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36 años después

«El diario del Che» o como burlar a la CIA

Fuentes: Rebelión

A comienzos de enero de 1968, transcurridos unos 90 días desde el asesinato aleve de Ernesto Che Guevara, tuve la oportunidad de convertirme en el primer periodista chileno que conoció la intención de Antonio Arguedas para entregar a Cuba el «Diario de Campaña» del guerrillero. Tan insólito propósito, pues Arguedas era nada menos que el […]

A comienzos de enero de 1968, transcurridos unos 90 días desde el asesinato aleve de Ernesto Che Guevara, tuve la oportunidad de convertirme en el primer periodista chileno que conoció la intención de Antonio Arguedas para entregar a Cuba el «Diario de Campaña» del guerrillero.

Tan insólito propósito, pues Arguedas era nada menos que el Ministro del Interior de Bolivia, me fue trasmitido personalmente en Santiago por Víctor Zannier, abogado y periodista boliviano, a quien había conocido yo en La Paz en mayo de 1967, un tiempo en que allí se hablaba y especulaba mucho acerca de la guerrilla.

La decisión de Arguedas, que se concretaría en breve plazo, afianzó, entre otros efectos, la corriente literaria del realismo mágico de García Márquez y otros, o de los real-maravilloso que instauró Alejo Carpentier. Pues, ¿qué otro episodio podía estar más impregnado de tanta fantasía y al mismo tiempo realidad, como este en que el segundo hombre del gobierno, Arguedas, decidía así reivindicar la personalidad del aparente enemigo?

La valiente misión de Zannier buscaba los contactos requeridos para hacer realidad el impulso razonado de su amigo el ministro quien se había hastiado de la interferencia de la CIA y otras entidades estadounidenses en Bolivia, muy específicamente en las tareas de la seguridad a cargo de la secretaria del Interior.

Si en Europa o Estados Unidos, la información del mensajero, casi con seguridad habría sido desechada calificándola tal vez de trampa, aquí fue aceptada. Sirvió, además, como motivación para armar un aparato mínimo que fuese capaz de llevar a la práctica una misión objetivamente muy difícil y arriesgada.

Así emergió la Operación Tía Victoria en la que participamos periodistas y abogados todos ligados con la revista Punto Final dirigida- hasta hoy- por Manuel Cabieses. Este grupo se reunió con Zannier, luego contactó con las personas correspondientes de Cuba y finalmente triunfó en el acto final: Victor trajó copía del Diario a Chile y desde aquí los trasladó a La Habana uno de los «confabulados», el periodista Mario Díaz, fallecido en 1985. La CIA, al parecer, estaba demasiado dedicada a… Bolivia.

El golpe maestro

El 29 de junio de l968, el diario «Granma» (La Habana) anunció : «Edita el Instituto del Libro el Diario del Che en Bolivia. Estará a disposición de nuestro pueblo a partir del próximo lunes. Un grupo de editoriales de varios países en América y Europa editará simultáneamente en francés, inglés, español y otros idiomas el trascendental documento histórico». En Chile lo hizo «Punto Final».

En el prólogo de la edición, escribió Fidel Castro: «Desde el punto de vista revolucionario la publicación del Diario del Che no admite alternativa» y acerca de cómo había sido posible obtener el documento, dijo simplemente que «algún día se sabrá».

Inicialmente, el régimen dictatorial de René Barrientos, negó en La Paz que el texto fuese auténtico y acusó a La Habana de «editar un diario falso». Mas la evidencia era tal que el 9 de julio y dejando en la estacada a Barrientos, el ejército admitió la autenticidad del texto y afirmó que tomaría medidas para ubicar a los culpables. Influyó también en el reconocimiento el emplazamiento que el 3 de julio y hablando por cadena de radio y televisión, hizo Fidel Castro a que probaran que el diario era falso.

Junto con aparecer como un arma póstuma del Che, la revelación de su diario frenó bruscamente las intenciones de negociar la publicación ya hechas públicas por círculos castrenses bolivianos y, al mismo tiempo, desnudó los manejos de la CIA para editar un texto falsificado.(Agentes de la CIA que portaban credenciales del ejército boliviano, fotografiaron y conocieron el Diario antes que los bolivianos).

Transcurrida una semana desde la circulación del Diario la seguridad militar señaló acertadamente al todavía ministro Arguedas como el culpable de lo que era para ellos un grave delito. Según lo pudo relatar después Arguedas estaba convencido de que lo matarían. Optó pues por huida y lo hizo hacia Chile.

El 19 de julio de l968, Arguedas y un hermano que lo acompañó llegaron al poblado de Colchanes, sito en las alturas de Los Andes a unos 300 kilómetros al norte de Iquique. Barrientos, en La Paz, proseguía su carrera de dislates. Dijo primero: «Yo no sé si es un secuestro o una fuga» y al día siguiente: «quizás Arguedas se ha puesto al frente de los guerrilleros sobrevivientes».

Pronto fue trasladado a la capital chilena donde se encontró con la hostilidad de la policía local y de las autoridades encabezadas por el ministro del Interior, Edmundo Pérez Zujovic. Estuvo , en los hechos, encarcelado, aunque fue defendido por el abogado Jaime Faivovich, uno de los integrantes de la Operación Tía Victoria.

Fue en este paso fugaz por Santiago que pudimos conocer personalmente al ahora ex ministro Arguedas y antes de que fuera prácticamente expulsado del país. Nos confirmó que en Chile también había sido interrogado por agentes de la CIA que él había conocido antes.

En los días que técnicamente «estaba bajo custodia» de la policía política, se le permitió una dudosa conferencia de prensa dirigida por un detective. Allí declaró: «Nunca tuve el honor de conocer al comandante Ernesto Che Guevara y no soy un agente comunista internacional. Soy un revolucionario de la gran patria latinoamericana».

(*) Periodista chileno, autor del libro «Operación Tía Victoria» editado en México, Chile y Cuba. Octubre /04.