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El debilitamiento de Piñera y el clima político nacional

Fuentes: Clase contra Clase

Encuesta CEP: malas noticias para la derecha Se han hecho públicos los resultados de la tan ansiada encuesta CEP. En cuanto a  sus resultados -que merecen la credibilidad del conjunto de los políticos patronales-, la primera cuestión que resalta, es la caída del apoyo a Sebastián Piñera en relación a Frei. Si en diciembre del […]

Encuesta CEP: malas noticias para la derecha

Se han hecho públicos los resultados de la tan ansiada encuesta CEP. En cuanto a  sus resultados -que merecen la credibilidad del conjunto de los políticos patronales-, la primera cuestión que resalta, es la caída del apoyo a Sebastián Piñera en relación a Frei. Si en diciembre del año pasado, el derechista superaba por 10 puntos al ex presidente (44% v/s 34%), hoy vemos un empate estadístico en un posible balotaje: Piñera obtendría un 41% y Frei un 39%. Este resultado, obtenido con una especie «simulación de voto secreto» en la realización de la encuesta, varía a un empate pleno, con un 39% para ambos candidatos, bajo la modalidad «cuestionario». La caída de Piñera es innegable, y ya algunas encuestas recientes como la IPSOS, venían indicándola.

El analista electoral de Imaginacción, Carlos Correa, comenta de este modo la caída del empresario: «El momento de inflexión de Piñera es el caso FASA-colusión de farmacias. Su actitud dubitativa, sus errores no forzados y en especial su compulsión por el mercado bursátil le jugaron una mala pasada electoral: la ciudadanía lo puso del lado de los grandes empresarios, quienes después de este caso, fueron vistos como un grupo cuyo único interés es obtener la máxima utilidad, a costa de lo que sea. El candidato pasó a ser visto como uno más de los tiburones» (El Mostrador, 19 de junio). Este planteamiento es coherente con el hecho de que la CEP mostró que el 34% de los encuestados atribuía la responsabilidad de la crisis al empresariado, mientras que sólo un 14% al gobierno.

Además de su situación de empresario -de la cual la derecha quería sacar provecho, intentando presentarla como «capacidad» para generar empleo aun en tiempos difíciles-, los «errores no forzados» a los que se refiere Correa, han jugado un importante papel. El silencio del multimillonario ante la aberrante negación que hizo Karla Rubilar de algunos casos de detenidos desaparecidos; la posición de Carlos Larraín ante la militancia política de Bachelet, a partir de la cual la hacía «responsable» por la represión padecida en dictadura; o el claro intento de aprovechamiento mediático que hizo Piñera visitando la casa de una niña asesinada en una micro, que le valió el rechazo de los allí presentes; son algunos ejemplos. De todos modos, estos hechos, más que constituir «errores no forzados», han mostrado el verdadero talante de la derecha.

Como causa y consecuencia del desgaste del piñerismo, la UDI ha comenzado a tomar una distancia cada vez mayor de éste. Longueira renunció al comando presidencial, y al Congreso Bicentenario del conglomerado gremialista, Piñera no fue invitado… ¡ni siquiera por 10 minutos, como señal de respaldo! Lavín redujo sus responsabilidades en el comando, para dedicarse la candidatura senatorial por la V costa. Esto es síntoma de un decrecimiento de la confianza de la derecha en su propia candidatura presidencial y de los roces entre la UDI y RN. Es muy posible que este debilitamiento del piñerismo se transforme en un terreno fértil para el surgimiento de nuevos roces y disputas al interior de la Alianza.

No hay que perder de vista, que el debilitamiento derechista, se produce simultáneamente al proceso de desgaste de la Concertación. Además de Frei, participarán en las próximas elecciones cuatro candidatos provenientes del «mundo concertacionista». El desgaste y esta especie de «desgajamiento» de la Concertación, coincide con la crisis que golpea duramente a la clase trabajadora, incrementando la cesantía. ¡Pese a eso, la derecha no está pudiendo capitalizar esos procesos para acrecentar el apoyo a Piñera!    

La Alianza es la heredera directa de la dictadura pinochetista -¿cómo olvidar a Iván Moreira, llamando por televisión a participar del velorio y funeral de Pinochet?, el 2006- y es el sector político de la clase patronal más decidido a la hora de atacar los intereses de la clase trabajadora. No tienen tapujos a la hora de defender la flexibilización laboral, como hace el comando económico de la candidatura pinochetista. Durante la discusión en torno al salario mínimo, Jovino Novoa, se reunió con los patrones para acordar una política de congelar los salarios. Los aliancistas, son acérrimos opositores a la píldora del día después y se han regocijado con el reciente fallo de la contraloría que prohíbe su reparto a través de municipalidades (aunque ahora, para no perder votos, se abran a legislar). ¡Que la derecha y su candidato se debiliten, es una buena noticia para los trabajadores y el pueblo pobre! ¿Pero cuál es la alternativa con la que contamos.

El clima político nacional a través de la CEP

El gobierno saca cuentas alegres de la encuesta CEP: el respaldo a la gestión de Michelle Bachelet llega al 66%, subiendo 23 puntos con respecto a la medición de diciembre. Este apoyo parece estar ligado a las expectativas que ha abierto su manejo de la crisis. Un 53% de los encuestados opinó que las medidas tomadas por el gobierno para enfrentarla, han sido efectivas, mientras que el 19% expresó desacuerdo. El equipo económico, es apoyado en un 59%, y desaprobado en un 23%.

La política de superávit fiscal, que se mantuvo durante el ciclo de altos precios del cobre, le ha permitido al gobierno «inyectar recursos» para «paliar» los efectos de la crisis, por medio de multimillonarios subsidios y préstamos a los empresarios, y bonos y subsidios para los trabajadores y el pueblo pobre. Eso es un primer elemento que explica la alta aprobación. En segundo lugar, el hecho de que la clase trabajadora no consiguió dar una respuesta propia a la crisis capitalista, realizando un paro nacional efectivo el 16 de abril, como producto de la política de sus direcciones oficiales, del PC y el PS, de dialogo social estéril -que se mantiene viva con el acuerdo CUT-empresarios-gobierno-; y que fue impotente para contrarrestar los temores abiertos por la crisis. Así, el gobierno bacheletista aparece como el único madero al cual aferrarse en el borrascoso río de la crisis. De ese modo, el «clima político conservador» se mantiene, expresándose en esta encuesta.

El pacto entre el JPM y la Concertación, sellado el domingo pasado, también le es útil a la Concertación para fortalecerse, o más bien, para enlentecer su desgaste. El PC y el JPM votarán en una serie de distritos a candidatos concertacionistas, y en segunda vuelta a Eduardo Frei, que cuando fue presidente, avanzó significativamente en las privatizaciones, a cambio del apoyo parlamentario a 4 candidatos. Esto también se integra como explicación del fortalecimiento de Bachelet y del repunte de Eduardo Frei en las presidenciales; y en la debilidad de su propia alternativa presidencial. Mientras que un 7% de los encuestados se declaró identificado o simpatizante del JPM, el candidato presidencial de la «mesa unitaria de izquiera», Jorge Arrate, obtuvo sólo un 1% de apoyo. ¿Qué otra cosa podría ocurrir si se le da tanta importancia al apoyo en segunda vuelta al candidato oficialista a cambio de cuatro parlamentarios? Es como si la candidatura de Arrate fuese meramente «testimonial». Por eso el JPM, si bien no es neoliberal y está a la izquierda en el «espectro electoral», no constituye una alternativa política independiente para los trabajadores y el pueblo pobre. Pues es precisamente gracias a él, que se sostiene la Concertación.

Esta semana se ha producido un hecho que merece toda la atención de la clase trabajadora. El parlamento ha aprobado un aumento salarial miserable, de un 3,7%, es decir, de $6.000. Sin embargo, el ofrecimiento del gobierno era todavía menor: un 2,5%, de $4.000 (el sueldo mínimo estaba en $159.000). Satisfecho con la propuesta del gobierno, «Arturo Lyon, presidente de la Asociación de Industrias Metalúrgicas y Metalmecánicas (Asimet), sostuvo  en relación con el reajuste que «nos parece razonable la propuesta del gobierno en cuanto a presentar un 2,5% y que en definitiva en el congreso se aprobó un 3,7%» (La Nación, 19 de junio). ¿No significa esto que el gobierno «maneja la crisis» de acuerdo a los intereses patronales? ¿No ha encontrado acaso el gobierno espacio para esta política antiobrera gracias a la confianza que le otorgan las principales direcciones de la clase trabajadora a la Concertación?

Otro hecho que llama la atención es la relativa consolidación del «fenómeno electoral» Marco Enríquez-Ominami. En primera vuelta, su candidatura concita un 13% de apoyo. La distancia con respecto al 30% de Frei en primera vuelta es importante -y eso ha calmado las aguas en la Concertación y en su comando-, pero el 13% de por sí es indicativo del desgaste de los partidos patronales, pues Enríquez-Ominami cuenta sólo con el apoyo de pequeñas organizaciones como el Partido Ecologista, y su «popularidad» se alimenta más bien de la aparición en los medios. Pese a eso ha elevado su caudal de apoyo. A esto hay que agregar que su «proyecto» no es una ruptura con el proyecto neoliberal de la Concertación, aunque por su «honestidad» al plantearlo -con su apertura a privatizar una parte de las empresas públicas, incluyendo Codelco-, se ubica a la derecha de ésta. Tampoco, Marco Enríquez-Ominami es una alternativa para los trabajadores y el pueblo pobre. No es más que la «nueva cara» de la vieja política.   

En este escenario, quienes militamos en Clase contra Clase planteamos que hace falta una candidatura obrera independiente de toda variante patronal. Ni las alternativas que ofrece la clase patronal ni el JPM que en segunda vuelta votará por Eduardo Frei, son útiles para luchar consecuentemente por los intereses de la clase trabajadora.