Los 100 años del Partido Comunista de Chile son, en esencia, un centenario de la lucha de los trabajadores y trabajadoras, de los marginados y explotados; en definitiva, del pueblo chileno. En esta labor, son miles los que han sido parte, muchos anónimos, que con una calidad humana superior, desprendidos de la rutina y la […]
Los 100 años del Partido Comunista de Chile son, en esencia, un centenario de la lucha de los trabajadores y trabajadoras, de los marginados y explotados; en definitiva, del pueblo chileno.
En esta labor, son miles los que han sido parte, muchos anónimos, que con una calidad humana superior, desprendidos de la rutina y la modorra, de la apatía y el apoliticismo, se volcaron a hacer de su vida la lucha de muchos. Estos organizadores de cada época, y a prueba incluso del tiempo, han construido este partido.
Los cien años son la historia de la organización de los trabajadores y del pueblo chileno, contando entre sus filas con destacados dirigentes. Tal es el caso del propio fundador, Luis Emilio Recabarren, obrero tipógrafo, de una visión adelantada de la organización de los asalariados y sus demandas. O el caso de Elías Lafertte, formado como dirigente en los rigores de la política y la lucha social. Asumiendo ese mismo compromiso, están también: Galo González, Luis Corvalán, Volodia Teitelboim y Gladys Marín, entre muchos otros.
Gladys Marín fue la primera mujer en ser secretaria general y presidenta del PC y, quizá, la primera dirigenta máxima de un partido político chileno. Desde su juventud tuvo la inquietud y la sensibilidad de abordar las problemáticas sociales, las cuales también le afectaban. Fue partícipe activa de las comunidades cristianas, espacio natural de expresión organizada durante su juventud.
Pero su inquietud personal por la justicia social y el contexto que se vivía en Chile, hicieron que se sintiera atraída por la actividad política, aquella que se planteaba servir al pueblo y construir una democracia más avanzada. Siendo estudiante de la Escuela Normal de Preceptores, instancia que formaba a los profesores de esa época, se incorpora a su federación de estudiantes.
En 1958, el país vivía un contexto particular, y en especial para los comunistas. Hasta ese momento el Partido Comunista de Chile había sido ilegalizado y perseguidos sus militantes por disposición del presidente traidor, Gabriel González Videla, y la aplicación de la ley de Defensa de la Democracia, conocida como la Ley Maldita. El 6 de agosto, por la presión social y la alianza entre distintos sectores democráticos, se logra derogar esta ley y el PC puede asumir su legalidad. Este mismo año, se realiza la elección presidencial, eligiendo como presidente de la república a Jorge Alessandri, representante de la derecha chilena, la oligarquía y el latifundio. Es en este contexto que Gladys decide su ingreso a las Juventudes Comunistas de Chile.
Desde la legalización del PC comienza un proceso que había definido su política, que era la disputa directa por el poder, contra los sectores más retrógrados de la sociedad chilena: una alianza amplia de izquierda junto al movimiento social, con un énfasis en los trabajadores. Es en este proceso que Gladys es elegida en 1963 secretaria general de las Juventudes Comunistas de Chile. La Jota comienza un proceso acorde con la política del partido y se transforma en una juventud con activa incidencia en la participación de los jóvenes en las decisiones y transformaciones del país.
La consecuencia y valentía son características que Gladys representaba muy bien, de lo que es ser comunista. Su entrega plena y total a las luchas populares fue evidente. Su compromiso con Allende y el proyecto de la Unidad Popular caló en lo más hondo de su ser, tal como lo hizo en la sociedad chilena. Qué duda cabe del rol jugado por las JJCC en las tareas por avanzar en los compromisos adquiridos por el gobierno de la UP. La Jota era la primera en la calle para defender el gobierno popular, en los trabajos voluntarios y en todos los espacios donde la lucha demandaba estar. Es así que Gladys junto a otros jóvenes comunistas fueron elegidos al parlamento, lugar donde se expresaban nítidas contradicciones en la lucha política y de clases.
Gladys, es parte del «adn» de la sociedad chilena. Es por esta misma razón que uno de los momentos más duros que le tocó vivir fue el golpe de estado de 1973 y el derrocamiento del gobierno constitucional del presidente Salvador Allende. En este mismo contexto, es asesinado y hecho desaparecer su compañero, Jorge Muñoz, quien era parte de la comisión política clandestina del PC. Gladys, entre las 100 personas más buscadas por la dictadura, debe irse al exilio, donde fue parte activa de la solidaridad internacional.
En plena represión desatada por la dictadura, el partido decide implementar la «operación retorno», que no era otra cosa que los militantes del PC regresaran a Chile para encabezar la lucha contra la dictadura. Gladys ingresa clandestinamente al país el año 1977, asumiendo la conducción de la «dirección interior del partido».
Esta comunista de claras convicciones se entrega de lleno para derrocar a la junta militar. Con la misma entereza que asumía cada tarea que demandaba la lucha político-social, es activa promotora de la Política de Rebelión Popular de Masas. Como ella lo dijo el año 1990 en alusión a este periodo: «Teníamos que emplear la fuerza de la gente, poner al pueblo de pie, en la ofensiva, empleando todas las formas que fueran posibles para echar abajo la dictadura».
Ya en el proceso de transición democrática del país, y en representación del PC, presenta la primera querella contra Pinochet por violaciones a los derechos humanos. Con la misma convicción, asume ser candidata a la presidencia de la república, siendo la más clara palabra de los «sin voz».
Gladys nos deja un enorme legado, que no sólo se vincula al patrimonio de los comunistas sino, como son estos 100 años, a la lucha del pueblo chileno. Así como las grandes movilizaciones de hoy y la clara opinión crítica de los jóvenes frente al actual orden de cosas, Gladys desde el primer momento se preocupó de decirle a la democracia que no era suficiente, que debía deshacerse de las trabas impuestas por la dictadura; en concreto, que debe existir una nueva Constitución Política para el país, fruto de la participación y el debate ciudadano, tarea que hoy reivindican miles en las calles.
En el año del centenario del Partido Comunista de Chile, vaya este homenaje a una de las imprescindibles, a la compañera Gladys Marín.
– El autor es miembro de la Comisión Política del Partido Comunista de Chile.
– Fuente: www.elsiglo.cl