Los destripadores, en el desespero que suscitan en las sociedades que habitan, terminan parados en una conjugación de realidad y ficción que no es ni lo uno ni lo otro, sino una ambigüedad demencial, pero con un trasfondo indiscutible: horripilan a congéneres y coetáneos. En Colombia ese manto oscuro y reciente de nuestra historia que […]
Los destripadores, en el desespero que suscitan en las sociedades que habitan, terminan parados en una conjugación de realidad y ficción que no es ni lo uno ni lo otro, sino una ambigüedad demencial, pero con un trasfondo indiscutible: horripilan a congéneres y coetáneos.
En Colombia ese manto oscuro y reciente de nuestra historia que se conoce como La Violencia, está plagado de relatos estremecedores acerca de destripadores rurales, que arrojaban bebés al aire para ensartarlos con sus machetes, o ideaban cortes fatales como el «corbata» y el «franela», de cuyas trabazones con la lengua nadie quiere acordarse.
Pero hay otra clase de peligrosos destripadores, que no necesariamente recurren al cuchillo o al estilete. Son aquellos que, parapetados en armazones burocráticos, lanzan traperas puñaladas judiciales, morales o administrativas, contra quienes no comulgan con sus ideas.
Son personajes que, plantados entre el escritorio y muchos folios, fruncido el ceño, ladino el hablar, agrio el corazón, buscan ocasionar tanto pánico como sus símiles de adarga y navajas en mano.
Van y vienen por las callejuelas de una moral llena de contraluces. Pelechan en un país plagado de socavones legales y travesías jurídicas. Son desalmados poderosos, acostumbrados a los esguinces éticos y a toda clase de trapisondas.
Son, en ocasiones, los propios cabecillas que incitan a las matazones. Escondidos en la palabrería, mueven al antojo el hilo de furibundos peones, que acometen toda clase de barbaridades en el nombre del Señor.
Otras veces son quienes ponen en marcha los engranajes siniestros contra quienes ellos juzgan que no corresponden al redil de sus ensueños. Recurren a todo tipo de triquiñuelas. Desde el lanzamiento de anatemas e imprecaciones sueltas, hasta las represalias más feroces.
Alejandro Ordóñez es uno de estos aciagos personajes. ¿Adalid moral? Qué va. ¿Cruzado fenomenal? No, definitivamente. ¿Cruzado tardío? Ni siquiera. ¿Fundamentalista de atar? Acaso.
Lo que sí: Un destripador raso, en el que lo más afín a la ética serán asuntos héticos, en un hígado lleno de bilis, que no ejerce las funciones de desintoxicación y limpieza, y, al contrario, deja intactas las porquerías nacionales que la Procuraduría General de la Nación por mandato debería eliminar.
Apenas para menguar los estropicios más evidentes, recurre la Procuraduría a mediáticas alharacas, adelantándosele por las pantallas a otras instituciones, chupándose la savia de otros investigadores y evidenciando lo evidente.
Ahí tenemos las reprensiones a Pretelt por Teodolindo, a don Berna Moreno por lóbrego y a quienes hicieron parte de la estructura criminal del DAS por lo mismo: las interceptaciones ilegales («chuzadas»), que unas tras otras fueron las fuentes informativas de Uribe, deformadoras del juicio y formadoras perfectas, una vez, del ansiado «estado de opinión».
Es que si es contra sus enemigos, Ordóñez no tiene par, es originalísimo, pues sólo a él se le ocurren tamañas interpretaciones de la Ley y semejante manera sui generis de repartir las cargas condenatorias.
Le gusta al Procurador el 18: Lo mismo para Piedad, a partir de pruebas subjetivas, invalidadas o contratadas y argumentaciones nebulosas, que, por ejemplo, para el citado Moreno o para María del Pilar Hurtado, la ex directora del DAS, a quienes conducen todos los rastros, incluido el testimonio de los propios ex funcionarios que estuvieron a cargo de los ilícitos.
Pero si es cosa de amigos o del jefe, llueve siempre Ordóñez sobre mojado. Las inhabilidades ahora repartidas suenan, otra vez, a mandado. Chivos expiatorios en el empedrado que cada vez trepa más cerca del cielo nefasto en que se movió el pasado astro rey de la Casa de Nariño.
Hace unas semanas dijo el Procurador, textualmente: «A la Procuraduría la están despresando» (1), refiriéndose al proyecto de reforma a la Justicia, y, en particular, a la iniciativa en torno a la posibilidad de eliminar la participación de la Procuraduría dentro de los procesos penales.
Una ironía. Un chasco trillado. Del regador regado (2) al despresador despresado. La Procuraduría luce mal hace rato. Como gallina de feria, bañada en el azafrán de Ordóñez, la entidad luce patas arriba y al aire lo poco que le queda de su naturaleza. ¿Quién serio le come cuento a esta Naná silvestre, hija del arroyo, que ya da tantos asomos de la viruela?
«La función constitucional que tiene la Procuraduría es la de ser garante de las garantías, incluso en el proceso penal» (3). Puro cuento.
El Procurador, que se ha ganado el mote de «Absolvedor», se volvió fiador de paramilitares, de sus propiciadores y secuaces, insertos en el Congreso. Claro, no sólo en el Congreso: Que también han rondado Presidencia, Fuerzas Militares, ministerios, institutos, los organismos adscritos, los no descritos, etc.
Pero una desgracia mayor para las mujeres que en este país, a estas alturas, luchan por derechos elementales. O para los defensores de los Derechos Humanos. O para las minorías. O para el colombiano que tenga una causa progresista. O para alguien a quien se le ocurra que la paz en Colombia no sólo es deseable, sino que hay que buscarla y hacerla.
Es inaudito que una institución como la Procuraduría General de la Nación, con tan nobles propósitos constitucionales y en el papel, se haya vuelto una rémora, un lastre, un burdo espantajo para la vida del país.
Más inaudito que el Procurador vaya de traspiés en traspiés, condenando a unos por las idénticas razones que absuelve a otros, o que vaya en contravía de la propia Constitución, y que siga indemne, como si nada.
Al menos tiene una condena en ciernes por parte de la Corte Suprema de Justicia, que lo investiga por declarar inocentes disciplinariamente al entonces ministro de Protección Social, Diego Palacio, y al entonces embajador de Colombia en Italia, Sabas Pretelt, ambos sindicados de ofrecer dadivas para apoyar la reelección presidencial de Álvaro Uribe Vélez (4).
La factura a Piedad
La persecución política a la senadora Piedad Córdoba se prueba en la sanción de la Procuraduría, que la destituye e inhabilita por 18 años (5).
Sale Ordóñez a la palestra y lanza estocadas administrativas contra Córdoba, y le pide a la Corte Suprema que la investigue por delitos de lesa humanidad. Ardides, argucias.
En el viejo armero, en vez de lancetas y guadañas, han de lucir otra clase de armas blancas, que hacen verla negra a todos aquellos a quienes el Procurador no aguanta:
Los computadores de Reyes, con sus rehechos correos en Word; el catecismo de Uribe, con proverbios traídos por los pelos del latín de Marianito (que no del Mariano) e instrucciones con giros en el italiano de Calabria (restos de don Salvatore); dicterios del deslustrado José Obdulio, que con lemas disimula su odio por la Ilustración o lo que se le parezca.
En un país definido por el unanimismo uribista y el santurronismo santista, Ordóñez viene como anillo al dedo en ese matrimonio atroz de los dos grupúsculos en el poder o merodeándolo, que se quieren más de lo que reconocen y a la vez se detestan más de lo que ellos mismos quisieran creer.
Puede que Cristo viva en su iglesia, como dicen ellos, los del Opus y los Legionarios de Cristo (y los católicos, apostólicos y romanos, y, seguramente, muchos cristianos). Ellos lo sabrán, cada uno a su modo. Pero algo sí es indudable, aún sin los menores restos de fe: el rollizo cuerpo de Ordóñez ocupa la Procuraduría y el espíritu montaraz de Uribe mora en Ordóñez. Así, pues, qué esperanzas.
Por eso no sólo se trata de la senadora Piedad, que se merece toda la solidaridad del país y del mundo, como en efecto se ha visto en las muestras de apoyo que ha recibido de la ceca a la meca. (Bien resumió Fidel Castro el carácter de la senadora: «La congresista colombiana es una persona inteligente y valiente, expositora brillante y de pensamiento bien articulado» (6). Un peligro).
Es una cuestión de salud pública. No se puede dejar de desmontar el armazón tremendo de falsificaciones y montajes que se armó de manera sistemática durante la presidencia de Álvaro Uribe Vélez, que sigue ileso y en plena operación durante el gobierno actual, y que tiene demasiados motivos para no dejarse sacar así como así.
Montajes que actúan por arriba y por abajo, con segadores en las altas esferas de la política y las instituciones, y con verdugos en las calles y los campos. Ensambladuras que nos dejaron, por ejemplo, con las ejecuciones extra judiciales (con descaro llamadas «falsos positivos») a boca de jarro.
El Procurador se ilumina ante los medios y oferta una falsa ecuanimidad. Si la senadora tiene alguna reposición, pues se la mirará. A Piedad le queda recurrir ante el Consejo de Estado de Colombia y ante las instancias internacionales. Porque, ¿cuánto puede proceder el recurso de reposición ante el mismo funcionario que la emitió, es decir, el mismo Ordóñez?
Y para poner las cartas sobre la mesa, que Ordóñez publique la lista de países a los que ningún senador debe viajar (Venezuela, Ecuador, Cuba… ¿Cuál otro?). Y el listado de los senadores que no pueden viajar a ninguna parte (Robledo, Cepeda… ¿Quién más?).
Y el de lo temas a los que nunca deben referirse (La paz, las fosas comunes, la tierra… Excluyendo el papel de San Ezequiel Moreno Díaz como defensor de los Derechos de Cristo Rey o la iniquidad de las libertades modernas, ¿qué otros temas serán lícitos para que los congresistas no metan las narices donde no deben?)
Y debe publicar un diccionario de términos y un manual de comportamiento y modales para que los congresistas no medien (si es que llegaren a mediar) con palabras ni hagan uso del gesto o la mueca, ni miren ni sonrían a las partes, ni admitan cariños (o actitudes que lo parezcan), ni aporten ideas para que la mediación se de algún día, ni se permitan decir algo significativo e importante para nadie, ni que digan nada sobre la dolorosa realidad de un país que se mantiene echándole muertos y leña al fuego.
Y que diga de una vez por todas cuántos vicktores tomnyuks, o como se llamen (7), tiene guardados por ahí, bajo la manga o como separadores en sus misales.
Claro que Piedad sigue y seguirá adelante. Con más fuerza. Y que seguirán los Colombianos y Colombianas por la Paz impulsando el intercambio humanitario con las FARC, como paso clave para el diálogo y la salida pacífica para la guerra larvada que padece el país de cabo a rabo.
E indiscutible que el Procurador Ordóñez seguirá haciendo de las suyas, erizándole los pelos a congéneres y coetáneos.
No es leyenda ni producto de la ficción o de alguna mítica conjugación. Agazapado tras las claras fuerzas oscuras de la derecha de siempre, el país entero sabe quién es él, qué hace, cómo actúa, qué tergiversa, qué exime y a quiénes y qué condena y por qué, qué caras de inteligencia pone y cuáles de burlón, a qué hora le sale a los caminos de la paz y a qué santos inicuos les reza. Por suerte.
(2) «L’arroseur arrosé» («El regador regado»), 1895, película de Louis Lumière. Uno de los primeros gags de la historia del cine. Ver: http://www.youtube.com/watch?
(4) «En procura del Procurador». Por: Juan Alberto Sánchez Marín, en Juanalberto SM. Ver: http://juanalbertosm.blogspot.
(5) Texto del fallo de la Procuraduría. Ver: http://www.procuraduria.gov.
(6) «Piedad Córdoba y su lucha por la paz». Por: Fidel Castro Ruz, en Cubadebate. Ver: http://www.cubadebate.cu/
(7) Viktor Tomnyuk, un sospechoso embutido extranjero, ucraniano, que la propia senadora Piedad Córdoba denunció ante el ministro de Interior y Justicia de entonces. Ver: http://www.elespectador.com/
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«En procura del Procurador». http://juanalbertosm.blogspot.