Como si a Cuba no le bastara con haber perdido su lugar prominente en la producción de azúcar. Por si no fuera suficiente con el hecho de que ya no existen frutas que hasta hace unas décadas eran parte de la cotidianidad tropical. Como si no hubiéramos degenerado en tantas de nuestras potencialidades para crear riquezas. Ahora, para colmo de males, ya el país no es capaz de producir ni un pensamiento o una opinión política propios; también son importados.
Lo que la revista Cuba Socialista había unido hace unos meses por obra y gracia de Karima Oliva y Vibani B. Jiménez, en una corriente única de oposición denominada progresismo, ahora Cubadebate lo separa en dos mitades tras el pase de magia de Javier Gómez Sánchez, pues según su artículo, publicado en el referido sitio la pasada semana, las opiniones adversas al gobierno se dividen entre nosotros en dos tendencias contrarrevolucionarias. Pero, oh nacionalismo derrotado, ambas tienen su origen en EE.UU. Las bautiza y todo: obamistas y trumpistas, o para ser más precisos «la estrategia Trump» y «la estrategia Obama».
Qué tiempos aquellos en que las divisiones de los cubanos por personificaciones políticas eran entre quesadistas o aldamistas, miguelistas o zayistas, moruístas o gomecistas… Pobre del sistema ideológico que no pueda reconocer en sí mismo, como a hijas propias, a las diferencias, y deba presentarlas cual exóticos trasplantes, como la progenie bastarda de un extranjero. Solo con eso mostrarían su fracaso y lo indignos que son de un hombre como José Martí, que alegaba: «de los derechos y opiniones de sus hijos todos, está hecho un pueblo, y no de los derechos y opiniones de una clase sola de sus hijos». [1]
En una especie de acto de clasificación, donde se van sacando cosas de una gaveta para ponerlas en otra, Javier Gómez Sánchez nos indica todo lo que es desechable para esa fuerza que vela desde arriba —como Mashenka al pobre oso— por el bienestar y la pureza de nuestras ideas.
La fantasía de Gómez Sánchez, digna de la literatura de ficción, compara a la oposición con dos perros: uno que gruñe (los recalcitrantes, la gente que propone una vuelta firme al capitalismo) y el otro que mueve la cola (los que en apariencia proponen reformar al sistema socialista pero que al final son una cuña para influir, desde dentro, en su bancarrota).
Esta segunda estrategia, «más intelectualizada, menos agresiva y capaz de hacerse simpática», es la principal en opinión del articulista, y la más peligrosa. La relaciona con una serie de demandas sociales que pondera como «justas» pero que, para él, están siendo «utilizadas» con una falsa empatía, como el matrimonio igualitario y la protección animal. A esta corriente pseudo-socialista le suma igualmente los criterios que reconozcan algún mérito en el pensamiento o la historia de la república, o que se encaminen a «manipular históricamente fenómenos como el Mariel, la UMAP o el Quinquenio Gris». El uso de un lenguaje marxista, si sirve para «presentar el “modelo cubano” como absolutamente fracasado» va a parar también a la gaveta obamista.
El clasificador de estrategias se apresura a acuñar que los falsos socialistas también son de derecha, pero enseguida aclara que se disfrazan mediáticamente de izquierda. Su teoría de la conspiración perfecta alega que desde el Norte se potencian la estridencia y vulgaridad de la estrategia trumpista para lograr engañar —nublando su visión—, al ingenuo público que se incrementa con «nuevos lectores jóvenes», los cuales, huyendo de una estrategia, caen en brazos de la otra, la obamista, que sería aceptada como «un mal menor».
Le tengo malas noticias al clasificador. La primera de ellas es que si mira todo lo que ha desechado podrá constatar que la instancia política a la que él representa se va quedando con muy pocos seguidores. Porque le aseguro que no solo son lectores jóvenes los que se sienten representados por las ideas que él deplora. ¿Quieren comprobarlo? Es fácil, permitan que los científicos sociales hagan estudios de opinión sobre lo que afirma aventuradamente ese artículo de Cubadebate.
La segunda cuestión es que con artículos como este no lograrán engañar a nadie. El eterno cuento de Pedro y el lobo ya no les funciona. Es evidente la incapacidad que han manifestado para reformar desde arriba al sistema, y no van a disfrazarla acusando a los muchos críticos que tienen, a los cuales le impiden participar en el proceso. En Cuba ahora los centristas son ustedes, tienen oposición desde la izquierda y desde la derecha, y sí, en algunos puntos sus agendas coinciden, porque temas como el matrimonio igualitario y la protección animal son derechos cívicos elementales que no se enmarcan necesariamente en una trinchera ideológica.
Las ideas del socialismo son ajenas desde hace tiempo a gran parte de la burocracia política, parasitaria y anquilosada, que nos dirige. Se afirma en el artículo 3 de la Constitución que el carácter socialista y el sistema político y social son «irrevocables», cuando irrevocables son en verdad los métodos arcaicos y las figuras desgastadas, pero llenas de privilegios, que conducen al país a un destino incierto.
Y vaya que son poco diplomáticos en el Departamento Ideológico del Comité Central del PCC. Con artículos como este echan por la borda —al ubicarlos gratuita e innecesariamente como enemigos peligrosos— al importante sector de la emigración cubana que simpatizó con la política flexible de Obama, que es proclive a negociar con Cuba, se opone al bloqueo y no pretende un cambio de sistema mediante la fuerza o la coacción directas. Sector clave en la política ante las próximas elecciones de aquel país, en momentos de profundísima crisis para Cuba y de necesidad de atraer capitales y apoyo. Sería recomendable que el aparato ideológico se nutriera de analistas políticos. Que esto no es el pacto soviético-alemán del 39; aquí una tergiversación puede ser más costosa.
Es contradictorio que un artículo con esta tesis se publique en un sitio que se denomina Cubadebate. ¿Debate con quién? Si todos los que disienten en Cuba de las políticas del gobierno son productos de importación como asegura Gómez Sánchez, entonces ¿qué contendientes sostienen la controversia? Hasta los teólogos medievales reconocían a sus enemigos como parte de la iglesia católica.
Nota:
[1] José Martí: Pensamiento político. Prólogo y compilación Emilio Roig de Leuchsenring, La Habana, Oficina del Historiador de la Ciudad, 1953, p. 200.
Fuente: https://jovencuba.com/2020/06/05/clasificador-laberinto/