1.- El grado cero de la política A las 11 de la mañana de aquel martes 11 de septiembre de 1973, aviones de combate Hawker Hunter bombardeaban el palacio de La Moneda donde resistía el presidente Salvador Allende con un grupo de leales. Las imágenes del palacio en llamas han pasado a la historia como […]
1.- El grado cero de la política
A las 11 de la mañana de aquel martes 11 de septiembre de 1973, aviones de combate Hawker Hunter bombardeaban el palacio de La Moneda donde resistía el presidente Salvador Allende con un grupo de leales. Las imágenes del palacio en llamas han pasado a la historia como un dantesco final de la «vía chilena al socialismo» Muchos alrededor del mundo se sintieron profundamente conmovidos por lo que acontecía en este distante país sudamericano. A cuarenta años de distancia se puede afirmar que este lamentable episodio está cargado de simbolismo, pues muestra la destrucción de una larga democracia latinoamericana. Pero, además, desnuda de manera cruda y descarnada los límites de furia y violencia que puede alcanzar la lucha política y social en países caracterizados por la exclusión y la desigualdad.
El bombardeo de La Moneda abrió una ventana al infierno en pleno centro de la capital chilena, estruendo, muerte y fuego. Se trata de uno de aquellos momentos históricos radicales, hay un antes y un después. Se trata de un instante del tiempo en que toda retórica política, toda argumentación o razonamiento desaparece. Es el grado cero de la política. Abolido todo rasgo de civilización con su carga valórica, se impone aquello que Joseph Conrad llamó «El corazón de las tinieblas», miedo y odio visceral. Una vez abierta esa ventana, es posible sentir los gritos desesperados de los que sufren tortura, el llanto de las viudas y los gemidos de madres que buscan a sus hijos. La ventana al infierno inaugura un grisáceo camino de cenizas y cadáveres, una noche en la que todavía transitamos, aunque pocas veces somos conscientes de esto.
Las llamas de La Moneda incineraron toda ingenuidad, ya nada volverá a ser lo mismo para los chilenos. La sociedad entera, víctimas y victimarios, han de descender varios escalones hacia la barbarie. El conscripto se convertirá en asesino o torturador, más de un militante en un delator y la niña bonita en una prostituta al servicio del tirano. Ese político de entonces sabe que fue cómplice y ese viejo general guarda silencio perseguido por sus fantasmas. Las palabras resultan inútiles para rasgar las tinieblas, no hay silogismos para dar cuenta de la locura y el mal, simplemente se habita ese aire espeso al que, finalmente, casi todo el mundo se acostumbra.
Los pueblos que atraviesan la noche pierden su capacidad para soñar. Son los sueños y no las cosas los que iluminan los días de los humanos. En medio de esta noche sin luna, nos seduce la ilusión de las cosas, vanos espejismos. Solo los sueños nos regalan un horizonte que nos impele a vivir juntos nuestro tiempo y a construir nuestra historia. Así ha sido desde tiempos inmemoriales, soñar juntos un destino para la tribu. Un día de éstos va a despuntar la luz del amanecer en la cordillera, la hora de volver a soñar, dejando atrás las tinieblas espesas que han humedecido nuestra piel después de tanta noche.
2.- Silencio y vergüenza
Hay veces en que el cronista calla, enmudece de vergüenza, para dejar que la voz polifónica de los que han sufrido tanto hable por sí misma como en un «collage del horror». Relato de su reclusión en el recinto de la DINA Villa Grimaldi, Región Metropolitana: El día 19 de noviembre de 1975, a las 2:00 a.m. aproximadamente, ingresan a nuestro domicilio, rompiendo la puerta, unos 12 a 15 civiles armados con metralletas preguntando por [se omite el nombre]. Inmediatamente proceden a amarrar a mis hijos con un alambre en las muñecas y los obligan a permanecer de boca en el piso en el pasaje. A mí me golpean con los puños al intentar averiguar lo que estaba sucediendo. Revisan toda la casa, causando enormes destrozos en muebles, colchones, etc. A mí también me atan las manos con alambre; todos vendados, somos subidos a diferentes vehículos particulares. Yo quedé en el mismo vehículo con mi hijo. Según relato posterior de mis vecinos, había gran cantidad de vehículos estacionados en un gran operativo. Fuimos trasladados a lo que resultó ser Villa Grimaldi. Allí permanecí alrededor de tres horas, en un lugar que parecía ser una especie de patio habilitado como galpón. Se escuchaban voces y gritos, como que hubiera un gran número de personas. Me interrogaban siempre y me golpeaban fuertemente con los puños y manos, especialmente en la cara; a veces caía al suelo y me costaba incorporarme, ya que aún estaba amarrado. Mujer, detenida en noviembre de 1983. Relato de su reclusión en el Cuartel de la CNI de Concepción, VIII Región: Me subieron a uno de los vehículos, me vendaron la vista, y empezaron inmediatamente a interrogarme y a golpearme en el estómago. Hombre, detenido en mayo de 1988. Relato de su reclusión en el Cuartel General de Investigaciones (General Mackenna), Región Metropolitana: […] allanaron la casa, golpearon a mi familia, destrozaron la casa buscando armamento, me golpearon delante de mi familia, me pusieron una capucha en la cabeza, me subieron a un auto sin levantar la cabeza. Llegamos al cuartel, donde me pusieron en una pieza chica, donde me amarraron de pies y manos, luego comenzó la tortura con golpes en los testículos, corriente en la boca, oídos, golpes en las piernas, luego, como no conseguían nada, me golpearon con manoplas, luego entró un compañero y lo torturaron delante mío para hablar. Mujer, detenida en noviembre de 1973. Relato de su reclusión en el Regimiento Tucapel, IX Región: Al llegar a estas dependencias me hicieron desnudar, acostarme en un escaño, me dio la impresión que era de esos que se ven en las plazas, donde me ataron un brazo y una pierna hacia arriba y la otra hacia abajo, después me pusieron un bloque de cemento en el vientre y me aplicaron electricidad vaginal, en los pezones y oídos, llenándome la boca con caca de animal, seguramente para que no se oyeran mis gritos y quejidos. Esto lo hicieron durante muchas horas, después me dejaron tirada, desnuda, yo andaba con la regla y así y todo también fui violada en tres oportunidades, no sé si sería una persona o diferentes. Esto es algo que recién ahora estoy contando…Mujer, detenida en septiembre de 1974. Relato de su reclusión en la casa de la DINA de José Domingo Cañas N° 1315, Región Metropolitana: En José Domingo Cañas fui golpeada en diversas partes del cuerpo. Nuevamente fui manoseada y obligada a presenciar la tortura de mi esposo. Fui desnudada y amarrada a un catre metálico en el que fui golpeada. Estaba embarazada, con 6 meses de gestación. Hombre, detenido en junio de 1975. Relato de su reclusión en el recinto de la DINA de la ex iglesia Divina Providencia, Antofagasta, II Región: Esa noche me llevaron a presenciar cómo interrogaban a otro compañero. Lo tenían tendido y amarrado a un somier de alambre y lo instaban a reconocerme, al no hacerlo éste, le aplicaban descargas eléctricas. Cansados de su negativa, optaron por otra táctica que consistió en ponerme a mí en su lugar y al compañero de pie al lado del somier conectándonos a ambos con cables eléctricos. Fui devuelto a la celda, antes de lo cual me mojaron.
3.- Memoria
Mnemosine, divinización de la memoria y madre de las musas, ha reservado al poeta el doloroso privilegio de la memoria. Le corresponde al poeta actualizar ese otrora en un ahora, conectar el presente con aquel presente diferido y así atravesar el puente que separa a los vivos de los muertos. Como lo han sabido todos los grandes alquimistas de la pluma, la escritura tiene una dimensión hierática, pues constituye, al mismo tiempo, el instrumento y la ascesis de la memoria.
Los signos de la escritura están concebidos para relatar cuentos a los niños y recrear infinitamente las historias que sostienen al mundo. Pero hay veces en que la memoria abre otras puertas y las musas nos traen inmensos dolores que como cicatrices están grabados en la piel. Corresponde a poetas y cronistas hacerse cargo de esos tristes desasosiegos, patrimonio de una comunidad y una época en una lucha incansable contra el olvido. Las palabras como burbujas de tiempo cristalizan las experiencias compartidas, allí las risas y las lágrimas. Escribir aquellas tristezas es inscribirlas para siempre en la gran biblioteca universal.
Mnemosine le otorga sus dones al poeta para que éste convierta la más abyecta miseria humana en la más alta dignidad literaria. De este modo, lo más siniestro puede adquirir su perenne dimensión moral y sobrevivir a la vergüenza. La memoria no es solo evocación de lo que ha sido sino viva presencia de lo que somos. Recoger las voces dolientes de otro tiempo es traer a las nuevas generaciones un inefable reclamo de dignidad y justicia. Un reclamo que atraviesa la historia de este pueblo y de todos los pueblos de la tierra.