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Entrevista con Fernando Broncano sobre filosofía política de la técnica

«El acceso y el control de la tecnología es una de las condiciones de ordenamiento de la democracia»

Fuentes: www.sinpermiso.info

  Fernando Broncano es catedrático de Filosofía de la ciencia y de la Tecnología en la Universidad Carlos III de Madrid. Destacan entre sus últimas publicaciones: Mundos artificiales. Filosofía del cambio técnico, Saber en condiciones. Epistemología para escépticos y materialistas y su ensayo más reciente: Entre ingenieros y ciudadanos. Filosofía de la técnica para días […]

 

Fernando Broncano es catedrático de Filosofía de la ciencia y de la Tecnología en la Universidad Carlos III de Madrid. Destacan entre sus últimas publicaciones: Mundos artificiales. Filosofía del cambio técnico, Saber en condiciones. Epistemología para escépticos y materialistas y su ensayo más reciente: Entre ingenieros y ciudadanos. Filosofía de la técnica para días de democracia, Montesinos, Barcelona, 2007.

 

Tu último ensayo se titula Entre ingenieros y ciudadanos. Filosofía de la técnica para días de democraci a. ¿Cómo definirías ese ámbito de estudio?

 Yo diría que se trata de filosofía política de la técnica (también de la ciencia, pero ese campo desborda los intereses del libro), es decir, de pensar los procesos de innovación técnica de las sociedades como otros procesos de transformación social que por tanto deben ser sometidos al escrutinio democrático.

 

¿Cuáles son los principales temas de reflexión en este territorio filosófico?

El tema central es el lugar que ha adquirido la comprensión y la gestión de la tecnología en el funcionamiento de las sociedades democráticas. Mi conjetura es que las barreras tecnológicas se han convertido en fuentes de desigualdad e injusticia fundamentales en el mundo. El acceso y el control de la tecnología es una de las condiciones de ordenamiento de la democracia en un sentido republicano de acceso colectivo a las capacidades de autodeterminación.

 

Señalas en la presentación de tu ensayo que en él se aborda la tensión entre técnica y democracia, «entre ingenieros y ciudadanos». ¿Dónde radica esa tensión? ¿Cuáles son los puntos más conflictivos de esta relación?

La tensión nace de la dificultad intrínseca de resolver los problemas de la relación entre un campo en el que necesitamos el conocimiento experto y un espacio democrático en el que únicamente se necesita el sentido común y la capacidad de juicio de todo ciudadano. Sin expertos no hay posibilidad de constituir una sociedad compleja, pero los expertos plantean serios dilemas a toda sociedad democrática. El punto central de la tensión es que el conocimiento experto implica una desigualdad difícil de resolver, pero el conocimiento experto es necesario cada vez más en puntos muy sensibles para el funcionamiento general. ¿Bajo qué condiciones es legítimo aceptar ciertas desigualdades?

 

¿Crees que puede haber un control democrático del papel social y poder de los expertos? ¿Mediante qué vías? ¿No es esta meta una mera utopía política?

Éstas son las preguntas fundamentales. El control democrático del poder de los expertos tiene el problema de que debe ser control real y al mismo tiempo garantizar que el juicio experto sea el mejor juicio posible. Un control meramente «político» en el sentido de subordinar lo técnico a lo político puede ser una forma ciega de entender el problema, porque muchas decisiones políticas contemporáneas ya no pueden desarrollarse sin deliberación técnica, y a veces una equivocación en lo técnico puede tener consecuencias estratégicas. Mi receta es en cierto modo utópica: los expertos deben saberse ciudadanos, deben saberse responsables de sus decisiones; los ciudadanos deben tener el suficiente conocimiento técnico como para apreciar el lugar del conocimiento experto. No es tan utópico como parece, de hecho ya funciona así en la vida cotidiana: la gente sabe a qué especialista médico debe ir según qué problema y etapa de la vida. Hace falta de las sociedades se hagan conscientes de este problema y no sigan, por ejemplo, considerando que el problema de la investigación en células madre, en organismos genéticamente modificados, etc. son cuestiones que no tienen importancia política o en todo caso sólo la tienen ética o ecológica. Los mejicanos saben bien, siguiendo este ejemplo, que el maíz transgénico va a transformar completamente su estructura agraria, sus formas de alimentación, etc., pero no se ha sometido ese proceso al control ciudadano. Es urgente que las políticas de transformación entren en la esfera pública.

 

¿Qué diferencia existe entre técnica y tecnología?

La tecnología es un tipo de organización social, cognitiva y práctica de las técnicas. Es la misma diferencia que hay entre artesanía y producción industrial. La tecnología no sustituye a las técnicas: las reorganiza y reestructura.

 

¿Qué papel juega el diseño en la evolución de la tecnología?

El diseño es simplemente la capacidad humana para planificar las transformaciones de la realidad. Una teoría del diseño es una teoría de los planes prácticos. El cambio en los diseños es así el motor del cambio tecnológico, y no, como suele inferirse de algunas ideas populares, algo así como una fuerza incontrolable de progreso, como si la tecnología fuese un proceso inhumano.

 

Hablas en tu libro de un marco metafísico, de un lugar fronterizo entre naturaleza y cultura al que calificas de territorio ciborg. ¿Qué territorio es ese?

La dicotomía entre naturaleza y cultura es una categorización esencialmente política, desarrollada para legitimar ideológicamente ciertas estrategias. Piénsese en las ideologías del racismo, el imperialismo, el sexismo, el mercado, etc. Todas ellas tienen en la base una justificación «natural» de su estrategia. La tesis que sostengo en el libro es que la especie humana es ya una creación técnica: una especie que evolucionó transformando ella misma el escenario evolutivo. Siempre fuimos ciborgs: seres que no pueden distinguir su parte natural de la artificial.

 

¿Cómo definirías la racionalidad tecnológica? ¿Qué finalidades la mueven?

La intención del libro es criticar la idea de que la racionalidad tecnológica es algo así como una racionalidad instrumental que supone una racionalidad de fines. La tesis es que no podemos pensar los fines independientemente de nuestra capacidad de pensar los medios: que pensar los medios es un modo de abrir espacios de posibilidad, capacidad, y oportunidad en los que se asienta la deliberación sobre fines.

 

¿Tecnología científica y capitalismo son dos caras complementarias de un misma cosmovisión desalmada?

La cuestión es tan interesante como difícil de contestar con un sí o un no. La tecnología debemos pensarla dentro de una teoría de las capacidades humanas. El capitalismo es un modo de organizar esas capacidades bajo una dominación de clase. En este sentido, la forma de organizar afecta en cierto modo a las capacidades, que dejan de ser neutras, pero al mismo tiempo, el hecho de que esas capacidades existan abre la posibilidad de otras formas de organización social. Mi posición es en este sentido muy ilustrada: no hay posibilidad de socialismo en condiciones de carencias básicas, pero esa reorganización llevará también una transformación de nuestras capacidades. Necesitamos nuevas técnicas para una nueva sociedad.

 

¿Por qué crees que existen reacciones tan negativas entre algunos sectores de izquierdas ante la ciencia y la técnica contemporáneas? ¿Pueden los cambios y desarrollos tecnológicos ser aliados de fuerzas sociales emancipatorias? ¿Podrías señalar algún ejemplo?

Se ha extendido la idea, que los frankfurtianos tomaron de Weber y Heidegger, de que la modernidad es explotación de la naturaleza. Se introduce así como categoría política la idea de «modernización» como equivalente a injusticia y rapiña. Debemos urgentemente repensar la política como una teoría de las capacidades sociales basada en una teoría más general de las capacidades. Me parece que es la estrategia de reconciliación de la izquierda con el conocimiento y la técnica. Un ejemplo: el control de la natalidad y la liberación femenina del sexismo. Otro: las tecnologías de la comunicación y la posibilidad de un nuevo internacionalismo. ¿Alguien quiere volver a los estados nación y a un internacionalismo basado en la correspondencia por correo y los congresos de quinientos delegados? Otro, anterior: la escritura fue la invención técnica fundamental de la historia, sin ella no existiría el estado: ¿merece la pena pensar, si no es metafísicamente, acerca de si estaríamos mejor o peor sin escritura?

 

¿Qué piensas de las reflexiones de Martín Heidegger en este ámbito?

El Heidegger antitecnológico es parte de una reacción neorromántica que debemos entender en el marco del debate con una forma también neorromántica de modernismo fascista: las tempestades de acero, y toda esa parafernalia nazi. El debate adquiere sentido dentro de un marco metafísico que aborrezco, el de que hay un destino (para un pueblo o una raza). Para Heidegger está en el lenguaje, en la lengua madre, para ciertos jerarcas nazis en la técnica. Los heideggerianos de «izquierda», por así decirlo no han abandonado ese marco metafísico aunque se arropen con una superficie de razones aparentemente ecologistas.

 

¿Existe tradición filosófica española en este continente filosófico? ¿Podrías citar algún autor de interés?

Quizá porque nuestra cultura es heredera del ancestral debate sobre el fracaso de España en la modernidad, lo cierto es que siempre ha estado presente en el pensamiento español e iberoamericano la cuestión de la técnica. Y creo que es en un ámbito en el que podemos sentir cierto orgullo por las aportaciones. Citaría a Ortega, Sacristán, García Bacca, y sería injusto citar sólo a algunos de los escritores contemporáneos dejando a otros en la penumbra. Casi toda la filosofía contemporánea se ha situado en alguna posición en el debate.

 

¿Qué consecuencias tiene para la filosofía política las tesis que defiendes sobre la filosofía de la técnica?

Creo que la conclusión es que las teorías contemporáneas de la democracia tienen un grave déficit en su concepción del conocimiento experto. Las nuevas teorías de la gobernanza de origen y sustrato republicano deberían abordar urgentemente el cómo lograr democracias deliberativas bajo una cooperación social del conocimiento experto y el común. Piensa que todas las teorías de la democracia hasta el momento han sido doxásticas: suponen que basta la opinión. Necesitamos también una teoría de la democracia epistémica.

 

¿Por qué la filosofía de la técnica o de la tecnología no tiene el pedigrí filosófico que tienen otras disciplinas como la filosofía del lenguaje, la filosofía de la ciencia, la o la historia de las ideas?

Debido al desprecio intelectualista por la praxis. La metafísica moderna es básicamente cartesiana: lo que nos hace humanos es el raciocinio, no la habilidad. De forma que nadie ha considerado que las habilidades sean un tema serio, los filósofos creen que son cosas de fontaneros.

 

¿Cómo concibes el papel de filósofo en el mundo contemporáneo?

Uno más en la división técnica del trabajo: es el encargado de limpiar los conceptos. No tengo ilusiones platónicas sobre el papel del intelectual. Tampoco creo en la tesis de que haya que sustituir la comprensión del mundo por la transformación. Las malas o buenas comprensiones son parte esencial de la transformación. Parafraseando a Celaya, son, somos, ingenieros del concepto.

 

Al final de la presentación de tu ensayo escribes: «si pudiese escribir con el rigor de Quine no necesitaría de tantas muletas en la imaginación, si pudiese pintar como Anselm Kiefer, el gran visionario de nuestra época, no me dedicaría a la filosofía». ¿Por qué crees que Kiefer es el gran visionario de nuestra época? ¿Ha escrito Quine páginas de interés sobre estos temas?

Kiefer es un pintor anarquista alemán que ha plasmado en imágenes inquietantes el lugar de la técnica, de las ciudades, del estado, en nuestra experiencia estética. En un cuadro de Kiefer hay más sabiduría que en mil tratados: educa nuestra rebeldía de una forma sutil que no lo logra el lenguaje escrito. En cuanto a Quine, envidio esa capacidad de hacer que el lenguaje sin retórica sea, no obstante, hermoso y humano. No escribió, lamentablemente sobre técnica, pero tiene la mejor definición posible de la ciencia: «es la ingeniería de la verdad».