Los medios de comunicación sólo sirven para la consolidación del statu quo . Esta afirmación, que podría hasta parecer caprichosa, está reforzada por más de veinte años de una transición política que cristalizó durante los primeros años de la década de los 90, y que ha vuelto a manifestarse en estas elecciones. Un proceso reforzado […]
Los medios de comunicación sólo sirven para la consolidación del statu quo . Esta afirmación, que podría hasta parecer caprichosa, está reforzada por más de veinte años de una transición política que cristalizó durante los primeros años de la década de los 90, y que ha vuelto a manifestarse en estas elecciones. Un proceso reforzado por la solidificación de una institucionalidad en que se fusionó la política, el mercado y los medios de comunicación prensados en un solo poder, el económico. Los medios de comunicación, la gran mayoría voceros de este poder, están para apuntalar esas instituciones.
Si en estas elecciones han surgido algunos cambios en la estructura representativa, éstos no han sido impulsados por los medios de comunicación, sino por otros canales, como el reagrupamiento de organizaciones sociales o la información crítica que circula por la prensa alternativa digital y las redes sociales. Los medios tradicionales se hallan muy cómodos amplificando las disputas al interior del binominal para hacerlas pasar por un verdadero debate político. Es lo que se ha llamado el circo binominal, un espectáculo de buen rating que tiene por finalidad reforzar el orden de las cosas.
Durante más de veinte años las elecciones se han convertido en una rutina que expresa letargo e inmovilidad. La apatía política, efecto de la falta de representación por la estrecha jaula del sistema binominal, no se revierte con una franja electoral o con una transmisión continua el día de las elecciones. No es posible alterar el desinterés en la política al convertirla en un nuevo espectáculo de masas de fin de semana, como si se tratara de la Teletón o de un partido de la Selección. La alta abstención electoral, estimada en un 50 por ciento de los potenciales electores, confirma el abismo entre la política real, expresada durante los últimos años en las calles, y la escasa participación en el evento electoral.
Esta apatía está mejor expresada -y de manera permanente- en los escasos contenidos políticos de la televisión, que algunos análisis estiman en apenas un cinco por ciento del espacio total de los informativos. Pero no se trata solo de una oferta arbitraria de los canales. Es la consecuencia de la falta de interés de la población en la política, medida a través de otros sondeos que le dan al Parlamento niveles mínimos de aprobación, así como altísimos de rechazo.
En este sentido, los medios de comunicación expresan en los informativos la percepción ciudadana de la política mediante la casi ausencia de política, una mirada que muestra crítica y rechazo, que ha puesto de cabeza los discursos políticos. Nunca en la historia de las recientes elecciones se habían presentado tantas candidaturas de las cuales por lo menos la mitad declararon la necesidad de una reformulación completa de la institucionalidad. Esta realidad es la gran ausente en los medios. La cobertura electoral, levantada y amplificada durante casi 24 horas, es una señal que vuelve a reforzar el sistema binominal, convirtiendo las elecciones en un espectáculo de masas cuyo comienzo y final está ya determinado. Es el gran momento para la política, pero acotada por un sistema cuyo deterioro terminal quedó nuevamente expresado en las recientes elecciones. Tras más de veinte años de transición, con un clima social que se ha tomado las calles de forma periódica, con sondeos de opinión que reflejan el profundo malestar de la ciudadanía con la clase política y las normativas vigentes, los resultados electorales no difieren de aquellos de los primeros años noventa. La estructura férrea de la maquinaria política sigue entregando grandes dividendos a sus administradores.
El papel de los medios de comunicación del duopolio y aquellos gestionados por grandes corporaciones ha quedado otra vez expresado a cabalidad. Queda demostrado su poder como agentes que canalizan los discursos dominantes a la vez que borran y distorsionan aquellos que les son incómodos.
Es complejo el escenario que se abre tras estas elecciones, que pese a la evidente crisis institucional vuelven a legitimar un sistema repudiado por la ciudadanía. Y en esta certificación, los medios han tenido un papel muy activo al celebrar al circo binominal.
Las transformaciones que el país demanda no vendrán desde las desprestigiadas instituciones políticas, las cuales vuelven a fortalecerse tras estos eventos electorales. Aquellos cambios que forman parte de las banderas de numerosas organizaciones sociales, tendrán que empujarse desde movilizaciones, protestas y huelgas, una tarea difícil pero necesaria que tiene como uno de sus principales objetivos la desinstalación de la institucionalidad política como paso incial para el desmontaje del modelo de mercado.
Publicado en «Punto Final», edición Nº 794, 22 de noviembre, 2013