I Che Guevara no fue solamente un guerrillero heroico, un combatiente que entregó su vida por la liberación de los pueblos de América Latina, un dirigente revolucionario que – hecho sin precedente en la historia – dejó todos sus cargos para volver a retomar el fusil contra el imperialismo. Él fue también un pensador, un […]
I
Che Guevara no fue solamente un guerrillero heroico, un combatiente que entregó su vida por la liberación de los pueblos de América Latina, un dirigente revolucionario que – hecho sin precedente en la historia – dejó todos sus cargos para volver a retomar el fusil contra el imperialismo. Él fue también un pensador, un hombre de reflexión, que nunca dejó de leer y de escribir, aprovechando cualquier pausa entre dos batallas para tomar pluma y papel. Su pensamiento lo hace uno de los más importantes renovadores del marxismo en América Latina, quizás el más importante después de José Carlos Mariátegui.
Curiosamente, la mayoría de las biografías del Che recientemente publicadas no dan cuenta de este aspecto esencial de su personalidad. Hasta los autores que manifiestan simpatía por su figura, no entienden o menosprecian su obra marxista. Por ejemplo, en el hermoso libro de Paco Ignacio Taibo II, los escritos del Che por ocasión de la discusión sobre la ley del valor son echados a un lado como » laberinto de citas » inspirado por un » marxismo bíblico «. En cuanto al periodista francés Pierre Kalfon, él considera el apasionante ensayo «El socialismo y el hombre en Cuba» como ¡»un montón de formulas», inspiradas por «un dogmatismo de otras épocas», es decir, por la «logomaquia marxista tradicional»!
Ahora bien, si se ignora o se desprecia el pensamiento del Che, sus ideas, su valores, su teoría revolucionaria, su marxismo crítico, ¿cómo se puede entender la coherencia de su vida, los motivos esenciales de su acción, la inspiración político-moral de su práctica, el fuego sagrado que lo movía?
Guevara no llegó al marxismo por la experiencia de la revolución misma, sino, al contrario, trató muy pronto de descifrar esa revolución recurriendo a referencias marxistas, y así fue el primero en captar plenamente la significación histórico-social de la revolución cubana, proclamando, en julio de 1960, que ésta «descubrió también, por sus propios métodos, los caminos que senalara Marx»i. Pero bien antes, en abril del 1959, él ya previa el rumbo que iba tomar el proceso cubano, después de la caída de la dictadura de Batista: se trata, decía el Che en una entrevista con un periodista chino, de «un desarrollo ininterrumpido de la revolución», hasta abolir «el sistema social existente» y sus «fundamentos económicos»ii.
Del 1959 hasta su muerte, el marxismo del Che ha evolucionado. Él se aleja cada vez más de las ilusiones iniciales acerca del modelo soviético de socialismo y del estilo soviético -es decir, estalinista- de marxismo. En sus escritos se percibe de manera cada vez más explícita, sobre todo a partir de 1963, la búsqueda de un modelo alternativo, la tentativa de formular otra vía al socialismo, distinta de los paradigmas oficiales del «socialismo realmente existente». Su asesinato por los agentes de la CIA y sus socios bolivianos en octubre del 1967 va a interrumpir un proceso de maduración política y desarrollo intelectual autónomo. Su obra no es un sistema cerrado, un planteamiento acabado que tiene respuesta para todo. Sobre muchas cuestiones -la democracia en la planificación, la lucha contra la burocracia- su reflexión es incompleta.
El marxismo del Che se distingue de las variantes dominantes en su época. Es un marxismo antidogmático, ético, pluralista, humanista, revolucionario. Algunos ejemplos permiten ilustrar estas características.
Antidogmatico: Marx, para el Che, no era un Papa favorecido con el don de la infalibilidad. En sus «Notas para el estudio de la ideología de la Revolución cubana» (1960), él subraya: aun siendo un gigante del pensamiento, el autor de El Capital había cometido errores que se pueden y deben criticar. Por ejemplo, con relación a América Latina, su interpretación de Bolívar, o el análisis de México que hace con Engels «dando por sentadas incluso ciertas teorias de las razas o las nacionalidades inadmisibles hoy»iii.
Más grave que las equivocaciones de Marx son los fenómenos de dogmatización burocrática del marxismo en el siglo XX: en varias ocasiones Guevara se queja de la «escolástica que ha frenado el desarrollo de la filosofía marxista» -una evidente referencia al stalinismo- y que incluso ha impedido sistemáticamente el estudio del período de construcción del socialismoiv.
Ético: La acción revolucionaria es inseparable de ciertos valores éticos. Uno de los ejemplos es el trato a los prisioneros de una guerrilla: «Una clemencia lo más absoluta posible con los soldados que van a combatir cumpliendo, o creyendo cumplir, su deber militar. (…) Los sobrevivientes deben ser dejados en libertad. Los heridos deben ser cuidados con todos los recursos posibles»v. Un incidente de la batalla de Santa Clara ilustra el comportamiento del Che: a un companero que propone que se ejecute un teniente del ejército hecho prisoniero, el comandante Guevara contesta: «¿Crees tú que somos como ellos?»vi.
La construcción del socialismo es también inseparable de ciertos valores éticos, contrariamente a lo que plantean las concepciones economicistas -de Stalin hasta Charles Bettelheim- que sólo consideran «el desarrollo de las fuerzas productivas». En la famosa entrevista con el periodista Jean Daniel (julio del 1963) el Che planteaba, en lo que ya era una crítica implícita al «socialismo real»: «El socialismo económico sin la moral comunista no me interesa. Luchamos contra la miseria, pero al mismo tiempo contra la enajenación. (…) Si el comunismo pasa por alto los hechos de consciencia, podrá ser un método de reparto, pero no es ya una moral revolucionaria»vii.
Pluralista: Aun si el Che nunca logró formular una concepción acabada de la democracia socialista, defendía la libertad de discusión en el campo revolucionario y el respeto a la pluralidad de opiniones. El ejemplo más tajante es su respuesta -en un informe de 1964 a sus compañeros del Ministerio de la Industria- a la crítica de «trotskismo» que le echaran algunos soviéticos: «A este respecto, creo que o poseemos la capacidad de destruir con argumentos la opinión contraria o debemos dejarla expresarse… No es posible destruir una opinión con la fuerza, porque ello bloquea todo desarrollo libre de la inteligencia. También del pensamiento de Trotsky se puede tomar una serie de cosas, incluso si, como creo, se equivocó en sus conceptos fundamentales, y si su acción ulterior fue erronea…»viii.
Revolucionario: durante años y décadas el marxismo sirvió en América Latina de justificación a una política reformista de subordinación del movimiento obrero a una alianza con la supuesta «burguesía nacional», en aras de una supuesta «revolución democrática, nacional y anti-feudal» (Codovilla, para sólo mencionar un nombre simbólico de todo un sistema político de corte stalinista). En su «Mensaje a la Tricontinental» (1966) Guevara cortó el nudo gordiano que ataba los explotados de manos y pies: «No hay más cambios que hacer: o revolución socialista o caricatura de revolución»ix.
Humanista: La lectura de Marx por el Che es totalmente distinta de la vulgata estructuralista, «anti-humanista teórica», althusseriana, que tanto se difundió en América Latina en los años 60 y 70. La crítica del capitalismo -sociedad en la cual «el hombre es el lobo del hombre»- la reflexión sobre la transición al socialismo, la utopía comunista de un hombre nuevo: todos los temas centrales de la obra marxista del Che tienen su fundamento en el humanismo revolucionario. La expresión concreta, práctica, activa del humanismo revolucionario es el internacionalismo. En su charla con los jovenes comunistas en 1962, Guevara insistía que el revolucionario debe «plantearse siempre los grandes problemas de la humanidad como problemas propios», es decir, «sentirse angustiado cuando se asesina a un hombre en cualquier rincón del mundo y para sentirse entusiasmado cuando en algún rincón del mundo se alza una nueva bandera de libertad». Mas allá de los errores tácticos o mismo estratégicos, el compromiso personal del Che con la revolución en el Congo y en Bolivia, al riesgo de su vida, es la traducción en los hechos de estas palabras.
El mundo -y América Latina- han cambiado muchísimo en estos últimos treinta años. No se trata de volver atrás, y buscar en los escritos del Che la respuesta a todos nuestros problemas actuales. Pero la verdad es que los pueblos siguen, hoy como ayer, bajo la dominación del imperialismo; que el capitalismo, en su forma neo-liberal, sigue produciendo los mismos efectos: injusticia social, opresión, desempleo, pobreza, mercantilizacion de los espíritus. Peor: nunca en el pasado ejerció el gran capital financero multinacional un poder tan aplastante, tan abrumador, sobre el conjunto del planeta. Nunca, como ahora, consiguió el capitalismo ahogar a todos los sentimientos humanos en las «aguas glaciales del cálculo egoísta». Por eso necesitamos, hoy más que nunca, del marxismo del Che, de un marxismo anti-dogmático, ético, pluralista, revolucionario, humanista.
En el siglo XXI, cuando ya estarán olvidados los ideólogos neo-liberales que hoy ocupan la escena política y cultural, las nuevas generaciones se acordarán aún del Che, de su combate y de sus ideas.
II
Según Walter Benjamin, en sus tesis Sobre el concepto de historia (1940), las fuerzas de la rebelión de los oprimidos tienen sus raíces en la memoria de los vencidos, de los ancestros caídos en la lucha. América Latina es un ejemplo impresionante de esta regla: las revueltas e insurgencias populares durante el siglo XX y hasta hoy se inspiraron en las figuras de José Marti, Emiliano Zapata, Augusto Sandino, Ernesto Che Guevara. Luchadores vencidos, que cayeron con las armas en las manos y se transformaron, para siempre, en granos de futuro sembrados en la tierra latinoamericana, estrellas en el cielo de la esperanza popular.
Este libro de Nestor Kohan es mucho más que un homenaje a Ernesto Guevara: es una importante contribución al debate marxista en América Latina, a partir de una lectura humanista y revolucionaria de los escritos del médico-guerillero argentino. No se trata de una obra sistemática, sino más bien de una colección de ensayos, conferencias, entrevistas, que abordan múltiples aspectos del pensamiento del Che y de su herencia en el movimiento revolucionario latinoamericano (Robi Santucho, Miguel Enríquez). Esta diversidad, esta pluralidad de planteamientos y de temas, es precisamente lo que hace el interés del libro, su riqueza, su vitalidad.
Al mismo tiempo, es evidente la unidad, la coherencia de este conjunto de trabajos: todos tienen por hilo conductor, la filosofía de la praxis, el marxismo humanista, la perspectiva revolucionaria-socialista de Guevara. Y en varios se discute lo que es, creo, uno de sus aportes más importantes: la formulación de una vía nueva al socialismo, que no fuera «calco y copia» (para retomar la fórmula de Mariátegui) de la experiencia soviética. Su concepción -combatida como «utópica y peligrosa» por el partidario de Stalin (y de Althusser) Charles Bettelheim, pero sustentada por Ernest Mandel, el principal teórico y dirigente de la Cuarta Internacional- acerca de la contradicción entre el plan y el mercado es inseparable, como muy bien lo plantea Néstor, de su humanismo teórico, de su deseo de liberar a los individuos de la enajenación y de la «jaula invisible» de las leyes económicas mercantiles.
Analizando varios escritos económicos del Che recién publicados, y dialogando con Orlando Borrego, Néstor nos permite conocer mejor la evolución de su pensamiento en los últimos años (1964-67), su interés por los planteamientos de la oposición de izquierda (Preobrajensky, Trotsky), su rechazo de los «Manuales» soviéticos, su búsqueda de nuevas soluciones, su intuición según la cual la URSS iba a terminar restaurando el capitalismo.
En el título de su librox, y en uno de los ensayos, Néstor plantea la actualidad de las ideas -y del combate- internacionalista radical del Che para el «movimiento de los movimientos» nacido en Seattle en 1999: más allá del capitalismo y de la brutal dominación imperialista, «un otro mundo es posible», basado en los valores de la solidaridad, de la igualdad y de la libertad que constituyen el socialismo.
Lo que le da su valor singular a este libro es su manera de asociar el compromiso militante con la herencia revolucionaria y marxista del Che, y una reflexión teórica profunda sobre cuestiones como la filosofía de la praxis, el concepto de enajenación, el estructuralismo, el determinismo, el posmodernismo.
Podemos criticar una u otra formulación de Néstor, o estar en desacuerdo con uno u otro planteamiento -por ejemplo, sobre la relación entre democracia y socialismo en Cuba- pero son libros como éste los que nos ayudan a implementar la tarea que Walter Benjamin le asignaba al pensamiento revolucionario: salvar la tradición de los oprimidos del conformismo que intenta apoderarse de ella.
París, 6 de abril de 2005
Notas
i Al Primer Congreso Latinoamericano de Juventudes», discurso del 28 de julio del 1960, en Ernesto Che Guevara, Obras 1957-1967, La Habana, Casa de las Américas, 1970, vol. 2, p. 392. En adelante, citaremos esta edición como Casa
iiE.Guevara, Selected Works, Cambridge, MIT Press, 1970, p. 372.
iiiCasa, vol. 2, p.416.
ivCasa , vol. 2, pp. 416, 190. En un discurso de abril del 1962 sobre Escalante y su tentativa de stalinización del partido revolucionario cubano Guevara subraya la relación íntima entre alejamiento de las masas, burocratismo, sectarismo y dogmatismo. En Ernesto Guevara, Obra revolucionaria, México, Era, 1967, p.333.
vChe Guevara, «La guerra de guerrillas», Casa, vol. 1, p. 46.
viCitado en Paco Ignacio Taibo II, Ernesto Guevara, connu aussi comme le Che, Paris, Payot, 1997, p.299.
viiEn L’Express, 25 de julio del 1963, p.9.
viiiChe Guevara, «Il piano i gli uomini», Il Manifesto n° 7, deciembre del 1969, p.37.
ixCasa vol. 2, p. 589. Es impresionante el paralelo con las tesis de José Carlos Maraitegui en 1929 : «A Norteamérica, plutocrática, imperialista, sólo es posible oponer eficazmente una América Latina o Ibera, socialista. (…) El destino de estes paises, dentro del orden capitalista, es el de simples colonias». (J.C.Mariategui, » El proletariado y su organización «, México, Grijalbo, 1970, pp. 119-121)
x En su primera edición impresa este libro apareció con el título Ernesto Che Guevara: Otro mundo es posible. A ese título hace referencia en su prólogo Michael Löwy. -Nota de N.K.-