¿Qué sentido puede tener, en la Argentina del año 2004 recordar al Che? ¿Cómo hacerlo, sin que el homenaje se vuelva un simple ritual que no incomoda a nadie y tranquiliza las conciencias de quienes lejos hoy de sus ideales, de sus sueños y de sus prácticas, entienden que la mejor manera de amortiguar su […]
¿Qué sentido puede tener, en la Argentina del año 2004 recordar al Che? ¿Cómo hacerlo, sin que el homenaje se vuelva un simple ritual que no incomoda a nadie y tranquiliza las conciencias de quienes lejos hoy de sus ideales, de sus sueños y de sus prácticas, entienden que la mejor manera de amortiguar su mensaje, es cubriendo al Che de una gloria lejana e inalcanzable para quienes pretendemos continuar la lucha?
¿Cómo recordar al Che y al mismo tiempo repensarlo en las condiciones de este siglo 21, en las que su proyecto fundamental: la batalla por el socialismo y por el comunismo, la creación del hombre nuevo y de la nueva sociedad en escala mundial, pretenden ser asimilados a diferentes prácticas políticas y sociales -incluso a algunas de las que convocan a la construcción de un «capitalismo serio»-?
¿Cómo recordar al Che cuando en la otra orilla muchos de quienes en su tiempo lo negaron, pretenden ahora utilizarlo como emblema para nuevas modalidades de sectarismo, de reformismo y de oportunismo?
La idea es hablar del Che y de los argentinos, en un momento en el que resuena como desafío su mensaje dirigido a nuestro pueblo el 25 de mayo de 1962, desde La Habana, en el que nos instaba urgentemente a la unidad. Decía entonces:
«Todos los que luchamos por la liberación de nuestros pueblos, luchamos al mismo tiempo, aunque a veces no lo sepamos, por el aniquilamiento del imperialismo; y todos somos aliados, aunque a veces no lo sepamos, aunque a veces dividamos nuestras propias fuerzas por querellas internas, aunque a veces por discusiones estériles dejamos de hacer el frente necesario para luchar contra el imperialismo; pero todos, todos los que luchamos honestamente por la liberación de nuestras respectivas patrias somos enemigos directos del imperialismo. En este momento no cabe otra posición que la lucha directa o la colaboración».
… «Liberación, porque la Argentina está de nuevo encadenada; cadenas a veces difíciles de ver, cadenas que no siempre son visibles para todo el pueblo, pero que la están amarrando día a día. El petróleo se va por un lado, compañías extranjeras entran por todos los lados del país; viejas conquistas van cayendo, y todo eso se produce lentamente, como un veneno sutil que va penetrando así en la Argentina, como en muchos otros países de América.»
… «Si nuestro pueblo aprende bien las lecciones, si no se deja engañar de nuevo, si no suceden nuevas y pequeñas escaramuzas que lo alejen del objetivo central que debe ser tomar el poder -nada más ni nada menos que tomar el poder- podrán darse en la Argentina condiciones nuevas, las condiciones que en su época representó el 25 de Mayo, las condiciones de un cambio total. Solamente que en este momento de colonialismo e imperialismo, el cambio total significa el paso que nosotros hemos dado: el paso hacia la declaración de la Revolución Socialista, y el establecimiento de un poder que se dedique a la construcción del socialismo.»
Este discurso del Che nos recuerda algunos ejes de su pensamiento, sobre los que podemos reflexionar. El socialismo, como objetivo central de nuestra batalla. El tema del poder, y las concepciones sobre el mismo en el movimiento popular. La necesidad de la unidad de las fuerzas antiimperialistas. El antiimperialismo, como eje de una política continental. El internacionalismo, como estrategia fundante del movimiento revolucionario en tiempos de globalización.
Terminaba el Che su discurso 42 años atrás:
«Pensemos en la unidad indestructible de todo nuestro continente, pensemos en todo lo que nos ata y nos une, y no en lo que nos divide; pensemos en todas nuestras cualidades iguales; pensemos en nuestra economía igualmente distorsionada, igualmente aherrojado cada pueblo por el mismo imperialismo: pensemos en que somos parte de un ejército que lucha por su liberación, en cada pedazo del mundo donde todavía no se ha logrado, y aprestémonos a celebrar otro 25 de Mayo, ya no en esta tierra generosa, sino en la tierra propia y bajo símbolos distintos, bajo símbolos nuevos, bajo símbolo de futuro, bajo el símbolo de la construcción del socialismo, bajo el símbolo de la victoria.»
Aquel 25 de mayo
El Che realizó este discurso en un asado en el que se reunieron los argentinos y argentinas que se encontraban en Cuba, participando de diferentes actividades de solidaridad con la Revolución Cubana. En esa oportunidad, en nombre de la delegación argentina, habló John William Cooke, dirigente de las corrientes revolucionarias del peronismo, uno de los hombres con los que el Che tejió sólidos vínculos al pensar en la realización de su proyecto revolucionario en la Argentina.
John William Cooke colaboró con la primer guerrilla desarrollada en el país en 1959, la guerrilla de Uturunco, luego apoyó -a pedido del Che- la experiencia del Ejército Guerrillero del Pueblo, liderada por Jorge Ricardo Masetti, que se desarrolló en Salta entre 1962 y 1964, y organizó con otros compañeros la guerrilla de Taco Ralo, en 1967-68, año en que muere. Cuando el Che fue a pelear a Bolivia, Cooke estaba organizando un destacamento argentino para confluir con el Che en este esfuerzo continental. Al respecto quedó el testimonio de su compañera Alicia Eguren:
«Cooke conoce las primeras noticias sobre la muerte del Che en Londres, de regreso de la Conferencia de la OLAS a la que fuera presidiendo la delegación argentina. El golpe fue para él más grave que para quienes de pronto cobraron conciencia de que habían perdido a su jefe para la guerra verdadera. Para John esa muerte encadenaba también la muerte, o por lo menos la trágica postergación de planes de trabajo para los cuales, puramente, ya había renunciado a muchas cosas, inclusive, a nivel humano a lo que más quería. De Londres pasó a París. Allí permaneció algo más de una quincena esperando contactos que no se produjeron. El desastre fue muy grande como para que inmediatamente se reconstruyeran los circuitos quebrados. Por lo menos no existió la organización, los planes de acción y de emergencia como para que el proyecto original, fracturado por el desastre, pudiera desarrollarse en lo inmediato. Ernesto Guevara y John W. Cooke mantuvieron una larga relación política, militante y revolucionaria. Los proyectos de lucha común en el sur del continente quedaron truncos con la muerte de Ernesto. John murió a menos de un año que el Che.»
Alicia Eguren -que fue asesinada en la ESMA-, integró posteriormente el Frente Antiimperialista por el Socialismo, fue también una colaboradora directa del Che, en sus planes revolucionarios para el continente.
Se encontraba también en aquel asado Tamara Bunke, Tania, la guerrillera que luego cayó en Bolivia, peleando junto al Che. En aquella actividad en La Habana, el 25 de mayo, Tania se dedicó a cantar y a bailar danzas folklóricas argentinas.
Masetti, en aquellos momentos, se encontraba iniciando la primer guerrilla guevarista en la Argentina. El comandante Segundo (por don Segundo Sombra), iniciaba entonces el esfuerzo en el que el Che pretendía integrarse en una etapa posterior, bajo el nombre de guerra de Martín Fierro. El Ejército Guerrillero del Pueblo, establecido en la región de Orán entre los años 62 y 64, fue la primer guerrilla inspirada directamente por el Che. Jorge Ricardo Masetti, fundador de Prensa Latina, fue el primer periodista argentino que entrevistó al Che en la Sierra Maestra, y desde entonces se anudó a sus proyectos revolucionarios.
Masetti. Cooke. Alicia. Tania. Son sólo algunos compañeros de aquella generación que podríamos identificar como la de los primeros guevaristas argentinos, que provienen de diversas identidades y organizaciones políticas.
Peronistas como Cooke y Alicia, cristianos como Juan García Elorrio, marxistas como Roby Santucho, trotskistas como el Vasco Bengoechea. Tuvieron distintas opiniones sobre la coyuntura nacional y las tácticas a seguir. La mayor parte de ellos se desencontraron a la hora de la lucha contra el mismo enemigo, pero fueron igualmente fieles al ejemplo, a la ética, y al humanismo que nos legó el Che. Este dato, diferentes identidades, distintas organizaciones, y una misma actitud frente a la vida, es una de las primeras reflexiones que quiero realizar. Porque tal vez en él esté uno de los dilemas argentinos, y el mayor desafío para la actualidad.
El Che fue capaz de vincularse con las distintas corrientes políticas argentinas, sin otra condición de que estuvieran dispuestas a luchar; y en esa relación estableció las polémicas en las que pudo modificar concepciones erróneas de aquellos sectores, y también cambiar sus propias ideas. Era un diálogo real, sincero, sin tapujos, mediado por una alta moral revolucionaria y por esfuerzos prácticos de lucha compartidos. Al mismo tiempo, la densidad ética de su ejemplo, logró conmover más que muchos discursos a miles de jóvenes argentinos; produciendo una ruptura cultural en la izquierda que atravesó a absolutamente todos los sectores.
Escribió Rodolfo Walsh ante la muerte del Che:
«La nostalgia se codifica en un rosario de muertos, y da un poco de vergüenza estar aquí sentado frente a una máquina de escribir, aún sabiendo que eso también es una especie de fatalidad, aún si uno pudiera consolarse con la idea de que es una fatalidad que sirve para algo. Dicho más simplemente: nos cuesta a muchos eludir la vergüenza, no de estar vivos -porque no es el deseo de la muerte, es su contrario, la fuerza de la revolución, sino de que Guevara haya muerto con tan pocos alrededor. Por supuesto no sabíamos, oficialmente no sabíamos nada, pero algunos sospechábamos, temíamos. Fuimos lentos, ¿culpables? Inútil ya discutir la cosa, pero ese sentimiento que digo está, al menos para mí y tal vez sea un nuevo punto de partida.»
Escribió también Paco Urondo:
«Ha corrido la suerte del agredido, aunque el agredido no corrió su suerte. Sigue vivito y coleando y ya escucho en esa radio tan potente detalles fatídicos entre descargas eléctricas, flotando en un éter contaminado y no queda más remedio que admitir y al día siguiente su hermana me dice que sí, que era su cuerpo, que ahora se daban cuenta de que no quería reconocerlo, que negaba la gran desgracia de América; su cuerpo de santo, porque yo no sé si lo conocíamos bien, me dice, pero le ha salido ese aspecto de santo que a lo mejor era necesario también para sacudir ese mundo postrado, aunque parezca un precio demasiado alto para terminar con el oficialismo de izquierda y los grupitos disidentes y paralizados y los focos aislados y empezar de una buena vez, antes que algunos pretendan desensillar y todo termine en lamentaciones, y nadie haya perfeccionado los errores, porque aquí no se trata de andar dejándose madrugar; veo el porvenir en el pleito de sus chicos y el de los míos y de tantos en esta tierra basureada. Ya no se le puede pedir órdenes a mi Comandante; ya no anda para seguir contestando, ya ha dado su respuesta. Habrá que recordarla, o adivinarla, o inventar los pasos de nuestro destino.»
Rodolfo Walsh. Paco Urondo. Haroldo Conti. Tania. Alicia Eguren. Juan García Elorrio. Jorge Ricardo Masetti. Compañeros y compañeras que fueron fieles al ejemplo ético del Che, entregando en estas batallas su propia vida. Hombres nuevos y mujeres nuevas, que practicaron a su modo, en su tiempo, con sus propias vidas, la pedagogía del ejemplo. La pedagogía de la coherencia entre teoría y práctica. La pedagogía del sujeto transformador de la historia, hacedor de la historia.
Frente a una cultura neoliberal que ha proclamado el fin de la historia que ha intentado que todos y todas nos volvamos objetos, e incluso objetos descartables, la presencia del Che entre los argentinos y argentinas estimula la posibilidad de seguir creando, en la lucha, hombres y mujeres nuevos. Hombres y mujeres que van forjando en sus prácticas cotidianas los valores opuestos a los que refuerzan la dominación. Se trata de una batalla contrahegemónica, planteada en el plano de las ideas, de los valores, de las actitudes, de los gestos. Se trata de desafiar la cultura del autoritarismo, del sectarismo, del hegemonismo, del egoísmo, del individualismo, del sálvese quien puede, para pensar en una cultura basada en la solidaridad, en la capacidad de rebeldía frente a las injusticias, en la sensibilidad. «Déjeme decirle, decía el Che en 1965 a Carlos Quijano, que el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor».
¿Es posible forjar estos hombres nuevos y estas nuevas mujeres, en un tiempo en el que el mercado manda sobre los valores, en el que se compran conciencias a bajo costo, en el que la corrupción ha mellado en la base al propio movimiento popular, en el que la cooptación desarrollada desde el poder hacia líderes e incluso corrientes políticas provenientes de la izquierda se ha vuelto moneda corriente?
Creo que éste es uno de los grandes desafíos. Y pienso que es posible, cuando recuerdo a Darío Santillán, a Maxi Kosteki, a los piqueteros de Salta, a los compañeros y compañeras que dan sus vidas todos los días, no para sacar una ventaja inmediata para sí mismos, sino para crear nuevas maneras de relacionarnos, de organizar nuestra lucha, de resolver nuestra subsistencia de manera colectiva.
El Che soñó al hombre nuevo, escribió pensando en cómo crearlo y creándolo con su propia vida, e inventó caminos para formarlo. Es en esa búsqueda en la que tenemos que inscribir todo lo que desarrolló como aporte al socialismo, principalmente en la búsqueda de crear nuevas formas de trabajo que no repitieran la alienación, la explotación, propias del capitalismo. Cuando el Che iba al trabajo voluntario, pregonando con el ejemplo, buscaba no sólo realizar un gesto solidario, sino encontrar en un trabajo liberado, las semillas de una nueva manera de trabajar, no capitalista, en la que el individuo, el hombre y la mujer no están obligados a vender su fuerza de trabajo para sobrevivir. Pensaba en nuevas relaciones que podrían establecerse entre los hombres y mujeres que se unían en el trabajo voluntario. Creo que muchos de estos aportes, valen hoy como base para el debate actual que realizan los emprendimientos piqueteros, o de empresas recuperadas por los trabajadores y trabajadoras. Un gran desafío, entiendo, es encontrar, en estas modalidades nuevas de organización, formas de relación que anticipen la sociedad que aspiramos a crear. La oportunidad de volver a actuar como voluntad colectiva, como fuerza solidaria, es el gran desafío que se nos presenta a quienes seguimos pensando en una sociedad en la que nos hagamos cargo de crear conscientemente nuestra historia.
La relación hombre nuevo-nueva mujer; organización nueva y nueva sociedad, es el eje que tenemos que recomponer como condición para conformar un proyecto revolucionario alternativo. El hombre nuevo, propuesta a la que el Che consagró su vida, es la conjugación de los valores que niegan la cultura enajenante del capitalismo de fin de siglo. La organización nueva, será la que pueda contribuir a reunir los ideales, las capacidades y la mística necesarios para promover una cultura basada en la unidad, la rebelión, la resistencia y la solidaridad. Será seguramente el resultado de un proceso de unidad de los revolucionarios argentinos provenientes de diversas experiencias y tradiciones combativas en la Argentina, y en ella tendrán un lugar relevante las nuevas generaciones que comienzan a integrar su rebeldía con la figura emblemática del Che.
La nueva sociedad será conclusión de una compleja construcción colectiva, plagada de contradicciones. El socialismo no será principalmente una forma superior de distribución de la riqueza, ni será principalmente un modo de producción, sino como lo propuso el Che, un hecho de conciencia. Será el triunfo de una cultura opuesta a todo tipo de explotación, a todo tipo de dominación, y a todo tipo de discriminación.
Buenos Aires, 14 de junio de 2004
Claudia Korol es secretaria de redacción de la Revista América Libre y coordina con Néstor Kohan la Cátedra del Che de la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo.
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