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El desafío de poner fin a la exclusión parlamentaria de la izquierda

Fuentes: Crónica Digital

Es la principal bandera de lucha de quienes buscan profundizar la democracia y romper con los tecnicismos dictatoriales que aún tiene la Constitución del ´80 y que impide que otros sectores políticos, fuera de los grandes bloques, puedan tener representación parlamentaria. Hoy la tarea es crear un Frente Amplio que permita alcanzar los quórum necesarios […]

Es la principal bandera de lucha de quienes buscan profundizar la democracia y romper con los tecnicismos dictatoriales que aún tiene la Constitución del ´80 y que impide que otros sectores políticos, fuera de los grandes bloques, puedan tener representación parlamentaria. Hoy la tarea es crear un Frente Amplio que permita alcanzar los quórum necesarios en el Congreso y así realizar las reformas constitucionales que el país necesita.

¿Es posible pensar crear una lista única parlamentaria entre el Juntos Podemos y la Concertación ?. La respuesta es si. Sobre todo en la medida que esta alianza tenga como fin último alcanzar la representación necesaria que permita realizar reformas constitucionales que acaben con los enclaves autoritarios instaurados por la Dictadura y, que hoy, impide que un sector de la sociedad, pese a tener cerca del 10% de respaldo electoral, no tiene representación en el Congreso.

Es, en este argumento, que la creación de una alianza electoral entre la izquierda extraparlamentaria y la Concertación si tiene validez más allá de lo instrumental. Hoy, algunos plantean que las actuales negociaciones podrían beneficiar al Juntos Podemos al grado de poder elegir tres o cuatro parlamentarios y, que esta estrategia, podría significar que la derecha pueda perder hasta un total de 12 escaños. Pero, a nuestro juicio ésta opinión política limita el verdadero sentido que debe tener la construcción de este frente amplio en contra de la exclusión y, sería una pésima señal a la opinión pública si se limita a asegurar «cupos calados» para algunos dirigentes extraparlamentarios y así obtener un sillón en el Congreso.

En este sentido, la pregunta de fondo y que aún no tiene respuesta es ¿Cuántos parlamentarios se necesitan para fortalecer la democracia y cómo se asegura su elección a fin de obtener los quórum necesarios que permitan hacer las reformas constitucionales que se necesitan o, derechamente, aprobar una nueva Constitución Política?. De responderse públicamente esta pregunta, ésta se transforma en un potente objetivo político estratégico a lograr en las próximas elecciones presidenciales y parlamentarias.

En este marco, los colores y los nombres que compitan en la elección pasan a segundo plano, sino lo que realmente importa es alcanzar la meta. Por ejemplo, si de 120 diputados se necesitan 80 para hacer las reformas, se debe asegurar que todos sean electos sin importar de qué tienda política sean. De la misma forma debe suceder con la elección de senadores pues, ésta estrategia cuenta con un compromiso público previo, el cual se resumen en iniciar el proceso reformista al día siguiente de instaurarse el nuevo Congreso.

En esta perspectiva, se hace completamente válido que las coaliciones miembros de este Frente Amplio no pierdan identidad puesto que representan proyectos políticos diferentes. La elección parlamentaria es una cosa y la unidad de acción estará determinada por el fin de la exclusión política, pensar desde el Legislativo cómo fortalecer la democracia y, por tanto, debatir el tipo de estructura de Estado que Chile necesita más allá del 2010 y, otra, la elección presidencial el cual define el gobierno que se necesita para llevar a cabo estas reformas. Una no niega a la otra. Es más, la complementa si ello permite potenciar la visión de país que tienen las fuerzas democráticas y progresistas en contraposición al rol de guardián y privatizador representada por la derecha política de la UDI y RN.

Sin embargo, en este proceso de debate político entre todos quienes quieren acabar con la exclusión puede darse el escenario, menos probable, de cimentar las bases para una nueva alianza, si todos sus partícipes están dispuestos a concordar un programa de gobierno común que permita avanzar a más democracia. Podría suceder si todos quienes participan del debate tienen la voluntad política de hacerlo. Ello no significa refundar la Concertación o hacer una nueva Concertación. Se trata de crear otro instrumento que aglutine e interprete este nuevo escenario político.

Hoy la Concertación no tiene capacidad para ganar por si sola una elección. La izquierda extraparlamentaria ha tenido que subsidiar a los partidos del arco iris en las dos últimas presidenciales y, de esa entrega y generosidad política no han conseguido nada. Hoy es tiempo de transparentar las formas de hacer política y establecer las alianzas con las reglas claras.

Por último, las preocupaciones respecto de los efectos que pudieren producir en el electorado una alianza con las fuerzas políticas extraparlamentaria, éstas solo disminuirán en la medida que cada partido haga su trabajo con sus volantes. En este escenario los únicos que pierden son los partidos de derecha y los enclaves autoritarios y económicos que hasta hoy mantienen y alimenta un modelo económico social excluyente, que profundiza las desigualdades sociales, mantiene los caudillismos, genera espacios para la corrupción pública y privada y, por último, legitima la falta de transparencia en nuestro país. Esperemos que hoy la clase política tenga esa visión de Estado que tanto Chile necesita.