El hallazgo del cuaderno con los poemas copiados por el Che llevó al escritor a preguntarse cuántas cosas permanecen en las sombras. Y señala que, aunque no pensó sus diarios para ser publicados, «son documentos históricos, y cuando estás en el terreno de la historia eres un personaje público».
A Paco Ignacio Taibo II le gusta provocar hasta con la ropa que usa. Tiene una remera negra que dice: «A quemarropa, soy leyenda». Acaba de dar una charla en la Feria del Libro de Antropología e Historia, que tiene como país invitado a la Argentina, y muchos mexicanos y ‘argenmex’ se acercan a saludarlo. El escritor, que no toma alcohol ni café, cuenta que bebe cinco litros de refrescos cola por día. «Si al Che le gustaba la Coca Cola, ¿por qué a mí no?», dice mientras firma ejemplares de El cuaderno verde del Che (Seix Barral), una antología integrada por sesenta y nueve poemas de Pablo Neruda, Nicolás Guillén, León Felipe y César Vallejo, copiados por Guevara en la selva boliviana y prologada por Taibo II. El libro, que se presentó en México y pronto llegará a las librerías argentinas y uruguayas, fue encontrado por tres oficiales y un agente de la CIA en la mochila del Che, pocas horas antes de que fuera asesinado en la escuela de La Higuera, junto con el diario -escrito desde noviembre del ’66 hasta octubre del ’77-, doce rollos de película, una veintena de mapas corregidos con lápices de colores, una radio portátil que hacía tiempo que no funcionaba y un par de agendas.
¿Cómo llegó este cuaderno a manos de Taibo II? Una mañana de agosto de 2002, un viejo amigo del escritor mexicano, el editor Jesús Anaya, le puso sobre la mesa un paquete de fotocopias. «¿De quién es? ¿Puedes autentificar la letra?», le preguntó. Cuando el biógrafo de Ernesto Guevara y Pancho Villa ojeó las páginas, sintió un escalofrío. Parecían textos escritos de puño y letra del Che. Taibo II comparó la letra con diversos documentos escritos por el líder revolucionario argentino: fragmentos de los diarios de Bolivia, copias de cartas de los primeros años sesenta, un facsímil de la carta de despedida a Fidel, sus correcciones al diario de Congo. No había dudas: era evidentemente la letra del Che. Según plantea el escritor, la escritura del cuaderno habría comenzado al final de su estancia en Dar es Salaam, después de la campaña del Congo en el ’65, quizás en la larga espera en Praga, antes de los entrenamientos en Pinar del Río (Cuba) previos a la campaña de Bolivia. Pero la mayoría de los poemas encontrados en esa libreta habrían sido copiados durante la campaña boliviana. «Al principio me desconcertó mucho, fue como meterme en una burbuja del tiempo», admite el escritor. «Corté el teléfono, cerré la puerta y me puse a identificar los poemas.» Y como si estuviera jugando al elige tu propia aventura, Taibo II empezó a trabajar en la identificación de los poemas que el Che transcribió sin poner ni el título ni el autor. Claro que también tuvo que despejar posibles trampas. «Aconcagua», de Guillén, que estaba copiado en el cuaderno, fue publicado en El gran Zoo, en 1967, después de la muerte del Che, pero el escritor descubrió que había sido editado previamente por la revista Lunes de la revolución en Cuba, en 1959.
Taibo II tenía un montón de pruebas indirectas de la existencia del cuaderno verde a partir de la documentación que consultó cuando escribió la biografía del Che. «Pero ¿por qué nadie en la guerrilla sabía que el Che estaba copiando un libro de poesía, ‘escribiendo’ su antología?», se pregunta el escritor en la entrevista con Página/12. «Ni (Harry Antonio Villegas) Tamayo ni (Regis) Debray sabían de la existencia de este libro de poesía. Evidentemente es uno de los pocos momentos privados que el Che construía. Porque, quieras que no, el diario era un registro político del momento, de la situación. Y en contrapunto con ese diario estaba este extraño libro.» No son pocas las preguntas que aún generan esos sesenta y nueve poemas copiados por el Che, respetando sangrías, punto y coma y entre paréntesis. «No es una selección que uno se esperaría, para nada. Si vas a citar a Vallejo, ¿por qué el de Trilce, el más oscuro y hermético, y no el de la Guerra Civil Española y de masas? Si vas a seleccionar a Neruda, ¿por qué no irte más por el Canto general, que era uno de sus libros favoritos y que era muy acorde ideológicamente con la visión guevarista desde abajo de América latina?», plantea Taibo II.
-¿Por qué decidió publicar el cuaderno?
-Me atraía fijar el hecho histórico, el documento. El cuaderno verde del Che es un documento, y la selección de poemas muestra al personaje, no sólo a los poetas. El libro se vuelve, sin querer, una inmensa puerta abierta para todos los adolescentes de América latina que a través del Che van a llegar a Neruda, Vallejo, Guillén y Felipe. Y la literatura como vaso comunicante me resulta muy atractiva. El otro día iba por la calle y un adolescente me preguntó: ¿Neruda es tan chingón como dice el Che? «Más», le dije, y se fue a comprar un libro de Neruda.
-¿Piensa que el Che hubiera querido que se publicara este libro?
-No, era un libro de uso, el Che no hubiera querido que se publicara nada, ni sus diarios ni el libro. Cuando el Che publicó, lo hizo después de trabajar obsesivamente el lenguaje. De hecho, su libro Pasajes de la guerra revolucionaria está supertrabajado si se lo compara con los diarios.
-¿Cómo explica que un hombre de acción tuviera tanta obsesión por el lenguaje?
-Porque esos son los hombres de acción de verdad. Cuando compones el cuadro del Che, encuentras un montón de cosas que no se corresponden con los estereotipos del héroe militar ortodoxo. Encuentras un vagabundo, un antijerárquico, un irreverente, un igualitario, un amante de la poesía.
-¿Qué desmitificaciones del Che podrían aparecer a partir de la lectura de los poemas?
-Es un libro que compensa las imágenes previamente construidas. El otro día estaba revisando todo lo que se ha producido últimamente sobre el Che y no hay avances. Hay dos o tres cositas por revelarse de períodos oscuros. Juraría que quedan dos diarios, pero no lo puedo afirmar porque no los he visto. Quedarían el diario de México y el diario del Ministerio de Industria.
-¿Dónde estarían estos diarios?
-Partamos del supuesto de que el Che escribió diarios toda su vida: escribe el diario de juventud, el diario de viaje de motocicleta, el diario del segundo viaje, escribe los diarios de la Revolución Cubana y escribe diarios en Bolivia. Entonces la pregunta es ¿por qué en esos momentos de su vida no hay diarios? El Che era grafómano, tenía una pasión por poner en papel todo lo que vivía. Esos diarios existen, pero ¿por qué razones no fueron aún publicados? El diario de México narra en detalle su relación con su primera mujer, Hilda Gadea, algo que a la viuda actual del Che no le debe gustar demasiado. Y posiblemente en su diario del Ministerio de Industria, el Che debe hacer pomada a un montón de personajes de la Revolución que aún están vivos, gente con la que tuvo contradicciones. Yo entiendo que no los quieran publicar; el Che no los escribió para publicarlos, eran diarios privados, pero también entiendo que son documentos históricos que deberían hacerse públicos.
-Si le llegaran esos diarios como le mandaron el cuaderno, ¿los publicaría?
-Los publico en chinga (risas). Tengo muy claro el asunto. El Che está en el terreno de la historia. Cuando estás en el terreno de la historia, eres un personaje público y por lo tanto estás sometido al auspicio de la historia.
-¿Pero lo privado también?
-Lo privado, cuando eres un personaje público, trasciende y se vuelve lo público. Hoy por hoy no puedes entender a Napoleón sin los amores con Josefina, o a Stalin sin las relaciones con su hija.
-¿Le propuso a la familia publicar esos diarios?
-Sí, alguna vez fui y dije: ¿dónde están los diarios que ustedes no publican? Si no los publican, voy a decir que existen. Y me mandaron a la mierda. Pero estoy seguro de que se harán públicos con el paso de los años.
-¿El Che copió los poemas para no cargar con los libros?
-Evidentemente. Me acuerdo que Tamayo me contaba que el gran sufrimiento cuando el Che iba en vanguardia era quién cargaba la mochila. Odiaban la mochila del Che porque con lo que pesaba era como cargar piedras.
-¿Por qué señala que no ha habido grandes avances en lo que se ha escrito sobre el Che?
-Todo intento de sesgar al Che es un error grave. Me ponen los pelos de punta los libros que sesgan al personaje y no lo meten en contexto. Cuando la izquierda más neanderthal de América latina toma ocho frases del Che y se queda con la guerra de guerrillas, pierde al Che, se le va. Cuando lo quieren reducir al animal político y no toman en cuenta la cotidianidad de los actos políticos antijerárquicos del Che en la vida diaria, se les va el Che, lo pierden, no es ése. El Che es básicamente un hombre que habla con hechos que son de composición múltiple. Tiene una vertiente de vagabundo que toda su vida lo ha de acompañar. Y esta vertiente es muy sana. El término «vagabundo» ha sido calumniado por la burguesía, que lo ha sustituido por «turista de elite», los que recorren los países con vidrios polarizados. El Che era un vagabundo, vagaba mundos. Manuel Vázquez Montalbán me reveló el pensamiento de los vagabundos. Me dijo: «Paco, tengo una puta compulsión: cada vez que llego a un lado, quiero irme a otro».
Aunque Paco Ignacio Taibo II no para de hablar, ahora hace una pausa, toma su refresco y bromea: «Cuando dejo de tomar Coca Cola, ando como San Francisco de Asís en el día de los imbéciles». El escritor confiesa que algún día tendrá que hacer un ensayo sobre el idioma del Che. «Hablaba un argentino muy teñido de cubanismos y de mexicanismos, al que poco a poco había ido incorporando palabras del Altiplano, bolivianas y peruanas. Es el precursor del latinoamericanismo como idioma», opina. Taibo revela que el Che estaba fascinado por el mundo indígena. «Al fin y al cabo, ¿qué puedes hacer para desconcertar a un argentino?», señala. «Llévalo a Machu Picchu y dile: ‘Colega: esto eres tú, pero no te habías enterado porque tu país no te permite entenderlo’.»