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A 50 años del golpe de Estado

El cinismo de Boric y la fake-izquierda

Fuentes: Rebelión

Una memoria impostada es herramienta de los cínicos, una memoria auténtica es experiencia, y ella, simiente de proyectos de emancipación.

Ironía de la historia. El pasado 10 de septiembre, en Santiago, el Partido Comunista y el Socialista, bases de lo que fuera la UP y el gobierno de Salvador Allende, apelando a la represión policial directa, impusieron un cerco que fraccionó al pueblo. El 10 de septiembre, a 50 años, momento histórico para la memoria de las luchas populares, se atentó contra la unidad entre las organizaciones de derechos humanos y las franjas populares que marchan unidas y masivamente todos los años en conmemoración del golpe de 1973.

Según estos burócratas debíamos dividirnos. Unos, los buenos, los demócratas, podían ser autorizados a marchar y transitar por el espacio público en torno a La Moneda, y otros, el resto, los malos, los violentos, debían ser reprimidos con la violencia de los aparatos policiales. En Alameda con Amunátegui la masiva infantería policial con su maquinaria motorizada, con gases, agua y ataques cuerpo a cuerpo, lograron fracturar la marcha.

Todo discurrió rápidamente. Poco antes de las 10:15 de la mañana, el fraccionamiento de la marcha, en esta zona, fue irremontable. Era la demostración fáctica de las denuncias que varias organizaciones populares habían manifestado en los días previos sobre la preparación de un cerco represivo por parte del Gobierno con la complicidad de algunos organismos de DD.HH.

Y el lunes 11 de septiembre, los saltimbanquis conducidos por su guaripola, escondidos en los actos oficiales en La Moneda, pusieron en escena otro montaje, el montaje de una conmemoración huera. Boric intentó encarnar una figura que le excede y la burocracia ministerial simuló emocionarse con consignas, versos y cánticos solemnes que le son ajenos. La performance orquestada por las direcciones de la fake-izquierda y el progresismo, no son más que fatuo juego de luces, impúdica mala obra, que irrespeta tanto los genuinos dolores de los hombres y mujeres presentes en los patios interiores como los de un pueblo que sigue afuera, en las calles. Una memoria impostada es herramienta de los cínicos, una memoria auténtica es experiencia, y ella, simiente de proyectos de emancipación.

Ninguna y ningún comunista o socialista puede prestarse para maniobras represivas contra el pueblo, tampoco validar semejantes imposturas; su camino es el de quienes, armándose de valor, se han dispuesto a impugnar y desacatar la política entreguista de sus directivas.

Las y los de afuera conmemoramos los 50 años del golpe, pero no lo hacemos lamentándonos por la pérdida de la democracia o el “quiebre constitucional”. Esa es la trampa ideológica con que la izquierda confiada, el progresismo y la burguesía “democrática”, han logrado administrar y disipar los ímpetus de lucha del pueblo. La democracia de entonces, como la de hoy, fue una democracia de clase, una democracia del capital.

En efecto, el golpe fue incoado por la burguesía criolla y el imperialismo que, con mano de las FF.AA., aplicaron toda su maquinaria de violencia sobre los trabajadores y el pueblo sin contemplación. Fue el capital – el empresariado criollo y foráneo- que no trepidó en defender con la represión, la tortura y la muerte, sus intereses de clase sobrepasando su propia legalidad, la legalidad burguesa, que ya no servía para contener a las fuerzas populares.

El golpe no fue sólo contra Salvador Allende y sus partidos, sino también contra las y los de abajo que rápidamente venían constituyéndose como sujeto político independiente y autónomo, desbordando incluso al propio Gobierno preso de momentos confusos, creando órganos de participación como las JAP, los cordones industriales, los comandos comunales y otras instancias de poder popular propias e independientes del Estado burgués.

Precisamente el temor del capital y el imperialismo era que el movimiento de trabajadores y el pueblo, aprovechando el impulso del triunfo de Allende, fuera más allá de la legalidad burguesa y disputara el poder real y no sólo el gobierno. Las clases dominantes y el imperialismo respondieron con la conspiración golpista, el asesinato de Schneider, el boicot de la economía y obligando a la UP a firmar compromisos constitucionales – amarres- mucho antes que asumiera como Gobierno.

Luego la acorralaron presionando para su capitulación por lo menos desde el paro de octubre de 1972.

Impulsaron el desabastecimiento, el paro del comercio y el transporte, celebraron la incorporación de los militares al gobierno y el intento de devolución de las fábricas expropiadas. Y en medio de la virtual capitulación del gobierno, la prisión y tortura de los marinos antigolpistas y la aprobación de ley de control de armas, fueron medidas que confundieron a las fuerzas populares y contribuyeron a su desarme.

Pero iban por más. Iban por la derrota estratégica de los trabajadores y el pueblo. Esa era la verdadera intención del golpe, por eso lo adelantaron a sabiendas que Allende llamaría a un Plebiscito en los días siguientes al martes 11. No les tembló la mano entonces ni les ha temblado la mano hoy para asesinar a niñas, niños y jóvenes chilenos y mapuche, aprobar la ley de gatillo fácil, la ley anti toma o militarizar el Wallmapu.

Desde Aylwin a Boric las riquezas naturales siguen entregándose a las transnacionales, fortaleciendo el capitalismo, y aplicando represión y engaños para mantener controladas e intoxicadas a las grandes masas populares.

La lección de estos 50 años de lucha, de las derrotas sufridas, es que nunca, nunca, se debe confiar en las burguesías locales o en el imperialismo. Aunque se vistan de demócratas, defensores de los derechos humanos o progresistas, su ADN está codificado con los signos de la ganancia, la explotación, el patriarcado, el colonialismo y la dominación de los pueblos.

Otra lección: hay que combatir a las y los entreguistas y denunciar a las y los vacilantes pues, con buenas o malas intenciones, no hacen sino debilitar y confundir a las fuerzas populares. Eso significó el Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución de noviembre de 2019: el fraccionamiento de las organizaciones populares surgidas en la Revuelta, arrastradas por la farsa constituyente de 2021-2022; lo mismo el apoyo a Boric en la segunda vuelta de 2022 con la excusa de parar el fascismo, o la participación en el plebiscito del 4 de septiembre que – aún ganando el “apruebo”- debía someter el mandato popular a un parlamento controlado por la derecha, y ni qué decir del nuevo proceso constitucional que hoy tiene al pueblo – y al propio progresismo y la izquierda confiada- metido en una trampa mortal. Es el desarme popular y ellas y ellos son los responsables.

Hay que convencerse: solo el pueblo ayuda al pueblo, solo el pueblo puede construir la fuerza emancipadora del Pueblo.

Frente a la barbarie que impulsa por doquier el capital y la crisis que afecta a toda la humanidad, no queda más que disponerse a construir las fuerzas propias, la autodefensa de la vida y solidaridad, a confiar en nosotros mismos e impulsar la unidad política y social de los pueblos.

Y si hemos de vencer, lo haremos con el legado de las y los luchadores de ayer que siempre están presentes en nuestras memorias, y con las voluntades generosas e inclaudicables que se levantan contra el capital y bregan por un mundo mejor. No hay otros caminos.

Santiago, 11 de septiembre de 2023.