El ambiente no daba para muchas celebraciones, por lo que el coctel que se tomaban los ministros, no les sabía a bueno. En el año que termina, el crecimiento de la economía, por segundo año consecutivo, resultó la mitad de lo esperado. El ingreso petrolero fue nulo. Las exportaciones e importaciones siguen cayendo y el […]
El ambiente no daba para muchas celebraciones, por lo que el coctel que se tomaban los ministros, no les sabía a bueno.
En el año que termina, el crecimiento de la economía, por segundo año consecutivo, resultó la mitad de lo esperado. El ingreso petrolero fue nulo. Las exportaciones e importaciones siguen cayendo y el balance comercial sigue siendo negativo; mientras el desempleo se acerca al 10 por ciento, evidenciando que la industria y la agricultura siguen postradas.
– Nos quedan los baldíos, dijo un ministro.
-Los extranjeros no vendrán a invertir en agronegocio, sin que primero se desmovilice la guerrilla, agregó otro integrante del consejo de ministros.
-Pero la pérdida del plebiscito, ¡deja mal parado al gobierno! Expresó el más realista de los burócratas allí reunidos.
Y el de Hacienda respondió, no importa, porque la confianza de los inversionistas, se mantendrá cuando apliquemos esta reforma tributaria.
– El ‘hueco fiscal’ terminó siendo un barril sin fondo -continuó diciendo-, porque ya hemos hecho varios recortes a los gastos del gobierno y la Comisión de sabios tributarios ideó la reforma más drástica posible contra las clases medias y bajas, pero el déficit fiscal sigue siendo alarmante.
– Y las exenciones de impuestos a las empresas, ¿cómo van a seguir? Se atrevió a preguntar la encargada de asuntos laborales.
– Inalteradas, para que vengan nuevos inversionistas, dijo un vocero de las grandes corporaciones.
Así transcurrió el intercambio en la sede del gobierno, en el supuesto que estaban decidiendo cómo conducir la economía de este país; porque en realidad los grandes capitalistas -quienes son los que deciden-, desde hace varios años han dejado de reinvertir 2 tercios de sus ganancias anuales… situación que va en dirección a hacer estallar pronto, esta enorme masa monetaria inoficiosa, llevando al sistema a otra crisis mundial -dicen que peor-, que la de 2008.
A Colombia dejaron de llegar las Inversiones Extranjeras Directas, al caer el precio de las materias primas; pero además, los capitales que llegaron al país atraídos por las altas tasa de interés, también se han ido, dejando devaluada la moneda -a más de 3 mil pesos por dólar-, y trepando el costo de la deuda externa, con lo que agravó todavía más el déficit fiscal… que como siempre, el gobierno aspira a cubrirlo, en parte, adquiriendo una mayor deuda externa. Además, ahora los ‘capitales golondrinas’ vuelan hacia Estados Unidos, porque allá acaban de aumentar las tasas de interés.
La calamidad está, en que por más les den condiciones a los inversionistas extranjeros, estos no van a venir; y Santos en cambio, al cargar con más impuestos al pueblo trabajador, sólo va a agravar su empobrecimiento; que es la dirección, que el gobierno ha dado a la actual reforma tributaria. Los empresarios y los trabajadores al no lograr acuerdo sobre el aumento del salario mínimo, el gobierno hace una ridícula alza por decreto, que se perderá en los primeros meses de 2017, por el aumento de la inflación.
Los regalos de navidad del gobierno para la sociedad colombiana son menos gasto social desde el Estado, más impuestos, menos salario, más desempleo, menos ingresos de los hogares y más entrega de bienes públicos, como los terrenos baldíos de la Altillanura, que piensa entregar a las multinacionales del agronegocio.
Por esta vía, Colombia se hundirá más en la desigualdad y la exclusión, para avanzar a ser el país más desigual del continente, puesto en que compite con Perú, pues en este país, la mitad de los trabajadores devengan un salario mínimo y en Colombia lo ganan el 49 por ciento.
El gobierno hace discursos, sobre la ampliación de la Refinería de Cartagena y su aporte al crecimiento industrial del país; pero esconde que los corruptos robaron 8,5 billones en estas obras, sin que nadie sea capaz de investigarlos y penalizarlos. Este robo supera, los 6 billones que Santos aspira a recolectar en 2017 con los nuevos impuestos, que ahora está descargando en hombros de los colombianos.
Al régimen no se le pasa por la cabeza, cambiar la orientación neoliberal de su modelo económico, para impulsar alternativas de producción nacional, con las que dejemos de depender de la extracción desenfrenada de recursos minero energéticos. Tampoco tiene la voluntad política, para declararse en quiebra y proponer una reestructuración de la deuda externa.
Reorientar la economía en función de los intereses nacionales y en beneficio de la sociedad, es la mayor democratización que exige el país en este momento; y para lograrla habrá que hacer a un lado a gobiernos como el actual, que solamente actúan a favor de las multinacionales y de los grandes capitales financieros.