«La emancipación es obra de los trabajadores mismos» (Carlos Marx) Tras 26 días de huelga han vuelto a sus funciones los mineros de la Escondida. Tiempo en el cual pusieron en jaque a la administración de la empresa cuprífera privada más grande del mundo. ¿Qué implicancias tiene para el movimiento sindical este conflicto? Sin duda, […]
«La emancipación es obra de los trabajadores mismos» (Carlos Marx)
Tras 26 días de huelga han vuelto a sus funciones los mineros de la Escondida. Tiempo en el cual pusieron en jaque a la administración de la empresa cuprífera privada más grande del mundo. ¿Qué implicancias tiene para el movimiento sindical este conflicto?
Sin duda, que la pelea llevada a cabo por los mineros de la segunda región tiene consecuencias que van mucho más allá de un mero reajuste en el sueldo y un bono por término de conflicto. Desde la perspectiva de la empresa, los efectos se reflejan en los siguiente: «Tras enfrentar una huelga de 26 días, la mayor de la historia de la minería privada, el mensaje del ejecutivo (refiriéndose a Diego Hernández, presidente de BHP Biliton Base Metals) es claro: este proceso marca un hito en las negociaciones colectivas chilenas, porque no se usó la manera ‘clásica’ de negociar, donde cada parte expone sus propuestas para acercar posiciones antes de llegar a la instancia de huelga» (La Tercera, 2-9-06). Ciertamente, esta movilización va a afectar el modo de negociar en futuros conflictos laborales. Mas, desde mi perspectiva, esta huelga tiene resultados mucho más profundos para la praxis sindical, incluso para la praxis que podríamos denominar como sindicalismo de clase. Pero, ¿cómo se puede afirmar esto, considerando que lo que se llevó a cabo fue simplemente una lucha reivindicativa de carácter netamente económico, no observándose discursos de carácter clasistas que pusieran en el centro la contradicción capital-trabajo? La respuesta se puede encontrar en la profunda crisis del movimiento sindical chileno. Diversos factores han llevado a la casi completa descomposición del articulado sindical en el país: Por un lado, los importantes cambios que se han producido en la estructura productiva del país, entre los que podemos mencionar: la tercerización de la producción, es decir su orientación hacia los servicios; la externalización, a su vez, como mecanismo predominante de contratación de mano de obra, ha dificultado enormemente la capacidad de los trabajadores ‘subcontratados’ de organizarse, con la consiguiente, precarización del empleo que esta situación ha traído aparejada. La raíz de estos cambios las encontramos en la dictadura y han sido profundizados durante los gobiernos de la Concertación. Asimismo, otro aporte de la dictadura a la crisis, es el particular ensañamiento que tuvieron los aparatos represores del Estado con los dirigentes sindicales, lo que significó el asesinato y desaparición de la mayor parte de los cuadros sindicales, que tenían como capital una gran experiencia de lucha que databa de los primeros esfuerzos de Recabarren; esta política de exterminio cortó la continuidad histórica del movimiento y el traspaso de la teoría (entendida como experiencia acumulada) sindical a los nuevos cuadros.
La respuesta del movimiento de izquierda para mantener viva la resistencia antidictatorial, por otra parte, fue la territorialización de la lucha, transformándose el ‘poblador’ en el principal agente de la lucha por la recuperación de la democracia. Si bien este giro pudo haber sido lógico y natural dadas las condiciones, resulta sumamente criticable el hecho de que los partidos de izquierda no hayan realizado mayores esfuerzos por recomponer posteriormente el tejido sindical, reduciendo su política en este ámbito a la lucha electoral por conducir la CUT. Cabe mencionar, que las lógicas actuales del movimiento sindical no han servido para revertir la situación; así la CUT, si bien ha logrado sobrevivir, no ha sido un factor relevante en la construcción de tejido sindical de base e incluso actualmente es cuestionada por su falta de transparencia en el manejo de recursos. Esta constelación de elementos plantea el desafío de su perentoria superación. Y es en este contexto que la lucha de los mineros de la escondida resulta significativa para el inicio de la superación de la crisis. Pues, a mi juicio, la única vía de recomposición del movimiento es a través del inicio de luchas sindicales de carácter económico que culminen en triunfos concretos. De lo que se trata, es que el trabajador vea en el sindicato una organización capaz de generarle beneficios. El incremento de las tasas de sindicalización no se va a generar espontáneamente, ni tampoco es posible esperar un incremento (también espontáneo) en la conciencia de los trabajadores que los lleve a valorar el sindicato, por una cuestión política. De hecho la ecuación precisamente es a la inversa, sólo la relegitimación del sindicato, por los beneficios que éste puede traer en el mejoramiento de las condiciones laborales de los trabajadores, puede abrir la posibilidad de generar mayores grados de conciencia entre ellos y de reposicionar a los trabajadores como un sujeto político que contribuya a cambiar la sociedad y a hacerla más democrática.