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El capitalismo: sistema invariablemente opresor y genocida

Fuentes: Rebelión

Planteos de un personaje histórico local acerca de la igualdad social de bienes Un personaje de la historia nicaragüense (*), definía a la escuela como «una república infantil en la cual los niños son los ciudadanos»; añadiendo que, al igual que en la república, en ella no se deben hacer diferencias entre ricos y pobres: […]

Planteos de un personaje histórico local acerca de la igualdad social de bienes

Un personaje de la historia nicaragüense (*), definía a la escuela como «una república infantil en la cual los niños son los ciudadanos»; añadiendo que, al igual que en la república, en ella no se deben hacer diferencias entre ricos y pobres: «No establece el maestro diferencias entre ricos y pobres, humildes o poderosos. A todos juzga por igual cuando cometen faltas o se descuidan en sus lecciones» (1). Evidentemente, no es justo que un maestro establezca un trato diferenciado entre niños ricos y pobres; sin embargo, decir que no se debe hacer ninguna distinción entre ellos a escala social o individual equivale a negar las contradicciones entre unos y otros, así como la lucha inevitable que entre ellos se entabla. Por lo demás, es indudable que comprendía a la escuela como eslabón esencial para inculcar la conciliación de clases entre los niños.

Según esta concepción, desde la misma escuela se debe suponer la igualdad entre ricos y pobres, pero no a partir de la fortuna, sino del trato que la ley debe brindar a unos y otros a la hora de juzgarlos, con base en su comportamiento respectivo. Estamos, pues, frente al supuesto de la igualdad de todos los hombres ante la ley. Pero no se trata sólo de esa igualdad. A juzgar por lo que escribía el mismo personaje, se trataba también de una igualdad de bienes. Decía que al Estado le compete «proteger [a] las personas y sus bienes, amparando así los derechos de todos». Estimaba, así, que en la sociedad todos los hombres, sin excepción, poseen bienes, o que dichos bienes son, podemos asumir, comparables entre sí: la casa del rico con la del pobre (sí acaso la tiene); la ropa del primero con la del segundo y así sucesivamente.

Y no exageramos nada cuando sostenemos que el autor del que hablamos planteaba la idea de que todos los hombres son poseedores de bienes. Para más, sostenía que cada individuo nace poseyéndolos; luego, los tiene mientras permanece en la escuela y, de igual forma, ocurre cuando llega a ser adulto, momento en el cual «posee todo lo que con su propio esfuerzo ha adquirido, lo que ha heredado de sus padres o parientes, lo que ha recibido de donación o por compra». Estamos acá frente a una igualdad abstracta entre los diversos bienes: desde el biberón de la infancia -pasando luego por el tajador y el lápiz del alumno de escuela, y la ropa poseída en todos los tiempos, incluidos los harapos- hasta las grandes posesiones de tierra, almacenes, bancos y grandes fábricas, bienes utilizados siempre para explotar el trabajo ajeno, base real del bienestar de pocos.

A propósito de lo que acabamos de ventilar, la derecha -que todo lo enreda adrede- pone de ejemplo hasta una bicicleta como expresión de propiedad privada, que es tal, se dice, si el poseedor de la misma puede intercambiarla, darla como garantía, regalarla o destruirla, si así lo decide. Pero una bicicleta no es propiedad privada, sino propiedad personal o individual, si su uso está desligado de la explotación de mano de obra ajena. Igual ocurre con cosas más complejas como la casa en que se vive y es propia o el vehiculo del que pueda disponer un individuo o una familia. Así las cosas, estamos ante una forma de propiedad que no guarda relación alguna con lo que el marxismo llama propiedad privada; por la que entiende la propiedad que se destina a explotar la mano de obra ajena para obtener plusvalía o -si se prefiere- ganancia.

Por ello, en relación con lo que planteaba el autor referido, se sabe que la propiedad que defiende el Estado capitalista es esa que sirve para explotar el trabajo ajeno. Comparar, igualar o identificar esta propiedad con cualquier otro bien poseído de forma particular, tiene como propósito ocultar no tanto la existencia de ricos y pobres, como las causas reales que dividen a la sociedad en unos y otros y, por consiguiente, que de los bienes poseídos no todos pueden servir como medio de explotación y enriquecimiento. Tras bastidores queda, entonces, cómo es que unos cuantos hombres, con poco o sin ningún esfuerzo, acaparan gran cantidad de bienes, en tanto que la mayoría, por ingentes que sean los esfuerzos laborales que despliegue a lo largo de su vida, jamás adquiere nada.

Lo que Marx sostuvo y lo que la actualidad revela

Marx argumentaba que en 70 años (de 1770 a 1840), en la sociedad inglesa, la productividad de la jornada de trabajo había aumentado en 2700 % que, por tanto, en 1840, en un día se producía veintisiete veces más que en 1770, sin que ello significara, para nada, que el obrero inglés se hubiera vuelto veintisiete veces más rico que entonces (2). Por el contrario, el salario del mismo había bajado para esa época en mucha mayor proporción de lo que había subido el precio de los cereales (3). Podría pensarse, no obstante, que lo expresado por Marx es simplemente historia y que el fenómeno que él acusa se encuentra superado. Pero la realidad actual separa cada vez más a ricos y pobres, tanto a escala local como internacional. Conozcamos algunos datos al respecto.

El Wall Street Journal, señala: «Las ganancias de las empresas que procesan granos, venden fertilizantes, fabrican maquinaria agrícola y proveen semillas a los agricultores se han disparado. Algunos fabricantes de alimentos procesados tampoco se pueden quejar. Estas firmas cosechan los beneficios de un aumento en la demanda global de alimentos y granos en momentos en los que los suministros apenas satisfacen la demanda». Y entre las compañías que han anunciado resultados fabulosos se encuentran las corporaciones que se reparten el comercio mundial de cereales: las estadounidenses Cargill, Archer-Daniels-Midland (ADM) y Bunge, y la francesa Dreyfus. Se mencionan, de igual forma, grandes empresas del sector de alimentos, como la Nestlé (suiza) y Danone (francesa). Por su parte, Cargill comunicó «beneficios netos de 1.030 millones de dólares (+86 por ciento), ADM publicó ventas por valor de 18.710 millones de dólares (+64 por ciento) y ganancias de 517 millones (+42 por ciento), Bunge informó sobre ventas de 12.469 millones de dólares (+70 por ciento) y ganancias netas de 289 millones, y Dreyfus explica […] que hace años su volumen de negocios está superando los 20.000 millones de dólares» (4).

Las grandes petroleras también se han beneficiado a lo grande. La Shell, en el 2007, percibió ganancias por 27 mil 600 millones de dólares; significa que cada hora de este año, dicha compañía percibió 3 millones de dólares. Pero fue la Exxon Mobil la que más beneficios obtuvo, con 40 mil 600 millones de dólares. Por su lado, la BP dio a conocer un aumento del 53% en sus beneficios. No obstante, justo el mismo día en que esta compañía anunció sus beneficios, su consejero de dirección, Tony Howard, anunció el despido de 5.000 trabajadores en el 2008. Como contraparte, en el Tercer Mundo, la mayoría de los trabajadores vive con un sueldo mensual de apenas 25 dólares (5).

Y al tiempo que las transnacionales se dan un gran banquete que podría continuar hasta fines del presente año, el secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, ante la gravísima crisis alimentaria que azota al mundo, llama a los países básicamente a una sola cosa: aumentar sus esfuerzos en aras de evitar «el descontento social en una escala sin precedentes»… («Las transnacionales se dan un festín». Ob. cit.).

Conociendo lo esencial sobre las ganancias que perciben las transnacionales, conviene que tengamos una idea clara sobre cómo estas empresas logran tantos beneficios en el Tercer Mundo sin aportarle a éste nada. Para muestra basta con que hagamos referencia a «Versátil», transnacional que opera en Chile, país estimado por los ideólogos de la globalización modelo por excelencia del desarrollo en América Latina.

«Versátil», opera en complicidad con determinadas entidades estatales. La misma inició sus operaciones sin respetar los estudios de impacto ambiental, ni a los requisitos sanitarios mínimos. Se le denuncia, entre otras cosas, por quemar ilegalmente, lanzar desperdicios a terrenos vecinos y por derramar líquidos contaminados a la vía pública. Responde con amenazas de cierre de sus operaciones y el despido masivo de trabajadores. Su motivo más frecuente de despidos es el reclamo contra ella por horas extras que no remunera. Mantiene los salarios en el más bajo nivel y hasta ha despedido sin previo aviso. Ha recurrido al expediente de aprovechar recursos hídricos sustraídos a sus vecinos; practicado el saqueo de agua de esteros ubicados en propiedades vecinas y procedido a construir tranques que afectan a propiedades privadas y vías fiscales. A la par, tratando de ahorrar gastos en el rubro higiene, invitó a sus trabajadores a usar los predios vecinos como defecaderos; ha ejecutado invasiones de propiedades vecinas, generado botaderos clandestinos, derramado líquidos contaminantes en la vía pública… (6).

La podredumbre del actuar trasnacional se puede percibir incluso en los propios países desarrollados, cuyos estados están directamente en función de servir a los grandes capitales del planeta. En Suiza, por ejemplo, desde junio pasado, se ha desatado un gran escándalo protagonizado por la Nestlé, que gastó 65 millones de euros para espiar, al menos a lo largo de un año (2003-2004), a la minúscula oficina que ATTAC (Asociación por una Tasa a las Transacciones Financieras y de Ayuda a los Ciudadanos) en Lausana. Más aún, la Nestlé no actuó sóla, sino con la complicidad de Securitas (principal empresa suiza de seguridad) y la policía. Numerosos hechos semejantes se han producido en otros países, pero principalmente en Alemania. Los protagonistas fueron acá empresas como Lidl, Aldi, Schlecker, Deutsche Bahn o Deutsche Telekom. «Y los espiados eran desde simples empleados hasta directivos e incluso los distintos periodistas que cubrían esas firmas» (7).

La defensa del orden basado en la explotación del hombre por el hombre

Todo lo anterior contrasta enormemente con la insistencia del autor del que hablamos al inicio* en el supuesto de la igualdad social en el capitalismo; en el de que la justicia en este sistema es para todos y en que a la autoridad compete garantizar la protección del «ciudadano contra cualquier atentado cometido en su persona o en su hacienda», lo que se señala como los más grandes delitos existentes y, por tanto, como los que se penan con más severidad por la ley. No podía faltar así el mantenimiento del orden a cualquier costo, que sólo puede funcionar sobre la base de la obediencia de todos los ciudadanos a la ley y, en su defecto, sobre la de la represión contra los que la violenten. La obediencia, afirmaba el autor, comienza en el hogar, donde los padres imponen sus reglas de conducta al niño; continúa luego en la escuela, donde se imponen las reglas del maestro y llega, finalmente, a la República, en la que las reglas emanan del poder público.

Pero, el mismo autor exponía en otra obra que, al aparecer la desigualdad social, el niño se vuelve esclavo, el maestro tirano y las leyes sagradas, divinas y dogmas supremos en manos de sacerdotes y jueces (8). Luego, en cambio, para él, lo primordial pasó a ser la conservación del orden por medio de la obediencia que se inculca a los hombres desde su niñez o, en ausencia de ella, por medio del castigo a los que atenten, de algún modo, contra su existencia. En pequeña escala, continuaba, el castigo es impuesto por el padre, la madre y los maestros; en gran escala, por el Presidente y los funcionarios del Estado destinados para eso. Y no por casualidad, junto a la vida y el «honor» de las minorías, lo primero a defender es la propiedad. De allí que el maestro ideal sea aquél que se esmera en infundir en sus alumnos un gran respeto por la propiedad que cada uno de ellos posee y «repugnancia invencible», así sea hacia la sola idea de que alguien se apropie de lo ajeno.¿Cómo anda ahora la defensa del orden capitalista internacional? ¿No son evidentes, acaso, las amenazas contra los líderes políticos y estadistas (revolucionarios o no), movimientos de masas, partidos políticos, gobiernos, países y hasta regiones que, en mayor o menor grado, se desvían de los mandatos imperiales yanqui-europeos o que, simplemente, disponen de riquezas cuyo posesión está dentro de los planes de la civilización occidental? ¿Es falso que en EEUU un manual de geografía de sexto grado sostiene que la Amazonia y Pantanal brasileños son territorios bajo custodia estadounidense y de Naciones Unidas, bajo el argumento que la Amazonia se encuentra «localizada en América del Sur, una de las regiones más pobres del mundo y cercada por países irresponsables, crueles y autoritarios» (9).

¿Es infundado sostener que el accionar de la Cuarta Flota naval constituye una gravísima amenaza para la región latinoamericana y caribeña y no algo inofensivo como sostiene Shannon, subsecretario de Estado para Asuntos Hemisféricos de EEUU, pese a que la misma está «equipada con portaaviones nucleares con sistema de defensa aérea, además de cobertura de F-14, tres sistemas lanzadores de misiles de ocho lanzadores cada uno, Raytheon GMLS Mk 29 capaces de disparar el misil Seasparrow superficie-aire con alcance de 14.5 kms y sistema de guía Terminal por radar semi-activo, sistema Raytheon RAM de misiles de corto alcance, cuatro sistemas Raytheon/General Dynamics de 20mm tipo Phalanx de 6 barriles, rata de fuego de 3000 proyectiles por minuto y un alcance de 1. 5km., sistemas de señuelos infrarrojos dotados de cuatro Locked Martin Hycor SRBOC Mk 36, defensa contra torpedos AN/SLQ-25 Nixie, sistema Raytheon AN/SLQ-32 de guerra electrónica […] «(10).

¿Qué decir del Documento de Santa Fe IV, en el que sus autores, intelectuales orgánicos del complejo militar-industrial de EEUU «aconsejan enterrar las políticas «permisivas» y «liberales» de Bill Clinton» y señalan como «nuevos flagelos», entre otros, a los chinos, la mafia rusa, el «narcoterrorismo» y, en el continente americano, al presidente Hugo Chávez Frías, a quien llaman «dictador castrista»? ¿Puede creerse en la inocencia de quienes gobiernan EEUU cuando a través de sus ideólogos afirman que ante la desaparición de la «amenaza soviética», amén de sus «fuerzas armadas», se ve comprometida igualmente su propia imagen, añadiendo: «Ahora que se ha superado la amenaza soviética, tenemos que reconstruir la nación. Pero sin ese peligro externo, nos puede faltar la identificación necesaria para salir adelante» (11).

¿Se puede ignorar que George W. Bush ha amenazado claramente a «más de sesenta rincones oscuros del planeta»? (12) ¿Se deben desconocer las incontables invasiones yanquis a países de América Latina en el siglo XX o, fuera de este ámbito geográfico, por decir algo escueto, el bombardeo atómico contra Hiroshima y Nagasaki (en agosto de 1945), la Guerra contra Corea (1951-1953), Vietnam (1959-1975), Yugoslavia (sometida a destrucción desde 1991 hasta la fecha), Líbano, Palestina, Afganistán e Iraq o las amenazas directas contra Irán, Siria, Venezuela, Cuba y otros territorios del mundo? ¿No es repugnante que haya quienes sugieran la necesidad de analizar las guerras que el imperio yanqui-europeo desata contra el mundo, de forma pretendidamente desapasionada y desde la óptica del Consenso de Copenhague que contempla esas guerras esencialmente como costo-beneficio? (13)

¿Quién, pues, cree, a estas alturas, en la inocencia del sistema capitalista; en su promesa eterna de progreso para todos; en la igualdad y la fraternidad que pregona; en sus programas de ayuda al Tercer Mundo o en su condición civilizada?

Notas:

* José María Moncada (1871-1945), presidente de Nicaragua de 1929 a 1932. Como hombre de las élites gobernantes de su época, reflejó en su acción, obra y pensamiento, particularmente en su condición de intelectual y de hombre público, la ideología de las clases opresoras, burguesas y terratenientes, internas y externas.

1. Moncada J. M. El ideal ciudadano. Managua, Tipografía Alemana de Carlos Heuberger, 1929.

2. Marx, Carlos. Miseria de la filosofía. Clásicos del marxismo-Leninismo. Editorial de Ciencias Sociales, ciudad de La Habana 1979.

3. Marx, Carlos. En la misma obra, en apéndices, consúltese su «Discurso sobre el libre cambio.

4. Las transnacionales se dan un festín. http://www.rel-uita.org/agricultura/agronegocios_trasnacionales_festin.htm

5. Las fabulosas ganancias de las transnacionales petroleras. http://www.unidad.org.mx/index.php?option=com_content&task=view&id=396&Itemid=52

6. Ricardo Cifuentes V. «Estrategias del negocio transnacional: un caso». http://rcci.net/globalizacion/2000/fg118.htm

7. elmundo.es. «Nestlé, acusada de gastarse 65 millones de euros para espiar a ATTAC». http://www.rebelion.org/noticia.php?id=70493

8. Moncada, J.M. Lo Porvenir. Segunda edición. Managua Tipografía Alemana de Carlos Heuberger. 1929.

9. Los libros de geografía de USA están mostrando el mapa del Brasil amputado, sin el Amazonas y el Pantanal. http://bolivariano35.free.fr/?p=79

10. Agüero Wagner, Luís. «La inofensiva IV flota del imperio. http://www.cubanuestra.nu/web/article.asp?artID=12466

11. Montañez Lanza, Manuel José. Los documentos de Santa Fe, la nueva Guerra Fría. http://www.aporrea.org/tiburon/a31721.html

12. Fidel Castro Ruz. «Regalo de Reyes». http://www.trabajadores.cu/reflexiones-de-fidel-castro/regalo-de-reyes

13. Collier, Paul, Lomborg, Bjorn. «¿Sirve de algo la intervención militar?» El Nuevo Diario. Domingo 13 de julio de 2008.