Alfredo Correa De Andreis es el último de los asesinados por las balas de la política de «seguridad democrática». Lo asesinaron a balazos cuando salía de un supermercado en compañía de su guardaespaldas, Edward Ochoa Martínez, quien fue el primero en morir. El lugar donde los asesinaron es muy central, a solo unas cuadras de […]
Alfredo Correa De Andreis es el último de los asesinados por las balas de la política de «seguridad democrática». Lo asesinaron a balazos cuando salía de un supermercado en compañía de su guardaespaldas, Edward Ochoa Martínez, quien fue el primero en morir. El lugar donde los asesinaron es muy central, a solo unas cuadras de la estación de policía de la ciudad de Barranquilla, en el sector residencial del Prado. El sociólogo Correa De Andreis trabajaba como catedrático e investigador de la Universidad Simón Bolívar y Universidad del Norte, y acababa de realizar un estudio sobre los desplazados de la costa que fue presentado el pasado miércoles en una de estas universidades. Su muerte esta plegada de hechos que la el estereotipo de asesinato, liquidación de la oposición y la disidencia en Colombia, como lo venimos diciendo.
Los antecedentes
El profesor Correa De Andreis había sido víctima de las llamadas redes de cooperantes a sueldo que instaló el régimen uribista. Lo acusaron de rebelión o concierto para delinquir. Había sido señalado por un grupo de reinsertados de ser el «Comandante Eulogio» de las Farc. Y con base en dicha acusación un fiscal procedió a su encarcelamiento el 17 de Junio. Por aquellos días se encontraba haciendo un estudio sobre los desplazados de la costa. A mediados de Julio abandonó la cárcel, luego de que la Fiscalía le revocara dicha acusación y ante la falta real de pruebas. No obstante, el hecho de haber ido a la cárcel y haber tenido que enfrentar un oneroso y penoso juicio, su asesinato demuestra que muchos de los que son llevados al banquillo de las acusaciones por este procedimiento fascista, terminan siendo blanco de las balas del régimen o del paramilitarismo, que son la misma cosa. Es lo que muchas organizaciones de Derechos Humanos han llamado las graves consecuencias a que qu
edan expuestos quienes son llevados a la cárcel por dicha política de delaciones. Es inminente el peligro de muerte que corren quienes sufren dichos procesos. No fue, por tanto, difícil demostrar su inocencia. Durante el intimidatorio juicio sus abogados demostraron que las acusaciones eran falsas. Llevaba más de 23 años activo como catedrático de unicçversidades y había también desempeñado varios cargos en la administración municipal y departamental.
Un crimen de estado
En Colombia bajo la modalidad de la «seguridad democrática» del gobierno dictatorial de Uribe se han creado las llamadas redes de informantes (1 millón es la meta) o cooperantes a sueldo. Estas, a su vez, son la forma policial que adquiere el modelo de estado fascista al hacer uso de mercenarios de la delación, que son quienes reciben dinero por cada denuncia que lleve a la captura de todo sospechoso de rebelión, concierto para delinquir o «terrorismo». Con este modelo policial viene el gobierno colombiano «combatiendo» los que clasifica como enemigos del estado, que en el fondo no es más que la disidencia política e intelectual. Hace poco presentamos unas estadísticas de los capturados durante los dos últimos años de este gobierno. En este período, afirmábamos con base en unas estadísticas de la Fundación Comité de Solidaridad con los Presos Políticos, han sido capturados 6.590 colombianos(as) señalados por las redes de informantes. También decíamos que incluso la cultura a
lternativa era víctima de la persecución y represión del estado, que usando esta herramienta policial ha llevado a la cárcel al grupo musical Los Pasajeros. (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=3939)
En el caso del profesor Alfredo Correa debieron de recibir una buena suma de dinero los desertores, (reinsertados los llama el gobierno) que hacen parte de la red de informantes.
Hablando sobre quiénes y qué podría estar detrás de las acusaciones y señalamientos que le hacían, el día que salió de la cárcel, afirmó: «He sido víctima del programa de informantes y del dedo acusador de los reinsertados». Y agregaba, «hay muchos que bajo esa denominación de reinsertados y acogiéndose a un programa de delación van señalando a ciudadanos como yo, que simplemente cumplimos un trabajo con gentes necesitadas, desplazados en mi caso».
Para su hermana Magda Carrea la muerte de su hermano es una crimen del cual tenia conocimiento el gobierno. «Lo que hicieron con mi hermano fue un vil asesinato del cual tenía conocimiento el Gobierno de Uribe. Dejo en manos del Presidente cualquier cosa que suceda con los demás miembros de mi familia»,(http://www.elheraldo.com.co/hoy040918/judiciales/noti2.htm)
Una alumna suya, Natalia Araujo, afirmó: «No fue un docente sino un maestro y un amigo que nos transmitió, más que enseñanzas académicas, una manera de ver la vida comprometida con el país y con la gente necesitada».
El asesinato del sociólogo e investigador Alfredo Correa ha creado un profundo malestar en la sociedad barranquillera y en la costa norte colombiana. El diario El Tiempo, en su habitual editorial escribió que el profesor había sido asesinado como consecuencia de los señalamientos infundados de las redes de informantes. Y remata diciendo que fue víctima de las «fuerzas oscuras», cercanas al paramilitarismo. Olvida (no sabemos si es omisión o autocensura) mencionar este medio de alienación masiva que es precisamente el presidente de Colombia uno de los principales gestores del paramilitarismo en el país. Estrategia que hoy se cobra la vida de otra gran voz, pensamiento libre y disidente en el profesor Alfredo Correa. Su caso nos demuestra una vez mas por qué no es creíble que el estado colombiano tenga una política de paz. Por el contrario, lo que tiene en una estrategia de guerra o eliminación, bajo diferentes modalidades de la oposición. Confirmando, además, que no sólo los campesinos, sindicalistas, estudiantes, indígenas etc, son los blancos del terrorismo de estado, sino que los intelectuales, creadores y trabajadores de la cultura también son un blanco predilecto de dicho terrorismo. Acusación, cárcel, defensa, y sino se consigue el objetivo de doblegar las mentes y espíritus libertarios y comprometidos con la justicia, la eliminación física.
Así son las nuevas modalidades contrainsurgentes (cruzada contra el terrorismo) en la era de la globalización y el neoliberalismo que utiliza el régimen para combatir la oposición y la disidencia en Colombia, estrategia afín a los intereses de su principal aliado: el imperialismo norteamericano.
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