Nada sabíamos de Emerio Medina hasta que, de repente, uno tras otro, se apoderó de los principales premios literarios otorgados en Cuba, el nacional de la UNEAC y el internacional de Casa de las Américas. Es un mayaricero refugiado en su terruño, al margen de cotilleos, comidillas y otras tentaciones de la vida literaria. Pero, […]
Nada sabíamos de Emerio Medina hasta que, de repente, uno tras otro, se apoderó de los principales premios literarios otorgados en Cuba, el nacional de la UNEAC y el internacional de Casa de las Américas. Es un mayaricero refugiado en su terruño, al margen de cotilleos, comidillas y otras tentaciones de la vida literaria. Pero, cuidado, tampoco es un montuno hirsuto, portador espontáneo de la voz de tierra adentro. Por lo poco que llegamos a conocer a través de las escuetas notas de contracubierta, su trayectoria forma parte de una historia compartida por muchos, resultante de la masiva revolución cultural desencadenada a partir de la campaña de alfabetización. Para impulsar el desarrollo del país, durante veinte años, jóvenes nacidos en cualquier parte viajaron a los entonces países socialistas para cursar estudios universitarios, sobre todo carreras técnicas. Aprendieron otros idiomas, conocieron otros paisajes y costumbres y engendraron progenie reconocible en apellidos singulares en nuestro contexto. En su mayoría, regresaron con el dominio de una especialidad y cierto escepticismo adquirido al observar las fisuras ya palpables en aquella otra sociedad. Algunos optaron por radicarse definitivamente en Europa. El derrumbe de la URSS precipitó la crisis económica cubana. Las técnicas asimiladas no encontraron empleo y hubo que redefinir proyectos de vida.
Emerio fue uno de ellos. Para mantenerse, trabajó duro en el terruño. Pero, sin lugar a dudas, aprovechó sus años de formación para hacerse de muy sólida cultura literaria desprovista de localismos. Adquirió oficio de escritor. Tenía cosas que contar y sabía hacerlo. Entre los misterios de la realidad inquiría, con perspectiva propia, el problema recurrente de las relaciones entre los seres humanos.
Café bajo sombrillas junto al Sena, de Emerio Medina, ediciones Unión 2010, es un texto que señala una ruptura respecto a una zona considerable de la narrativa cubana de los últimos veinte años. Sin desconocer aspectos sensibles de la realidad nacional asociados a la crisis que siguió al derrumbe del campo socialista europeo, no reducidos tan sólo a las condicionantes de la vida material, supera el costumbrismo que matiza muchas obras recientes. Por razones explicables a través de un análisis histórico-sociológico más que literario aparecieron con fuerza en los últimos decenios asuntos vinculados a los tradicionales tabús en torno a la sexualidad, así como aquellos que acusaban síntomas de un deterioro de valores. El jineterismo, la estampida de los balseros, la violencia intrafamiliar configuran un referente contextual, señales todas de un lugar en el tiempo y en el mundo. Con una perspectiva ambivalente, situada dentro y fuera del personaje, el escritor explora, en asedios progresivos, el magma oculto en lo profundo del sujeto, siempre, en lo esencial, un solitario. El pausado desarrollo de la trama conduce a un desenlace abrupto, cuando ya irremediable en tanto súbito despertar a la verdad. De ese precipicio dramático se desprende, sin embargo, por el artificio utilizado en la construcción del relato, un compromiso participante en el ejercicio de la lectura de profunda raigambre solidaria.
Ante la mirada del balserito, recostado en la lancha impulsada por el suave ronroneo del motor, se yergue la imponente figura del padre y se escucha su voz autoritaria. Nada extraordinario parece suceder. Su atención se centra en la niña que también viaja hacia un mismo destino, ya desmadejada. Sin palabras, se reconoce en la angustia de ella. En los recuerdos -la despedida de la madre, el despertar de un amor no consumado- se acumula el registro de las pérdidas. Tiende las manos hacia las gaviotas en reclamo silencioso de un suave picoteo. El desastre previsible se precipita. Hundida la embarcación, las gaviotas han devorado los ojos del niño. Todo ha transcurrido a través del encadenamiento estricto y suficiente de imágenes visuales mediante una puritana economía de medios expresivos.
Al modo de parábolas, los cuentos de Emerio Medina replantean las interrogantes que, desde tiempos remotos, contribuyeron a entretejer los vínculos entre cultura y valores, sustentados en una reflexión acerca de la condición humana. De acuciante actualidad, en Cuba y más allá de los límites de la isla, las circunstancias particulares de nuestro contexto establecen una articulación orgánica con problemas que trascienden lo local. Se trata ante todo, de la patética orfandad de la criatura humana, asediada por la ambición y la violencia, por la búsqueda de una felicidad ilusoria, atrapada en las fronteras de su soledad. Absortos en sus conflictos, incapaces de desentrañar las señales del mundo que los rodea, solitarios, los personajes de Emerio medina sobrepasan lo coyuntural, navegan sin rumbo y se replantean, en términos contemporáneos, las interrogantes fundamentales que han animado desde siempre la creación literaria. Ahora, sólo nos queda esperar por la publicación de su reciente premio Casa de las Américas.
Fuente: http://www.cubarte.cult.cu/periodico/letra-con-filo/el-descubrimiento-de-un-narrador/18217.html