El conflicto. Sociología del antagonismo. de George Simmel (traducción de Javier Eraso Ceballos ). Madrid: Sequitur, 2010
La editorial Sequitur recupera un breve estudio de un clásico de la sociología, que conjuntamente con «El secreto y las sociedades secretas» (también editado este mismo año por Seuitur) forma el libro III de su obra Sociología : estudios sobre las formas de socialización. El libro fue escrito en 1926 y hay que preguntarse sobre su actualidad para un público lego, que es al que va dirigido. Al decir público lego me refiero al ciudadano interesado por el pensamiento crítico y no al sociólogo interesado por la historia de su disciplina. Porque Simmel es, sin duda, uno de los pioneros de lo que podríamos llamar la sociología cualitativa, conjuntamente con Marx y Weber. En todo caso me parece que es un texto interesante y limitado por el propio contexto. Aunque nos proporciona conceptos y análisis interesantes, lo cierto es que el tema del conflicto y de sus vías de resolución ha tenido un desarrollo teórico y práctico que hace que que el texto resulte, en cierto sentido, anticuado. Pero insisto en que conceptualmente sigue teniendo mucho de aprovechable.
El conflicto, para Simmel, aparece no sólo como un elemento indispensable de la vida social ( por la presencia inevitable del antagonismo) sino que puede tener un aspecto funcional y positivo. El conflicto es, en este sentido, una forma de socialización, ya que es una forma de relación que evita el dualismo, la separación. La unidad nunca es armónica, siempre presenta elementos de oposición y de vinculación, de atracción y de repulsión. Simmel, gran teórico de la ciudad señala que en la vida urbana tan necesario es lo que nos une como lo que nos separa, porque éste es el equilibrio que hace posible que la convivencia nos resulte soportable. La unidad es, por tanto, compleja y ambigua y no podemos entenderla en términos reales como contrapuesta al antagonismo. La concepción teórica que hay detrás es la ambivalencia del ser humano, tan lucidamente formulada por autores como Freud en El malestar de la cultura. Entre las variadas cuestiones que nos plantea Simmel está la de las causas del conflicto. Aquí se atreve a mezclar la psicología con la sociología y recuperar las pasiones humanas ( envidia, celos ) como elementos imprescindibles para entender la conducta individual y social. Este ejercicio me parece muy saludable, en contra de los prejuicios de la sociología positivista, el estructuralismo o el conductismo. Hay múltiples sugerencias que nos muestran que es mejor ser creativo, atreverse a interpretar antes que quedarse en una supuesta descripción de los hechos que no nos permiten entender nada. Eso sí, haciéndolo con el rigor conceptual y empírico del que el autor que nos ocupa es un paradigma.
Desde una perspectiva de izquierdas dogmática el texto sería muy muy criticable. Defiende la competencia como una virtud social, considera la lucha de clases como una anécdota en los antagonismos sociales, no plantea la posibilidad de eliminar los conflictos sociales, no contempla como causa de los conflictos la resistencia a la injusticia y los considera todos como simétricos, sin tener en cuenta las relaciones de poder. Todo esto es cierto, pero el purismo ya sabemos donde nos ha conducido : al sectarismo y al totalitarismo. No es posible potenciar una transformación social si no lo hacemos desde un análisis matizado, complejo y realista de la vida social, tanto estructural como históricamente. No podemos descartar la competencia sin más como una motivación ideológica del capitalismo ni soñar con una sociedad idealizada sin conflictos. Hay que afinar mucho para entendernos a nosotros mismos y avanzar de la mejor manera posible y sin caer en falsas ilusiones sobre la condición humana y su porvenir ( como ya nos advertía Freud). Para Marx, como para Simmel, el antagonismo está en la raíz de la sociedad y lo que hay que pensar es como reconducir los conflictos sociales sin pretender eliminarlos. La lucha de clases existe, por supuesto, y es cierto que Simmel la diluye excesivamente en su análisis.
Falta, por ejemplo, estudiar las identificaciones y sus manipulaciones como causa del conflicto social, como hemos aprendido muy bien en el siglo posterior a Simmel. Falta igualmente diferenciar entre buenas y malas maneras de solucionar un conflicto y aquí Simmel es demasiado neutro. No insiste demasiado en la negociación y desconoce formas de resolución como la mediación. Pero de todas maneras pienso que este texto está escrito con inteligencia y que a partir de una lectura crítica y contextualizada nos puede aportar instrumentos conceptuales para entender mejor el antagonismo como elemento central de la vida social.