Recomiendo:
3

El día del odio

Fuentes: Rebelión

En Contra el odio (2017), la filósofa y periodista de origen alemán Carolin Emcke, aborda el odio en tiempos en que este sentimiento se ha acentuado en no pocas regiones del planeta, dando origen a comportamientos sociales violentos que merecen la atención pública, en tanto se atizan sobre grupos de población con identidades políticas, étnicas y sexuales específicas. El abordaje de Emcke, formulado desde una perspectiva que no obvia las estructuras de poder dominantes, parte de una pregunta sencilla: ¿Cómo puede una persona llegar a odiar?  

La argumentación desplegada en el libro toma cuerpo a partir de tesis que tienen la facultad de iluminar las condiciones de posibilidad del odio y las consecuencias -siempre letales- que este tiene para la sociedad. Según Emcke, el odio es resultado de largos procesos de formación y requiere de moldes prefabricados en los que puede vaciarse. El odio no se manifiesta de pronto, sino que se cultiva: es «producto de unas prácticas y convicciones fríamente calculadas, largamente cultivadas y transmitidas durante generaciones», afirma la filósofa.

En otras palabras, el odio, antes que ser algo natural que nos viene dado, es una construcción cultural. De ahí que el odio tenga siempre un contexto social en el que surge y que lo explica: «Los motivos que lo sustentan y sirven para explicar por qué un grupo “merece” supuestamente ser odiado se deben producir en un contexto histórico y cultural especifico. Esos motivos han de ser expuestos, narrados e ilustrados una y otra vez hasta que calen en forma de una disposición determinada», se lee en el texto.

Las tesis de Emcke vienen al caso, a propósito de una serie de acontecimientos que se registran en Colombia desde hace varios años (¿décadas?) y que han tenido como rasgo particular la presencia del odio como un sentimiento común -aunque aún no dominante- que se cultiva y activa entre la población, originando formas de violencia simbólica y física que fracturan el siempre frágil tejido social colombiano. ¿Cuál es el origen del odio en Colombia? ¿Cuáles son las fuentes políticas y culturales que lo alimentan? ¿Quiénes lo fabrican y porqué lo hacen? ¿Cuáles son los moldes prefabricados en los que se vierte el odio? Evoquemos algunos hechos de la historia reciente que, a modo de casos, permiten divisar las formas en que se construye, opera o se manifiesta el odio en el país:

En el segundo semestre de 2016, Colombia se aprestaba a ratificar o desaprobar el acuerdo final que conduciría, luego de un proceso de negociación, a un cese definitivo de acciones militares entre las Farc y el gobierno Santos. Este último acudió al mecanismo del plebiscito para refrendar los acuerdos, abriendo una oportunidad de oro para que los sectores más extremos de la derecha (de la que el uribismo es un actor más, como lo son gran parte de las iglesias cristianas), desplegaran su influencia a través de una campaña que combinó distintas formas de lucha, siendo la desinformación y la manipulación de las emociones las más visibles. «Estábamos buscando que la gente saliera a votar verraca (sic)», afirmó sin ningún rubor el jefe de la Campaña por el No, Juan C. Vélez, en un medio de comunicación, luego de la victoria del No en el plebiscito. “Enverracar” se convirtió, desde entonces, en un rasgo especifico de la política de masas del uribismo, nutrido sagazmente del viejo sentimiento anticomunista, aunque contemporizado con sofismas recientes como el «castrochavismo» y el «Foro de Sao Pablo».

En una manifestación de protesta contra el electo presidente Gustavo Petro, el 26 de septiembre de 2022, Luz Fabiola Rubiano, una mujer que tomó parte en el acto y se declaró seguidora de Álvaro Uribe Vélez, se refirió a la vicepresidente Francia Márquez con acentuado odio: «Y el simio ese, que porque puso un millón de votos se considera la berraca del paseo, pobre simio, los simios gobernando. ¿Qué educación puede tener un negro? Los negros roban, atracan y matan, ¿qué educación tienen?». La acción de la implicada, penalizada por la justicia con una condena de un año y cinco meses de prisión domiciliaria y una multa de trece smlv, da cuenta de los niveles de odio incubados en la población, a la vez que evidencia un contenido ideológico del mismo: el racismo.      

En la marcha del 21 de abril de 2024, la más reciente manifestación de la presencia del odio en escenarios públicos del país, este puso en la mira, nuevamente, al primer mandatario de la nación, quien preside un gobierno que promueve reformas populares. Si bien no es acertado afirmar que todas las personas que participaron en la movilización convocada por la derecha acudieron a expresiones de odio o se orientaron por él, sí fueron comunes en sectores que han sido permeados por o «educados» en ese sentimiento, los gritos, insultos y amenazas veladas y directas contra el presidente Petro.    

Aquel día la máquina del odio aceleró su funcionamiento y puso de manifiesto, de nuevo, el impacto logrado en el país. Afirmo que la máquina del odio «aceleró» su funcionamiento, porque en realidad esta no ha dejado de funcionar, siendo en ciertas coyunturas que este se divisa con claridad. ¿De qué componentes ideológicos y culturales se nutre ese odio? ¿Quiénes lo fabrican? ¿A través de qué medios circula en la sociedad? En Colombia, el anticomunismo, el clasismo, el racismo y el fanatismo son, sin duda, fuentes ideológicas y culturales de viaja data, de las que bebe el odio contemporáneo. De esas fuentes echan mano los sectores más retardatarios de la sociedad que, mientras condenan, sin ruborizarse, la tesis del «odio de clases», no dudan en «emberracar» a la población para obtener réditos electorales.

No hay duda de que estamos ante un asunto de interés público: no sabemos si el odio ha llegado para quedarse. Lo cierto es que, como ciudadanos, estamos convocados a impedir que quienes odian, fabriquen un objeto a su medida. Para lograrlo, debemos conocer y describir el proceso que activa el odio. Para no reproducirlo en sentido contrario, el odio debe ser tratado con inteligencia. Se debe descomponer, identificando sus «condicionantes ideológicos y observar cómo surge y opera en un determinado contexto histórico, regional y cultural». ¿Cómo impedir que el odio se torne dominante y siga incubándose en la población colombiana? Como afirma Emcke, el odio «solo se combate rechazando su invitación al contagio». El odio no se enfrenta con odio. Tampoco se enfrenta callándolo y evitándolo desde la tranquilidad de la esfera privada. Que así ocurra es un triunfo de quienes promueven el odio para amedrentar, doblegar e imponerse. Lo más oportuno, en cambio, “tal vez sea salir de uno mismo y dirigirse hacia los demás para reabrir juntos los espacios sociales y públicos”. El ejercicio de la política diaria, en la actualidad, demanda, además de imaginación, analizar las formas de la comunicación que nos son comunes y agudizar la capacidad de argumentación, amén de la dotación de fuertes dosis de tranquilidad y temperancia para el debate.  

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.