En el trasfondo de la exclusión del Partido Comunista Colombiano, decretada por una cúpula que lidera el Moir, está la persecución contra el Movimiento Marcha Patriótica. El Polo se hunde por la ausencia de arraigo en las luchas sociales palpable en parte de su dirección. Ésta se halla acomodada en el parlamentarismo, inoperante en la búsqueda de la paz, muda frente a graves actos de corrupción de dirigentes del PDA y muy interesada en el monopolio de los avales electorales y en los acuerdos con «la burguesía nacional». Las expulsiones desatan rebelión en las toldas amarillas.
Con esta determinación, adoptada por 16 de los 38 integrantes de la dirección, el grupo que hoy traza la línea en el Polo dinamitó uno de los escenarios de unidad más importantes construidos por la izquierda colombiana y cree librarse de un obstáculo para avanzar en su camino hacia la conciliación con sectores de la derecha, en desarrollo de la formulación moirista de la alianza con la «burguesía nacional», política dentro de la cual, como lo denunciaron en Palmira el 14 de julio líderes de los obreros corteros de la caña del Valle, el Moir desarrolla acuerdos patronales con los dueños de los ingenios de la región en detrimento de los intereses de los trabajadores. [1]
Fiel a su comportamiento sectario de toda la vida, el Moir y el grupo que lo acompaña en el Comité Ejecutivo Nacional incurren así en un acto antidemocrático y de doble moral, pues el argumento de la militancia múltiple del PCC es el más pueril de todos, ya que el Polo no es, en realidad, un partido, sino un frente en el que confluyen tendencias y partidos y, en consecuencia, ninguno de sus colectivos integrantes renuncia a sus estructuras preexistentes o creadas, empezando por el grupo del senador Jorge Robledo.
Pero, además, con tal decisión se materializa un oscuro acto de persecución política desde sectores que se dicen alternativos y de izquierda contra miles de militantes comunistas que han respaldado decididamente al Polo y que hoy, con todo derecho, también hacen causa común en el Movimiento Marcha Patriótica, una confluencia de más de 1.700 organizaciones de base que tiene entre sus propósitos fundamentales abrir caminos para la solución política del conflicto armado y social que afronta el país, tarea en la que el grupo que dirige hoy al Polo parece no estar para nada interesado, así de dientes para afuera plantee lo contrario.
Como ocurre con el Congreso de los Pueblos, la Minga Indígenas y otros movimientos similares, Marcha Patriótica es un escenario amplio con enorme arraigo en las organizaciones sociales campesinas, estudiantiles y obreras, que no se propone competir con el Polo y frente al cual no son aplicables normas electorales, como las contenidas en la Ley 1475 de 2011.
Todo indica que la resolución de expulsión venía siendo cocinada de tiempo atrás y que sólo cálculos oportunistas la habían aplazado, a la espera de que pasara la I Conferencia «Ideológica», realizada entre el 27 y el 29 de julio, y es también claro que en el fondo de tal determinación está el pánico que ha causado en el grupo dirigente del Polo la fuerza social y política con la que irrumpió Marcha Patriótica.
Para el desafuero aprobado el 9 de agosto se usaron argumentos leguleyos nada convincentes desde el punto de vista de la rigurosidad jurídica, pero eso sí, sin la consulta a las bases que se pudo efectuar en la Conferencia «Ideológica» y sin recurrir a la Comisión de Ética, como correspondía al debido proceso que tanto reclamaron los integrantes del Comité Ejecutivo en el caso de corrupción en la Alcaldía del Polo en Bogotá y en otros, como el del Personero de la capital y el de un ex senador, procesados judicialmente.
Semejante error político significó el quiebre ético del Polo y redundó en el abandono de gran parte de la militancia que se fue con Gustavo Petro y dio pie a la fundación del movimiento Progresistas y a la estruendosa derrota en las elecciones de octubre de 2011 en Bogotá, cuando se pasó de casi un millón de votos cuatro atrás a escasos 32.000 sufragios.
La persecución contra Marcha Patriótica
La multitudinaria movilización realizada por Marcha Patriótica el 23 de abril de 2012 para notificar su nacimiento fue un campanazo de alerta para el grupo que hoy hegemoniza la dirección del Polo, que antes que reconocer la validez de este escenario asumió su estigmatización con anatemas similares a los de la derecha.
Curiosamente, la resolución del Comité Ejecutivo se produjo precisamente el día en que el ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, lanzaba una nueva y virulenta andanada contra Marcha Patriótica endilgándoles el mote de «terroristas» a tantos colombianos que hacen parte de ella.
Ese mismo día se conmemoraban 18 años del asesinato del senador del Partido Comunista Manuel Cepeda Vargas a manos de agentes del Estado y de paramilitares, y al día siguiente, el 10 de agosto, se daría inicio al Encuentro Nacional de Unidad Popular, promovido por la Coordinadora de Organizaciones Sociales y Políticas. ¡Qué tal el ejemplo de tolerancia y de unidad en el Polo, invitado a este certamen!
Cabría preguntarse también por qué el drástico cambio de opinión de Clara López en relación con sus anuncios de unidad en el acto de instalación del 21 Congreso del PCC, ocurrido el miércoles 18 de julio. Tan sólo 22 días después del mismo, firmaba con sus amigos del Comité Ejecutivo la expulsión del Polo del Partido que la había tenido en la mesa principal de su congreso nacional.
Lamentablemente ya en la I Conferencia «Ideológica» del PDA Carlos Gaviria había anticipado lo que en la cúpula del Polo piensan mayoritariamente: » Yo no estigmatizo a la Marcha Patriótica, pero registro un hecho: nació con el lastre de ser un apéndice de la guerrilla y la experiencia muestra que eso hace inviable cualquier movimiento político, porque en política las creencias son hechos», dijo.
Aunque esta y afirmaciones similares de algunos de los miembros de la dirección del Polo fueron rechazadas por muchos de los asistentes a la Conferencia, y de ella surgió una declaración política llamando a la unidad de la izquierda, lo cierto es que tan solo diez días después se protocolizaba el zarpazo derivado del pánico de quienes, dedicados a la cómoda vida parlamentaria, perdieron contacto con las luchas sociales, campesinas y obreras y ahora temen, visto el rechazo a sus posiciones en la Conferencia, la pérdida de sus mayorías en el III Congreso que se cumplirá entre el 30 de noviembre y el 1 de diciembre de 2012
Los defensores de la resolución de marras recurren entonces a desempolvar adjetivos de la vieja ortodoxia estalinista y a rechazar «el paralelismo», «el entrismo», «el fraccionalismo» y otras palabrejas similares tan de moda 30 años atrás en las peleas intestinas de la izquierda. Y lo hacen precisamente varios de quienes han usado esos procedimientos durante toda la existencia del Polo, confluencia de fracciones de toda clase y no partido en su acepción rigurosa y completa, como hemos dicho.
La decisión del grupo del Comité Ejecutivo del Polo es un retroceso precisamente de por lo menos 30 años o más en la izquierda colombiana: «El Polo Democrático toma importantes decisiones», tituló su comunicado de la expulsión. ¡Paradójico! Perseguir sin fórmula de juicio es para la cúpula del PDA una «decisión importante». Resulta más bien una determinación sin ética y liquidadora, que conduce a que languidezca aún más el frente que, como reconociera Carlos Gaviria en la Conferencia «Ideológica», de ser la colectividad más grande de la izquierda, ha quedado reducida a un sector minoritario de ella.
Haciendo cálculos electorales
Llama la atención también que el acto arbitrario de la expulsión fuera adoptado con extrema rapidez luego de la Conferencia, en la que el grupo de Jorge Robledo y Clara López se dieron cuenta de que no les sería fácil manejar el III Congreso del Polo con los comunistas dentro defendiendo la legitimidad de Marcha Patriótica y de muchos otros que, sin ser comunistas, no están de acuerdo con los procedimientos y la línea de la actual dirección, lo cual, además, restaría viabilidad a la candidatura presidencial soñada por la señora López.
Así, la decisión es de claro tinte politiquero. En su afán de acabar con cualquier oposición, los miembros del club de amigos del Moir no dudan en echar a todo el que no se identifique con el grupo. La cúpula, sin pizca de autocrítica, no asume la responsabilidad política y personas como Jaime Dussán pasan como si nada hubiera ocurrido bajo su Presidencia de la colectividad.
Hoy no les importa quedarse solos con tal de que nadie los contradiga y de poder seguir manejando a su antojo los avales y las alianzas, aunque no se correspondan con el Ideario de Unidad que tanto pregonan. Hoy lo único que interesa es la fidelidad al grupo de Clara López, el Moir, Dussán y algunos más que ven amenazada su hegemonía en el próximo III Congreso y se apresuran a descabezar opositores.
Se están quedando con el esqueleto del Polo, porque los músculos hace rato empezaron a dar forma a otros organismos políticos y sociales, que no requieren de avales politiqueros, ni de clientelismos de nuevo cuño, ni de permisos para organizar y movilizar al pueblo.
El Partido Comunista está ante un dilema: defender su derecho a seguir en el Polo, como colectividad fundadora de este frente, exigiendo respeto al debido proceso, a la democracia interna, a la consulta a las bases, como corresponde a una organización de verdadero estirpe de izquierda, o asumir nuevos caminos. Por lo pronto ha decidido lo primero.
Rebelión interna
Entre tanto, el debate en lo que queda del Polo no se ha hecho esperar. Fracciones y tendencias como Poder y Unidad Popular, Presentes por el Socialismo, Polo al Sur, Fuerza Común, Democracia Socialista María Cano, Movimiento por la Constituyente Popular, Corriente Ecosocialista, Democracia Directa, Unidad Social, Corriente Democrática y Socialista, Revolución de la Esperanza, Polo Crítico y Fundación Justicia y Paz se pronunciaron rechazando la exclusión y reclamando la unidad. [2]
De todas formas, la liquidación del Polo por parte del grupo autista está en marcha. Su comportamiento hegemónico y excluyente hace prever que no se detendrá. No importa que de ocho senadores, sólo queden tres en el cascarón: Robledo, Alexander López y Parmenio Cuéllar, pues al expulsar al Partido Comunista quieren quedarse con la curul de la senadora comunista Gloria Inés Ramírez, y ya perdieron las de los que se marcharon con Petro: Luis Carlos Avellaneda, Camilo Romero y Jorge Guevara. El octavo senador, Mauricio Ospina, sigue oscilando entre el Polo y Progresistas.
Por los lados de la Cámara, Hernando Hernández también rechaza la arbitrariedad y sería otro de los expulsados, en tanto que Iván Cepeda Castro, uno de los congresistas más destacados y serios del Polo, igualmente firmó el pronunciamiento contra las exclusiones y la antidemocracia en el PDA y produjo su propio comunicado. [3]
Así las cosas, el cascarón está cada vez más vacío, de congresistas y de líderes de masas, así el Moir ponga a firmar a sus miembros, como lo hizo en una extraña carta dirigida «a toda la militancia polista» y titulada Somos Polo, dada a conocer el 20 de junio de 2012, en la que repiten la palabra fidelidad al PDA tres veces, como si este frente fuera una capilla y en la política de izquierda siguieran imperando los dogmas por encima de la sana crítica y de la reflexión creadora.
Aunque, en realidad, en eso, en una capilla, ha convertido el club de amigos del Moir al PDA. Es el paso previo a su entierro, si no se produce un viraje desde las bases. El Tercer Congreso podría ser el escenario para la reconstrucción que urge el Polo. De lo contrario, quedará definitivamente en manos de una secta dispuesta a cancelar la experiencia de unidad de la izquierda más importante en la historia reciente de Colombia y a cavarle una tumba a la tolda amarilla.
(*) Luis Alfonso Mena S. es Director del periódico Paréntesis, de Cali, Colombia.
NOTAS:
[1] Ver el artículo Hablan los trabajadores de la caña, publicado en la edición No. 24 de PARÉNTESIS, martes 17 de julio de 2012.
[2] Ver pronunciamiento en esta misma edición virtual de PARÉNTESIS.
[3] Ver el comunicado de Iván Cepeda Castro en esta edición de PARÉNTESIS.
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