Comenta Ian Gibson sobre el auto del juez Garzón en el que se inhibe en la denuncia del Foro de la Memoria Histórica a favor de los diversos juzgados territoriales que » es lo más escalofriante que ha leído en su vida». Y a la misma conclusión llegarán, si lo leen, coincidiendo con la opinión […]
Comenta Ian Gibson sobre el auto del juez Garzón en el que se inhibe en la denuncia del Foro de la Memoria Histórica a favor de los diversos juzgados territoriales que » es lo más escalofriante que ha leído en su vida». Y a la misma conclusión llegarán, si lo leen, coincidiendo con la opinión del insigne hispanista. Particularmente, a mi me ha ocurrido lo mismo y eso que de unos años a esta parte soy aficionado a la novela negra y Franco se murió cuando yo contaba con 28 años, y ya creía conocer todo el horror de lo sucedido en la Dictadura.
En particular, les aconsejó desde el folio 50 hasta el 75 : niños arrebatados con violencia a sus madres, luego fusiladas, para ser entregados a familias » de orden», es decir religiosas y adeptas al régimen ; manipulación de los registros civiles para fraudulentas adopciones con ese fin ; madres que cumplían penas en prisiones junto sus hijos pequeños por » rojas y republicanas» en 1945 ( 6 después de acabada la guerra) a las que se les sustrajeron sus hijos por las monjitas ( y que jamás volvieron a ver), después de sacarlas al patio solas y con engaños, con la excusa de que sus hijos ( muchos bebés) debían pasar una revisión médica ( a la su vuelta ya no los vieron más). En definitiva, madres que los buscaron- y quizá los busquen todavía- y no los encontraron nunca gracias a coludidas instituciones ( juzgados, registros, ayuntamientos, la Falange, las diputaciones, la Iglesia, etec ) que ocultaron su destino final.
Y qué se oye por ahí, mientras hemos presumido ante el mundo entero de ser los paladines de los Derechos Humanos, juzgando a la Dictadura argentina y a Pinochet por hechos similares ( sólo que la mitad de la mitad de lo que aquí sucedió: donde como se ve ha habido miles y miles de niños secuestrados y más de 140.000 personas yaciendo en las cunetas y fosas, sin derecho a un entierro digno) ; pues no se oye nada, oiga: a lo sumo que si lo importante es la crisis económica y a qué fin se remueven estas cosas ( a lo mejor esta mañana me he cruzado por la calle con alguna persona que lleva los apellidos de sus verdugos, sin saberlo) ; que si la última majadería del PSOE o el PP, de lo que dijo uno u otro, o aún peor, que si la Roja y el Real Madrid. Un pueblo que así vive y siente, le queda muy poco porvenir, francamente, más todavía si hasta hace dos días estuvo entregado a la especulación, la corrupción y el endeudamiento galopante e irresponsable.
Sin ir más lejos, donde yo vivo, cada poco año se le hace a un homenaje a Guillem de Monrodon, el preceptor templario de Jaime I en el Castillo de Monzón: charanga, trajes de época y medios de comunicación por doquier se pasean por la ciudad; y cuando llegue la primavera, más mercadillos, pomposamente llamados ferias y procesiones de Semana Santa, con nuestro alcalde al frente y banda de música y cofrades contados por cientos. Respeto lo religioso, y por eso no sé qué hace nuestro alcalde en una procesión si nuestro estado se dice aconfensional. Pero por encima de cualquier manifestación mundana o no, está la verdad, la justicia, el civismo, la responsabilidad y la decencia. Y yo sólo sé que hace bien poco murió Santiago Robert, un republicado que dejo su salud en las Batallas del Ebro y Teruel, y en los campos de concentración después de la guerra; y que yo sepa ni se le ha hecho un homenaje, ni ningún medio de comunicación ha glosado la noticia. Triste papel el nuestro mientras se hunde nuestra economía y el edificio que con pies de barro habíamos construido. Con la misma tristeza y decepción- me figuro- nos estarán contemplando los casi 15 republicanos de mi pueblo asesinados en el campo de exterminio de Mathausen, una vez que el pleno municipal de su ayuntamiento decidiera levantarles un monolito en su memoria en la Avenida de Lérida, y a fecha de hoy- más de dos años- siga sin cincelarse sus nombre en la piedra y el motivo por el que dieron la vida. Pobres republicanos. Al menos, Santiago Robert, dejó escrito un magnífico libro con sus memorias que siempre podrá ser consultado : quién puede olvidar cuando en sus primeros capítulos relata cómo salvo la vida a tres monjas de Santa Ana, perseguidas por las turbas de la CNT y la FAI, escondiéndolas en su casa, y el pago que aquéllas le dieron cuando después de la guerra solicitó su ayuda para salir de los campos de concentración donde le maltrataban : «nosotras no nos metemos en política» dice Santiago que respondieron, añadiendo en su libro de memorias: «que Dios se lo perdone» .Sino rectificamos, sino sabemos ser ciudadanos y sólo consumidores, si somos incapaces de mirarnos al espejo y saber lo que somos y fuimos, de afrontar la verdad, negro porvenir nos aguarda. El edificio de la mentira, la económica y la otra, ha empezado a derruirse.