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El deber de «contarlo todo»

Fuentes: La Ventana

Versión de las palabras de presentación del libro «Hay que defender la vida», compilación de textos de Haydee Santamaría (*)

(…) soñamos siempre dejar nuestro último suspiro en una cama de tierra con mosquitero de palmas y almohadas de montañas…

Haydee Santamaría, «Carta a Jorge Zalamea».

En el cumpleaños de Haydee, nos juntamos en esta casa-museo para presentar un libro que reúne textos, en los registros más diversos, de Haydee Santamaría. Hay que defender la vida es una coedición del Fondo Editorial Casa de las Américas y la editorial Ocean Sur. Más que el término «antología», me gustaría emplear las palabras de Jorge Fornet: se trata de páginas que le debemos a Haydee.

La presentación del volumen en este sitio, la casa-museo Abel Santamaría Cuadrado, en Encrucijada, tiene un significado especial. El segundo texto del libro –después del prólogo– es una semblanza de Haydee Santamaría, escrita por Roberto Fernández Retamar. Roberto inicia dicha semblanza por aquí, por estas tierras: el lugar que vio nacer a Haydee.

Por eso considero propicio este escenario para –en palabras de Retamar– rendir homenaje a eso que llamamos «común», «cotidiano», pero que logra expresarse en su grandeza toda: «Haydee ha de asistir a la escuelita donde un maestro atiende todos los grados (…) aquel maestro lo es de veras, y no solo le enseña las cosas habituales, sino que le hace ver que, en realidad, ellos no viven allí, sino en todo un país, con una hermosa historia de luchas y sacrificios».[1]

Fue aquí en Encrucijada, en el Constancia, en ese «centralito donde el tiempo parecía detenido»,[2] en medio de «un ambiente preparado para ablandarla, para matar el espíritu combativo»;[3] donde Haydee tuvo su primera noción de una «patria chica» que se fue ampliando y se hizo Encrucijada, Las Villas, Cuba…, donde conoció a Jesús Menéndez y creyó en el líder comunista y negro, y no en los Luzárragas.    

Hay otra idea que atraviesa el texto de Retamar y sirve para valorar las dimensiones de este libro. Cuando se refiere a la vida de Haydee después del 10 de marzo de 1952 dice: «En lo adelante, los momentos más altos de la vida de Haydee ya no pertenecerán solo a su biografía: pertenecerán a la historia de Cuba».[4] No se trata solo, entonces, de una antología; es también un pedazo de nuestra historia, el pedazo quemante de una historia total donde caben los hechos, las ideas, la cultura y la vida de lo que llamamos «la gente común», que no es otra cosa que una historia desde el pueblo.

El volumen inicia con un prólogo de sus compiladores: Jaime Gómez Triana, vicepresidente de la Casa de las Américas y Ana Niria Albo Díaz, especialista del Programa de Estudios sobre Latinos en los Estados Unidos de dicha institución. Para dar título al prólogo, Jaime y Ana Niria remiten a un fragmento del poema que le dedicó Fernández Retamar a Haydee a raíz de su muerte: «Haydee, te seguimos necesitando».

Esta invocación da cuenta de en cuántas ocasiones, para quienes trabajamos en la Casa de las Américas y para quienes optamos por la lucha para alcanzar toda la justicia, recordamos a Haydee y en una pregunta se sintetiza su liderazgo y coherencia: ¿cómo lo haría ella?

Los tres grandes bloques de este libro son titulados con palabras de la propia Haydee. «Hay que defender la vida o entregarla absolutamente» recorre el periodo que va de 1953 a 1958. «Hay una sola fecha: antes del Moncada y después del Moncada» remite a su actividad entre 1959 y 1969. Por último, «El buen arte siempre es revolucionario» compila materiales que abarcan los años de 1970 hasta su muerte, ocurrida en 1980.

En el primero, que se centra en la etapa insurreccional, aparecen sobre todo cartas y se acompañan –entre otros textos– de una reconstrucción de su declaración durante el juicio del Moncada.

Las otras dos partes se caracterizan por la diversidad de registros: cartas, entrevistas, charlas, discursos, artículos o fragmentos de intervenciones realizadas por Haydee. Me interesa llamar la atención en relación con las misivas en que la heroína del Moncada y fundadora de la Casa de las Américas contesta a las demandas planteadas por la población.

Más allá de esa organización formal en tres grandes bloques cronológicos, hay una potente idea de Haydee que se expresa en varias ocasiones y, de manera transparente y llana, se presenta en la entrevista que concedió al periodista panameño Nils Castro –publicada en 1975 y que aparece en este volumen– al concebir «todo [como] una sola cosa».[5]

Hablamos de una división, puede decirse, casi metodológica con el objetivo de facilitar la lectura. En rigor, Haydee se mueve con naturalidad en la cualidad compleja de las temporalidades: en el solapamiento y porosidad de los tiempos históricos y de vida. Una y otra vez regresa al Moncada; pero también, enlaza pasado y presente con el futuro, como cuando cita ese verso-potencia de Silvio: «cañón de futuro», o escribe al Che que «una bala no puede terminar el infinito».

Casi al terminar, deseo rescatar una insistencia de los compiladores del libro, quienes, además, llevaron a cabo un profundo proceso de investigación en el que fueron acompañados, entre otros, por la editora Caridad Tamayo Fernández. Se trata de que este constituye un resultado colectivo. En primer lugar, consecuencia de esa existencia huracanada y fundadora que fue Haydee. También, de quienes trabajaron con ella desde sus primeros días en la Casa de las Américas; y de aquellas personas que contribuyeron de una u otra manera a la culminación de este libro.

Dije al inicio que estas son páginas que le debemos a Haydee. Podemos, incluso, ir más allá y despersonalizarlo: son páginas que debemos a una generación y a la historia cubana en su articulación con nuestra América. Al menos así quiero leerlo en ese fragmento que se recoge aquí de la reconstrucción del testimonio de Haydee durante el juicio del Moncada: «Estando aún en el hospital yo me acerqué a él [Abel Santamaría] y me dijo con firmeza: “Es mejor saber morir, para vivir siempre”; “entonces, yo quiero morir”, le dije abrazándome a él, y me contestó: “Yeyé, tú y Melba deben vivir, van a vivir; ustedes tienen que contarlo todo».»[6]    

Notas:

[1] Fernández Retamar, Roberto: «Semblanza de Haydee Santamaría». En Santamaría, Haydee, Ob. Cit., p. 17.

[2] Santamaría, Haydee: «Casa es nuestra América, nuestra cultura, nuestra Revolución». Entrevista de Jaime Sarusky. En Santamaría, Haydee, Ob. Cit., p. 487.

[3] García Flores, Margarita: «Una mujer de la Revolución Cubana». Entrevista con Haydee Santamaría. En Santamaría, Haydee, Ob. Cit., p. 193.

[4] Fernández Retamar, Roberto, Ob. Cit., p. 18.

[5] Santamaría, Haydee: «Todo es una sola cosa». Entrevista de Nils Castro. En Santamaría, Haydee, Ob. Cit., pp. 448-482.

[6] «Declaración de Haydee Santamaría en el juicio del Moncada». En Santamaría, Haydee, Ob. Cit., p. 38.

(*) Santamaría, Haydee: Hay que defender la vida. Gómez Triana, Jaime y Ana Niria Albo Díaz (comp.), Fondo Editorial Casa de las Américas / Ocean Sur, 2022. Esta presentación se realizó el 30 de diciembre de 2022 en la casa-museo Abel Santamaría Cuadrado, en el municipio Encrucijada, provincia Villa Clara.

Fuente: http://laventana.casa.cult.cu/index.php/2023/03/28/el-deber-de-contarlo-todo/

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