Recomiendo:
0

El criterio de la izquierda

Fuentes: Rebelión

Por un momento brilló el consenso en la izquierda. Las movilizaciones populares que en Túnez y Egipto lograron derrocar gobiernos y expulsar tiranos fueron celebradas como un triunfo propio, imprevisto y extraordinario cuyo indudable éxito aún no se sabe qué cota alcanzará, porque derribados sus incondicionales amigos, el imperio maniobra para sustituirlos por otros de […]

Por un momento brilló el consenso en la izquierda. Las movilizaciones populares que en Túnez y Egipto lograron derrocar gobiernos y expulsar tiranos fueron celebradas como un triunfo propio, imprevisto y extraordinario cuyo indudable éxito aún no se sabe qué cota alcanzará, porque derribados sus incondicionales amigos, el imperio maniobra para sustituirlos por otros de parecida afinidad.

Las cosas no quedaron ahí, Yemen, Bahrein, Libia… han sido también escenarios de movilizaciones. Pero aquí la cuestión cambia radicalmente y la izquierda muestra su debilidad, su incapacidad para contribuir a esos movimientos y las divisiones que la fracturan y paralizan. No mostró ninguna capacidad para aglutinar y movilizar sus bases sociales en apoyo de estos alzamientos populares, no supo y no pudo pasar de las declaraciones y los manifiestos donde el entusiasmo primó sobre la reflexión y la movilización. La represión en muchos de estos países y la invasión extranjera en Bahrein se contemplan con resignación e impotencia, sin ninguna capacidad para incidir en estos acontecimientos

Libia es una lección aparte, el desarrollo de los acontecimientos en este país fue desde el inicio atípico, sin la misma nitidez, donde no pudieron verse concentraciones masivas del pueblo, no llegaron noticias de huelgas, no se conocen sus mártires, sólo imágenes y traducciones de un exaltado Gadafi y de combatientes armados de uno y otro bando. Y aquí la izquierda se pierde, incapaz de aprender de la historia. Desde ámbitos respetables, autoridades intelectuales mostraron no sólo criterios políticos diferentes, lo que hubiera podido conducir a construir respuestas, sino concepciones y posiciones enfrentadas que directa o indirectamente, explícita o implícitamente, los situaron en el terreno de la confrontación y descalificación, pugnando por poseer la mejor interpretación de los intereses del pueblo

Esta izquierda sin capacidad real de transformación, sin acumular experiencia política comienza cada día de cero y al primer reto embarranca en el espacio intelectual mostrándose como una fuerza políticamente estéril. Sin embargo, el enemigo al que pretende batir, todos los días nos muestra su cohesión y fortaleza sin que seamos capaces de descubrir las brechas por donde minarlo. Aunque no sea nada nuevo convendría repasar la lógica con la que actúa el imperio en todos estos casos y la estrategia que la desarrolla. Quizás así pudiéramos orientar el sentido de nuestras acciones en cada momento, disponer de espacios comunes más amplios e incluso anticiparnos a sus movimientos. Es decir, construir programas de acción unitarios tomando como base y prioridad desmontar esa estrategia.

La política exterior del imperio se mueve en la lógica amigo-enemigo, nos referimos al imperio como la coalición imperial de los países capitalistas industrializados que surgió tras la segunda guerra mundial. Tras ese conflicto ya no hay países ni pueblos enemigos, -aunque se sigan masacrando y esparciendo sus pedazos como en los Balcanes o Palestina-, ahora «régimen» es sinónimo de enemigo. Ese imperio decide de forma arbitraria e unilateral quien del resto del mundo es amigo o enemigo. Fuera de esa coalición todo es táctica, todo es coyuntura. No se es amigo o enemigo por ninguna razón ética, moral, de defensa de ningún tipo de derecho, de aceptación o discrepancia con las normas internacionales. La asignación es única y exclusivamente en función de intereses económicos o de la geoestrategia económico-militar, es decir, de la expansión del mercado y de los mecanismos necesarios para imponerlo. Lo que decidirá en cada caso y en cada momento es la consideración de quien le sirve mejor.

Esta lógica ha hecho que durante setenta años amigos y enemigos hayan convivido dando apoyo incondicional a brutales genocidas, Trujillos, Suhartos, Pinochets, Musharraff… y eliminando a los que ofrecían resistencia, Lumumba, Allende, Torrijos.., o que unos mismos personajes hayan ocupado ambos puestos alternativamente, Noriega, Bin Laden, y ahora Moamar el Gadafi.

La lógica amigo-enemigo se desarrolla con una estrategia que se aplica en casi todos los casos y que ha permanecido prácticamente invariable en estos 70 años: CONDENAR, AISLAR, AGREDIR. Es sobre todo el tercer mundo el que conoce de cerca este mecanismo de destrucción y saqueo que de un caso a otro solo difiere en el ritmo y en algunos aspectos prácticos. Hay quien lleva más de medio siglo sometido a este acoso. Desde hace cincuenta años Cuba ha sufrido las más terribles condenas, se han intentado todas las formas de aislamiento, y cuenta en su haber con no pocas agresiones. Su supervivencia se debe, entre otras cosas, a su clara conciencia sobre esta situación: Contesta de forma rigurosa y sistemática cualquier intento de condena, contraataca consiguiendo la condena internacional en NNUU de la política norteamericana, evita su aislamiento internacional estableciendo alianzas en todos los terrenos en la mayor parte de los países del mundo, y responde y se prepara frente a cualquier intento de agresión. Su experiencia en este terreno está siendo valiosa en América Latina, en países que, en su camino de insurgencia, han de enfrentarse a este proceso. Venezuela es sistemáticamente condenada por la coalición imperialista, se busca aislarla internacionalmente y ha estado en varias ocasiones al borde de la agresión. Esa es la razón por la que en América Latina, entre sus prioridades sitúa la de responder a esta estrategia, a cada uno de sus pasos y a cada una de sus manifestaciones.

Es fácil identificar este mecanismo en el resto del mundo y descubrir el papel de sus actores. La condena se desarrolla mediante la interacción de los medios de comunicación y los aparatos políticos, la clase política sienta las bases, el arquetipo de la denuncia que se alimentará mediáticamente, encauza el rumbo mediante declaraciones, informes y acuerdos institucionales. En esta primera fase, como en las demás, no se escatimarán recursos, exageraciones, mentiras, verdades a medias y todas las formas posibles de manipulación al servicio de que el público acepte lo inaceptable: La agresión. Ésta será desproporcionada y sangrienta y para que se acepte la población deberá establecer un equilibrio en el que pueda apreciar que se hace justicia, de modo que es imprescindible que la condena esté cargada de violencia y de muerte, ( muertes reales, ficticias y virtuales, todas contribuyen ). Si las hay nos las enseñarán una y mil veces, si no las hay nos las contarán los reporteros, las virtuales aún no existen pero se producirán. Poco importa que cada vez sepamos que la anterior condena fue mentira, que nunca se mataron niños en las incubadoras en la primer a guerra del golfo, que no había armas de destrucción masiva en la guerra de Iraq.

La incapacidad de la izquierda para construir la memoria colectiva les permite en cada nueva ocasión utilizar el mismo esquema. Hoy todos insisten en que esta vez no hay mentiras y consiguen centrar nuestra atención sobre la credibilidad de lo que esta sucediendo en Libia y apartarla de la cuestión central: La estrategia de dominación

Esta intoxicación perdura a lo largo de todo el proceso, los elementos sistemáticamente acumulados en las condenas deben facilitar el aislamiento que alcanzará los ámbitos político económico y social. Diferentes instancias internacionales se pronunciarán a favor de la condena o en el mejor de los casos se desmarcarán o guardarán silencio, el mundo económico en manos del imperio no necesita instrucciones, él es el que las da. La sociedad sacudida por las atrocidades difundidas en la propaganda y ya personalizadas en una figura criminal aceptará las cosas tal y como se le presentan a pesar de que puedan apreciar engaños, contradicciones, o los intereses en juego. El aislamiento se presenta como lógico y necesario sin dejar percibir que es la antesala de la agresión. La agresión guarda siempre coherencia con el resto del proceso: Se agrede porque hay una condena, porque la comunidad internacional lo autoriza. El objetivo siempre es salvar a los pueblos aun cuando nunca se haya logrado. Se hace así porque el pueblo para todos define la bondad y para evitar su crimen los agresores actúan unidos, enfatizando que son muchos, frente al condenado que ya está aislado, no porque así se haya construido, sino como resultado de su infinita maldad. Finalmente, la agresión nunca establecerá su alcance, ni su final, ni su salida, porque la dominación no tiene fin, una y otra vez el mismo rito, eficaz, incontestable, impune. La necesidad de agredir es la necesidad del transito de lo político a lo militar: El orden jerárquico, la obediencia debida, la impunidad. Exactamente lo contrario de lo que se dice defender: La voluntad popular y la paz. En estas condiciones no podemos participar en las condenas aunque tengamos sobradas razones si no somos capaces de quebrar el proceso, perdemos la posibilidad de plantear lo que no tiene ninguna duda: La sistemática estrategia de agresión del imperio como forma de perpetuar su dominio.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.