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El conflicto de Colombia y el acuerdo sobre lo fundamental

Fuentes: Rebelión

Indudablemente, la concepción sobre el Estado de Marx y Engels es uno de los pilares del Materialismo Histórico, y si bien como lo anotan algunos socialdemócratas no existe una “teoría acabada” o sistematizada sobre este, si es posible seguir el grueso hilo conceptual de lo que expresaron los fundadores del Marxismo sobre el Estado a lo largo de su extensa producción teórica (consultar mi pequeño aporte aquí   https://rebelion.org/wp-content/uploads/2020/07/Las-vicisitudes-del-concepto-de-Estado-en-Marx-y-Engels.pdf)

Pero no solo los maestros fundadores. Fue Lenin su mejor discípulo quien escribió un opúsculo titulado “El Estado y la Revolución 1917”, donde recogiendo parte de los planteamientos originales, los actualiza con su praxis en la Rusia Zarista y aclara a sus camaradas, los bolcheviques de su partido, las tareas revolucionarias a desarrollar para trasformar dialécticamente la realidad casi que omnipresente del Estado zarista. Planteamientos que precisamente un gran Leninista como A. Gramsci, el gran antifascista y fundador del Partido Comunista Italiano, enriquece y actualiza aún más con sus experiencias en Europa occidental, con su insuperable y ya clásica formulación del Estado moderno de tipo occidental como una relación social procesual y en constante movimiento, en tanto condensación de la lucha de clases entre propietarios y trabajadores en una sociedad históricamente determinada, y donde se combina la Coerción física o represión directa, objetiva con la Hegemonía o Consenso dentro del bloque de clases dominante para gobernar y dominar o hegemonizar, mediante lo que posteriormente uno de los estudiosos del pensamiento Gramsciano como Althusser, llamó Aparatos ideológicos de Estado (AIE),  en donde obviamente se descubre su esencia objetiva violenta, difusa y sobre todo alienante sobre las subjetividades individuales de los explotados y subordinados para que dócilmente acepten e introyecten la explotación, la dominación y la alienación. 

Aspecto este último, que algunos los filósofos adversos conocedores del pensamiento althusseriano, lo vuelven contra quien fuera su maestro para desmontar su base materialista y comunista basada en las clases sociales objetivas, profundizando el aspecto subjetivo, individual y psicológico, que adobado con algunas explicaciones teóricas de la moderna Psicología, la Psicodinamia del Superyó represivo, y la visión subjetivista u hormonal de la agresividad, los conduce a sus muy publicitadas reflexiones sobre la violencia política, pero ejercida no objetivamente desde el Estado, sino desde el interior del individuo introyectada voluntariamente, incluso contra-si-mismo como en el caso del endémico suicidio. Violencia tan multiforme que deben ordenar en múltiples tipos (violencia arcaica publica, violencia moderna de dominación teatral, y violencia posmoderna del control individual, enumeradas por el filósofo coreano Byung Chul Han) para presentarla como característica de las “sociedades postmodernas”.

En lo que respecta a la sociedad colombiana concreta e históricamente determinada, en donde se combinan en una sola la violencia arcaica, la violencia moderna y la posmoderna mencionadas; he intentado (siguiendo una secuencia histórica y con los principios marxistas sobre el Estado) aclararme personalmente en público y en voz alta, lo que considero el origen, surgimiento y evolución ulterior el Estado moderno colombiano, con el fin de tener más claridad a la hora de plantearse una praxis para su superación dialéctica, dado su fracaso como ente colectivo para la resolución del viejo e histórico conflicto social armado de Colombia, el que actualmente se ha reciclado:

 Consultar 1) Rafael Núñez: La guerra, la política y el origen del Estado capitalista colombiano, en  https://rebelion.org/wp-content/uploads/2020/11/colombia_libro_pinzon.pdf

Consultar 2) El Estado plebiscitario creado por el pacto de Sitges 1.957, en el origen del Estado contrainsurgente colombiano, en   https://rebelion.org/docs/262225.pdf

Ahora bien, desde la llegada del bolchevismo a Colombia, su concreción en la fundación del Partido Comunista de Colombia, después colombiano, sus desprendimientos, desgarros dramáticos y cooptaciones de algunos de sus cuadros políticos más enclenques y escaladores, ha sido siempre uno de su principios básicos y prácticos de su lucha trasformadora la UNIDAD POPULAR, como estrategia fundamental para luchar por la democratización y superación del Estado colombiano descrito y su régimen. De esto ha sido testigo la Historia: de una estrategia malograda en la medida en que no se ha conseguido una verdadera Unidad Popular que vaya más allá de algunos dos o tres intentos electorales limitados e insatisfactorios. Es más, Álvaro Gómez Hurtado, uno de los cuadros más destacados del falangismo conservador, en 1988 poco después de un extraño secuestro por el M19, ya como candidato presidencial de un “movimiento nacional”, tomó la consigna unitaria a como propia, y propuso a los colombianos en términos generales e imprecisos, muy a su acomodo, “un gran acuerdo sobre lo fundamental”, que al final y bien interpretado vino a entenderse como la confluencia suya, con H. Serpa y A. Navarro, en la presidencia colegiada de la Constituyente neoliberal de 1991.

La consigna quedó en el aire y cada cuatro años con motivo de las elecciones presidenciales reaparece presentada por los “nacionalistas de izquierda” como una noria; la experiencia en la que se ha insistido dentro de la llamada Izquierda colombiana para insistir en realizar acuerdos programáticos electorales, que al cambiar las circunstancias posterior a los comicios quedan hueros y se deshacen, para volver dentro de cuatro años a lo mismo con una insistencia terca digna de llamarse enajenada: A los ciclos repetitivos de terror Estatal con elecciones cuyo resultado corrompido se sabe de antemano, la llamada izquierda no podido superar la denuncia quejumbrosa, y proponer una protección colectiva de masas y una verdadera lucha de masas contra el terror fascista del Estado, que además del genocidio de líderes sociales, defensores de los DDHH y reinsertados asesinados selectivamente gota a gota, se ha cebado asesinando mujeres pobres (feminicidio de clase) no solo en los campos alejados y regiones, sino también en las  barriadas de las grandes ciudades.   

La mayoría de los temas medulares y esenciales presentados sin mucha precisión conceptual, sobre los que se podría basar una discusión en el lado izquierdo del espectro político colombiano con miras a lograr una unidad en la práctica, presentada esta como prioritaria sobre los aspectos teóricos menospreciados (sí discutimos sobre temas ideológicos nunca vamos a estar de acuerdo y no habrá unidad), siempre han sido dicotomías muy acordes con la mentalidad escolástica colombiana: Guerra-PazDemocracia- Antidemocracia. Unidad-División. Estado-gobierno. Pueblo-Élite. Derecha-Izquierda. Neoliberalismo imperialista- anti neoliberalismo, Etc.

Poniendo a cada elector, previamente sometido cada día al bombardeo inmisericorde de los medios de comunicación adictos al Estado, a escoger una de cada antinomia como si fuese un cuestionario oficial: ¿Estás por la guerra o por la paz? (sin saber cuál adjetivo de los tantos existentes se le agrega a esa paz anhelada: paz de los sepulcros, paz sin impunidad, paz con justicia, paz democrática, ausencia de guerra, etc). ¿Estás por la democracia de las elecciones tipo EEUU, o por la “antidemocracia”? (como se caracteriza el fascismo contrainsurgente imperante y que demuestra un desconocimiento absoluto del concepto de Estado moderno). ¿Estás por apoyar al Pueblo (lo cívico-popular) o por la Élite? (galicismo que significa “minoría de cualquier cosa” y nadie sabe a ciencia cierta de la política qué es, al borrar de tajo la básica caracterización sociológica y política de clase dominante) ¿Estás por el neoliberalismo Imperialista o en su contra?  Y así hasta el hartazgo de la abstención el día de las elecciones.

¿Cómo se puede lograr un acuerdo político “sobre lo fundamental” basándose solo en la retórica de su anuncio?  Sencillo. Quien critique esa forma de hacer una Unidad Popular, o cualquiera de las antinomias que se han presentado en el programa electoral de la izquierda, es enemigo y debe ser expulsado (excomulgado) de la capilla. ¡Dentro de cuatro años volverá a girar la ruleta! Se hará lo mismo y se obtendrá igual resultado. El sabio Einstein no tiene la razón en Colombia.

Sin embargo, la realidad fuera y dentro de Colombia seguirá moviéndose: el agua continuará fluyendo teñida del púrpura de la sangre. El fascismo contrainsurgente cipayo avanzará su incontenible razzia mortal. El neoliberalismo con el rostro humano del nuevo Tomás de-aquí-nos-lo-tomamos se profundizará y afianzará ya no tanto en las ciudades como en los campos arrasados con glifosfacho, las selvas deforestadas y los páramos devastados por la insanía minero energética de las trasnacionales. El acuerdo de paz remplazado por otro ciclo contrainsurgente armado y el militarismo depurado de las manzanas (no de los hombres) podridos, seguirá cumpliendo con el acuerdo firmado con la OTAN para adelantar la guerra híbrida en curso contra el hermano pueblo venezolano. Y así, hasta el final, mientras se adelantan conversaciones de muy alto nivel entre las dirigencias de los partidos políticos autodenominados de izquierda, para llegar en la práctica a otro acuerdo electoral popular y democrático, claro, sobre lo fundamental:

¿Y, qué es lo fundamental?  Pues aceptar la añeja teoría liberal burguesa de que el Estado es un árbitro de la sociedad, sin ningún carácter de clase. Que la democracia se reduce a elecciones (amañadas) cada cuatrienio. Que el fascismo tampoco tiene carácter de clases sino que es una forma un poco dura de la represión del delito, y sobre todo, confundir Estado permanente e intocable con Gobierno temporal y transitorio, el que según sea su rumbo político puede ser cambiado por las Fuerzas Militares, estas si, del Estado. Recordar los últimos ejemplos demostrativos de esta confusión ocurridos a lo largo de Latinoamérica, nos evitan la tristeza de mencionarlos.