democracia, su libertad y por el respeto de los derechos humanos»[7]), resulta bastante cuestionable que su padre fuera un defensor de todo eso, y si bien es cierto, que a partir de 1980 denunció las atrocidades del régimen dictatorial y su estilo autoritario, quedan muchas dudas acerca de la profundidad de sus convicciones democráticas.
Por eso lo que dice Pepe Auth, líder del Partido Por la Democracia (PPD) -«se trata inequívocamente del exterminio de un potencial líder opositor democrático»[8]- concuerda más que ninguna otra afirmación de los actuales políticos concertacionistas con la realidad: lo que estaba por ver es que se convirtiera efectivamente en opositor (en todo el sentido de la palabra) y en democrático. Su trayectoria hasta aquel momento lo desmentía, aunque es cierto lo que expresó la presidenta Michelle Bachelet: «El presidente Frei estaba denunciando las violaciones a los derechos humanos y probablemente eso motivó esta criminal acción, que finalmente le costó la vida»[9]. Pero no se puede reclamar democracia sólo cuando las circunstancias nos perjudican. Si bien es loable el cambio de opinión de última hora del ex presidente, no podemos perder de vista la falta de coherencia de su quehacer político a lo largo de su vida. Coherencia que sí tuvieron, en cambio, otros como Miguel Henríquez o Salvador Allende.
[1] http://www.arbil.org/110demo.htm.
[2] El Mercurio, 4 de octubre de 1998.
[3] La Nación, 8 de diciembre de 2009: http://www.lanacion.cl/eduardo-frei-este-es-un-magnicidio-/noticias/2009-12-08/001628.html
[4] Grito contestatario de los jóvenes de la Pontificia Universidad Católica de Chile, surgido en el año 1967, en el marco de la Reforma Universitaria.
[5] Salazar, Gabriel y Pinto, Julio. 2002. Historia contemporánea de Chile V. Niñez y juventud. Santiago de Chile: LOM, p. 229.
[6] La Tercera, 8 de diciembre de 2009, p. 10.
[7] http://www.lanacion.cl/eduardo-frei-este-es-un-magnicidio-/noticias/2009-12-08/001628.html
[8] La Nación, 8 de diciembre de 2009: http://www.lanacion.cl/reacciones-dentro-de-la-cupula-de-la-concertacion-sobre-la-muerte-de-frei-montalva/noticias/2009-12-08/155754.html
[9] La Tercera, 8 de diciembre de 2009, p. 9; La Nación, http://www.lanacion.cl/bachelet-la-justicia-tarda-pero-llega-/noticias/2009-12-08/000457.html
– Mónica Iglesias, licenciada en Sociología por la Universidad de Barcelona y estudiante de la Maestría en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México.