¡No hay error, estamos siendo invitados! Precisemos entonces en que consiste el convite: nos invitan a cambiarlo todo (y no “lo que tiene que ser cambiado”) y con ello renunciar a todo lo logrado (lo cual nos ocultan) y, además, sin considerar el “momento histórico” y sí la renuncia a “los valores en los que se cree”. En el menú se mantienen el bloqueo y las “sanciones” (que deben ser solo admitidos), la propaganda desmoralizadora y las “fake news”, el desconocimiento de nuestra historia y el intento de desprestigiarla. También incluye el tratar de convencernos de la inoperancia de nuestro estado y gobierno y de la incapacidad del socialismo y la necesidad del liberalismo para alcanzar la eficiencia económica. Tal es la naturaleza de la invitación que, principalmente “desde allá”, aunque también “desde acá”, recibimos a través de las redes sociales.
Tampoco hay error si se considera que la naturaleza del convite es consistente con la “guerra de cuarta generación” que se nos hace y de la que también forman parte desde la negación de nuestros logros y el aporte a nuestra historia de Marx y Lenin sin siquiera comprenderlos (¿acaso al menos leídos e interiorizado su método dialéctico?), cuando se reniega con jactancia de una “Economía Política” que se desconoce (¿conocerán al menos su “Objeto de estudio”?) y hasta aceptando acríticamente la Economía convencional “oficial” cuyos instrumentos de análisis son utilizables sólo si se comprende y admite que apenas sirven para analizar las tendencias de las formas y no la esencia misma de los fenómenos económicos y también sociales.
Supongo coincidiremos “tirios y troyanos” en comenzar –dado su destacado papel en el surgimiento y desarrollo de la “Teoría económica” –a analizar la naturaleza del convite partiendo de Adam Smith y una de sus citas más conocidas: “No es la benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero la que nos procura el alimento sino la consideración de su propio interés. No invocamos sus sentimientos humanitarios sino su egoísmo; ni le hablamos de nuestras necesidades sino de sus ventajas”.
También supongo coincidiremos si interpretamos la cita de la misma manera que Yuval Noah Harari, considerado uno de los más prestigiosos analistas de la actualidad y asesor de Bill Gates y Angela Merkel, en su libro “De animales a dioses” sin importar cuanto nos moleste la crudeza y si admitiendo la consecuencia de la misma con el pensamiento del autor: “La afirmación de (Adam) Smith de que el impulso egoísta humano de aumentar los beneficios privados es la base de la riqueza colectiva es una de las ideas más brillantes de la historia humana; revolucionaria no solo desde una perspectiva económica, sino, más si cabe, desde una perspectiva moral y política. Lo que Smith dice es, en realidad, que la codicia es buena, y que al hacerme rico yo beneficio a todos, no solo a mí. El egoísmo es altruismo” (el subrayado es mío).
El último supuesto (y no más para evitar los chistes acerca de los economistas y su exceso en el contenido de sus propuestas): lo evidente que para cualquier analista resulta que en el convite que nos hacen los proponedores subyacen el liberalismo –no solo económico –y el mercado (visibles en las citas anteriores) bajo la máscara de una innecesaria defensa a las MPYMES en nuestro país (a las que “misteriosamente” les retiran la primera M, de micro) obviando que la necesidad de las mismas se encuentra en el consenso ya alcanzado y refrendado en los documentos aprobados por el Partido en sus congresos con la adopción de los lineamientos de la Política económica y social del Partido y la Revolución y la conceptualización del Modelo Económico y Social de desarrollo socialista.
Y si la defensa de las MPYMES resulta innecesaria, entonces solo queda lo subyacente y “encriptado”: el llamamiento al liberalismo y a la regulación por el mercado. La propuesta resulta entonces cuando menos extemporánea en tanto fracasada en todo el mundo y repudiada hasta por sus principales beneficiarios, incluido el denominado 1% aunque en realidad su número sea mucho menor. Es que pareciera que solo los proponedores no se han enterado de que la falacia pseudocientífica de Fukuyama –y su profecía del “fin de la historia”, del triunfo del liberalismo económico y la democracia liberal al darse por terminada la “guerra fría” –había definitivamente muerto junto con el neoliberalismo, incluso cuando todavía la pandemia de la Coronavirus no había arrojado las últimas paletadas de muerte y desolación a su tumba.
Antes de continuar, una aclaración necesaria para evitar disquisiciones innecesarias. Reflexionamos aquí sobre el liberalismo económico que subrepticiamente se introduce cuando se rechaza por obsoleta la Economía Política marxista y su continuación por Lenin, pues quien la ha estudiado sabe que el funcionamiento de las leyes económicas conduce, inexorablemente, al capitalismo en todas sus manifestaciones; también que ese liberalismo es el mismo que, al “liberar las fuerzas productivas”, deberá mantenerse bajo el más estricto control y vigilancia estatal para garantizar su supeditación al interés colectivo.
Una vez desmontada la falacia de la “asepsia” del liberalismo (incluye por supuesto el neoliberalismo) y “el mercado” como solución de los problemas de la economía de nuestro país sin utilizar la “obsoleta” Economía política desterrada, nada mejor que utilizar la crítica que se le hace, desde la propia economía convencional “oficial”, a la liberal y neoliberal (en la que hay desde “ortodoxos” y “heterodoxos” hasta “reguladores” que van desde M. Friedman y el “Capitalismo de accionistas” ahora repudiado, junto al de Misses y Von Hayek hasta el “Capitalismo regulado” keynesiano también en su momento repudiado por los neoliberales.
Difícilmente pueda encontrarse mejor evidencia para lo anterior que la declaración de los CEOs de las casi 200 ETNs integrantes de la asociación Business Roundtable que agrupa a los directores ejecutivos de casi doscientas megaempresas, entre las que se encuentran Apple, Amazon, GM, IBM, Johnson & Johnson , JP Morgan, Walmart… y hasta la nada marxista revista Fortune, que en Septiembre de 2019 elaboraron y publicaron respectivamente el “Nuevo propósito para la corporación” y su “Compromiso” que incluye el rechazo a la doctrina neoliberal y significativamente y seguramente no por casualidad, deja para el último lugar de la lista de “propósitos” el que en su momento fuera enunciado por Milton Friedman, como “una y única responsabilidad social de las empresas”: “aumentar las ganancias para sus accionistas” (el “egoísmo” de A. Smith) para dejarlo enunciado último en el “Nuevo propósito…” como “Generar valor a largo plazo para los accionistas”.
También el Foro Económico Mundial y sus visiones –que hace unos pocos años atrás hubieran sido catalogadas como sacrílegas –rechaza la teoría económica oficial (la que sustituyó a la “obsoleta” Economía Política) cuando en su “Manifiesto de Davos 2020” expresa:
• El propósito de las empresas es colaborar con todos los grupos de interés implicados en su funcionamiento. Las empresas no funcionan únicamente para sus accionistas, sino para todas las partes involucradas (stakeholders): empleados, clientes, proveedores, comunidades locales y la sociedad en general.
• Una empresa es más que una unidad económica generadora de riqueza. Atiende a las aspiraciones humanas y sociales en el marco del sistema social en su conjunto. Los salarios del personal ejecutivo deben reflejar la responsabilidad ante todas las partes involucradas.
• Una empresa multinacional es en sí misma un grupo de interés –como los gobiernos y la sociedad civil –al servicio del futuro global.
Junto a la crítica al liberalismo y el neoliberalismo del “Capitalismo de las partes interesadas” (stakeholders), también deben incluirse los “neokeynesianos” como J. Stiglitz que propone el “Capitalismo progresista” y también a políticos norteamericanos como Elizabeth Warren que proclama el “Capitalismo responsable” y a Bernie Sanders que se declara “socialista”.
Para la crítica al funcionamiento del mercado en el que tanto enfatizan los proponentes en su crítica a la teoría “obsoleta”, nadie mejor que el Premio Nobel J. E. Stiglitz, en su libro “El precio de la desigualdad”: “Está claro que los mercados no han funcionado de la forma que proclaman sus apologistas… se supone que los mercados son estables, pero la crisis financiera mundial demostró que podían ser muy inestables, con catastróficas consecuencias… Se supone que la gran virtud del mercado es su eficiencia. Pero evidentemente, el mercado no es eficiente. La ley más elemental de la teoría económica –una ley necesaria si una economía aspira a ser eficiente –es que la demanda iguale a la oferta. Pero tenemos un mundo en que existen gigantescas necesidades no satisfechas (inversiones para sacar a los pobres de la miseria… o para adaptar la economía mundial con el fin de afrontar los desafíos del calentamiento global). Al mismo tiempo tenemos ingentes cantidades de recursos infrautilizados… El desempleo –la incapacidad del mercado de crear puestos de trabajo para tantos ciudadanos –es el peor fallo del mercado, la principal fuente de ineficiencia, y una importante causa de la desigualdad.” (los subrayados son míos)
Y si no bastaran J. Stiglitz o Paul Krugman (ambos premios Nobel y neokeynesianos) para demostrar las falencias del liberalismo y el mercado, también puede recurrirse a Thomas Piketty que desde su libro “El capital en el siglo XXI” queda bien alejado de la “obsoleta” Economía Política de Marx y Engels en “El Manifiesto Comunista” y la idea acerca de la historia y “la lucha de clases” la que sustituye por la “lucha de ideologías” para explicar cómo esta lucha culmina con concentraciones extremas de la renta y la riqueza a semejanza de las que se han dado en las sociedades del “hipercapitalismo” hasta llegar a un extremo tal que amenaza los valores de la “meritocracia”, la justicia y la cohesión social sobre las que se asientan las democracias.
Pero si apelar a la teoría no fuera suficiente, los recientes acontecimientos han demostrado las falencias del sistema mundo construido, en lo fundamental, a partir del liberalismo basado en el “laissez faire” y por tanto en la desregulación y el estado mínimo que ha provocado una concentración de riqueza hasta niveles que, como fundamenta Piketty en sus obras, amenazan la existencia del sistema mismo.
Por último no puede obviarse que el convite se hace en tiempos de la pandemia de la Coronavirus, la que continuó profundizando la crisis sistémica del capitalismo y sus manifestaciones como la agudización de la crisis cíclica y junto a ella la social y moral, la deshumanización, el egoísmo e individualismo exacerbados, el desempleo masivo, la marginalización de países y de sectores enteros de la población dentro de los países (también en los llamados desarrollados), el endeudamiento impagable (que incluye el del país emisor del dinero en que al menos hasta hoy se contrae buena parte de la deuda), el cambio climático, consecuencia del calentamiento global y las crisis migratorias masivas convertido todo en crisis civilizatoria lo que lo hace, además, más peligroso y nos obliga a rechazarlo.
Nadie duda de que vivimos y viviremos en lo inmediato en un mundo caracterizado por la incertidumbre y la aporía que no solo no se recupera de los principales impactos de la crisis antropológica generada por la crisis sistémica y la pandemia, sino que tampoco sabe cómo hacerlo luego del fracaso del modelo capitalista neoliberal globalizador. Pero nosotros sabemos qué y cómo hacerlo, todo lo que está en lo fundamental consensuado en los documentos ya aprobados lo que nos permitirá adecuarlos y adecuarnos a la “nueva normalidad” sin perder la noción de futuro que nos indicara Fidel.
Para ese futuro contamos con lo logrado precisamente porque no seguimos las indicaciones del modelo capitalista liberal y neoliberal y si con la activa participación del estado socialista, fundamental no sólo en el tratamiento de la pandemia en su vínculo con la ciencia, sino en todo lo que hizo posible esa participación.
No resulta ocioso aquí recordar que todo lo hoy posible comenzó a serlo ya desde 1961 con la campaña de alfabetización, el plan de becas que le siguió y los esfuerzos realizados, bajo el liderazgo, las orientaciones y la directa participación de Fidel, incluso en las más difíciles circunstancias, cuando se comenzó a formar el potencial humano (mismo que todavía se insiste en el socialismo equivocadamente llamar capital humano) capaz de crear las bases científicas y tecnológicas necesarias para el desarrollo, lo que incluyó desde siempre el sistema de salud en su interacción con la biotecnología, y más recientemente la incorporación de la informática, la nanotecnología y la robótica lo que hizo posible mantener a Cuba en el pelotón de la vanguardia mundial del conocimiento, la ciencia, la tecnología y la innovación en las más diversas áreas.
Y si Fidel había dicho en 1960 que “El futuro de nuestra Patria tiene que ser necesariamente un futuro de hombres de ciencia, tiene que ser un futuro de hombres de pensamiento porque precisamente es lo que estamos sembrando”, en el 2003, anunció: “Este país vivirá, fundamentalmente, de sus producciones intelectuales, aunque no vivirá exclusivamente de eso vivirá en grado creciente de las producciones de su ciencia”. Ese es el futuro, hacia allá vamos.