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El concierto de toque de los paramilitares

Fuentes: El Tiempo

Son pocas las instituciones que no han sufrido su nefasta influencia. El jefe de las autodefensas, Salvatore Mancuso, aseguró hace un tiempo que el 30 por ciento de los parlamentarios colombianos mantenía nexos con el paramilitarismo. Después, en junio del 2005, Vicente Castaño subió la cifra: «Tenemos más del 35 por ciento de amigos en […]

Son pocas las instituciones que no han sufrido su nefasta influencia. El jefe de las autodefensas, Salvatore Mancuso, aseguró hace un tiempo que el 30 por ciento de los parlamentarios colombianos mantenía nexos con el paramilitarismo. Después, en junio del 2005, Vicente Castaño subió la cifra: «Tenemos más del 35 por ciento de amigos en el Congreso». Si consideramos que hay 102 senadores y 166 representantes, el conjunto de congresistas censados por los paramilitares se encuentra entre los 80 del «pesimista» Mancuso y los 94 del «optimista» Castaño.

Un solo parlamentario aliado del paramilitarismo constituiría de por sí deshonrosa mancha para el Capitolio y el país. Pero podría alegarse la tesis aquella de la manzana podrida. Sin embargo, cuando se multiplican las manzanas en mal estado, el problema afecta a todo el canasto. Seguramente los congresistas corruptos no serán 94 ni 80, pues, a la hora de intimidar con su poder, los delincuentes suelen ser fanfarrones, así como se fingen humildes e insignificantes cuando de enfrentar la Justicia se trata. Pero ya hay datos de 40 parlamentarios que, según el senador Miguel de la Espriella, firmaron un pacto con Autodefensas Unidas de Colombia. A ellos habrá que agregar otros Honorables sueltos que aparecen sindicados aquí y allá. Quizá la minuciosa contabilidad del computador de ‘Jorge 40’ ofrezca algún día cifras definitivas sobre este contubernio que podría causar una crisis política de graves proporciones.

Lo malo es que el paramilitarismo no solo ha permeado el Capitolio. A medida que su alcance queda a la vista, se asombra uno de lo que logró ensuciar en pocos años. Hay muchas otras instituciones y oficinas tocadas. No quiero decir que estén en brazos de los paras -aunque algunas posiblemente han comprometido sectores críticos–, sino que en ciertos momentos o puntos mantuvieron vínculos con ellos. La lista abarca la Administración de Impuestos, el DAS, la Fiscalía (cuyo ex jefe de seguridad borraba archivos), el sector de salud pública, algunos gobernadores, numerosos alcaldes y concejos municipales, varias notarías e incluso autoridades uniformadas. Otro libro contable, el de ‘don Antonio’, hombre de confianza de ‘Jorge 40’, relaciona dineros entregados a unidades del Ejército y la Policía, del grupo antisecuestros (Gaula), de los guardianes penitenciarios y de la policía judicial (Sijin).

Aún hay mucho que explorar. ¿Hasta qué extremo llega el concierto de toque de los paramilitares? ¿Está tocada alguna institución jurisdiccional, aparte del presidente del Consejo de la Judicatura? ¿Algún órgano de comunicaciones? Y la pregunta que a todos más nos inquieta: ¿hasta qué punto está tocado el Gobierno? Ya les han caído citaciones judiciales a algunos de sus altos miembros, como el embajador en Chile Salvador Arana y el ex jefe del DAS Jorge Noguera. La Corte Suprema de Justicia, que está iluminando este oscuro panorama, deberá ir hasta el fondo en su pesquisa; y, como en el popular programa de televisión, que CQC (Caiga quien caiga).

Pero resulta tan importante hundir el taladro investigador como evitar la cacería de brujas. Enseña la experiencia que en estas circunstancias suelen aparecer falsos profetas que, por ganar publicidad, rebajas o absoluciones, embaucan, calumnian, despistan o se desquitan inventando patrañas. Hay que temerles. Sus maliciosas falsedades pueden causar daño fatal a la credibilidad y firmeza del proceso, y herir de manera injusta e irreparable a personas inocentes.

¿ Los paralibros de paracontabilidad revelan cobros y extorsiones a toda clase de víctimas. Sus columnas de debe y haber corroboran que los ciudadanos inermes sostienen todos los frentes de guerra. A punta de impuestos alimentan al Estado. Y a punta de secuestros, extorsiones y corrupción, financian a los paras, la guerrilla y hasta los narcos. No entiende uno a veces cómo logra sobrevivir este pobre país.