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El dilema de Alejandro

Fuentes: Rebelión

Me gustaría empezar por el pudor, porque Alejandro Ríos afirma1 que no tengo un ápice de él, cuando digo que Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Carlos Varela, Santiago Feliú y yo escribimos o respondimos a entrevistas, afirmando que los disidentes cubanos que no habían cometido actos violentos, debían ser liberados. ¿En qué falta el pudor, al […]


Me gustaría empezar por el pudor, porque Alejandro Ríos afirma1 que no tengo un ápice de él, cuando digo que Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Carlos Varela, Santiago Feliú y yo escribimos o respondimos a entrevistas, afirmando que los disidentes cubanos que no habían cometido actos violentos, debían ser liberados.

¿En qué falta el pudor, al punto de no llegar ni a un ápice? ¿En que no exaltamos la muerte de Orlando Zapata ni la huelga de hambre de Guillermo Fariñas ni las caminatas de sus familiares, las Damas de Blanco?

Alejandro Ríos debía tener en cuenta que esa petición la están haciendo intelectuales que no comulgamos con las ideas de esos presos. No nos atribuimos la liberación de esos presos, ni mucho menos, pero AR es incapaz de ver mérito alguno en ninguna otra gestión por su liberación: no es capaz de mencionar siquiera al cardenal Ortega y al canciller español Moratinos, casi como si fuera obra non sancta el procurar esa liberación desde «fuera» de la disidencia.

Si Alejandro Ríos, Duanel Díaz y Raúl Rivero, para sólo nombrar tres radicales ideólogos enfrentados a la Revolución Cubana, solicitaran la liberación de Gerardo Hernández, Tony Guerrero, René González, Ramón Labañino y Fernando González, que únicamente informaron al gobierno cubano de la actividad de los grupos terroristas de Miami, tengan la absoluta seguridad que no les pediré que, previamente, exalten a los montones de personas que en el mundo han solicitado su liberación, ni a sus mujeres e hijos, que llevan una década sin recibir una visa estadounidense para poder visitarlos en la prisión.

Si tuvieran la decencia de hacer la solicitud de su liberación, sería para mí la actitud generosa de tres adversarios.

Pero a Alejandro Ríos no le importa ni la libertad de los presos de su bando.

Que 52 personas sean indultadas le parece algo que no interesa más que a un «círculo de conocedores» y a los «familiares agraviados». ¿No le interesa a él? Yo estaría feliz si el gobierno de Washington liberara a esos jóvenes cubanos condenados a penas absurdas sólo por informar de actividades conspirativas que el FBI debía reprimir y no apoyar. ¿Que eso sería un motivo para elogiar al gobierno de Barack Obama? Muy bien, si los libera, creo que merece el elogio y no seré yo quien, en ese caso, se lo niegue.

Alejandro Ríos, mutante si los hay, era un combativo periodista de Juventud Rebelde, el órgano oficial de la Unión de Jóvenes Comunistas cubana. Eso ocurría allá por los años ochenta, cuando a la vez era mi alumno en la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de la Habana. Él, que ha saltado del diario comunista habanero, a escribir en El Nuevo Herald miamense, no comprendo cómo puede hablar de mi metamorfosis, cuando yo vivo en el mismo país en el que nací, trabajo en el mismo sitio desde hace 40 años, y pienso muy parecido desde hace 50.

Quisiera decirle que el mismo joven que escribió El libro rojo en esa que él llama mi «temprana juventud» es el que dice que Duanel Díaz miente cuando dice que la casa de Jorge Mañach fue asaltada y su biblioteca convertida en pulpa; o que el gobierno cubano le impidió a Agustín Acosta reunirse con la hija que vivía en Miami.

El mismo profesor que le enseñaba literatura a Alejandro hace 30 años, es quien le recuerda a Emilio Ichikawa que el «despotismo ilustrado» es únicamente una de las posibilidades que vieron los iluministas para cambiar la vida política europea. Que a la Ilustración no sólo pertenece el Voltaire amigo de Federico II de Prusia, sino además, el Montesquieu de El espíritu de las leyes y el Jean Jacques Rousseau de El contrato social. Si ahora me entusiasman ciertos – no todos – proyectos culturales cubanos, dé por sentado AR que los que cambiaron fueron los proyectos, no yo.

Lo que pienso es que muchos ideólogos del mundo miamense, debían optar por encontrar puntos de entendimiento con la realidad cubana, aunque no dejaran de ser adversarios de la Revolución. Ese lanzarse a la permanente «satanización» de Cuba viene haciéndose hace muchos años y no ha llevado a nada bueno, ni sano, ni útil, ni inteligente.

Conduce, por ejemplo, a que Alejandro Ríos ahora no tenga idea de qué hacer y esté casi al borde, como una suerte de Fariñas al revés, de declararse en huelga de hambre, hasta que la policía cubana vuelva a encarcelar a los presos que han sido liberados.

1 «Retazos», by Alejandro Ríos, El Nuevo Herald, Miami, 16 de agosto de 2010.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.