«Ministro Lavín: ¿Cómo le explico a mi hija menor que para su cuarto año de Nutrición y Dietética ya no tengo capacidad de pago? Mi sueldo no alcanza, sólo soy profesor de matemáticas, por lo mismo no tengo derecho a becas», decía un cartel que colgaba del muro de la Embajada de Brasil en la […]
«Ministro Lavín: ¿Cómo le explico a mi hija menor que para su cuarto año de Nutrición y Dietética ya no tengo capacidad de pago? Mi sueldo no alcanza, sólo soy profesor de matemáticas, por lo mismo no tengo derecho a becas», decía un cartel que colgaba del muro de la Embajada de Brasil en la Alameda, el día de la manifestación de los 80 mil o 100 mil, el pasado 16 de junio.
Mucha gente y mucha demanda junta, además hay que sumarle las marchas en provincias. Se ha dicho que fue la más numerosa de los últimos 21 años, similar o mayor a la de los cierres de las últimas campañas presidenciales, pero sin Américo, ni los Charros de Lumaco, ni los buses de acarreo. Hasta que venga otra aún mayor o sólo cuestión de tiempo, de tiempos mejores.
Ese jueves 16, más de 1.700 estudiantes ya publicaban en un blog llamado Yo debo.cl, sus nombres y fotos asociadas a sus deudas universitarias, totalizando sobre 20 mil millones de pesos. Transcurrido algunos días, es muy seguro eso haya continuado creciendo.
Porque es muy violento vivir endeudados. Debe ser aún más violento tener un título universitario, estar endeudado y más encima no tener trabajo. Pero esas violencias nuestra televisión no las quiere mostrar, porque solo tiene cámaras para los encapuchados destruyendo paraderos y enfrentándose con la policía. Los más enmierdados son por ahora, uno o algunos centenares de estudiantes menores de edad, muchos provenientes de los establecimientos más pobres de Santiago; chicos y chicas que ya adivinan que su tope educacional será el cuarto medio, condición mínima requerida para ser guardia o dependiente de tienda en alguno de los mall del gran Santiago o regiones.
Lo cierto es que Chile está viviendo hace cinco meses diversas demostraciones de miles y miles de personas en las calle y todo pareciera converger hacia un eje dominante que es el modelo neoliberal, por mas reparos, parches y enmiendas tenga. ¿Para qué podrían servir universidades que piensen Chile, si el futuro se decide en reuniones de negocios que un día acuerdan horadar la cordillera buscando oro y otro precisan de mano de obra intensiva en plantaciones de parronales y así clausuran o inventan ciudades a partir del empleo que demandan?
Algo pasa en nuestro país que eligió un gobierno de derecha y simultáneamente apenas cumplido su primer año, lo acompaña con macizas movilizaciones que ya duran meses y que se convocan sin partidos y a veces hasta sin conferencias de prensa.
La oposición política, formal y parlamentaria, léase la Concertación, no acumula ni cosecha. El ex senador y dirigente socialista Ricardo Núñez la da por muerta y plantea sin tapujos su superación. Y es tal la lejanía de sus dirigentes más notorios con estas movilizaciones, que arriesgarían al menos un mal rato si participasen en alguna de ellas.
El descontento ha ido asumiendo muy diversas formas de búsqueda. Ayer fue votar por quien no provenía de la política, proponía un gobierno ciudadano y era mujer, y Bachelet se impuso sin problemas. Luego el candidato «novedad» fue MEO, pero sus dificultades para inscribir su partido y sus «ausencias» estarían demostrando que ya no irá por allí la cosa. En diversas partes surgen candidaturas o movimientos ciudadanos que hasta ahora no han logrado sintetizarse.
Lo cierto, es que en este Chile pareciera que una cosa es participar de las elecciones y otra muy distinta los descontentos entre elección y elección. Eso en el actual estado de cosas.
El movimiento por el rescate y fortalecimiento de la educación pública tiene en sus propios pasos una parte significativa de sus posibilidades de crecer y ser exitoso. Requiere posicionar un pliego o demanda única, que se proponga cambios sustanciales o al menos que apunte en esa dirección. Requiere ser integrador de una extensa unidad, procesando con sabiduría lo diverso. Hay divisiones presentes entre los pingüinos que podrían superarse. Hay críticas a la CONFECH por un discurso poco integrador de los estudiantes carenciados de las privadas, todas situaciones factibles de avanzar.
Es muy seguro que la dirigencia del movimiento en curso este muy consciente que le será muy difícil sostenerlo sólo con grandes movilizaciones, que requiere asegurar la continuidad sobre la base de la creatividad de las formas. Esa misma dirección requiere construir la capacidad de dialogar con actores del gobierno, la política, academia y la intelectualidad, para así ir preparando la mesa negociadora sin por ello detener las movilizaciones.
Por último se requieren consignas movilizadoras y multiplicación de las vocerías. Mejor prensa para posicionar estas demandas en mentes y corazones de quienes las observan desde la televisión y eso de nuevo exigirá mucha creatividad, porque es evidente que hay un cerco sobre qué y cómo informar.
En definitiva, hay que sumar y sumar, para que nadie que quiera estar dentro quede afuera, incluso si es porque ya no quiera seguir mirando para el techo como la FEUC, o los colegios Saint George o San Ignacio.
Chile tiene opacidad, en sus leyes y en sus negocios. El reciente escándalo de La Polar, es un buen reflejo de ello y el estrecho maridaje del gobierno de Piñera con los negocios de todo tipo lleva al extremo este modelo exitoso, exitoso para unos pocos. Y en el infructuoso afán de detener el desgaste que seguramente se expresará en las encuestas, ahora el ejecutivo requiere además el monitoreo de los contenidos de las redes sociales en una suerte de Matrix a cargo de la empresa Brandimetrix.
La opacidad es letra chica, es travestismo desde la política a los negocios y desde estos a la política. Y a la vista de todos aquí se gana y se gana, mientras el chorreo es a punta de endeudarse. Porque todas las demandas ocurren en simultáneo a que Chile tiene uno de los más altos presupuestos en gasto militar de la región y sus empresarios extienden sus negocios a los países vecinos y se nos presenta como lo máximo ser socio de la exclusiva OCDE.
Desde las marchas por el gas en Punta Arenas o las de HidroAysén hasta las movilizaciones por la educación, todas conducen en demandar lo mismo: un estado efectivamente activo.
La gran pregunta de estos días es cómo transformar las actuales movilizaciones en propuesta política que le de futuro a esta ciudadanía compuesta especialmente por jóvenes que presionan, sin pedir permiso a nadie. Los partidos políticos de oposición y sus representantes están a la baja y pareciera que la opacidad compromete también a la dirigencia de la principal central de trabajadores. Desde el parlamento faltan señales audaces y a la vez piolas de apoyo a este movimiento por una educación al servicio de las personas sencillas. De lo contrario, el divorcio entre las marchas y los parlamentarios tenderá a acrecentarse.
Hay un texto que sirve para entender mejor lo que estamos presenciando La Contrademocracia, la política en la era de la desconfianza, de Pierre Rosanvallon, autor que se refiere a los poderes de control, las formas de obstrucción, y los juicios ciudadanos como contrapoderes que dibujan los contornos de lo que conceptualiza en llamar contrademocracia «…es la democracia de los poderes indirectos diseminados en el cuerpo social, la democracia de la desconfianza organizada frente a la democracia de la legitimidad electoral«.
El desarrollo de Internet y sus múltiples redes posibilita un ciudadano vigilante, sea o no elector. Aunque sea elector a veces, pero actúe como ciudadano siempre.
¿Y si no paga ni compra nadie en La Polar? ¿Y si los deudores de crédito universitario declaran una moratoria ética? ¿Y si los padres y madres salimos a la calle con nuestros hijos e hijas demostrando no sólo que los apoyamos, sino que los llamados de Lavín son tan perennes como su «Revolución Silenciosa» de los tiempos de dictadura?
Parece que nadie sabe bien donde llegará todo esto, pero como el agua de lluvia, dicen que nos debiera hacer muy bien. Se habla de una Asamblea Constituyente, de cambio a la Constitución, de pasaje escolar gratuito, de retorno desde la municipalización, del cobre de nuevo como «el sueldo de Chile», de un plebiscito o consulta de verdad… algo de todo ello debiera suceder.
Cualquiera sea la parada, se requiere ir más lejos, se requiere traducir en cambio político las demandas sociales aisladas, sino nuevamente tendremos un pingüinazo II, épico y sufrido, pero sin conquistas que construyan nuevas y mayores confianzas.